La verdadera historia de los Alvarez
Rodríguez, de Prendes, en Carreño.
Capítulo
I
Por
Lourdes Alvarez.
Eramos
de Prendes, del barrio de La Pesana, nos conocían
como Los Ferreros porque mi bisabuelo tenía
una fragua allí para ferrar el ganao
y esas cosas, pero ellos ya no se dedicaban a ello.
Mi padre era carpintero y trabajaba en talleres de
carpintería. Mis hermanos trabajaban en El
Musel; unos, en la cantera de Arturón el Condesu,
y los otros, en el puerto, en la Patronal.
Alguno debía de pertenecer al partido comunista,
lo sé porque cuando entraron los nacionales
fueron a casa a buscar un alfiler de corbata con la
insignia del PCE.
Cuando la Revolución del 34, yo marché
a llevar la comida para mis hermanos al Musel y me
crucé por el camino con la Guardia Civil. Cuando
llegué a casa de vuelta de El Musel encontré
a mi madre tirada en la cama con una herida muy grande
en una pierna y sin conocimiento. Le apretaron fuerte
y perdió el conocimiento, y cuando volvió
en sí, echó a correr y se tiró
al río. La trajeron para casa unos vecinos
en una escalera. Estuvo quince días sin saber
quién era y quién no era. La
atendió un médico de allí, que
era muy bueno y lo mataron luego los nacionales; era
de hacia Sevilla y vivía en La Robellada, pegado
a Prendes. Al cabo de quince días empezó
a volver en sí. Le preguntamos qué
era lo que había pasado y nos contó
que había ido la Guardia Civil a casa y le
preguntaron por unos muebles que venían para
Candás y que habían robado del vagón
en Aboño. Les dijo que si los que tenía
en casa eran robados que se los llevasen. Los guardias
le dijeron que los que tenía en casa no eran
pero que ella sabía quién los había
llevado. Les dijo que no lo sabía y que eran
ellos los que los tenían que buscar. Le pusieron
unas esposas y las apretaron hasta que se le pusieron
las manos negras. Les pidió que la soltaran
y uno de los guardias, que era muy malu, dijo que
chillaba igual que el hijo cuando le pegábamos
en el cuartel de Los Campos. Este hermano mío
tenía 17 años y le habían cogido
porque en una huelga o un movimiento que hubo, tiraron
unos postes del tendido eléctrico del tren,
por donde El Tranqueru. Buscaban a otro hermano mayor,
pero como no lo pudieron encontrar porque había
marchado para la mili por aquellos días, pues
cogieron a éste y en Los Campos le machacaron
fuerte. Cuando vino para casa después de tres
o cuatro días, mi madre le preguntó
si le habían pegado, y él había
dicho que no. Debió de ser cuando el 34.
Por eso, cuando los guardias dijeron que chillaba
igual que el hijo, se desmayó. Le echaron un
cubo de agua a la cara y volvió en sí.
Le quitaron las esposas y en el portal empujó
a un guardia y le tiró. Salió corriendo
a lo mejor con la idea de ir a buscar a mi padre que
trabajaba en Veriña. Un guardia civil iba detrás
de ella. Al cruzar el río, cayó. La
vieron unos críos que veníen de la escuela
y empezaron a gritar que una mujer había caído
al río. Entonces, vinieron unos vecinos, la
recogieron y la llevaron para casa tendida encima
de una escalera. La pareja de la Guardia Civil desapareció,
y los vecinos la dejaron en el cuartu del portal y
yo, que fui la primera que llegué, fui la que
la encontré.
La cosa no fue a más hasta que estalló
la guerra. La guerra estalló el 18, pero formalmente,
allí en Carreño, estalló el 16.
Era la fiesta del Carmen y hubo ya tiroteo y movimiento:
¡que estalla la guerra! Y estalló la
guerra.
Cuando estalló la guerra el 18 (de
Julio de 1936), los mis hermanos, que estaban en el
portal de casa, dijeron que se iban voluntarios. Mi
madre, que estaba allí, les dijo que fueran
voluntarios si querían, pero que no se metiesen
con ningún vecín. “No te apures,
madre, que los vecinos no nos hicieron nada”,
le respondió uno de ellos, “y nosotros
no nos meteremos con nadie”.
Fueron a la guerra, yo no sé lo que
hicieron por allá, pero para casa no trajeron
nada. Supongo que tirarían para adelante
como tenían que hacer ¿no?
Uno, que estaba en el batallón Somoza, cayó
herido en el frente de Oviedo y murió en el
Hospital de Revillagigedo el once de Enero de 1937.
Mi madre quiso volvese loca porque le faltaba ese
hijo, pero, en fin...
Un hermano mío, cuando la aviación tiró
tanto sobre Gijón y mató a mucha gente,
sacaron gente para fusilar en Jove. Con ellos estaba
un primo hermano nuestro, que estaba en La Iglesiona
y fue de los que llevaron a fusilar a Jove, porque
fuere esquirol en El Musel. Entonces, ya marcharen
con ellos cuando llegó el mi hermano Eladio.
Le dijeron: “Eladio, llevaron al tu primu y
tien ocho hijos... No es pa matalu.” “¿Qué
quiés que haga yo si no tengo ni fusil si quiera?”,
le respondió mi hermano. Uno de los que estaba
allí le dio un fusil y entonces mi hermano
subió a un coche y se fue a Jove. Cuando llegó
allí estaban todos ya en una fosa. Entonces,
dijo él: “Alto, que ahí
tengo que ajustar yo cuentas con uno”. Pararon
y sacó a Emilio, primu hermanu nuestro. Había
otru que era vecín de aquí y que lu
mataron por ser esquirol: “Ladio, sácame
a mí tamién.” El mi hermanu le
dijo que tenía allí un cuñau,
que lu sacase él. Pero el que era cuñau
dijo ”Si vamos a sacar a uno por otros, no pue
ser; aquí hay que matar de a hecho.”
Bueno, pues el mi hermano cogió al primu y
llevolu para casa, el día 14 de Agosto y metiolu
en la iglesia Albandi. Le dijo que al día siguiente
fuera a comer a Prendes, que era la fiesta del pueblu.
El mi hermano vino para casa y le dijo a mi madre
que preparara una comida para el día siguiente,
porque iba a venir el primu a comer y era la fiesta.
Mi madre no quería hacer nada porque faltaben
los otros hermanos, pero Eladio insistió tanto
que la terminó convenciendo.
Al día siguiente, por la mañana, me
mandaron para el comité, en Albandi. Desde
nuestra casa hay dos caminos para ir a Albandi. Yo
iba por el de abajo y vi que por el de arriba iban
ya para casa mi hermano con mi primo. A mi mitad del
caminó me encontré con una patrulla
de milicianos, ocho o nueve. Pasé, y según
pasé oí a uno decir que yo era hermana
de Los Ferreros. Entonces uno volviose y me preguntó
si era hermana de Los Ferreros. Le dije que sí.
Me preguntó que quién había en
casa, y le dije que mi madre. Me volvió a preguntar
si no estaba en casa uno que se llamaba Emilio y que
si no estaba ningún hermano mío tampoco.
Yo le que contesté que no. Entonces me preguntó
si había más caminos para ir a nuestra
casa y yo le dije que sí, que había
otro por arriba. Ellos tiraron a coger el camino de
arriba y yo continué para el Comité.
Cuando llegaron ellos a nuestra casa, estaban allí
Emilio y mi hermano. Querían coger
al primo mío a todo trance. Queríen
llevarlo solu con ellos, queríen matalu. Entonces
dijo el mi hermanu que solu no iba. Emilio dijo delante
de casa: “Eladio, si me maten, que me maten
en Albandi enriba de la sepultura de mi padre.”
“No te maten”, le dijo mi hermano, “voy
yo contigo a Gijón”. Los otros le dijeron
que no, que no tenía falta de ir con ellos,
pero mi hermano insistió en ir con él
a Gijón, al Comité de Guerra, que era
un tal Campanal. Vinieron a Gijón y mi hermano
le dijo a Campanal que si era poco él para
responder por el primo, que tenía más
hermanos y todos respondían por él.
Campanal le dijo que no hacía falta, que no
iban a ir más a molestarle. Vinieron
los dos de vuelta para casa y lu guardaron en la casa
de la mi cuñada, la mujer del mi hermano Marcelo,
que estaba en casa con ocho días de permiso.
Cuando marchó otra vez para el frente, la mujer
no quiso quedar sola en casa con él y las dos
hijas pequeñas. Entonces, le llevaron para
Perlora, a casa de la suegra de Emilio. Allí
estuvo, y cuando mi hermano cobraba el sueldo del
mes, iba a llevai les perres a él, a pesar
de que la mujer protestaba, pero mi hermano decía
que ellos tenían dos hijas y el primo ocho,
así que le hacía más falta el
dinero a él.
Cuando entraron los nacionales el primo Emilio
fue el que llevó para Candás, a que
lu matasen, a mi hermano Eladio, que era el que le
había salvado la vida en Jove. Los metieron
el uno de Noviembre y los mataron el cuatro. No les
pegaron nada. A las nueve menos cuarto de la noche,
les amarraron.
Continuación.