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Oficina de Defensa del Anciano
La Base Aérea de León y la Revolución de Octubre de 1934.


Revolución de Octubre de 1934.

El comandante aviador Ricardo De la Puente Bahamonde
y la Revolución de Octubre de 1934 (I).


Por Marcelino Laruelo.


En 1934, de Casas Viejas a Shangai, la mancha de chapapote reaccionario seguía extendiéndose y ennegreciendo el mundo. Las dictaduras avanzaban por Europa y en España, como en Francia, las derechas antirrepublicanas y antidemocráticas (“antes Hitler que el Frente Popular”) progresaban hacia el poder. Y el venerado Churchill, en un acto de la Liga antisocialista, calificaba a Mussolini como “el piu grande legislatore viviente”.

En Octubre de 1934, la UGT, pese a los acuerdos firmados, sin contar con la CNT ni con los demás miembros de las alianzas obreras, declaró la huelga general. En Asturias y zonas limítrofes, y otros puntos de España, el movimiento huelguístico fue, desde los primeros momentos, una revolución para la toma del poder. Pero sin una dirección revolucionaria. Hoy, cuando la marea verde del culto al dinero, de la avaricia sin límite y del egoísmo parece iniciar el reflujo, conviene recordar, y recalcar, que no se puede comparar el derecho que tienen los pueblos a rebelarse contra lo que consideran injusto con el hecho de que cuatro generales, con las fuerzas que el estado pone a sus órdenes, las utilicen para destruir ese estado y la sociedad que lo sustenta.

El comandante de Ingenieros y piloto militar Ricardo de la Puente Bahamonde estaba al mando del aeródromo de León y de las escuadrillas del Grupo 21 desde 1933. El Arma de Aviación había pasado a depender directamente del Presidente del Consejo de Ministros. Y cuando el gobierno tuvo noticias de lo que estaba ocurriendo en Asturias, cursó órdenes para que los aparatos de León acudiesen a bombardear y ametrallar a los revolucionarios.


El comandante Ricardo de la Puente era
el jefe de la Base Aérea de León en
Octubre de 1934.

En los días cinco y seis de Octubre de 1934, un grupo numeroso de soldados de la base de León se adueñó de fusiles y munición para impedir la salida de aviones a bombardear las casas y “a sus hermanos” de Asturias. No había, ya digo, una dirección revolucionaria, pero muchos mandos militares eran reacios a intervenir en un asunto que consideraban de orden público, “que para eso está la Guardia Civil”. El comandante Ricardo de la Puente, sin pistola, consiguió calmar los ánimos, pues también había muchos oficiales derechistas, y controlar la situación. En las primeras salidas de los aviones, estos iban desprovistos de ametralladores y los soldados pudieron comprobar a su regreso que traían todas las bombas de vuelta. A los arrestados, el comandante les dijo que no daría parte por escrito. El propio De la Puente hizo varios vuelos de reconocimiento sobre Asturias a los mandos de un trimotor Fokker y dio órdenes a sus pilotos de que solamente se lanzasen botes de humo.

El comandante De la Puente fue destituido por el gobierno y sumariado. Veintiocho militares fueron encausados y el jefe de la Aviación, destituido. En el Ejército de Tierra, varios jefes y oficiales fueron sometidos a consejo de guerra y condenados. Dieciséis soldados del Regimiento de Infantería “Burgos”, de la plaza de León, fueron condenados en otro consejo de guerra. El crucero Miguel de Cervantes tuvo que ser desviado a La Coruña porque entre las fuerzas de Africa que transportaba, al mando del teniente coronel López Bravo, se había extendido la consigna de “no disparar contra nuestros hermanos”. El crucero Almirante Cervera no pudo utilizar sus cañones contra las posiciones de los revolucionarios en Gijón, porque dos marineros gijoneses se apoderaron de las llaves de fuego y las tiraron al mar. Fue el Libertad el que cañoneó Cimadevilla y otros puntos de la ciudad. Más tarde, en los estertores de la Revolución, el general López Ochoa amenazó al socialista Belarmino Tomás con utilizar la aviación para bombardear las cuencas mineras si no se rendían.

Trasladado primero a Madrid, el comandante De la Puente pasó a situación “B” y fue residenciado, disponible gubernativo, en la 8ª División (Galicia) junto con el capitán aviador Núñez, cobrando el 20 por ciento del sueldo. El consejo de guerra por los sucesos de la base de León se celebró en Septiembre de 1935. Se dictaron penas de muerte y condenas de 12 años. De todas las penas de muerte dictadas en España por los sucesos revolucionarios, el gobierno sólo aprobó las de dos pobres hombres: el sargento Vázquez y el Pichilatu, pero las cárceles y el penal militar de Mahón se llenaron de presos.

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