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Oficina de Defensa del Anciano

Marcelino Laruelo Roa

Muertes Paralelas

Muertes paralelas

A Eduardo Barriobero le dejaron tirado en Barcelona y le
fusilaron los franquistas cuando entraron.
(1ª parte)

 

 

Eduardo Barriobero y Herrán, el abogado de la CNT.
Un republicano de cepa y abolengo,
defensor del obrero.

 


Por Marcelino Laruelo.
Muertes Paralelas. Gijón, 2004.

Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV

Capítulo I
Eduardo Barriobero y Herrán, el abogado que defendió a los trabajadores
de Gijón en 1910


A Eduardo Barriobero le fusilaron los franquistas el día diez de Febrero de 1939 en el tristemente célebre Campo de la Bota de Barcelona. Dicen que fue el primero de las casi mil setecientas personas a las que pasaron por las armas en ese lugar después de la ocupación de Barcelona.

Eduardo Barriobero no era anarquista, pero tenía el carnet nº 5 de la CNT de Madrid. Fue el abogado de los cenetistas sin importarle el caso ni el individuo. Y ello en una época, comienzos del siglo XX, en que los desheredados de la tierra de nuestro país no contaban con muchos abogados a quienes recurrir y en quienes confiar cuando el gobierno decidía que pintasen bastos para la clase obrera.

Puede afirmarse que la relación de Barriobero con la CNT como abogado defensor comenzó en Gijón. Era el año 1910. Los despidos masivos en unos casos y la negativa a atender las reivindicaciones obreras en otros, trajeron como consecuencia importantes movimientos huelguísticos. Un proletariado incipientemente organizado pero muy combativo paralizaba ciudades como Bilbao, Barcelona o Santander. En Gijón, el conflicto lo desencadenó el despido de varios obreros por la compañía del Ferrocarril de Langreo. El consiguiente movimiento solidario quiso ser aprovechado por los propietarios de buques mercantes y consignatarios para acabar con la asociación de obreros portuarios “La Cantábrica”. En medio de un descontento general, plagado de paros intermitentes y amenazas de lock-out, los obreros portuarios se pusieron en huelga. La soberbia y la intransigencia patronal provocó que el conflicto se extendiese y generalizase. Paralizada la actividad portuaria y el transporte, la patronal, para romper la huelga y acabar con el asociacionismo obrero, envió a sus representantes a contratar trabajadores a las provincias próximas: Palencia, Valladolid y León. Con el billete de ferrocarril pagado por la patronal, llegaron a Gijón decenas y decenas de familias con la esperanza puesta en ese trabajo que les habían prometido y que habría de sacarles de la absoluta miseria en que habían vivido hasta entonces. Los huelguistas les pusieron al corriente de la realidad y trataron de convencerles para que no se prestasen al triste papel de rompehuelgas que la patronal les había asignado. Bastantes de entre ellos, auxiliados por las sociedades obreras, se volvieron a sus pueblos, pero otros muchos se quedaron. El pueblo les adjudicó de inmediato un nombre: “Los esquiroles”.

Hay que darse cuenta que muchos trabajadores llevaban semanas y meses en huelga; otros, en el paro; todos con muchos hijos y sin una triste peseta que llevar a casa, pasando hambre y penurias sin cuento, sobreviviendo de los fondos de resistencia y de la caridad pública... ¿Cómo se cree que habrían de reaccionar al ver que hombres traídos de fuera ocupaban sus puestos de trabajo y se les daba lo que a ellos se les negaba? Además, entre los “esquiroles” había venido gente de todo tipo, incluida la procedente de los bajos fondos y ex-presidiarios. Protegidos por la policía, amparados por la patronal, que había repartido no pocas pistolas entre ellos, el enfrentamiento se hizo inevitable. Los choques entre huelguistas y esquiroles fueron frecuentes y sangrientos. Y en ese ambiente llegaron los atentados. Primero, contra Domingo Orueta, presidente de la patronal, que sobrevivió; luego, contra Celestino Lantero, vocal de la asociación patronal, que murió, y, por último, Felipe Menéndez, secretario de la patronal, que resultó ileso.

Eduardo Barriobero vino a Gijón a mediados de Agosto de ese año de 1910. La Comisión permanente de huelga organizó el domingo día catorce, fiesta local de Begoña, una reunión en las Escuelas Públicas de la calle Cabrales para analizar “los atropellos que los agentes de la autoridad vienen cometiendo durante la actual lucha y la pasividad con que las autoridades superiores contemplan tales excesos.” Uno de los oradores anunciados era “el joven abogado madrileño Eduardo Barriobero.” Eran los primeros pasos de una trayectoria personal que, en palabras del histórico dirigente sindicalista y biógrafo de Quintanilla, Ramón Alvarez Palomo, harían de Barriobero “el defensor perpetuo y desinteresado de los hombres de la CNT en las diferentes regiones de España.” Dos días antes de esa reunión, el día doce, gracias a la intervención directa del alcalde, Donato Argüelles del Busto, y del concejal republicano Ramón Fernández, la representación de la patronal del puerto y la de los trabajadores de “La Cantábrica” habían firmado un acuerdo que ponía fin a la huelga.

Un mes y medio más atrás, el día 24 de Junio, el anarquista Marcelino Suárez se tropezó casualmente con el presidente de la patronal de Gijón, Domingo Orueta, en la plaza del Carmen y le disparó un tiro. La bala le atravesó un brazo pero no le mató. Aparte del autor, fue detenido también el obrero Román Infiesta, e inmediatamente después fueron encarcelados los dirigentes sindicales Eleuterio Quintanilla, León Meana, Angel Martínez y Pedro Sierra.

El 23 de Agosto, poco después de la una del medio día, el empresario Celestino Lantero, acompañado de su amigo Manuel Alesón, circulaba por la plazuela de San Miguel en dirección a su casa de la calle Ruiz Gómez. Un hombre joven, que aguardaba oculto en un urinario público, se abalanzó sobre él, le propinó una cuchillada en el vientre y huyó corriendo. Lantero no se percató que le habían herido y creyó que el golpe era debido a que le habían robado el reloj de bolsillo. Después de perseguir al agresor a la carrera por varias calles, fue cuando Lantero se dio cuenta de que estaba herido. Aunque no parecía grave, posteriores complicaciones le provocaron la muerte. Se produjeron numerosas detenciones de trabajadores y la asociación patronal organizó una manifestación que se dirigió al Ayuntamiento con el propósito de destituir a la corporación y nombrar otra que fuera de su gusto.

Entre los primeros obreros detenidos estuvieron Antonio Vega, trabajador de la empresa de Lantero, que fue acusado por la policía como autor del atentado; Antero Martínez y Emilio Rendueles, dirigente de la asociación obrera de aserradores y director de la publicación gijonesa “Solidaridad Obrera”. También fue encarcelado el médico Alfredo Pico y el día uno de septiembre, en otra de esas redadas, volvieron a ser detenidos y fueron bárbaramente apaleados por la policía los dirigentes obreros Eleuterio Quintanilla, Pedro Sierra y Arsenio González. Defendidos desde las páginas del influyente diario republicano “El Noroeste”, y gracias a la intervención directa de los diputados Gumersindo de Azcárate, hijo predilecto de Gijón, y Melquiades Alvarez, serían puestos en libertad sin cargos días después. Los obreros de la madera llevaban varios meses en huelga y el día del atentado que le costó la vida a Lantero, las empresas madereras Bertrand y Cía., Hijos de Lantero y Posada Hnos., habían reabierto sus puertas una vez contratados a quince, veintitrés y diecisiete obreros esquiroles respectivamente.

Al año de la muerte de Lantero, el 25 de Agosto de 1911, un nuevo atentado estuvo a punto de costarle la vida al secretario de la patronal, que lo era Felipe Menéndez. Fueron detenidos y acusados de autor y cómplice dos obreros portuarios afiliados a “La Cantábrica”: Francisco Fernández y Baltasar Colom. Aunque el secretario de la patronal salió ileso de la agresión con arma blanca, el fiscal calificó los hechos de intento de asesinato.

Celebrados los juicios, Eduardo Barriobero, que junto con el también abogado Ramón Alvarez García, se había encargado de la defensa de los obreros encartados en los mismos, publicó en Septiembre de 1912 en las páginas de “El Libertario” gijonés un resumen de estos sucesos y del papel que en los mismo jugaron las autoridades locales y provinciales, y la patronal. Por su interés, lo reproduzco tal y como Ramón Alvarez Palomo lo dio en su biografía de Eleuterio Quintanilla:


"La intervención de las autoridades en los procesos, derivados de la huelga gijonesa, ofrece puntos de vista curiosísimos y preciosos datos para formar la psicología del bandidaje oficial español.
Jueces, fiscales, letrados y polizontes colocáronse con lamentable frecuencia fuera de la misión que la ley les tiene conferida, y no para inclinarse en las dudas hacia el procesado, como la ética penal prescribe, sino para atormentarle con cargos formulados a priori, cuya falta de fundamento quedó palmariamente demostrada cuando se celebraron los juicios.
Los instructores de los procesos y la policía de Gijón estuvieron constantemente al servicio de la Patronal para detener y encartar en las causas a inocentes, para inventar cargos absurdos, para alargar maliciosamente los procesos, con daño de los que sufrían prisión preventiva y para privarles del derecho a la defensa con el indebido cercenamiento de su libertad
El detallar en este terreno sería horrible; habría que puntualizar las canalladas de Pajares, polizonte absurdo que a última hora tuvo el pudor de no comparecer en los juicios; que retratar a los bárbaros apaleadores de Sierra y Quintanilla; que disecar la individualidad amoral del semipolizonte Prieto; que anotar y comentar la debilidad del juez Murias; que cantar los triunfos del Mentor del género ínfimo, señor Merediz. Queden todos olvidados, que nosotros sabemos perdonar de veras.
Como resultado y efecto de estas actitudes y de estas vergüenzas, quiero sólo, dejando a un lado las villanías cometidas con Sierra, Quintanilla, Pico, Balmori y tantos otros que fueron apaleados por los polizontes, con la complicidad probada de la Patronal, o que fueron procesados y no llegaron a sentarse en el banquillo, gracias a la competencia y habilidad de mi excelente amigo y compañero don Ramón Alvarez García, trazar un gráfico demostrativo de lo que los enemigos del pueblo trabajador pretendían y de lo que han logrado, y así se verá cómo el resultado de este combate judicial ha sido el triunfo de la verdad y de la justicia, y quedará muy de relieve la injusticia pretendida por la Patronal y su conducta innoble para los que un momento estuvieron caídos. Véase si no:

Procesados Calif. Patronal Calif. Verdadera Pena pedida Pena impuesta

Marcelino Suárez. Asesinato frustr. Lesiones leves. Disparo. Cadena Perpetua.3 años de presidio.

Antonio Vega. Asesinato. Inocente. Pena de Muerte. Absuelto

Emilio Rendueles. Cómplice asesinato. Inocente Cadena perpetua. Absuelto

Francisco Fernández. Tentativa asesinato. Lesiones leves.10 años de presidio. Juicio de faltas

Baltasar Colom. Cómplice tentat. Asesin. Inocente. 4 años de presidio. Absuelto

Para completar este cuadro de honor diré que Vega y Rendueles sufrieron dos años cada uno de prisión preventiva y que Fernández y Colom llevaban cada uno un año de cárcel al celebrarse el juicio.
Si yo fuera el dueño de la voluntad de los trabajadores asturianos, declararía huelga y boycot a los señores de la Patronal y a sus industrias hasta que pagaran, duro sobre duro, las siguientes justísimas indemnizaciones:

A Vega, dos años a diez pesetas diarias 7.300
A Rendueles, idem, idem .... 7. 300
A Fernández, un año, idem 3. 650
A Colóm, idem, idem 3. 650
A la Comisión Pro-Presos 5. 000
Total Ptas.26. 900

Para calcular estas indemnizaciones he tenido en cuenta el daño emergente y el lucro cesante con arreglo a Derecho.
En la nota faltan, además, las compensaciones debidas a los que fueron procesados y a favor suyo se dictó auto de sobreseimiento.
A esto dirá la Patronal que el Fiscal estuvo de acuerdo y conforme con ella durante la tramitación de los procesos; en contestación me remito a lo que sobre la conducta de las autoridades dejo escrito unas líneas más arriba.
Téngase también en cuenta que la Patronal inventaba o soñaba complots terroríficos, en los que se tramaban los delitos, y el Fiscal no hacía sino creer en ellos cándidamente. Sin la patraña de estos complots, no se hubiera dado a los hechos la importancia que los envolvió hasta el momento del juicio.
Pero la verdadera obsesión de la Patronal durante todo este combate han sido Quintanilla y Sierra. Su propaganda, su influencia y hasta su dinero han sido los factores primordiales de los hechos enjuiciados. No les bastó con molerlos a palos infamemente, en situación de indefensión e inferioridad, ni atormentar a sus familias con vejaciones y oficiosos registros domiciliarios, les era preciso humillarles y deshonrarles ante la opinión, y así lo procuraron; pero, por fortuna, en los juicios fracasaron sus propósitos como no podía menos de suceder; jamás la yedra de la ancianidad coronó edificios levantados sobre los falsos cimientos de la calumnia.”

Los resultados sumamente favorables de estos juicios proporcionaron a Eduardo Barriobero justa fama como abogado defensor de los trabajadores, fama que desde entonces no hizo sino ir en constante aumento. ¿Pero qué sabemos de Eduardo Barriobero?


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