Capítulo
II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo
I
Eduardo Barriobero y Herrán, el abogado que defendió
a los trabajadores
de Gijón en 1910
A Eduardo Barriobero le fusilaron los franquistas
el día diez de Febrero de 1939 en el tristemente
célebre Campo de la Bota de Barcelona. Dicen que
fue el primero de las casi mil setecientas personas a las
que pasaron por las armas en ese lugar después de
la ocupación de Barcelona.
Eduardo
Barriobero no era anarquista, pero tenía el carnet
nº 5 de la CNT de Madrid. Fue el abogado de los cenetistas
sin importarle el caso ni el individuo. Y ello
en una época, comienzos del siglo XX, en que los
desheredados de la tierra de nuestro país no contaban
con muchos abogados a quienes recurrir y en quienes confiar
cuando el gobierno decidía que pintasen bastos para
la clase obrera.
Puede
afirmarse que la relación de Barriobero con la CNT
como abogado defensor comenzó en Gijón. Era
el año 1910. Los despidos masivos en unos
casos y la negativa a atender las reivindicaciones obreras
en otros, trajeron como consecuencia importantes movimientos
huelguísticos. Un proletariado incipientemente organizado
pero muy combativo paralizaba ciudades como Bilbao, Barcelona
o Santander. En Gijón, el conflicto lo desencadenó
el despido de varios obreros por la compañía
del Ferrocarril de Langreo. El consiguiente movimiento solidario
quiso ser aprovechado por los propietarios de buques mercantes
y consignatarios para acabar con la asociación de
obreros portuarios “La Cantábrica”. En
medio de un descontento general, plagado de paros intermitentes
y amenazas de lock-out, los obreros portuarios se pusieron
en huelga. La soberbia y la intransigencia patronal provocó
que el conflicto se extendiese y generalizase. Paralizada
la actividad portuaria y el transporte, la patronal,
para romper la huelga y acabar con el asociacionismo obrero,
envió a sus representantes a contratar trabajadores
a las provincias próximas: Palencia, Valladolid y
León. Con el billete de ferrocarril pagado
por la patronal, llegaron a Gijón decenas y decenas
de familias con la esperanza puesta en ese trabajo que les
habían prometido y que habría de sacarles
de la absoluta miseria en que habían vivido hasta
entonces. Los huelguistas les pusieron al corriente de la
realidad y trataron de convencerles para que no se prestasen
al triste papel de rompehuelgas que la patronal les había
asignado. Bastantes de entre ellos, auxiliados por las sociedades
obreras, se volvieron a sus pueblos, pero otros muchos se
quedaron. El pueblo les adjudicó de inmediato un
nombre: “Los esquiroles”.
Hay
que darse cuenta que muchos trabajadores llevaban semanas
y meses en huelga; otros, en el paro; todos con muchos hijos
y sin una triste peseta que llevar a casa, pasando hambre
y penurias sin cuento, sobreviviendo de los fondos de resistencia
y de la caridad pública... ¿Cómo se
cree que habrían de reaccionar al ver que hombres
traídos de fuera ocupaban sus puestos de trabajo
y se les daba lo que a ellos se les negaba? Además,
entre los “esquiroles” había venido gente
de todo tipo, incluida la procedente de los bajos fondos
y ex-presidiarios. Protegidos por la policía,
amparados por la patronal, que había repartido no
pocas pistolas entre ellos, el enfrentamiento se hizo inevitable.
Los choques entre huelguistas y esquiroles fueron frecuentes
y sangrientos. Y en ese ambiente llegaron los atentados.
Primero, contra Domingo Orueta, presidente de la patronal,
que sobrevivió; luego, contra Celestino Lantero,
vocal de la asociación patronal, que murió,
y, por último, Felipe Menéndez, secretario
de la patronal, que resultó ileso.
Eduardo
Barriobero vino a Gijón a mediados de Agosto de ese
año de 1910. La Comisión permanente
de huelga organizó el domingo día catorce,
fiesta local de Begoña, una reunión en las
Escuelas Públicas de la calle Cabrales para analizar
“los atropellos que los agentes de la autoridad vienen
cometiendo durante la actual lucha y la pasividad con que
las autoridades superiores contemplan tales excesos.”
Uno de los oradores anunciados era “el joven abogado
madrileño Eduardo Barriobero.” Eran
los primeros pasos de una trayectoria personal que, en palabras
del histórico dirigente sindicalista y biógrafo
de Quintanilla, Ramón Alvarez Palomo, harían
de Barriobero “el defensor perpetuo y desinteresado
de los hombres de la CNT en las diferentes regiones de España.”
Dos días antes de esa reunión, el día
doce, gracias a la intervención directa del alcalde,
Donato Argüelles del Busto, y del concejal republicano
Ramón Fernández, la representación
de la patronal del puerto y la de los trabajadores de “La
Cantábrica” habían firmado un acuerdo
que ponía fin a la huelga.
Un
mes y medio más atrás, el día 24 de
Junio, el anarquista Marcelino Suárez se tropezó
casualmente con el presidente de la patronal de Gijón,
Domingo Orueta, en la plaza del Carmen y le disparó
un tiro. La bala le atravesó un brazo pero no le
mató. Aparte del autor, fue detenido también
el obrero Román Infiesta, e inmediatamente después
fueron encarcelados los dirigentes sindicales Eleuterio
Quintanilla, León Meana, Angel Martínez y
Pedro Sierra.
El
23 de Agosto, poco después de la una del medio día,
el empresario Celestino Lantero, acompañado de su
amigo Manuel Alesón, circulaba por la plazuela de
San Miguel en dirección a su casa de la calle Ruiz
Gómez. Un hombre joven, que aguardaba oculto en un
urinario público, se abalanzó sobre él,
le propinó una cuchillada en el vientre y huyó
corriendo. Lantero no se percató que le
habían herido y creyó que el golpe era debido
a que le habían robado el reloj de bolsillo. Después
de perseguir al agresor a la carrera por varias calles,
fue cuando Lantero se dio cuenta de que estaba herido. Aunque
no parecía grave, posteriores complicaciones le provocaron
la muerte. Se produjeron numerosas detenciones de trabajadores
y la asociación patronal organizó una manifestación
que se dirigió al Ayuntamiento con el propósito
de destituir a la corporación y nombrar otra que
fuera de su gusto.
Entre
los primeros obreros detenidos estuvieron Antonio Vega,
trabajador de la empresa de Lantero, que fue acusado por
la policía como autor del atentado; Antero Martínez
y Emilio Rendueles, dirigente de la asociación obrera
de aserradores y director de la publicación gijonesa
“Solidaridad Obrera”. También fue encarcelado
el médico Alfredo Pico y el día uno de septiembre,
en otra de esas redadas, volvieron a ser detenidos y fueron
bárbaramente apaleados por la policía los
dirigentes obreros Eleuterio Quintanilla, Pedro Sierra y
Arsenio González. Defendidos desde las páginas
del influyente diario republicano “El Noroeste”,
y gracias a la intervención directa de los diputados
Gumersindo de Azcárate, hijo predilecto de Gijón,
y Melquiades Alvarez, serían puestos en libertad
sin cargos días después. Los obreros
de la madera llevaban varios meses en huelga y el día
del atentado que le costó la vida a Lantero, las
empresas madereras Bertrand y Cía., Hijos de Lantero
y Posada Hnos., habían reabierto sus puertas una
vez contratados a quince, veintitrés y diecisiete
obreros esquiroles respectivamente.
Al
año de la muerte de Lantero, el 25 de Agosto de 1911,
un nuevo atentado estuvo a punto de costarle la vida al
secretario de la patronal, que lo era Felipe Menéndez.
Fueron detenidos y acusados de autor y cómplice dos
obreros portuarios afiliados a “La Cantábrica”:
Francisco Fernández y Baltasar Colom. Aunque el secretario
de la patronal salió ileso de la agresión
con arma blanca, el fiscal calificó los hechos de
intento de asesinato.
Celebrados
los juicios, Eduardo Barriobero, que junto con el también
abogado Ramón Alvarez García, se había
encargado de la defensa de los obreros encartados en los
mismos, publicó en Septiembre de 1912 en las páginas
de “El Libertario” gijonés un resumen
de estos sucesos y del papel que en los mismo jugaron las
autoridades locales y provinciales, y la patronal. Por su
interés, lo reproduzco tal y como Ramón Alvarez
Palomo lo dio en su biografía de Eleuterio Quintanilla:
"La intervención de las autoridades en los procesos,
derivados de la huelga gijonesa, ofrece puntos de vista
curiosísimos y preciosos datos para formar la psicología
del bandidaje oficial español.
Jueces, fiscales, letrados y polizontes colocáronse
con lamentable frecuencia fuera de la misión que
la ley les tiene conferida, y no para inclinarse en las
dudas hacia el procesado, como la ética penal prescribe,
sino para atormentarle con cargos formulados a priori, cuya
falta de fundamento quedó palmariamente demostrada
cuando se celebraron los juicios.
Los instructores de los procesos y la policía
de Gijón estuvieron constantemente al servicio de
la Patronal para detener y encartar en las causas
a inocentes, para inventar cargos absurdos, para alargar
maliciosamente los procesos, con daño de los que
sufrían prisión preventiva y para privarles
del derecho a la defensa con el indebido cercenamiento de
su libertad
El detallar en este terreno sería horrible; habría
que puntualizar las canalladas de Pajares, polizonte absurdo
que a última hora tuvo el pudor de no comparecer
en los juicios; que retratar a los bárbaros apaleadores
de Sierra y Quintanilla; que disecar la individualidad amoral
del semipolizonte Prieto; que anotar y comentar la debilidad
del juez Murias; que cantar los triunfos del Mentor del
género ínfimo, señor Merediz. Queden
todos olvidados, que nosotros sabemos perdonar de veras.
Como resultado y efecto de estas actitudes y de estas vergüenzas,
quiero sólo, dejando a un lado las villanías
cometidas con Sierra, Quintanilla, Pico, Balmori y tantos
otros que fueron apaleados por los polizontes, con la complicidad
probada de la Patronal, o que fueron procesados y no llegaron
a sentarse en el banquillo, gracias a la competencia y habilidad
de mi excelente amigo y compañero don Ramón
Alvarez García, trazar un gráfico demostrativo
de lo que los enemigos del pueblo trabajador pretendían
y de lo que han logrado, y así se verá cómo
el resultado de este combate judicial ha sido el triunfo
de la verdad y de la justicia, y quedará muy de relieve
la injusticia pretendida por la Patronal y su conducta innoble
para los que un momento estuvieron caídos. Véase
si no:
Procesados
Calif. Patronal Calif. Verdadera Pena pedida Pena impuesta
Marcelino
Suárez. Asesinato frustr. Lesiones leves. Disparo.
Cadena Perpetua.3 años de presidio.
Antonio
Vega. Asesinato. Inocente. Pena de Muerte. Absuelto
Emilio
Rendueles. Cómplice asesinato. Inocente Cadena perpetua.
Absuelto
Francisco
Fernández. Tentativa asesinato. Lesiones leves.10
años de presidio. Juicio de faltas
Baltasar
Colom. Cómplice tentat. Asesin. Inocente. 4 años
de presidio. Absuelto
Para
completar este cuadro de honor diré que Vega y Rendueles
sufrieron dos años cada uno de prisión preventiva
y que Fernández y Colom llevaban cada uno un año
de cárcel al celebrarse el juicio.
Si yo fuera el dueño de la voluntad de los trabajadores
asturianos, declararía huelga y boycot a los señores
de la Patronal y a sus industrias hasta que pagaran, duro
sobre duro, las siguientes justísimas indemnizaciones:
A
Vega, dos años a diez pesetas diarias 7.300
A Rendueles, idem, idem .... 7. 300
A Fernández, un año, idem 3. 650
A Colóm, idem, idem 3. 650
A la Comisión Pro-Presos 5. 000
Total Ptas.26. 900
Para
calcular estas indemnizaciones he tenido en cuenta el daño
emergente y el lucro cesante con arreglo a Derecho.
En la nota faltan, además, las compensaciones debidas
a los que fueron procesados y a favor suyo se dictó
auto de sobreseimiento.
A esto dirá la Patronal que el Fiscal estuvo
de acuerdo y conforme con ella durante la tramitación
de los procesos; en contestación me remito a lo que
sobre la conducta de las autoridades dejo escrito unas líneas
más arriba.
Téngase también en cuenta que la Patronal
inventaba o soñaba complots terroríficos,
en los que se tramaban los delitos, y el Fiscal no hacía
sino creer en ellos cándidamente. Sin la patraña
de estos complots, no se hubiera dado a los hechos la importancia
que los envolvió hasta el momento del juicio.
Pero la verdadera obsesión de la Patronal
durante todo este combate han sido Quintanilla y Sierra.
Su propaganda, su influencia y hasta su dinero
han sido los factores primordiales de los hechos enjuiciados.
No les bastó con molerlos a palos infamemente, en
situación de indefensión e inferioridad, ni
atormentar a sus familias con vejaciones y oficiosos registros
domiciliarios, les era preciso humillarles y deshonrarles
ante la opinión, y así lo procuraron; pero,
por fortuna, en los juicios fracasaron sus propósitos
como no podía menos de suceder; jamás la yedra
de la ancianidad coronó edificios levantados sobre
los falsos cimientos de la calumnia.”
Los
resultados sumamente favorables de estos juicios proporcionaron
a Eduardo Barriobero justa fama como abogado defensor de
los trabajadores, fama que desde entonces no hizo sino ir
en constante aumento. ¿Pero qué sabemos de
Eduardo Barriobero?
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