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El
Western. Capítulo
IV
Además de la cuestión tejana, el otro factor decisorio en la guerra entre USA y México fue la apetencia, convertida en necesidad geoestratégica, de las tierras de California. Conquistar la costa oeste cuanto antes era el objetivo primordial de Estados Unidos para alcanzar la nación continental planificada por los primeros Padres de la Patria. En California, al igual que Houston lo había sido en Texas, el principal agente de los intereses USA fue el coronel John Charles Fremont, un geógrafo y naturalista que se convirtió en explorador, después, espía, y acabó siendo un caudillo militar. Héroe nacional por sus serios escritos sobre las exploraciones geográficas que llevó a cabo, en realidad redactados por su esposa que era la que sabía escribir, su fama se vio acrecentada al ser el jefe del mitificado explorador y aventurero Kit Carson, al que los relatos sensacionalistas de la prensa del Este convirtieron en el héroe popular más famoso hasta la aparición de Buffalo Bill. Kit Carson, además de un aventurero, era hombre de inteligencia despierta y, a pesar de ser analfabeto, llegó a general de las tropas del Norte durante la guerra de Secesión. Cuando Carson y Fremont se conocieron, el experimentado explorador convertirá al joven científico en un hombre de las praderas y sus viajes serán siempre misiones secretas para el gobierno de Washington. Fue una práctica común en todo el siglo XIX, ya que los viajeros y geográfos, véase el caso inglés, siempre eran mitad científicos, mitad soldados, y espías a tiempo completo.
Fremont y Kit Carson representaron los intereses USA en una zona en la que confluían las apetencias rusas, que ya poseían Alaska, y las británicas, con sus derechos de asentamiento en los poblados y factorías de Oregón. La desaparición del poder colonial español y su sustitución por los débiles gobiernos mexicanos también abrieron posibilidades de adquisición de nuevos territorios para los dos colosos en expansión como eran Rusia e Inglaterra. Eso creó una sensación de urgencia en los USA para apoderarse de los territorios que "deben" pasar al patrimonio nacional. Antes de pasar al lenguaje de las armas, el gobierno USA tenia ya la costumbre de intentar adquirir las tierras que le interesaban por un sencillo contrato de venta. Era un modelo de transacción que había demostrado su rentabilidad en los casos de Louisiana, Florida y, mucho más tarde, Alaska. Bajo esa filosofía comercial, el presidente Polk intentó comprar California al gobierno mexicano y encontrándose con la inesperada, y cabreada, negativa del presidente Herrera. El intento de negociación comercial trascendió del rumor a la noticia, confirmada en los salones de Ciudad de México y se produjo un escándalo en el que el perjudicado fue el presidente mexicano, a pesar de la dignidad demostrada. Un grupo de generalitos mexicanos, con ganas de promoción, acusó al presidente Herrera de tibio, de complaciente con una propuesta que era un insulto a la dignidad nacional, y ese rumor sin fundamento acabó por convertirse en la causa del golpe de estado que arrebató a Herrera la presidencia y reinauguró el habitual sistema mexicano de dictadura militar. Con un grupo de generales vociferantes en México y un nutrido plantel de expansionistas en Washington el interés por la guerra estaba servido con creces a ambas orillas del tejano Río Grande, que marcaba la frontera más conflictiva entre mexicanos y estadounidenses.
En enero de 1846, el presidente Polk, como comandante supremo de las fuerzas armadas USA, ordenó al general Taylor, jefe de la zona Sur, que sus tropas atravesasen el río Nueces y penetrasen en territorio mexicano. Comenzaron a ambos lados de la frontera una serie de movimientos de soldados que no se tradujeron en enfrentamientos bélicos hasta el mes de abril, cuando un grupo de la caballería mexicana, que iba en socorro de la sitiada ciudad de Matamoros, se encontró con un grupo de dragones en descubierta. Los lanceros mexicanos arrollaron a los soldados estadounidenses y les causaron varias bajas mortales antes de que emprendieran la huida. Fue una pequeña escaramuza accidental que sirvió para aflojar el cerco USA sobre Matamoros. Olvidando el pequeño detalle de estar sitiando una ciudad mexicana, el presidente Polk comunicó al Congreso que las tropas mexicanas habían invadido territorio de los Estados Unidos y causado muertos. Con esta noticia, "ligeramente" manipulada, el presidente Polk ya tuvo el motivo para la declaración oficial de una guerra que había empezado mucho antes por su propia cuenta y de espaldas al Congreso o, al menos, de una buena parte de los congresistas. El pueblo reaccionó con entusiasmo, sobre todo en los estados del Sur, ya que el conflicto significaba botín seguro y ventajas comerciales. Del Sur fueron la mayoría de los soldados voluntarios que participaron en la guerra y del Sur partieron los suministros para las tropas USA que produjeron enormes beneficios. También del Sur era la mayoría de los mandos profesionales que se forjaron en el conflicto mexicano y que después serian los más famosos generales de la guerra de secesión.
Aparte de las tropas estacionadas en la frontera texano-mexicana a las órdenes del general Taylor, que fueron las que comenzaron las hostilidades, el Departamento de Guerra USA creó un nuevo y fuerte ejército al mando del general Scott. Este contingente fue embarcado en la flota USA y transportado por mar hasta Veracruz, el más importante de los puertos atlánticos mexicanos. La operación de desembarco pretendía romper la resistencia mexicana, fuerte en el norte, y obligar a dividir las escasas y mal armadas tropas mexicanas. Los soldados de Scott avanzaron hacia la capital de México por la misma ruta que había inagurado el conquistador Hernán Cortés, si bien se vieron detenidos por la resistencia de la plaza de Puebla, donde permanecieron estancados durante tres meses. Hay que señalar que su progresión fue más obstaculizada por las guerrillas que por el ejército regular mexicano.
En realidad, la ocasión dada al general Scott para convertirse en el conquistador de México procedía de las dificultades políticas que encontraba el presidente Polk, al que no se le estaba dando la guerra tan bien como había esperado y empezaban las acusaciones. Incluso un abogado de Illinois, un tal Abraham Lincoln, ante la amañada declaración de guerra contra México, exigió saber el lugar concreto de la invasión, invasión inexistente, ya que Matamoros era territorio mexicano que apetecía a los texanos. Al abogado Lincoln no le hicieron demasiado caso cuando el fervor patriotero se vio alimentado por victorias militares, pero la fama de esos triunfos recayó en el general Taylor y no en el presidente. El general vió la posibilidad de convertirse en el presidente Taylor como héroe de la guerra y empezó a maniobrar políticamente, lo que le ganó la hostilidad del presidente Polk que contraatacó creando el ejército de Scott. Así, la gloria militar tendría que dividirse entre los generales Scott y Taylor que se anularían mutuamente y dejarían a Polk que siguiese como inquilino de la Casa Blanca.
Los generales mexicanos que ejercían el poder, un hatajo de ineptos, decidieron llamar al general Santa Ana, desterrado en Cuba, para que volviese a México y se hiciese cargo del poder para unificar la resistencia frente al invasor estadounidense. En esto se produjo un hecho verdaderamente insólito, ya que el barco que traía de retorno a Santa Ana fue interceptado por la flota USA, que practicaba un fuerte bloqueo de las costas mexicanas. Santa Ana mostró un misterioso documento secreto al capitán del barco USA que lo capturó y, de inmediato, el barco norteamericano permitió que siguiese su viaje y atracase en puerto mexicano.
El general Santa Ana, de nuevo presidente militar, se encargó de conseguir que la confusión generalizada degenerase en caos y se perdiese sin ningún resultado práctico el esfuerzo defensivo de sus compatriotas. El general predilecto de las derrotas consiguió acelerar el hundimiento y sus tropas fueron batidas en todos los frentes. En agosto, los soldados de Scott alcanzaron Chapultepec, y el diecisiete de septiembre ocuparon la capital mexicana, que se entregó sin lucha después de la huida del gobierno. Como vencedores, y con el
apoyo de los conservadores mexicanos, el gobierno USA impuso sus condiciones
y el dos de febrero de 1848 se firmó la paz en Guadalupe Hidalgo,
una pequeña localidad cercana a la capital de México.
El general Scott, por determinación personal del presidente Polk,
exigió las fronteras de Río Grande, al Sur, y, al Oeste,
la del río Gila. Tuvo el detalle de ofrecer una compensación
económica a los vencidos y, por quince millones de dólares,
se quedaron con los territorios del norte de México, desde el
Atlántico tejano al Pacífico californiano. Los futuros
estados de Nuevo México, el ya requisado Texas, Colorado, California
y Arizona pasaron a ser territorio USA. Dos millones trescientos ochenta
y seis mil kilómetros cuadrados fueron Un mes antes de la firma del tratado de paz en Guadalupe Hidalgo, en enero de 1848, se descubrió oro en el californiano valle de Sacramento. Un empleado del molino del hacendado Sutter, un suizo convertido en uno de los más influyentes propietarios californianos ya antes de 1a llegada de los invasores USA, descubrió pepitas auríferas en las aguas del río de su molino. Sutter pretendía mantener el descubrimiento en secreto, pero la noticia se filtró y estalló una locura colectiva tras la quimera de una riqueza fácil. Fue el inicio de la fiebre del oro, que llevaría al pacífico y tranquilo territorio californiano a millares de personas procedentes de todas las partes del mundo. La búsqueda de la fortuna rápida pocas veces se convertirá en realidad para los gambusinos y sí para los avispados comerciantes. La fiebre del oro coincidió con los intereses del gobierno USA y volcó sobre el despoblado Oeste una riada de emigrantes que, tras las esperanzas defraudadas de convertirse en mineros millonarios, quedaban sobre el territorio como colonos, asegurando el dominio de los terrenos del Oeste. El deseo de Washington coincidió con el filón californiano en el que se juntaron el “destino manifiesto" y la suerte más inesperada. Pero hasta eso les parecía poco y nada más cumplir el sueño de convertirse en nación continental, los USA empezaron a alargar la mirada en busca de horizontes que convertir en propios. Ya en 1854, un importante grupo de políticos, o sea, comerciantes acaudalados, escribió al Secretario de Estado USA para afirmar que "la Unión no podría disfrutar jamás de reposo ni poseer suficiente seguridad mientras Cuba no quede abrazada en sus límites". La seriedad de la petición quedó demostrada por el hecho de que el presidente Pierce envió a uno de sus diplomáticos de confianza a España con la misión secreta de comprar Cuba al gobierno de Madrid. La petición fue escuchada, desestimada y silenciada, ya que, de hacerse pública, el escándalo podía hasta convertirse en un "casus belli", y a ninguna de las dos naciones les interesaba un conflicto internacional, pues ya tenían bastante con los interiores. Pero, además de las propuestas oficiales de gobierno a gobierno, estaban las iniciativas privadas desarrolladas por financieros y protagonizadas por aventureros, que van a ser practica común y dará posesiones tan inesperadas como las Hawai. Una de estas iniciativas privadas fue la acaudillada por el filibustero William Walker que, en 1853, invadió la Baja California con fondos suministrados por el millonario Vanderbilt. La reacción rápida del gobierno mexicano, que derrotó a los invasores, impidió que toda la península californiana pasase a ser otro estado USA. De la guerra entre USA y México merece destacarse el capítulo de la conquista de California por su incidencia en el desarrollo del western, del que fue la frontera más al oeste hasta que el Pacífico empezó a parecerles un lago USA y se embarcaron en aventuras expansionistas, y no solamente de mercado, en el extremo Oriente. Esa conquista de la costa del Pacífico sigue hoy orbitando la vida nacional USA que se ha volcado hacia el oeste ultramarino, multiplicando por infinito el sueño de expansión de los primeros gobernantes y pioneros, que se conformaban con poseer las lejanas costas de California.
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