Carta
de Eduardo Barriobero a sus amigos de la CNT
Barcelona,
Cárcel, diciembre de 1937.
Mis
queridos amigos: Me preguntáis, con cariño
que agradezco, qué podréis hacer por mí
y en que situación personal me encuentro.
En cuanto a lo primero, si estuviera yo solo, os contestaría:
únicamente mandadme algún libro; he perdido
8.000 en la guerra y no me allano a vivir sin ellos. Por
lo demás, la celda es suficiente y el rancho es comible.
La prisión que sufro, la difamación
que sufro son fenómenos que acompañan a todas
las situaciones de revolución y de guerra.
Recordad lo que hizo Clemenceau con Caillaux y Malvi; tan
sólo por enemistad personal, ni siquiera política,
como el tiempo se apresuró a demostrar, los llevó
a la cárcel y al destierro y estuvo a punto de llevarlos
al pelotón de ejecución.
Si sólo se tratara de mí, repito, añadiría:
dejad que quienes gobiernan al través de sus odios
los satisfagan en mí y así evitaremos otras
víctimas: yo ya soy viejo, no sirvo para mucho –y
aun serviré para menos después de esta campaña-
y como muchos sabéis, vivía en mi casa por
cárcel y mi trabajo por carcelero desde que terminó
la Oficina Jurídica.
Pero es el caso que tengo dos compañeros
de infortunio, los dos enfermos: Devesa y Batlle. Devesa
gravemente enfermo. Los dos han prestado a la organización
grandes servicios. ¿Recordáis cuando no hace
muchos años, Devesa, inocente de todo, llegó
a estar en capilla, y fue indultado sin solicitarlo, por
no revelar quiénes eran los autores de un hecho delictivo
realizado en servicio de la organización?
Pues aquí lo tenéis tan caprichosamente preso
como entonces; pero con más años, con familia
y con una dolencia aguda.
Quebrantad, pues, si así os parece, la norma
moderna y criminal de la no intervención y haced
lo que consideréis oportuno. Pero que no trascienda
al extranjero para no desacreditar la retaguardia.
Yo tengo fuera de España la personalidad que me han
creado las traducciones de mis libros, las asistencias a
muchos congresos internacionales, el haber sido cinco veces
Diputado a Cortes, Gran Maestre de la Masonería,
Presidente del Partido Federal, etc., etc., y si se supiera
con detalle lo que ocurre, muchas entidades intervendrían,
como intervinieron algunas de las veces que me atropelló
Primo de Rivera.
Nuestra situación procesal es la siguiente: Nos persiguen
dos jueces fantasmas a quienes apenas hemos
visto la cara, a consecuencia de haber manifestado Burillo
que por una confidencia sabía que los tres teníamos
en Francia cientos de miles de francos. El primer juez que
interviene nos procesa por “evasión de capitales”
y a la denuncia de Burillo añade por su cuenta que
si tenemos francos “necesariamente” han de proceder
del hurto o de la estafa. Después desaparece este
juez y no hemos vuelto a tener noticias suyas.
Entablamos competencia a favor del Juez Especial de Evasión
de Capitales, la ganamos; viene a tomarnos declaración,
le ofrecemos prueba plena de no haber sacado de España
ni un céntimo; nos dice que cuarenta y ocho horas
después nos pondrá en libertad y desaparece
como el primero, sin que desde hace ya un mes sepamos de
su paradero y de su actuación.
Cuando menos lo esperábamos, el primero del actual,
aparece el secretario del Juez que presidió la competencia,
actuando como si la hubiese ganado, en un proceso contra
nosotros “por delito contra la propiedad”. En
el Código constan todos estos delitos contra la propiedad:
Robo, hurto, usurpación, defraudaciones, alzamiento
de bienes en perjuicio de tercero, quiebra, estafa, maquinación
para alterar el precio de las cosas, usura, incendio y daños.
¿Cuál es el nuestro? En tres meses
no hemos encontrado aún quién nos lo diga.
¿A quién hemos perjudicado? Nadia ha reclamado
nada contra nosotros.
De forma que estamos aquí, según uno de los
jueces, por un delito contra la propiedad que lo mismo puede
ser incendio que quiebra, que robo y sin saber de quién
es la propiedad que nos hemos tomado y cuál es su
cuantía.
Os declaro que en los treinta y cinco años
que he ejercido mi profesión no he visto un caso
semejante.
Pero lo que hasta aquí os he referido, cuya exactitud
podéis comprobar fácilmente, hay cosas mucho
más graves.
En mi calabozo de la Jefatura policíaca hay un escrito
para apelar del auto delictivo –el procesamiento-
y Burillo me devuelve el escrito diciéndome que estoy
incomunicado por él y no puedo dirigir escritos al
juez ni a nadie.
Cuando ya estábamos en la cárcel, Devesa,
en peligro de muerte quiere ampliar su declaración
y por conducto oficial llama al juez: el juez no viene y
tiene que hacerlo ante un notario.
La acción penal –acusación- no pueden
ejercerla los jueces no los magistrados: La ley le reserva
a los fiscales y a los perjudicados por el delito y aquí
la ha ejercido un juez añadiendo a la denuncia de
Burillo lo que ya os he dicho.
La Ley de Enjuiciamiento Criminal, que es Derecho Público
y elemental, garantía para los perseguidos, en su
artículo 503 dice que para decretar la prisión
“ha de constar en la causa la existencia de un hecho
delictivo”, para la causa, lo único que consta
es la confidencia que dice haber recibido Burillo.
Quieren
hacer ver que de la Oficina Jurídica nos llevamos
unos cuantos millones; tras ello andan desde octubre de
1936 en que lo dijo por su radio Queipo de Llano,de modo
que la maniobra no puede ser más de “Quinta
Columna” ni más fascista; pero se
da el caso de que, según los fascistas que están
aquí presos –pocos quedan ya- han dicho lo
mismo hace unos días de Tarragona y Bosch Gimpera,
y antes lo dijo de otros a quienes nadie se ha ocupado de
perseguir.
Lo que hay de verdad es mi intervención y la de algunos
amigos a quienes necesité como colaboradores de un
asunto judicial, cuya cuantía no es alarmante ni
mucho menos: se ventiló en Francia bastante después
de extinguida la Oficina Jurídica y es uno de tantos
asuntos como suelen llegar a los abogados viejos a quienes,
aunque sea injustamente, la opinión les concedió
crédito y fama, y la longevidad clientela y amistades,
pero por lo visto nuestros jueces creen que las testamentarías,
abintestatos, fideicomisos y demás asuntos judiciales
de dinero se les encomiendan ahora a los zapateros de portal
o a los artistas de cine.
Ya sabéis, pues, nuestra situación; si determináis
hacer algo, hacedlo con prudencia y en forma que no perjudique
a la revolución ni a la guerra.
Siempre vuestro mejor amigo.
Firmado:
Eduardo Barriobero.
Internationaal
Instituut voor Social Geschiedenis,
Amsterdam.
Ver:
Por la Justicia a la luz del día