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Son los capitalistas los que están acabando
con el capitalismo y los que se encargarán de
enterrarlo. Una década llevan estafándose y
dándose el tocomocho entre ellos y a los
incautos que pillan por delante

Las pensiones


Por Marcelino Laruelo.
(6-2-2018)


El problema no es que no haya cotizantes ni cotizaciones bastantes para pagar las pensiones de los trabajadores jubilados y de sus beneficiarios, sino que hay un millón de problemas, mayores o menores que ese, en España y en el mundo. Podrán intentar ir parcheándolos, pero no tienen solución. Son la evidencia de que el sistema capitalista está en ruina y ha llegado al fin de su ciclo histórico. No digo yo que los ‘rojos’ vayan a traer de vuelta los soviets ni la república mundial de los trabajadores, ahora que se cumplió, precisamente, el siglo de su triunfo en Rusia. Son los propios capitalistas los que están acabando con el capitalismo y los que se encargarán de enterrarlo. Una década llevan estafándose y dándose el tocomocho entre ellos y a los incautos que pillan por delante. Hablan ya de suprimir el dinero y de cambiar euros por timocoins. La deuda mundial es más de tres veces el PIB mundial.

Lo de las pensiones es una estafa más. Porque cuando se da de alta en la Seguridad Social un trabajador, ¿a qué tiene derecho? Si los trabajadores cumplen con su deber de cotizar, la otra parte tendrá que cumplir con sus obligaciones contractuales. Podrán mejorarlas, pero no empeorarlas. No vale que cada gobierno haga y deshaga a su antojo cuando le vengan mal dadas. Si cuando se afilió uno por primera vez a la S.S. la edad de jubilación era a los 65 años, no pueden venir 50 años después con que a los 67. Por muchísimas razones y porque no. ¿Son constitucionales ahora la retroactividad y la inseguridad jurídica?

En 1855, los trabajadores de la Real Compañía Asturiana de Minas ya constituían su primera caja de auxilios. El Instituto Nacional de Previsión se creó en 1908 y en 1941, el general Franco, que acabó con la II República, firmaba la ley de las mutualidades laborales para gestionar y asegurar todas las instituciones de previsión social existentes. En 1947, cuando se creó el Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez (SOVI), el Producto Nacional Bruto era de 947.195.076,5 euros; en 2016, el PIB (ya sé que no es lo mismo) era 1.118.522.000.000 euros. O sea, 1.180,8 veces más. La renta per cápita pasó de 135,04 euros en 1947 a 23.970 euros en 2016: 177,5 veces mayor (s. e. ú o.). Del siglo XIX a los años 1980, pasando por aquellos años de la miseria y el hambre de la posguerra, la tendencia fue a ampliar las coberturas y mejorar las prestaciones. Ahora, si se pudiesen medir y comparar las intenciones de los corbatos/as que nos mangonean, el resultado sería desolador. Entonces, se veía como una obligación social y moral proteger al trabajador y a su familia frente a la enfermedad, el accidente o la vejez, hoy lo que ven es un apetecible negocio para estafar (más) al pueblo.

Hasta los años ochenta, la jubilación se calculaba sobre los dos últimos años cotizados. Esto dio lugar a una gran picaresca por parte de empresarios y autónomos, que cotizaban siempre el mínimo y esos dos últimos años inflaban al máximo sus cotizaciones para conseguir el máximo de jubilación. Sí importan esas trampas y habilidades, y tantas injusticias y agravios comparativos como se vieron: trabajadores que se iban para casa con una talegada a los 50 años y otros, que habían empezado a trabajar a los doce o los catorce, tenían que aguantar hasta los 65. Mismamente ahora: se destinan decenas de miles de millones de euros para impedir la quiebra, por su nefasta gestión, de bancos y cajas y, al mismo tiempo, miles de empleados se jubilan o pre en condiciones privilegiadas en comparación con el resto de los currantes. Y no hablemos ya de las diferencias en la carga e intensidad en el trabajo y en la duración de la jornada, que nunca se tienen en cuenta a la hora de marcar la edad de jubilación. Como tampoco se tiene en cuenta el tiempo del servicio militar prestado.

Millones de trabajadores y viudas que tenían sus ahorros en los bancos, para complementar la jubilación, ven cómo los intereses son cero; la atención, pésima, y los sablazos, infinitos. La no subida del IPC de las pensiones está bien para ‘agitar’, pero lo determinante son los millones de trabajadores que han visto o verán cómo su jubilación se reduce a la mitad. No hablemos ya de las “generaciones futuras”. Fraude y estafa. Y la pseudo izquierda ocupada en sus chorradas y chuminadas.