Capítulo
I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo
II
Eduardo Barriobero, infancia en La Rioja; estudios en Zaragoza;
política y literatura en Madrid.
Eduardo Barriobero y Herrán nació
en el pueblecito riojano de Torrecilla en Cameros el día
29 de Julio de 1875. Su familia era toda de La
Rioja. Juan Francisco Barriobero, el padre, era natural
de Entrena, había sido militar y dirigía entonces
una casa de banca. La madre, natural de Bañares,
se llamaba María Herrán y era maestra. No
sé el motivo por el que el nacimiento se produjo
en Torrecilla, pero el caso es que al poco tiempo la familia
se fue a vivir a Entrena y en ese lugar creció y
pasó su infancia Eduardo Barriobero.
Los
estudios de bachillerato los hizo en Burdeos, junto con
dos años de Enología. Fue en la Universidad
de Zaragoza donde estudió Derecho, licenciándose
a los veinte años. En Zaragoza residió en
casa de un tío suyo que fue gobernador de la provincia.
Eduardo Barriobero cursó también la carrera
de Medicina. Y en Zaragoza fue donde dio comienzo
a su activismo político frecuentando el Círculo
Republicano y fundando más tarde las juventudes del
Partido Republicano Federal de Pí y Margall.
No
sé si Barriobero pertenecería a una familia
de estirpe republicana o no, pero lo que sí es cierto
es que la vida de Eduardo Barriobero iba a seguir
los cánones que corresponden al prototipo de político
pimargalliano del siglo XIX: intelectual de amplios saberes,
en muchos de los cuales alcanza la erudición; abogado
que logra un gran prestigio profesional; escritor prolífico
de notable calidad y personal estilo; periodista destacado,
fundador de revistas e incansable articulista de opinión;
y en lo político, el radicalismo del ideario republicano
y federal más izquierdista, claramente revolucionario,
antiburgués y anticapitalista que le acerca al sindicalismo
libertario y le aleja de la socialdemocracia. Barriobero
fue un hombre de acción que no dudó en participar
en un motín o ponerse al frente de una barricada,
que pasó sin transición de los salones de
las Cortes a las celdas de la cárcel: conspirador,
anticlerical, masón...; perteneció a ese tipo
de gentes de una moralidad intachable, que huyen del lujo,
de la ostentación y del exhibicionismo, y aman la
sencillez y la intimidad; sin que se les conozcan otros
vicios que los relacionados con la cultura, con los libros,
con el arte...
Llegó
el joven Barriobero a Madrid con su título de licenciado
en Derecho bajo el brazo y el supuesto objetivo de preparar
unas oposiciones. Era el Madrid de fin de siglo,
de vísperas del desastre de la guerra con los Estados
Unidos. Barriobero visitó a Emilio Castelar. Su admiración
por el republicano posibilista tal vez veniese de aquellos
veranos de la infancia en que acompañaba al secretario
del Ayuntamiento de Entrena hasta las afueras del pueblo
a esperar al cartero que traía el fascículo
correspondiente de la “Historia de Europa en el siglo
XIX”, que escribía Castelar. Como cuenta el
cronista, luego, se iban los dos a sentar debajo de un olivo
y allí lo leían en voz alta. Emilio Castelar
murió en 1899 y Barriobero, andando los años,
publicaría una semblanza de Castelar acompañada
de una recopilación de sus artículos y discursos.
No
se sabe en qué pararía lo de las oposiciones,
pero lo que sí se conoce es que Barriobero estaba
volcado de lleno en la literatura y en la política:
fundó la revista Germinal y se hizo muy amigo
del médico ácrata Pedro Vallina.
Literatura y activismo social. Por participar en una manifestación
de cigarreras, fue acusado de agresión al teniente
Grau, de Seguridad. La acusación no era cierta, como
el propio teniente reconoció, pero hasta que dicho
teniente pudo prestar declaración, Barriobero permaneció
en la cárcel. A esta detención siguió
otra, para terminar teniendo que huir a Francia como consecuencia
de esa afición a participar en manifestaciones que
invariablemente terminaban en algarada.
En
el libro “Los sucesos de Agosto ante el Parlamento”,
se asegura que Barriobero, en su exilio francés,
que duró dos años, estuvo primero en Marsella,
donde se ganó la vida trabajando en una imprenta.
De Marsella pasó a Lyon, donde trabajó de
camarero. Posteriormente, se marchó a París
y allí el ilustre e histórico federal Nicolás
Estévanez le tomó bajo su protección
y le proporcionó medios para ganarse la vida como
traductor de varias editoriales. Aprovechó
los ahorros que consiguió reunir para viajar por
distintos países de Europa antes de regresar a España.
En París, fundó Barriobero la logia internacional
“Plus Ultra”, y de su estancia en Francia conservó
el contacto epistolar que mantuvo con Anatole France y con
Emilio Zola. Bastantes años después, el
gobierno francés le distinguiría como caballero
de la “Legión de honor” en reconocimiento
a sus méritos como traductor al castellano de la
obra del “intraducible” Rabelais.
De
nuevo en Madrid y de vuelta al activismo político.
La policía ya le tenía fichado. Así
que por su participación en las protestas como consecuencia
de la conocida como “catástrofe del Tercer
Depósito”, es decir, el derrumbe del tercer
depósito de aguas del Canal de Isabel II que produjo
numerosas víctimas, estuvo encarcelado durante
seis meses. Al producirse el atentado de Mateo Morral contra
Alfonso XIII, Barriobero defendió públicamente
desde las páginas de El País, diario republicano
fundado por Antonio Catena, al famoso José Nakens,
republicano de siempre y director, a su vez, de la influyente
publicación El Motín. Esto le supuso
a Barriobero la inclusión en el sumario del atentado
y otros cinco meses en la Cárcel Modelo. La acusación
de complicidad se transformó después en apología
a consecuencia de haber escrito un folleto de dieciséis
páginas titulado: “D. José Nakens. Su
carácter, sus antecedentes, su intervención
en el asunto Morrals. Algunos apuntes del anarquismo.”
Durante su estancia en la cárcel conoció
y trató a Francisco Ferrer Guardia, el pedagogo
libertario propulsor de la llamada “Escuela Moderna”,
que sería fusilado en el Montjuich en 1909. Barriobero
fue después uno de los principales adalides en la
demanda de revisión del proceso militar a resultas
del cual Ferrer había sido inicuamente condenado
a pena de muerte y ejecutado.
En
ese año de 1906, Eduardo Barriobero tenía
en los estantes de las librerías varias obras suyas:
“Misterios del mundo” (filosofía del
suicidio); “Cervantes de levita” (crítica);
“Don Quijote de la Mancha” (comedia lírica);
“Gargantúa”, de Rabelais (traducción),
y “La poesía épica y el gusto de los
pueblos”, de Voltaire (traducción). Es
el Barriobero escritor, autor de más de ochenta obras.
No busquen en la red de bibliotecas públicas de Asturias
porque no encontrarán casi ninguna... Y en relación
con esto se me ocurre ahora preguntar: ¿adónde
habrán ido a parar todos aquellos miles y miles y
miles de volúmenes que atesoraban los numerosos ateneos
y centros culturales, y sus famosas bibliotecas circulantes,
de la época inmediatamente anterior al triunfo del
franquismo?
Según
Gonzalo Santonja, pues, inevitablemente, hay que recurrir
al gran especialista en la literatura popular del siglo
XX, Barriobero formaba parte de ese conglomerado literario
que se agrupa bajo denominaciones tan definitorias, tomadas
de los títulos de sus trabajos de investigación,
como “La novela revolucionaria de quiosco”,
“La novela proletaria”, “Los novelistas
sociales”... Son ediciones populares de colecciones
de novelas en las que Eduardo Barriobero aparece acompañado
de los Samblancat, Urales, Elías García, Miguel
Seisdedos, a los que más tarde se vendrán
a sumar los Sénder, Falcón, Garcitoral, arropados
todos por los consagrados, desde Tolstoy y Gorki hasta Pí
y Margall y Blasco Ibáñez. Santonja destaca
en la obra literaria de Barriobero la traducción
al castellano de la obra de Rabelais y la colección
“Quevedo” que dirigió y prologó.
Fue una colección de excelente presentación
y calidad, y de económicos precios. Por el sello
editorial “Mundo Latino” y en colaboración
con la “Cía. Ibero-Americana de Publicaciones”,
se imprimieron en Madrid, en los talleres tipográficos
de Galo Sáez, los volúmenes que formaron la
colección. En Enero de 1930 salió el primer
tomo, titulado “La sonrisa de Themis (anecdotario
forense)”. De esta colección, orientada hacia
las recopilaciones y reediciones de autores clásicos,
se publicaron veinticuatro volúmenes, mereciendo
destacarse, a juicio de Santonja, “Los viejos cuentos
españoles”, recopilación; “El
rey y la institución de la dignidad real”,
famoso tratado del P. Mariana sobre el regicidio; los “Episodios
rabelesianos”; el “Doctrinal de Quevedo”;
“Cymbalum mundi”, cuentos del clásico
francés Buenaventura des Periers; “El Corbacho”,
del arcipreste de Talavera; “El libro de la fiesta
nacional”; “Retrato de jesuitas”, anónimo
portugués; “Tratado de las cosas íntimas
de la compañía de Jesús”, del
P. Mariana; “Proceso y ejecución de Luis XVI”;
sin olvidar el “Ananga-Ranga”; “El arte
de amar”, de Ovidio, o el “Ensayo sobre la poesía
épica”, de Voltaire, que incluía un
prólogo de Víctor Hugo. Por otra parte, las
vivencias de sus estadías en el extranjero las dejó
recogidas Barriobero en un libro que tituló: “Cómo
está Europa”. Tampoco se puede dejar
de destacar en este apartado la cualidad de erudito cervantista
de Eduardo Barriobero, patentizada en sus obras: “Cervantes
de levita. Nuestros libros de caballería” y
“Dos capítulos del Quijote suprimidos por la
censura”.
De
la literatura al periodismo. Colaboraciones en toda la prensa
de tendencia republicana con artículos de militancia
y combate. Como decía Samblancat, opinar en España
no es impune, así que la participación de
Barriobero en las campañas periodísticas solía
traerle más procesamientos y más cárceles.
Lejana ya la época de la desaparecida Germinal, Barriobero
se encontraba a finales de 1910 con fuerzas suficientes
para afrontar la aventura de sacar adelante una nueva revista:
La Palabra Libre, cuyo primer número salió
a la calle el 11 de Diciembre de ese año. Dirigida
por el propio Barriobero, llevó primeramente el subtítulo
de “Periódico republicano de cultura popular”.
Este subtítulo fue cambiado meses después
por el de “Órgano de la Liga Anticlerical Española”,
Liga que presidía el catedrático Miguel Morayta.
La revista se proclamaba enemiga “de la Monarquía,
del Militarismo, de la Iglesia Católica, del Capitalismo,
de la Desigualdad, de la Injusticia y de la Inmoralidad.”
Eran frecuentes los sueltos con citas de Kropotkin. Salieron
68 números en el casi año y medio de vida
que tuvo. El déficit económico de la revista
era compensado con las aportaciones personales de Barriobero
y otras dos personas más. Contó en sus páginas
con importantes colaboradores de los que pueden citarse
a Eugenio Noel, Emilio Carrere, Ramiro de Maeztu, Ciges
Aparicio, Anselmo Lorenzo, Alomar, Silverio Lanza, Villaespesa,
Luis Bonafoux, Enrique Barea, Alejandro Ver o Alfredo Calderón.
Además de otras tareas internas que desconozco, Barriobero
escribía un artículo o una serie de notas
sueltas en cada número y atendía un “bufete
popular” al que los lectores dirigían consultas
legales.
En
lo político propiamente dicho, quizás no fuera
Eduardo Barriobero un pimargalliano ortodoxo y coherente
a lo largo de toda su vida, tal y como afirma Agustín
Millares Cantero, pero, más allá de la estricta
fidelidad a un programa, a un partido y a un líder,
yo creo que en Barriobero hay una trayectoria vital
que es ejemplo de lucha permanente por la libertad, por
los derechos humanos y por la justicia social; la lucha
contra la opresión y los abusos de los gobiernos
y de los aparatos del estado; la lucha cotidiana, con la
toga o con la pluma, en defensa de los débiles. ¿Disfrutó
alguna vez de las prebendas del poder? Solamente persecuciones
y prisiones. Nada más que hay que ver cómo
fueron sus últimos días. Si no se es un fanático
y un sectario, debería considerarse normal que uno
modificara, o mantuviera, su opinión sobre cuestiones
políticas en virtud de los argumentos, de las nuevas
ideas, de las nuevas circunstancias que apareciesen. Lo
contrario sería, por poner un ejemplo, las Cortes,
y los parlamentos regionales, que padecemos en nuestros
días: ¿para qué suben a la tribuna
los mandamases de los partidos a discursear si todo el mundo
sabe que nadie va a modificar su voto, que todos tienen
que hacer lo que diga el jefe?
El
profesor Agustín Millares, especialista
y gran conocedor de los entresijos de la historia del republicanismo
federal, autor de numerosos libros y publicaciones, nos
documenta sobre las andanzas partidistas de Eduardo Barriobero
en los primeros años del siglo XX. Atracción
política por Salmerón y su “Unión
Republicana”, por los radicales de Lerroux, por el
Melquiades Alvarez que llegaría a formar la “Conjunción
Republicano-Socialista”... Otra cosa sería
que los movimientos y oscilaciones políticas de Barriobero
tuvieran como Norte el medro y el enriquecimiento personal,
o que hubiera llegado a la degradación, como tantos
otros, de ser un colaboracionista de la Monarquía
o de la dictadura de Primo de Rivera.
Pero
dejemos que sea el propio Barriobero el que se defina políticamente
a sí mismo en este artículo aparecido en La
Palabra Libre del diez de Septiembre de 1911, a propósito
de la dura polémica que le enfrentaba con los lerrouxistas:
“Creo en el anarquismo, en su lógica
y en su virtualidad, con el mismo ardimiento que tantos
disgustos me ha proporcionado. Enemigo de todo fanatismo,
cedo de mi ideal cuanto la realidad me pide y en este sentido
sirvo a la República, porque me parece más
progresiva hacia el anarquismo que la monarquía.
Pero dentro de la República elijo el campo más
radical o el mejor dispuesto para la acción;
cuando los guías o los jefes abandonan la tendencia
radical o la acción, son ellos los que desertan,
no yo que aguardo a pie firme el más allá
y brindo generosamente mi cooperación a quienes se
propongan avanzar un paso en la penosa conquista de la libertad.
Por esto secundé a Lerroux y por esto le abandoné,
por esto estoy en la Conjunción y por esto con la
Conjunción ni me ligan cadenas ni he firmado escritura
pública. Arrojen, pues, la cara y no el espejo los
que me llaman versátil. Además, aferrado a
mi ideal y hombre sustantivo en punto a convicciones, cuando
sigo a un caudillo lo sigo como caballero, no como esclavo.”
El
activismo político de Eduardo Barriobero, que podemos
considerar que se inició durante su época
de estudiante en Zaragoza, iba estando amojonado por los
hitos mayores y menores de la organización de las
juventudes federales, de las primeras prisiones, del exilio...
En 1910, con su bufete de abogado en Madrid, inició
la etapa de la vida que le daría amplio renombre
en todo el país. No tengo claro si el largo paréntesis
que va desde que obtuvo la licenciatura en Derecho hasta
el inicio de su actividad profesional respondió a
una decisión personal o fue consecuencia de alguna
sanción que le inhabilitara para el ejercicio de
la abogacía durante un determinado período
de años. Los grandes casos con que inició
su ejecutoria de penalista son los ya citados de la defensa
de los encartados por los atentados cometidos en Gijón
contra directivos de la patronal.
Casi
al mismo que tiempo que los de Gijón, Barriobero
participó como uno de los abogados de la defensa
de los acusados por los hechos insurreccionales que tuvieron
lugar en Cullera, consecuencia del movimiento huelguístico
nacional de Septiembre de 1911 que había decretado
la UGT y fue secundado por la CNT. Sometidos los
encausados a un consejo de guerra, siete de ellos fueron
condenados a pena de muerte. El gobierno conmutó
seis de ellas, y el único condenado a la
máxima pena que no se benefició de la gracia
gubernamental fue Juan Jover Corral, de veintidós
años, conocido como el “Chato de Cuqueta”,
cuyo abogado defensor era, precisamente, Eduardo Barriobero.
Una fuerte campaña de prensa forzó una entrevista
entre una comisión y el rey Alfonso XIII, que finalmente
aprobó el indulto de Jover, concesión que
dejó muy mal parado al gobierno de Canalejas. Otro
caso estelar en la actividad como abogado penalista de Eduardo
Barriobero fue la defensa de Sancho Alegre, acusado de haber
intentado asesinar al rey. Y en la defensa de los
obreros de Altos Hornos de Vizcaya el propio Barriobero
fue acusado por el tribunal de desacato y tuvo que cumplir
siete meses de cárcel.
Colofón
de estos años es la vuelta de Barriobero a la militancia
en las filas federales y la obtención del acta de
diputado. En las elecciones celebradas el domingo 8 de Marzo
de 1914, Eduardo Barriobero formaba parte de la candidatura
que la Coalición republicano-socialista presentaba
en Madrid. Encabezada por Pablo Iglesias, la candidatura
estaba integrada, además de por Barriobero, por Rodrigo
Soriano, Luis Talavera, Rosendo Castells y Roberto Castrovido.
A 20.849 ascendió el número de votos finalmente
validados que obtuvo Eduardo Barriobero, siendo uno de los
ocho diputados electos por la circunscripción de
Madrid.
En
el verano de 1914, en homenaje por haber obtenido el acta
de diputado en Cortes por Madrid y aprovechando su estancia
veraniega en el pueblecito riojano de Entrena, la corporación
municipal “acordó por unanimidad ponerle a
la calle Mayor de esta villa el nombre de Eduardo Barriobero
y Herrán”. En 1936, tras el triunfo de la sublevación
militar, las placas que daban nombre a la calle fueron arrancadas.
Después de la muerte de Franco, el concejal del grupo
socialista del ayuntamiento de Entrena, Manuel Rodríguez
Rodríguez promovió y consiguió que
la corporación aprobase, sino devolver el nombre
de Barriobero a la calle Mayor, al menos que una de las
calles más importantes del pueblo llevara su nombre.
Eduardo
Barriobero siempre fue recordado con cariño por los
habitantes de Entrena. No era fácil que
se olvidase la importante victoria que, para los intereses
de este pueblo, Barriobero había obtenido en el Tribunal
Supremo. El ayuntamiento del vecino concejo de Sorzano había
planteado una reclamación por un deslinde, reclamación
que acabó en pleito. El asunto no habría tenido
mucha importancia si no fuera porque en las tierras que
los de Sorzano reclamaban como suyas se encontraba el manantial
que surtía de agua potable a Entrena. Con las dos
sentencias anteriores favorables a los intereses de Sorzano,
llegó el asunto en apelación al Supremo. Fue
entonces cuando Barriobero se hizo cargo de la defensa de
los derechos de Entrena y consiguió que el Supremo
reconociera la pertenencia a Entrena de las tierras en litigio
con la vital fuente que en ellas había, fuente que
siguió suministrando todo el agua potable del pueblo
hasta hace muy pocos años.
En
las elecciones de 1916, la candidatura de la Coalición
fue derrotada en Madrid y Barriobero no pudo renovar su
escaño. Regresaría a las Cortes en
1918, pero no por Madrid, sino como diputado independiente
por el distrito minero de Valverde del Camino, en la provincia
de Huelva. En defensa de los intereses de los trabajadores,
Barriobero había llevado varios pleitos contra la
compañía de las minas de Río Tinto
y había tratado y hecho amistad con el líder
obrero De la Rosa. En las elecciones que se celebraron en
1919 volvería a repetir su triunfo en Valverde, distrito
que hasta entonces había estado vedado para los republicanos.
Barriobero fue de los diputados más activos y diligentes
a la hora de llevar al hemiciclo todos aquellos casos que
le hacían llegar a sus manos, no ya de su distrito
electoral, sino desde toda España. En la legislatura
de 1918, Eduardo Barriobero formó parte de las comisiones
permanentes de Suplicatorios y de Guerra, e intervino en
un total de ciento un asuntos. He aquí algunos de
ellos como ilustración:
- Sobre la concesión de una amnistía.
- Coacción ejercida sobre los soldados del Ministerio
de Marina para el cumplimiento del precepto pascual de confesar
y comulgar.
- Deficiencias de la Administración de Justicia en
España.
- Abusos que cometen con los obreros de algunas compañías
mineras de la provincia de Huelva.
- Pago a los maestros de La Coruña de los aumentos
graduales de sueldo.
- Recompensa que merece el Sr. Rosso de Luna por sus trabajos
científicos.
- Impuesto municipal que impide pueda venir a Madrid el
pescado de Huelva.
- Perjuicios que sufre la vegetación del
pueblo de Campofrío por causa de los humos de las
minas de Huelva.
- Forma en que se administra la justicia canónica
en España.
- Malos tratos inferidos a un soldado del regimiento de
Sevilla.
- Atropellos cometidos en Sabadell por los germanófilos.
- Conveniencia de emancipar a los carteros de la obligación
de subir escaleras.
- Médico socialista detenido en Elche.
- Concesión de un indulto en conmemoración
de la paz.
- Expediente por desfalco en el Ayuntamiento de Ceuta.
Durante
este período de actividad política como diputado,
fueron presentados ante la correspondiente comisión
de las Cortes cuarenta y cinco suplicatorios para procesar
a Eduardo Barriobero. La mayoría tenían
su origen en artículos periodísticos suyos,
publicados principalmente en los periódicos República,
El Parlamentario, El 13, El Soviet, El Rumor Público,
Hoy, y Las Izquierdas. Uno de los suplicatorios fue debido
a un escrito suyo publicado en La Federación, periódico
que se editaba en Gijón. También se solicitó
en dos ocasiones su procesamiento por la aparición
de pasquines y proclamas impresas, y, por último,
queda reseñar la querella presentada por el fiscal
por posible delito de desacato contra un juez en el curso
de un procedimiento en el que Barriobero actuaba de abogado
defensor.
Tras
ese apretado resumen de la actividad política de
Eduardo Barriobero durante sus años como diputado
en Cortes, viene ahora la reseña de la época
en que afianzó su fama de abogado defensor de los
trabajadores. Con bufete en Madrid y Barcelona, Barriobero
era el abogado de los sindicalistas de la CNT en todas las
causas que se les siguían, especialmente en Cataluña.
Son los años del pistolerismo de los gángsteres
del “Sindicato Libre”, apoyados por la patronal
y amparados por el todopoderoso gobernador, el general Martínez
Anido. Los enfrentamientos eran cotidianos, de tal manera
que, a pesar de las medidas de autoprotección,
dos secretarios generales de la CNT fueron, sucesivamente,
víctimas de sendos atentados: Salvador Seguí,
que fue asesinado a tiros, y Angel Pestaña, que consiguió
sobrevivir a las heridas de bala. Nadie quería arriesgarse
a defender en estrados a los cenetistas. Estos
acudieron entonces a Madrid y encontraron a dos abogados
dispuestos: uno era Serrano Batanero, el otro, Eduardo Barriobero.
José
Serrano Batanero, concejal del Ayuntamiento de
Madrid y diputado por Guadalajara durante la II República,
sería también fusilado por los franquistas
al final de la guerra. Pero volviendo a la defensa de los
obreros, en más de un centenar de ocasiones compareció
Barriobero ante los tribunales de Barcelona para defender
a los sindicalistas de la CNT, poniendo dinero de su bolsillo
para pagar los viajes de los testigos y socorrer a las familias
de los detenidos. Así, por ejemplo, Barriobero
se encargó, junto con los abogados Serrano Batanero,
Pedro Rico, Fernández Boixader y Valero Martín,
de la defensa de los acusados del asesinato de Eduardo Dato,
presidente del gobierno, ocurrido el día ocho de
Octubre de 1921. El juicio se celebró dos
años después, recién instaurada la
dictadura primorriverista, y fueron condenados a pena de
muerte Pedro Mateu y Luis Nicolau, a pesar de la falta de
pruebas y de la carta enviada al tribunal desde Rusia, donde
se encontraba exiliado, por Casanellas declarándose
autor del magnicidio. El resto de los procesados, entre
los que estaban los dos que defendía Barriobero,
Tomás de la Llave y Luis Bataille, fueron absueltos.
Barriobero
fue masón, y un masón importante,
pero dado el secretismo en que siempre se ha desenvuelto
la Masonería y el gran hermetismo que caracteriza
la actividad interna de las logias, los datos que a continuación
se ofrecen sobre la militancia masónica de Barriobero
deben de ser tomados con precaución, no obstante
que la documentación manejada proceda del Archivo
General sobre la Masonería de Salamanca.
A
pesar de que se le supone ya durante su exilio parisino
fundando una logia, lo único comprobable es su pertenencia
a la masonería en 1912. Expedido con fecha del día
uno de Enero de ese año, en hermoso y artístico
título, autentificado por los correspondientes sellos
y firmas de los venerables gran maestre, canciller y secretario
accidental, la Gran Logia Simbólica del Serenísimo
Gran Oriente en Madrid, comunica a todos los masones esparcidos
por el globo terrestre: “Salud, Fraternidad, Unión.
Sabed: Que previos los requisitos señalados en constitución
de la Francmasonería española y con arreglo
a las observaciones generales del orden masónico
se ha conferido al digno hermano Eduardo Barriobero Herrán
(Alcibíades) el grado de Maestro Simbólico,
tercero del Rito Escocés ant.: y acep.: y como obr.:
activo de la Resp.: Log.: La Catoniana nº 2 (Madrid).
Y para que sea reconocido y como tal recibido y auxiliado,
guardándosele todas las prerrogativas y preeminencias,
expedimos el presente diploma al O.: de Madrid (España)
a 1º de Enero de 1912 (e.: v.:)”
En
una pequeña ficha aparece el siguiente historial:
- 13-7-1912 Regularizado. Exaltado al grado “3”.
- 7-10-1912 “1468”. Exaltado al grado “4”.
- 6-7-1913 “1628”. Exaltado al grado “9”
- 14-8-1915 “1398”. Exaltado al grado “13”
- 30-9-1917 “399” Exaltado al grado “33”.
Aunque
la ficha anterior carece de las firmas y sellos que la autentifiquen,
no cabe duda que en los años 1917, 1918 y siguientes,
Eduardo Barriobero era ya un masón conocido, como
lo confirma el hecho de que otras logias alejadas de Madrid,
tales que la “Casablanca nº 346”, de la
ciudad marroquí homónima; la “América”,
de Ubrique; la “Abril nº 412”; la “Unión
Justa”, de Buenos Aires, o la “Veritas”,
de Tánger, le eligiesen como su representante en
diferentes asambleas generales del Gran Oriente Español.
Más aún, durante un año desempeñará
interinamente la Gran Maestría, pasando luego a ocupar
tan alta dignidad masónica el doctor Simarro.
Pero
las opiniones y conceptos que Barriobero exponía
en sus artículos de prensa y en sus discursos resultaban
demasiado izquierdistas y no gustaban en muchos ambientes
masónicos. Tal ocurrió con los miembros
de la “Logia Jovellanos nº 337” de los
valles de Gijón, a la que pertenecían no pocos
de los empresarios y líderes republicanos de la ciudad.
Aunque el motivo concreto lo desconozco, lo cierto es que
el gran maestre y el secretario de esa logia firmaron en
1918 un escrito, dirigido al Gran Consejo de la Orden, en
el que advertían que no mandarían ningún
representante a la próxima asamblea ni darían
cumplimiento a ninguna instrucción en tanto no obtuviesen
“una completa y satisfactoria reparación”
por “los erróneos e injuriosos conceptos emitidos
por el h. Barriobero contra algunos de nuestros más
entusiastas y luchadores hnos.”
En
1921 se iba a producir una variación de importancia
en la relación de Barriobero con la masonería.
En la tenida de maestros de la “Catoniana” que
se celebró el día tres de Mayo de ese año,
se concedió licencia ilimitada a Eduardo Barriobero,
grado 33, y así se le comunicó por escrito,
días después, al gran maestre del Gran Oriente
Español. Por otra parte, el propio Barriobero dejó
escrito que se había dado de baja de la masonería,
siendo gran maestre, “por no querer firmar para Portela
Valladares el grado 33 que graciosamente le habían
concedido”. A pesar de todo ello, Barriobero continuó
siendo un buen masón, tal y como ratificó
con sus propias palabras: “en la vida profana
he procurado practicar con mayor intensidad, o al menos
con el mismo fervor que antes, los principios y los deberes
que aprendí en mi vida masónica.”
Da
la impresión que Barriobero permaneció en
esa situación de “licencia ilimitada”
hasta el año 1932. El 31 de Enero de 1933 le dirigió
una nota a Augusto, que casi con toda seguridad se trate
del destacado masón Augusto Barcia, asturiano de
Luarca, diputado en varias ocasiones y ministro de Estado
con el Frente Popular en 1936; y en dicha nota Barriobero
se quejaba de una carta “impertinente” que había
recibido y le pedía que la contestase él,
ya que él había sido el portador de la solicitud
de afiliación. Con fecha 21 de Enero de 1936, los
responsables de la logia “Perfección nº
21”, perteneciente a la Gran Logia Regional del Centro
de España enviaron a Eduardo Barriobero un escrito
contestando a su petición de afiliación. En
él le informaban que la tenida celebrada unos días
antes había acordado archivar el expediente de afiliación
de conformidad con el dictamen de la superioridad en que
se le consideraba “masón irregular”,
pudiendo solicitar la regularización en ese mismo
taller. Indignado, a vuelta de correo, Barriobero les envió
la siguiente respuesta que, por su interés, reproduzco
íntegra y con los subrayados del original:
“Srs. de la Gran Logia Regional del C. de
España.
Queridos hermanos: En contestación a la solicitud
de afiliación que les dirigí hace unos cuatro
años aproximadamente, acabo de recibir su carta en
la que me hacen saber que soy un Masón irregular,
es decir, que no llego a regular y mucho menos a bueno.
Ya sé que en la vida quien más pone, más
pierde; pero me permito rogarles que revisen sus archivos,
aun cuando para ello necesiten otros cuatro años,
pues pertenecí a la Catoniana del Grande Oriente
español, en ella gané paso a paso mis grados
hasta el 33; desempeñé durante largo tiempo
el cargo de Gran Maestre de la Orden y durante breve tiempo
la Presidencia de esa misma Gran Logia del Centro de España;
lejos de merecer censura en ocasión alguna, tengo
la casa llena de testimonios de gratitud y títulos
honoríficos y no más tarde que en el año
pasado, cuando Vds. creyeron necesitar una pluma autorizada
que saliera en defensa de la Institución, se acordaron
de la mía. Si estos factores y sumandos de mi historial
y mi actuación, dan por resultado la irregularidad,
quiero vivir y morir con ella, puesto que la juzgo respetable
y hasta gloriosa.
De Vds. Affmo. E. Barriobero (rubricado).”
A
mi modo de ver, el enfrentamiento interno que se comprueba
existía en las tan fraternales como discretas filas
de la masonería, no era otra cosa que el reflejo
del que en el ámbito de la política se estaba
produciendo entre los sectores más izquierdistas
del republicanismo, en los que militaba Barriobero, con
el conglomerado gubernamental de los Azaña y compañía,
enfrentamiento del que hablaré más adelante.
Por otra parte, era muy cierto que hacía
pocos meses que Eduardo Barriobero había publicado
el libro titulado: “La francmasonería. Sus
apologistas y sus detractores. Infundios, desmentidos y
secretos revelados.” Este libro, de 330 páginas,
fue recomendado por el Gran Consejo Federal Simbólico
a todas las logias por considerar que “destruía
todos los infundios que se lanzaban contra la masonería
y por contener la más completa documentación
para defenderla y desarmar a sus detractores.”
En
Marzo de 1937, en plena guerra, La Gran Logia Regional del
Nordeste de España, de los valles de Barcino, se
dirigió al Gran Consejo Federal Simbólico,
para preguntar si existía algún motivo legal
que impidiese la afiliación de Eduardo Barriobero,
toda vez que les había llegado alguna indicación
de que pensaba solicitarla. La respuesta de los responsables
del Consejo Federal fue muy jesuítica, pues afirmaban
que carecían de antecedentes y que daban traslado
de la consulta al “Supremo Consejo del Grado 33 para
que nos ilustre.” La respuesta que llegó desde
Valencia fue la siguiente: “A vuestra frat:. planch:.
de 2 de Abril hemos de contestar que el H:. Barriobero perteneció
a la Resp:. Log:. “Catoniana”, saliendo después
de nuestros auspicios.
Destacamos, y vosotros seguramente también, la actitud
contradictoria en que se ha colocado ese H:., escribiendo
verdaderas agresiones contra QQ:. HH:. y en desprestigio
de la Or:., y, por otra parte, haciendo celosa e inteligente
defensa de la misma. Vosotros, pues, podréis hallar
más exactamente que este Supremo Consejo, la situación
legal de aquel H:. y juzgar sobre la base moral que el asunto
comprende.
Recibid...”
Por
lo que se ve, la aprobación de la readmisión
de Barriobero en la masonería era una patata caliente
que nadie quería tener en su mano. Yo creo que Barriobero,
finalmente, no volvió a ser admitido.
Hay
que volver atrás y retomar el hilo biográfico
en Septiembre de 1923 con el triunfo de la sublevación
de Primo de Rivera, capitán general de Cataluña,
que instauró en España una dictadura que duró
siete años. Las libertades políticas fueron
suprimidas, las Cortes disueltas y la prensa sometida a
censura, y aunque Primo de Rivera no fue un dictador tan
sanguinario como el que vino después, persiguió
sañudamente a los que se atrevieron a oponérsele.
Primo de Rivera buscó y consiguió
la colaboración de la UGT, pero extremó la
persecución contra la CNT con el objetivo
de lograr su definitivo desmantelamiento. Como cuenta
un testigo y protagonista, el director del periódico
asturiano El Noroeste, Antonio L. Oliveros, en su famosa
obra: “Asturias en el resurgimiento español”,
“después de la capitulación de Llaneza
con Primo de Rivera, el proletariado asturiano era entregado
a la Dictadura atado de voluntad y de manos. En Asturias,
como en el resto de España, el Directorio militar
desató una persecución feroz contra la CNT,
cuyos sindicatos fueron disueltos, sus hombres deportados,
expatriados o encarcelados, y sus periódicos en definitiva
suspendidos. Los trabajadores de Asturias volvieron a conocer
días de esclavitud política, de tiranía
social y penuria. Durante los seis años y medio de
Dictadura no tuvieron otra voz defensiva que la de El Noroeste,
y El Noroeste, que no desperdiciaba oportunidad de lanzar
a la cara del socialismo asturiano la infamia de una traición
repugnante, sufrió innumerables veces penas represivas
que le imponían los dictatoriales, algunas por indicación
de los propios dirigentes socialistas.”
Eduardo
Barriobero regresó a España tras una breve
etapa que pasó en Francia durante las primeras semanas
de la dictadura. En 1926 participó activamente
en la sublevación de “la noche de San Juan”
que, como se sabe, se trataba de una conspiración
antidictatorial, no antiborbónica. El
grupo conspirador tenía uno de sus centros más
importantes en Asturias. Esta región, desde
finales del siglo XIX, había ido escalando posiciones
hasta alcanzar los primeros lugares en el desarrollo industrial
y económico del país; de igual modo, su influencia
en la política nacional se había acrecentado
de manera notable. En Gijón radicaba el comité
clandestino de la CNT, y aquí se encontraba Melquiades
Alvarez, último presidente de las Cortes. Según
Oliveros, la conspiración se empezó a tramar
en 1924 y era un movimiento amplio en el que estaban comprometidos
generales dinásticos, jefes de partidos políticos,
grandes capitalistas y los sindicalistas de la CNT. Tres
días antes de la fecha marcada, la conspiración
fue descubierta y neutralizada por el gobierno. Eduardo
Barriobero, que se había desplazado a Gijón
para enlazar con el comité de la CNT, fue detenido
junto con Quintanilla y Baldomero del Val. La actuación
represiva de Primo de Rivera fue muy arbitraria y tal parece
como si buscase sentar la discordia y la desconfianza entre
los conjurados. Romanones fue multado con medio millón
de pesetas y Melquiades Alvarez ni siquiera fue procesado;
un consejo de guerra impuso penas leves a los generales
Weyler y a Aguilera, pero severas al resto de los militares
procesados. Eleuterio Quintanilla y Baldomero del
Val permanecieron noventa días incomunicados en la
cárcel del Coto en unas condiciones tan duras que,
como cuenta Oliveros, estuvieron a un paso de la muerte.
Posteriormente, fueron absueltos por las autoridades militares.
Eduardo
Barriobero fue sancionado con cinco mil pesetas de multa.
Por impago de la misma, ingresó en la cárcel
Modelo en Septiembre de 1927 y permaneció entre rejas
hasta primeros de año. No sería eso lo peor,
sino la difamación de que fue objeto, pues un sector
de los conjurados le acusó de haber sido el delator
que descubrió a la policía la trama de la
conspiración.
El
Comité pro-presos del Sindicato Unico de Trabajadores
de Pamplona, perteneciente a la CNT, dirigió a Barriobero
una carta fechada el once de Octubre de 1926. En esa carta,
junto con noticias referentes a un consejo de guerra que
se celebraría en Pamplona y en el que Barriobero
era el abogado defensor, y la petición de que asumiese
también la defensa ante el Supremo de un compañero
vizcaíno, se le informaba de lo siguiente: “También
le manifestamos que el bandido Lerroux sigue haciendo de
las suyas porque no hace mucho tiempo escribió una
carta a Bilbao, a un significado lerrouxista que es procurador
y tiene gran amistad con los compañeros de Bilbao,
en cuya carta afirmaba Lerroux no solo que usted fue el
confidente en lo del 24 de Junio, sino que hace mucho tiempo
recibe usted dinero de la dirección general de seguridad.
La carta existe todavía en poder de dicho señor.
Se lo prevenimos para que no ignore lo que contra usted
se trama, aunque ya comprendemos que en las circunstancias
actuales será difícil desenmascarar a sujetos
como ésos.”
Tres
días más tarde, Barriobero le enviaba copia
de esa carta a Lerroux, diciéndole que aunque suponía
que se trataba de una burda falsificación necesitaba
su ayuda para desmentirlo. Días después,
Eduardo Barriobero fue agredido, en plena calle de Alcalá,
junto al Ministerio de Hacienda, por un obrero llamado Quílez
que, por la espalda, le golpeó en la cabeza con una
llave inglesa, derribándole y dejándole sin
sentido unos minutos. Barriobero ya había
tenido conocimiento de la infamia de que era objeto y del
personaje que era su principal propalador en Madrid. Algunos
amigos le habían advertido que Marcelino Domingo,
en su tertulia de La Granja del Henar, le acusaba de haber
sido el delator y varios de los asistentes proponían
que se le diese una paliza en la calle, con el consiguiente
escándalo público y su divulgación
en la prensa. No conozco la respuesta de Lerroux, que entonces
estaba en la cárcel, a las sucesivas cartas de Barriobero.
Parece que no solamente negó su autoría, sino
que se incomodó porque se hiciese caso a esos bulos,
pero lo cierto es que pese a la insistencia de Barriobero
de que se le entregase la carta famosa o se permitiese fotografiarla,
el correligionario de Lerroux en Bilbao a quien iba dirigida,
un tal Esteve, siempre respondía que se le había
traspapelado.
Este
asunto tuvo su continuación en Gijón y en
Asturias, donde abundaron los posicionamientos públicos
de los cenetistas en favor de Barriobero. Así, por
ejemplo, tal y como viene recogida en el libro de Ramón
Alvarez Palomo, “Avelino G. Mallada, alcalde anarquista”;
la Federación Local de Gijón hizo pública
su postura en defensa de Barriobero mediante esta nota dirigida
a todos los demócratas de la región: “Con
motivo del acuerdo del Colegio de Abogados de Bilbao, incapacitando
al colegiado del mismo don Eduardo Barriobero Herrán,
ante todos los tribunales de España, por un período
de seis meses, esta Federación Local, considerando
que tal acuerdo es una injusticia, y al mismo tiempo un
enorme perjuicio para unos cuantos hombres que están
encartados en procesos por supuestos delitos, cuya defensa
estaba encomendada al citado abogado, celebrará el
domingo, día 10, un mitin de carácter provincial
en Oviedo, con la cooperación de la Liga de los Derechos
del Hombre y otras entidades de carácter jurídico,
donde se protestará del citado acuerdo y se pedirá
que la Audiencia Territorial de Burgos no llegue a tomar
en consideración lo que, acaso, sea motivo de influencias
ajenas a la cuestión de donde dimana la petición
del Colegio de Abogados de Bilbao.”
El
Ateneo Obrero de Gijón, por su parte, había
invitado a Marcelino Domingo a venir a Gijón a pronunciar
una conferencia. Enterado Barriobero, escribió
desde Madrid para poner en antecedentes tanto a la directiva
del Ateneo como a sus amigos cenetistas. La directiva, previendo
el más que posible boicot de la gente de la CNT,
se les ocurrió encargar de la presentación
de Domingo a la única persona que podía neutralizar
a los cenetistas: Oliveros, el director de El Noroeste,
que ignoraba todo lo relacionado con la calumnia a Barriobero.
La conferencia se celebró en un teatro Dindurra abarrotado
de público y sin que se produjera ningún incidente.
Finalizado el acto, se presentó a Domingo un grupo
de cenetistas en busca de explicaciones. Marcelino Domingo
se las dio y el asunto pareció solucionarse, pero
en la comida con que se le obsequió, Domingo volvió
a repetir las acusaciones contra Barriobero, reproducidas
días después por el socialista Teodomiro Menéndez,
también masón, a consecuencia de lo cual tuvo
un duro enfrentamiento con el cenetista Marcelino Suárez,
agradecido admirador de Barriobero, que le había
defendido en el proceso por el atentado contra Orueta. Coincido
plenamente con Oliveros en la desazón que produce
en cualquiera este tipo de enfrentamientos en personas que
profesaban la misma ideología, que eran “hermanos”
masones, encarcelados por el mismo enemigo, y que por celos
y envidias llegaba a utilizar tales ardides.
La
entonces recién creada Alianza Republicana no participó
en la “Sanjuanada”. Su Junta provisional estaba
formada por: Alejandro Lerroux, por el Partido Republicano
Radical; Manuel Hilario Ayuso, por el Partido Republicano
Federal; Marcelino Domingo, por el Partido Republicano Catalán,
Manuel Azaña, por el grupo Acción Republicana,
y Roberto Castrovido en representación de la prensa
republicana. Eduardo Barriobero, carente de la protección
y promoción que suele otorgar la pertenencia a un
partido político, a un sindicato, a una logia o a
la directiva de una asociación cualquiera, no aparecía
entre los firmantes del manifiesto que aglutinaba a catedráticos,
escritores y profesionales en torno a la citada Alianza
Republicana. No obstante, en una de las numerosas
conspiraciones que no llegaron a fraguar, Barriobero aparecía
como ministro de Justicia en un hipotético gobierno
provisional que habría de estar presidido por Santiago
Ramón y Cajal.
Fracasados
otros intentos de acabar por la fuerza con la dictadura
de Primo de Rivera, fue el propio dictador el que presentó
su renuncia al rey el 28 de Enero de 1930, sustituyéndole
el general Berenguer. El Partido Federal, por su
histórica animadversión a coaligarse con otras
fuerzas y su antipatía hacia el lerrouxismo, abandonó
en 1929 la Alianza Republicana. A eso se debe el que no
estuviese oficialmente representado en el archifamoso “Pacto
de San Sebastián”, de Agosto de 1930.
Tampoco lo estuvo ni el PSOE ni la UGT, a pesar de que a
la reunión asistieron a título personal Prieto
y Fernando de los Ríos. Y, sin embargo, en esa reunión
hay que buscar el origen de la composición de llamado
“gobierno provisional” que se haría cargo
del poder en Abril del año siguiente.
Si
el partido Federal no estuvo oficialmente representado en
San Sebastián, no es menos cierto que esa reunión
de “amigos” que tuvo lugar el 17 de Agosto de
1930 se celebró en los locales de la Unión
Republicana y bajo la presidencia de un histórico
del federalismo donostiarra, Fernando Sasiaín, futuro
alcalde de San Sebastián tras las elecciones de Abril.
Y tampoco estaba la CNT. Importa recalcar esto porque tanto
federales como cenetistas serían, más adelante,
totalmente marginados, cuando no perseguidos, por los que
se harían con el poder pocos meses más tarde.
Esta
reedición de la coalición republicano-socialista
desembocó en el gran fracaso de la sublevación
que el 12 de Diciembre se inició en Jaca y el 15
en Madrid. Este fracaso fue enteramente achacable a la incapacidad
del Comité Revolucionario para actuar en revolucionario
y, al mismo tiempo, puso de manifiesto la doblez y la poca
fiabilidad tanto de algunos de sus miembros como de las
organizaciones que representaban.
Capítulo
siguiente.