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El Western.
Mito y Rito para un Pueblo sin Historia.

Por Juan Antonio de Blas.

Capítulo III

Tejas

 

Tejas, más tarde Texas porque la “x” del castellano antiguo se leía como jota y hubo gente que no se enteró de la diferencia entre la lectura y la escritura, era uno de los confines perdidos, y abandonados, del imperio español, al que no se empezó a dar importancia hasta que la colonización francesa de Louisiana creó una frontera estratégica que era necesario vigilar y defender. Lo malo es que los medios para defender una lejana provincia casi improductiva de un productivo virreinato no abundaban en el reparto de las asignaciones. Tejas era una inacabable extensión de setecientos mil kilómetros cuadrados en la que abundaban las bisontes y ni siquiera los nómadas indios sentían aprecio par ella.


La provincia de Tejas formaba parte de los extensos territorios
que dependían de la Intendencia de San Luis de Potosí.

Con la reestructuración del imperio español llevada a efecto por los Borbones en los primeros años del mil setecientos le tocó a Tejas una partida militar de defensa y por ella aparecieron primero los soldados de los presidios, que así se llamaban las guarniciones militares, y con ellos, las órdenes religiosas, que se encargaron de crear una sociedad civil recuperando a los indios nómadas y convirtiéndoles en sedentarios. El centro administrativo y militar se situó en San Antonio de Valero, pero poco rendimiento daba una provincia que no contaba con más de cuatro mil habitantes para todo el inmenso territorio, con el agravante de que la mitad del total de la población de Tejas se aglutinaba en torno a la capital y los ranchos establecidos en sus alrededores.

Fue esa carencia de población, detectada por las viajes de Pike, lo que aumentó la determinación del presidente Jefferson de extender también su nación hacia el Sur. Ya en plena guerra de independencia de México, en 1812, se produjo el primer intento de anexión de Tejas a Estados Unidos, con la expedición de voluntarios del capitán Magee que se unió a los liberales del independentista Gutiérrez de Lara. La aventura terminó cuando la caballería realista del coronel Arredondo exterminó a la totalidad de la partida insurgente.


En la sangrienta Batalla de Medina, que tuvo lugar el 13 de Agosto
de 1813, a unas 20 millas al sur de San Antonio, el general español
Joaquín de Arredondo derrotó a las fuerzas de la llamada expedición
Gutiérrez-Magee, mandadas por el general José Alvarez de Toledo y Dubois.

El segundo intento expansionista sobre Tejas lo protagoniza Richard Long, en 1819, que antes de ser derrotado escribió proclamas en las que ya hablaba, en inglés, de la independencia de la República de Texas. A pesar de los intentos secesionistas y anexionistas, Tejas seguirá siendo colonia española hasta la independización de México en 1821. La nueva República de México heredó todos los territorios que formaban parte del Virreinato de Nueva España y que abarcaban desde Oregon hasta Colombia.

La "cuestión texana" nace cuando la administración liberal mexicana sustituye a la colonial española y mantiene el permiso concedido a emigrantes de cultura anglosajona para permanecer en Tejas y que ya se habían establecido en las mejores tierras, encabezados por Moisés Austin. Diez años después de los primeros permisos otorgados por la Corona Española, en 1820, había en Tejas veinte mil colonos blancos, procedentes del sur de USA, frente a una población hispana menor de cinco mil personas. La mayoría anglosajona introdujo esclavos negros que se convirtieron en uno de los primeros problemas legales, ya que la república de México abolió la esclavitud en 1829, pero los colonos anglosajones se empeñaron en seguir conservando sus esclavos a pasar de vulnerar la ley vigente, toda vez que se habían convertido en súbditos al aceptar la nacionalidad mexicana para adquirir tierras.

La emigración al sur de los "anglos" estaba totalmente basada en el aspecto económico-agrario, ya que las tierras de Tejas, más que venderse, se regalaban, y por lo que costaba un acre en Louisiana se podían adquirir setenta de buena tierra tejana. Esos emigrantes sudistas estadounidenses impusieron el cultivo de algodón y maíz que era mucho más rentable que el agotador trabajo ganadero, al que no llegaban las ofertas del sur mexicano debido a las enormes distancias. El ganado no se convertiría en la principal industria de Tejas hasta 1865, después de finalizada la guerra de Secesión.
Durante la época de tensión de los primeros años treinta, ya hubo intentos del gobierno USA para comprar Tejas al gobierno mexicano, pero no cuajaron. Los problemas estallarán definitivamente en Tejas con la llegada al poder en Ciudad de México del general Antonio López de Santa Ana. El general estableció una dictadura y trató de meter en cintura a los distintos gobiernos estatales y realizar una política de centralización, pero más que un sistema político, lo que Santa Ana pretendía era una modernización del aparato estatal mexicano en el que se hiciese realidad el cobro de los impuestos. A Tejas envió al coronel Bradburn, un aventurero de Kentucky al servicio del gobierno mexicano, para que hiciese efectivo el cobro de todo tipo de derechos estatales y, sobre todo, para que acabase con el negocio del robo de ganado mexicano que se vendía ilegalmente en los mercados de Louisiana. Este intento del gobierno central de sacar tajada del suculento negocio, que no pagaba aduanas, fue la chispa que hizo explotar la ira de los tejanos "anglos", que ante la posibilidad de perder sus beneficios empezaron a considerarse texanos y empezaron a reivindicar la figura de Edwards, un anglo que, en 1826, había sido el primero en oponerse al gobierno mexicano.

Como se necesitaba una bandera política presentable, el asunto del ganado vendido ilegalmente era mejor no menearlo, no fuese que también en USA se tuvieran que empezar a pagar impuestos, los texanos se consideraron liberales. En 1835, Santa Ana promulgó una nueva constitución que acababa con los derechos federales de los distintos estados mexicanos y eso convirtió a los texanos en furibundos defensores del federalismo. Esa constitución centralista de Santa Ana movió a los tejanos de origen hispano a aliarse con los colonos anglosajones, y así empezó la rebelión de Tejas que izará la bandera nacional de México con la fecha de 1824, la de la constitución federal, grabada en el centro. Lo de Tejas es, pues, un asunto interno de la nación mexicana, pero en la que los mexicano-tejanos acabarán por perderlo todo por aliarse con los que, culturalmente, les resultan antagónicos.

Estalla la guerra. En una primera fase de operaciones militares afortunadas los rebeldes consiguen apoderarse de las escasas guarniciones del ejécito mexicano y terminan por apoderarse de la capital San Antonio. Parece que Tejas ha conseguido estabilizar sus derechos al abandonar la derrotada guarnición San Antonio y emprender el camino hacia el sur de Río Grande, pero la respuesta del general Santa Ana fue una ofensiva en la que él tomó personalmente el mando.


El general Antonio López de Santa Ana, de familia criolla, nació
en 1794 en Xalapa, Veracruz. Con 16 años se enroló en las filas
realistas a las órdenes de Arredondo y participó en la Batalla de Medina.
Fue el octavo presidente mejicano. Murió en 1876, en Méjico capital, a
los 82 años de edad.

La ofensiva de Santa Ana hacia Tejas ha sido siempre exagerada por los historiadores "anglos" de Texas que afirman que un ejército de seis mil soldados fue la fuerza que el general-presidente llevó al Norte para someter a los rebeldes tejanos. No sería desacertado recordar el refrán español de que “de gloria y santidad, la mitad de la mitad”, ya que en esos momentos la arruinada economía de Santa Ana no le permitía despilfarrar dinero en campañas poco provechosas, y Tejas era una más de las múltiples rebeliones a las que tuvo que hacer frente.

La resistencia de los texanos en la misión de El Alamo frente a las tropas mexicanas es la página más mitificada de toda la Historia de USA, y no solamente de la de Texas. Se ha convertida en el mito por excelencia, en la demostración del estilo americano, de la forma propia de combatir, y se la ha comparado con las Termopilas, que eso sí que son palabras mayores en la historia bélica. La batalla de El Alamo, la antigua misión franciscana cercana a San Antonio, duró del 23 de febrero al 6 de marzo de 1836 y se saldó con la derrota de los rebeldes, que no tuvieron sobrevivientes.

Sin entrar en polémicas hay un dato determinante. Los historiadores texanos pretenden que los ciento ochenta y dos rebeldes atrincherados en la misión de El Alamo se enfrentaron a seis mil soldados mexicanos provistos de artillería. Si éste dato fuera cierto, no se habría dado la batalla, ya que los mexicanos que rodeaban la misión solamente hubieran tenido que bombardearla sistemáticamente hasta conseguir la rendición o la aniquilación de los defensores sin tener que recurrir a un asalto. Y puestos a contar batallitas, los texanos afirman que los defensores de El Alamo, antes de sucumbir, causaron a sus atacantes mil quinientos cuarenta y cuatro muertos y dos mil trescientos sesenta y siete heridos lo que da un total de tres mil novecientas once bajas. Tirando de la simple realidad matemática, y en esa época de armas de tiro a tiro y lenta carga por la boca, da unos resultados que indican que cada rebelde texano, antes de morir, causó al enemigo 21,4 bajas, porcentaje de eficacia que supera al de la más moderna unidad de élite surtida de las armas actuales más sofisticadas.

Empezando por la larga duración del asedio, que permite deducir que las tropas mexicanas eran escasas y que el cerco no era completo, lo que se prueba por el hecho de que de la sitiada misión de El Alamo escaparon varios jinetes que se dirigieron a Goliadh en busca de refuerzos. Nadie puede negar que el heroísmo de los defensores fue una realidad, pero no se pueden admitir las exageraciones que, además, están cargadas de racismo contra los mexicanos. De los tres jefes de la misión se han hecho arquetipos de los verdaderos tejanos, pero tanto Travis como Crockett eran recién llegados y solamente Jim Bowie pertenecía a los tejanos "puros", pues estaba casado con Ursula de Verramendi, de una de las familias más importantes de San Antonio. Crockett y Travis fueron agentes secretos del servicio de la inteligencia USA. Ambos se mitificaron en vida con exceso, Davy Crockett llegó a miembro del Congreso y escribió una autobiografía capaz de producir la envidia del Barón de Munchausen, y Travis era un plantador del Sur, megalómano y arribista, que también había escrito su autobiografía
antes de cumplir los treinta años. El mito de bravura sin par se quebraría un poco en el caso de Crockett, ya que algunos oficiales mexicanos participantes en la batalla confesaron, en sus recuerdos, que el ex-congresista se rindió y fue fusilado con un grupo de prisioneros.


Escena de la mítica batalla de El Alamo.


William B. Travis (izq.), nació en 1809 en un pueblo de Carolina
del Sur y murió en El Alamo en 1836. David Stern Crockett (dcha.), "el rey de
la Frontera Salvaje", nació en 1786 en el territorio de Tennessee y murió
a los 49 años en la batalla de El Alamo.

En los muros de la reconstruida misión de El Alamo están inscritos los nombres de sus ciento ochenta y dos defensores, de los que una docena son nombres españoles y entre ellos incluso figura el de un asturiano de Gijón. Estos hispanos estaban capitaneados por Juan Seguín, que fue uno de los hombres que salió de la misión en busca de refuerzos y, al no conseguirlo, regresó para morir con sus compañeros. Como era de esperar, Juan Seguín no figura entre los héroes más conocidos de El Alamo, que son los de apellido anglosajon. El olvido alcanza hasta al único hombre que abandonó el Alamo por problemas familiares, un hombre llamado Louis Rose que era un veterano soldado de las campañas napoleónicas.


Juan Nepomucemo Seguín nació en 1806 en San Antonio de Béjar, Tejas,
y murió en 1890, a la edad de 83 años, en Nuevo Laredo, Méjico. Militar
y político, desempeñó numerosos y destacados cargos, tanto en Estados Unidos como en Méjico.

Después de tomar El Alamo, donde sus tropas no hicieron prisioneros, Santa Ana prosiguió la campaña hacia el norte para aplastar al grueso de las tropas rebeldes que continuaban en retirada sin presentar resistencia. A los cuatro meses de marcha, los dos ejércitos se avistaron en el Rio San Jacinto y los tejanos, al mando de Sam Houston, emprendieron un nuevo repliegue. Houston cortó la retirada cuando sus exploradores confirmaron que el número estaba inclinado a favor de los rebeldes texanos. El general Santa Ana contaba con mil trescientos soldados y las fuerzas de Houston ascendían a más de siete mil hombres, por lo que, al fin, los texanos decidieron pasar a la ofensiva. En menos de una hora un ataque por sorpresa hizo huir a las tropas mexicanas y el mismo general Santa Ana fue hecho prisionero poco después, cuando huía disfrazado de simple soldado. Asustado por la posible represalia por los muertos de El Alamo, Santa Ana firmó un acuerdo con Houston en el que reconocía la “independencia” de Texas.

Hasta aquí, la historia que cuentan los texanos, olvidando que la derrotada unidad de Santa Ana era una parte del ejército mexicano y que para evitar una nueva ofensiva, el presidente Jackson envió un ejército regular USA, al mando del general Gaines, que cruzó la frontera del río Sabina y facilitó el avance de las tropas voluntarias de Sam Houston, que se apoderaron de todo el territorio tejano. Las fuerzas armadas mexicanas, privadas de su presidente y jefe, y con problemas entre los generales más influyentes, se replegaron sin intentar la reconquista de Tejas, que nada importaba a la mayoría de los mexicanos, que soñaban con regresar a su capital. Cuando los últimos soldados mexicanos recruzaron el Río Grande, se cerraba un plazo de sólo quince años que habían sido suficientes para que los emigrantes "anglos" de Tejas se apoderasen del terreno que a partir de entonces seria Texas y pronunciado en inglés.


Moses Austin, nacido en 1761 en Connecticut, fue el primer
norteamericano que obtuvo autorización del gobierno español
para establecerse en Tejas, pero al morir en 1821, su tarea fue
continuada por su hijo Stephen F. Austin.


Samuel Houston nació en 1793 en el estado de Virginia y falleció
en Texas en 1863. Fue el primer presidente de la República de
Texas y también, en sucesivas ocasiones, senador y gobernador.


El general Edmund P. Gaines nació en el estado de Virginia en 1777 y
murió en Nueva Orleans en 1849. Veterano de las guerras contra
ingleses e indios, resultó varias veces herido en combate y fue condecorado por el congreso.

El artífice de la independencia fue Sam Houston, un agente nada secreto del presidente Jackson, que como enviado especial de Washington se hizo con el mando supremo de las fuerzas rebeldes tejanas. A su lado, como vicepresidente, estaba Lorenzo de Zavala, un liberal tejano, al que una pronta muerte impidió consolidar los derechos de la minoría de origen español que había luchado por el federalismo más que por la independencia. Cuando Texas se convirtió en república independiente, la población de origen emigrante de los USA alcanzaba los cuarenta y cinco mil votantes, frente a poco menos de cinco mil ciudadanos de origen hispano. Por el simple hecho del factor demográfico, la suerte de la cultura hispana-tejana estaba echada.


Lorenzo de Zavala y Sáenz nació en 1788 en el Yucatán y murió
en Texas en 1836. Periodista y político federalista, desempeñó importantes cargos y Santa Ana le nombró embajador en Francia. Opuesto a la
dictadura, se exilió en Texas y fue uno de los firmantes de la declaración
de independencia. Fue elegido vice-presidente del gobierno interino texano
en la convención de 1836 y falleció poco después.

La independencia de Texas quedó ratificada cuando fue reconocida por el presidente Andrew Jackson en el último día de su mandato presidencial. A Jackson y a su agente Sam Houston les hubiera gustado más firmar la anexión, pero Texas estaba dentro del campo de influencias del Sur y los estados del Norte se opusieron a la entrada de Texas en la Unión, pues habría inclinado la balanza a favor de una mayor fuerza política sudista en el Congreso. Hubo que esperar a mejores épocas para la anexión y la nueva nación de Texas fue reconocida internacionalmente por Inglaterra y Francia.

Una de las primeras medidas del gobierno de Sam Houston, convertido en flamante presidente de Texas, fue legalizar la esclavitud en la nueva nación, lo que deja en futilidad todas las hermosas proclamas de Travis y los demás líderes, que afirmaban lo de "denme libertad o la muerte", claro que también la Constitución USA hablaba constantemente de libertad, imitando a los griegos clásicos, pero olvidando que aceptaba un sistema esclavista.

Los problemas internos de la joven República, en la que todos tenían derechos basados en su lucha independentista y pocos deberes, obligaron a dimitir a Sam Houston, que en 1838 fue sustituido por su vicepresidente Mirabeau Bonaparte Lamar, que para resolver los graves problemas económicos de la falta de divisas estatales intentó apoderarse de Nuevo México, ya que Santa Fe era un mercado con dinero contante y sonante. Lamar conocía que en Santa Fe se estaba produciendo un enfrentamiento entre liberales y conservadores, y organizó una columna armada para aprovechar la desunión tradicional de los mexicanos. Lo malo fue que los naturales de Nuevo México prefirieron disparar contra los texanos por la novedad y el gobernador Armijo derrotó a los hombres de Lamar. Los prisioneros fueron enviados, encadenados, a México capital y tuvieron que movilizarse esfuerzos de un buen número de diplomáticos para conseguir que no fueran fusilados. La derrota texana frente a los "cobardes" mexicanos causó la dimisión del presidente Lamar y, sobre todo, puso fin al intento expansionista texano hacia el oeste y el olvido de las anheladas riquezas de Nuevo México y California, que habrían permitido la consolidación de Texas como nación independiente y rica.


Mirabeau Buonaparte Lamar nació en Georgia en 1798 y murió en su
plantación de Texas en 1859. Periodista, poeta, político y militar,
fue el segundo presidente de la Texas independiente y llevó la guerra
con cherokis y comanches.

La constante vejación de los habitantes tejanos de origen hispano por los "anglos" y los robos de ganado al sur de Río Grande motivaron un buen número de incidentes, que se saldaron con una nueva guerra en 1842. Esta vez los "cobardes mexicanos" no eran soldados regulares, sino naturales de la zona, y los guerrilleros se tomaron el desquite de la guerra anterior. Menos de mil irregulares mexicanos se bastaron para ocupar San Antonio por dos veces y en un ataque no muy cruento incluso se apoderaron de Corpus Christi.

La serie de escaramuzas y pequeñas batallas hicieron que los arrogantes y belicosos texanos huyesen hacia el norte. Para enfrentarse a los pequeños grupos guerrilleros mexicanos, Houston, que había vuelto a la presidencia de Texas, organizó tres grandes ejércitos con material USA, pero también fueron derrotados. Sólo la descarada intervención del presidente Tyler de los USA con ayuda incondicional, militar y diplomática, evitó que Texas perdiera la independencia. Como es lógico, esta guerra de 1842 es muy poco recordada por la historia oficial USA, que la minimiza, cuando no la silencia totalmente. Un hecho a destacar durante ese conflicto es que en la lejana California, que nada tenía que ver con los incidentes tejanos y de Nuevo México, apareció una flota de guerra USA y el comodoro Jones desembarcó a los "Marines" y ocuparon el pacífico poblado de Monterrey, cuyos habitantes quedaron sorprendidos por la visita armada a la que no opusieron resistencia. Jones hizo imprimir pedantes proclamas en español afirmando que venia a liberar a los californianos. Al ver que no llegaban nuevas tropas de refuerzo ni reacción de ningún tipo, el comodoro Jones hizo reembarcar a sus soldados y abandonó las costas californianas como si no hubiera pasado nada. Sus maniobras en California son la prueba de que existía un plan general contra México, que se frustró por el desastre texano en Nuevo México, y Jones quedó aislado por las malas comunicaciones de la época que le impidieron rectificar su plan de operaciones.


El comodoro Thomas C. Jones nació en 1790 en Virginia y murió en 1858.
Participó en los combates navales contra los británicos y en la guerra
contra Méjico.


El 19 de Octubre de 1842, una escuadrilla norteamericana de tres barcos de
de guerra, al mando del comodoro Jones, se presentó en la bahía de Monterey
y ocupó la plaza. Procedía de Lima y creían que había estallado la guerra
entre USA y Méjico.

La oposición de los estados nordistas a la anexión de Texas por USA desapareció cuando Francia e Inglaterra empezaron a pensar en invertir capitales en la Republica de Texas.


El presidente James K. Polk

Ante la posibilidad de que otras naciones se apoderasen del mercado en expansión del sur y suroeste, los congresistas antepusieron el interés “nacional” al de la politiquería entre estados y desaparecieron las trabas que se habían presentado en el Congreso durante años. El 29 de diciembre de 1845, el presidente Polk firmó la admisión de Texas como un estado más de la Unión. El sueño de Andrew Jackson y Sam Houston, herederos directos de Jefferson, se hacía realidad.
La consecuencia inmediata de la anexión texana fue la guerra contra México.

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