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El Western.
Mito y Rito para un Pueblo sin Historia.

Por Juan Antonio de Blas.

Para:
José Mallorquí,
Eduardo de Guzmán (Edward Goodman) y
Francisco González Ledesma (Silver Kane)
Porque en una época cerrada me enseñaron
a soñar con los espacios abiertos y la libertad.
Gracias.

Y para Jorge García,
que me dio asilo para escribir este libro.

Capítulo 2º
Capítulo 3º
Capítulo 4º
Capítulo 5º
Capítulo 6º
Capítulo 7º
Capítulo 8º
Capítulo 9º
Capítulo 10º
Capítulo 11º
Capítulo 12º
Capítulo 13º
Capítulo 14º
Capítulo 15º
Capítulo 16º

 

(…) El resultado es un desconocimiento absoluto de sus propias señas de identidad a pesar de la continua, casi omnipresente, potenciación del nacionalismo y exaltación de la bandera.

Detrás de ese nacionalismo que ellos pretenden continental, quieren que americano signifique solamente ciudadano de USA y olvidar el resto del continente, desde Canadá a la Tierra de Fuego. Tras el americanismo se esconde un regionalismo, casi un ruralismo excesivo, que pugna con el pretendido sentimiento nacional de algo que está compuesto por Estados demasiado diferentes. Pero dentro de la diversidad de patetismo y urbanismo, hay un catecismo con el que se identificaron todos: el mito de la Frontera y dentro del mito de la Frontera está la saga épica común a todos: el western.

Junto con el Jazz, el western es la única aportación exclusivamente USA a la cultura universal. El western tiene unos aspectos especiales que lo hace fácilmente reconocible y difícilmente definible. El western es algo que sabemos y sentimos, pero lo suficientemente amplio y contradictorio para que no tenga unos aspectos esenciales que sirvan para sentar cánones básicos. Ni siquiera los espacios abiertos y el individualismo pueden considerarse rasgos esenciales, pues hay western cerrado, incluso claustrofóbico, y western corales.

Pero sí hay un rasgo de obligada representación: el maniqueísmo. Aparte la clasificación no siempre acorde con la ética, tiene que haber en cada western unos buenos y unos malos que, al enfrentarse, constituyen la historia. Y esa historia, a base de acumulación de historias, es lo que han pretendido convertir en su Historia. Olvidan que la crónica de sucesos es una parte de la Historia, pero que no puede sustituir por sí sola. A eso quiero referirme cuando llamo al western mito y rito para un pueblo sin Historia, ya que en USA, anticipándose al Gran Hermano de Orwell, reescriben el pasado para que coincida con sus apetencias. Son capaces incluso de ganar en una pantalla de cine una guerra como la de Vietnam que, en la realidad, perdieron. A fin de cuentas, son gente capaz de lucir las medallas ganadas en las guerras perdidas. Y el western es una guerra perdida en el tiempo que ellos han deformado hasta convertirla en ritual y hasta en una forma de política.

A pesar de su utilización, el western está ahí como una forma de ética que solamente tiene una pega: no fue como nos lo cuentan. Y al final, la realidad ha copiado a la ficción y hoy existe en el suroeste un tipo de sociedad y mentalidad que solamente puede intentar definirse como western.

Vamos a los hechos.


Algunas notas sobre la beligerancia nacional

 

La primera noticia de la Historia de lo que acabarían siendo los Estados Unidos de América puede datarse en 1513, con el desembarco de Juan Ponce de León en la península bautizada como La Florida, por haber atracado allí sus barcos el día de la Pascua Florida de ese año. Hay que señalar que los primeros colonos españoles no se establecieron en su suelo hasta medio siglo después de la primera arribada. El primer dato histórico es español y el segundo, francés, ya que en 1536 Jacques Cartier desembarcó en Montreal e instaló los primeros puertos comerciales en un territorio que, con el paso del tiempo, será estadounidense. Y como a la tercera va la vencida, en 1620, los ingleses del barco Mayflower desembarcaron en cabo Cod, en el futuro estado de Massachusetts.

Los anglosajones se terminarían quedando con todo, tras desplazar en el norte a los franceses y en el sur, a los españoles; pero habían llegado a la tierra americana un siglo después de Ponce de León y ochenta y cuatro años más tarde que Jacques Cartier. Ni que decir tiene que los libros de texto de las escuelas estadounidenses fechan el comienzo de su historia con el desembarco del Mayflower, olvidando por completo las aportaciones francesas y españolas.


Ponce de León y Jacques Cartier.

La emigración inglesa fue masiva a lo largo del siglo XVII y los primitivos puestos de asentamiento se convirtieron en colonias que se organizaron bajo la dependencia de compañías inglesas y bajo la suprema autoridad de la Corona, que siempre se reservó los nombramientos de gobernadores y altos cargos de la administración. Las colonias, desde el principio, estuvieron encaminadas a servir a una economía agrícola determinada desde Londres y, dentro de su producción, el cultivo del tabaco fue el más extendido.

El tabaco introdujo un régimen de trabajo esclavista que impuso una importación masiva de esclavos negros procedentes del continente africano, lo que, a la larga, constituiría uno de los mayores problemas de la historia de los USA.

Ya en 1644, la Asamblea de Maryland tiró la careta y declaró que cualquier negro de la colonia sería esclavo en virtud de su color. Virginia remachó esa decisión asegurando que “ni el bautismo ni la conversión podrían afectar a la servidumbre y la libertad”, en total oposición a las doctrinas de las diferentes iglesias que mantenían que solamente podían ser esclavos los paganos e infieles.

La masiva importación de esclavos negros, comenzada por los españoles en sus plantaciones del Caribe, se hizo tan importante en las colonias inglesas que, para principios del mil setecientos, ya constituían la tercera parte de la población total. Se creó así un problema que amenazará la estabilidad de los nuevos territorios hasta después de la Guerra de Secesión y que aún no ha sido del todo resuelto en la actualidad.

Las colonias inglesas en Norteamérica nacen a la política con posiciones claramente conservadoras, a pesar de que su población proceda de las capas más humildes de Inglaterra. Entre ellas destaca Virginia que mostrará siempre ínfulas de aristocrática y ya durante la rebelión de Cronwell adoptó posturas abiertamente monárquicas. Las colonias estaban pobladas por emigrantes de las clases medias y campesinos que se auto convencieron de que eran caballeros por el procedimiento de la imitación, ya que no de los hechos. Esa fue la principal causa que motivó el nacimiento del mito del caballero del Sur, que mantendría su popularidad hasta que el final de la Guerra de Secesión, en 1865, demostró que muchos más blancos pobres que aristócratas sudistas.

En las Colonias, la religiosidad inicial, una de las primeras causas de emigración desde Inglaterra, degeneró en furibundo puritanismo y, en muchos casos, hasta en dictadura teocrática. Ese puritanismo, junto al ansia de libertad que motivó la emigración, acabó por constituir una contradicción que aún en nuestros días forma parte de la tipología social de los USA.

Un caso singular, y extremo, lo constituyen los hechos acaecidos en Salem, en 1692, en que un incidente de brujería se saldó con un proceso legal en el que catorce hombres y cinco mujeres terminaron ahorcados. El fanatismo religioso, apoyado en una ortodoxia muy conveniente a los intereses económicos dominantes, creó situaciones en las que a pesar de la tragedia casi resulta hilarantes. Así, en Virginia, en 1760, existía una próspera comunidad de negros libres que, siguiendo los sagrados principios del beneficio comercial, se dedicaban a importar esclavos negros de Africa y sirvientes blancos de Inglaterra. La Asamblea de Virginia tomó cartas en el asunto y empezó por declarar ilegal que los negros poseyeran sirvientes blancos y, después, se apoderó de sus negros.

Desde el momento en que las Colonias se consideraron consolidadas comenzaron a influir en la política británica para que favoreciera sus ansias de expansionismo. Sus esfuerzos se volcaron hacia el Norte para contener la posible amenaza francesa procedente del Canadá, colonia francesa que en esos momentos era de gran importancia estratégica para el gobierno de París.

En 1755, por su cuenta y sin declaración previa de hostilidades, el general Braddock, al frente de tropas coloniales y con la ayuda de aliados de las tribus indias, atacó a los franceses apostados en Fort Duquesne. De los 1.459 hombres, cerca del millar fueron muertos o heridos, el propio general Braddock murió a consecuencia de las heridas recibidas, y eso constituyó el prólogo de la Guerra de los Siete Años (1755-1763), en la que las fuerzas regulares inglesas del general Wolfe ganaron la decisiva batalla de Quebec y aseguraron así el predominio de las Colonias inglesas sobre el Canadá, que desapareció como posesión francesa y fue tomado como propiedad directa de la Corona británica.


Muerte en combate del general Wolfe.

A sólo doce años de esa contienda, que les ganó el ejército regular inglés, los colonos anglosajones empezaron a considerarse lo suficientemente fuertes para no necesitar tutelas y se embarcaron en la Guerra de la Independencia que se prolongaría durante seis largos años.
Continuará.


El ejército regular de las Colonias nace de las distintas milicias regionales y es desde su principio un ejército político. Desde el comienzo de las hostilidades el general Washington se hace cargo del mando supremo de todas las fuerzas armadas, pero al momento el Congreso limita sus prerrogativas en la jefatura. Solamente podrá nombrar mandos hasta el empleo de coronel y los nombramientos de los generales serán exclusivos del Congreso. En la práctica, el general Washington siempre tuvo que consultar con los políticos de los diferentes estados para los ascensos por encima del empleo de capitán y, por tanto, todos los jefes militares, sin excepción, fueron siempre miembros de familias con fuertes influencias políticas. Eso podría explicar muchos de los grandes errores cometidos por los rebeldes durante la guerra, que se alargó innecesariamente.

La población USA, que contaba con algo más de dos millones y medio de personas, podía haber armado y organizado un ejército regular de cien mil personas sin ningún tipo de problema económico o social pero los representantes de los distintos estados se opusieron a un ejército unificado y nacional, y apoyaron las milicias estatales, a las que dominaban a través del entramado político de los voluntarios. Prefirieron las milicias, a pesar de su probada ineficacia, a un ejército regular que podría convertirse en un valor político que pudiera hacerles competencia en el usufructo del poder. El ejército regular de las Colonias independentistas contaba, en 1776, el primer año de la guerra, con dieciocho mil soldados, que bajaron a doce mil antes que se acabará ese año crucial para el conflicto, y en 1778, con la guerra en pleno auge, no superaba los veinte mil hombres.

Por suerte, en ese mismo año, Francia entró en guerra contra Inglaterra, si bien la ayuda había comenzado en forma masiva el año anterior, con el enrolamiento en las filas independentistas americanas del Marqués de Lafayette.


Marqués de Lafayette

Un mes antes de cumplir los veinte años, el Marqués de Lafayette fue nombrado, por el agradecido Congreso de las Colonias, general de División, lo que no es de extrañar, ya que el Marqués había pagado de su bolsillo las armas y uniformes de los voluntarios franceses que con él se habían alistado. Un año después del comienzo de su aventura americana, Lafayette regresó a Francia y convenció a Luís XVI para que enviase fuerzas regulares francesas en ayuda de los insurgentes americanos. Ese ejército regular, que no costó nada al Congreso, fue el factor decisivo para alcanzar la victoria en Yorktown, que marcaría el final de las grandes batallas.


Batalla de Yorktown, 19 de Octubre de 1781. El teniente
general inglés lord Cornwallis se rinde a las fuerzas franco-
americanas mandadas por el conde Rochambeau y el
general George Washington.

Durante la contienda, no destacó el genio de Washington, que era un general político y no un guerrero de capacidad, y salvo Aaron Burr y algún jefe de guerrillas, pocos mandos insurgentes destacaron, salvo en la rapiña. Los grandes nombres de la gesta insurgente fueron extranjeros, como Lafayette, Kociusko, que organizó las fortificaciones rebeldes, obligando a los ingleses a tomarse en serio la contienda; Pulaski, jefe da la Caballería que murió en una carga en Savannah.


Aaron Burr, participó en numerosas batallas
y alcanzó el grado de teniente coronel. Abogado,
fue senador y el tercer vicepresidente de los
Estados Unidos.



Tadeusz Kosciuszko, nombrado coronel de ingeniero,
se encargó de la construcción de numerosas fortificaciones
y alcanzó la graduación de general de brigada.


El polaco Casmir Pulaski murió a consecuencia de
las heridas recibidas en la batalla de Savannah en 1779.
Tenía 32 años.

Además de los inevitables polacos, que estaban por todo el mundo cono mercenarios, destacaron los alemanes, como el aventurero Von Kalb, que murió al frente de sus hombres en la batalla de Camdem. Y sobre todos, destaca el general Von Steuben que fue el eficaz organizador de las tropas insurgentes y al que Washington nombró inspector general para que no rivalizase con él por el mando supremo de las fuerzas armadas americanas.


Johann von Robais, Baron de Kalb, compañero
de Lafayette, mandó una división y murió en la batalla
de Camdem, a la edad de 59 años.


Friedrich Wilhelm von Steuben, uno de los padres
del ejército americano, jefe del Estado Mayor
de Washington y, más tarde, inspector general
del ejército.

La Armada insurgente, pomposamente llamada Marina Continental, fue echada a pique en su casi totalidad por las fuerzas navales inglesas y sólo la intervención de los buques franceses y españoles impidió el bloqueo naval de las Colonias. Está fuera de dudas a pesar de lo que digan las historias oficiales, que la guerra de Independencia
Norteamericana fue una guerra internacional perdida por Inglaterra y no una rebelión triunfante de los insurgentes americanos. Con respecto a la ideología de la población de las Colonias durante la Guerra de la Independencia, el historiador y sociólogo norteamericano Elliot Manson ha calculado que el diez por ciento de los habitantes era partidario leal de la Corona, el cuarenta por ciento rebelde y el restante cincuenta por ciento indiferente.

Sobre la figura del padre de la patria, George Washington, el peso de la admiración de la historia oficial no ha podido ocultar algunas verdades evidentes, entre las que destacan su escasa inteligencia, su abundante incultura, su desmedido egoísmo y su gran avaricia. Era un plantador de Virginia al que las relaciones políticas convirtieron en coronel de las milicias de su estado natal.

Combatió bastante mal en la guerra del Canadá,en la que hizo fusilar a un oficial francés que actuaba de parlamentario, lo que le granjeó fuertes antipatías entre la oficialidad inglesa del ejército regular. Su influencia política en Virginia, acrecentada por la fortuna de su mujer y el peso del grupo conservador al que representaba, le llevó a la jefatura suprema del ejército insurgente sin que hubiese demostrado ninguna capacidad especial para el alto cargo.

Durante la primera fase de la contienda fue totalmente batido en Long Island, aceptando un combate contra los ingleses en las llanuras a pesar de que, inicialmente, sus tropas ocupaban posiciones de mayor altura. Su “genialidad” costó a los rebeldes más de un millar de bajas y para escapar del enemigo organizó una retirada estratégica en la que perdió hasta la ciudad de Nueva York.

Al año siguiente, volvió a demostrar “su probada capacidad” y fue derrotado en Germantown, lo que motivó que un grupo de oficiales conspirase para destituir a Washington de su puesto de comandante en jefe, pero las sólidas relaciones de éste con los políticos más influyentes del Congreso le mantuvieron en el cargo. Al año siguiente, la decidida participación francesa hizo que la balanza se inclinase de su parte y el bando insurgente empezó a ganar la guerra. Una guerra que terminó en 1783 con la Paz de París, por la que los Estados Unidos de América nacían con unos límites que llegaban hasta el Mississippi en el oeste; al norte, hasta la frontera canadiense, y al sur, hasta los límites de la posesión española de La Florida.

Hay que señalar que en esa guerra de independencia, mitificada hasta extremos increíbles en la hagiografía americana, apenas hay referencias a la ayuda política y militar de España, que también participó en las hostilidades contra Inglaterra. Poca gente ha oído hablar de la gesta protagonizada por Bernardo de Gálvez y sus hombres, que inmovilizaron en el escenario sur de la guerra a fuertes contingentes ingleses que, de no estar allí apostados, pudieron hacer cambiar el curso de los acontecimientos. Incluso las batallas de Mobile y Pensacola fueron exclusivas entre los ingleses y los españoles de Gálvez, sin que los insurgentes americanos pisasen el terreno.


Bernardo de Gálvez y Madrid, conde de Gálvez,
era el gobernador de la Luisiana Española. Combatió
a los ingleses y les venció en varias batallas, liberando
el curso bajo del Mississippi, conquistando Mobile y Pensacola, y recuperando la Florida occidental.
La ciudad de Galveston, en Tejas, lleva ese nombre
en su honor.

De la actitud de Gálvez con los nativos da cuenta el hecho de que al año siguiente de la Paz de París, las naciones indias de los Creek, Cherokes y Choctaw se pusieran bajo la protección de la Corona española, que tenía guarniciones en Natchez y lo que posteriormente sería Viksburg, y no quisieron saber nada de los recientemente formados Estados Unidos. Parece que los indios ya conocían bien a los colonos independizados.
Continuará.

Los Estados Unidos de América nacieron divididos en dos grandes grupos de presión: el sur rural y el norte industrial, armador y financiero. La vida política se estructuró en dos partidos: el federalista, encabezado por Alexander Hamilton, y el republicano bajo la tutela de Thomas Jefferson.


Alexander Hamilton y Thomas Jefferson

Alexander Hamilton, primer secretario de Hacienda de los Estados Unidos, tenía una filosofía democrática bastante particular y llegó a escribir: "Todas las comunidades se dividen entre pocos y muchos. Los primeros son los ricos y bien nacidos. Los otros, la masa del pueblo turbulenta y cambiante que rara vez juzgan o deciden con juicio. Dad, por tanto, a los primeros, una parte específica y permanente en el Gobierno". A Hamilton y sus veleidades aristocráticas puso fin una bala del vicepresidente, y aventurero, Aaron Burr, que se lo cargó en un duelo.

Una vez expulsados los ingleses, las miras de los ex-colonos se dirigieron hacia el enemigo interior y en 1791 se organizó una campaña militar contra los indios de la frontera canadiense, campaña que acabó en el desastre más grande y silenciado de las guerras indias. La columna al mando del general Saint Clair, un protegido del presidente Washington, terminó en una matanza del millar de soldados de Saint Clair. Una matanza que causó consternación en la joven República y que marcó el principio de una campaña de exterminio sistemático para resolver el problema indio.

Tres años después del desastre, el ejército USA, al mando del general Wayne, obtendría una cumplida venganza en “Arboles caídos", eso sí, contra indios distintos a los de la anterior campaña y a los que se obligó a abandonar el territorio en el que se levantaría Detroit.


General Arthur Saint Clair fue derrotado en la batalla del río Wabash por la confederación de tribus indias en Noviembre de 1791. El general Anthony Wayne venció a los indios en la batalla de los Arboles Caídos, en Agosto de 1794.

La beligerancia de los estadounidenses, pronto conocidos como yanquis, no perdía ocasión de manifestarse en busca de beneficio y en 1798 se embarcaron, nunca mejor dicho, en una guerra naval contra la Francia Revolucionaria, a pesar de las similitudes ideológicas de lucha por la libertad. La contienda no fue más que una sucesión de actos de piratería, pero el gobierno estadounidense aprovechó la ola de patriotismo para autorizar la creación de la Escuela Militar de West Point, que se convertiría en el símbolo sagrado del militarismo USA.

En 1800, aprovechando su hegemonía europea, Napoleón consiguió la devolución a Francia de la colonia de La Louisiana, que estaba en manos españolas desde 1760. Tres años después, el emperador vendió la colonia francesa al gobierno estadounidense por doce millones de dólares, que necesitaba para equilibrar su economía, bastante afectada por las continuas guerras en el viejo continente.

La expansión comenzaba en serio y ya un año antes de la compra, el presidente Jefferson encargó a los oficiales del ejército regular, Lewis y Clark, una expedición que, en dos años de exploraciones, abriría las puertas del Oeste a los nuevos colonos. El final de la expedición coincidió con el fracaso del ex-vicepresidente Burr que, influenciado por el ejemplo de Napoleón, trató de construir un imperio personal en la zona del suroeste, bajo el dominio español. Burr fue traicionado por su lugarteniente Wilkinson, pero en el posterior consejo de guerra resultó absuelto, lo que indica que su imperio no fue, tan estrictamente personal y contó con la complicidad del aparato de estado USA.


Los oficiales Meriwether Lewis y William Clark dirigieron
la expedición que cruzó en 1804/6 los territorios entre el
Atlántico y el Pacífico. En 1793 el escocés Alexander
Mackenzie había atrevesado Canadá de costa a costa.

En 1811 estalló una de las principales guerras indias, protagonizada por el jefe Tecumseh y su pueblo. Fruto de esa guerra será la fama del general Harrison que llegará, treinta años más tarde y merced a esa fama, a ser presidente de los Estados Unidos. Washington fue el iniciador de la larga lista de presidentes que llegaron al gobierno con el único mérito de sus victorias bélicas, algunas de las cuales solamente existieron en la imaginación de los periodistas que las escribieron. Muchos generales
verían en las guerras indias la posibilidad de llegar a los más altos puestos políticos gracias a acciones bélicas afortunadas y de ahí la explicación de muchas matanzas de indios en tiempo de paz.


Tecumseh (1768-1813) fue jefe de la tribu Shawnee y líder de la alianza india.


William H. Harrison (1773-1841), general y político,
fue el noveno presidente USA.

Aprovechando el punto álgido del enfrentamiento entre Inglaterra y la Francia de Napoleón. Los belicosos estadounidenses vieron la posibilidad de sacar ganancias sin apenas tener que encarar pérdidas. Los políticos del Sur querían una guerra contra Inglaterra en la que se pudiera robar a los españoles, aliados inermes de los británicos y sin capacidad de respuesta por estar la península ibérica ocupada por tropas francesas. Los políticos del Norte también estaban a favor de la guerra contra los ingleses, pero veían más necesaria la ocupación del Canadá, y como todos estaban de acuerdo en la necesidad de la guerra, la declararon a Inglaterra sin ningún motivo que la justificara. La posibilidad del beneficio fue la exclusiva causante de la declaración de hostilidades, que se firmó el dieciocho de junio de 1812.

Los gobernantes de Washington habían realizado sus cálculos. Canadá contaba con una población de medio millón de personas y unas fuerzas armadas de guarnición que no pasaban de los cinco mil soldados británicos. Frente a ese dato, estaba la pujanza de Estados Unidos, que ya tenía siete millones y medio de pobladores y siete mil soldados perfectamente equipados. Las cuentas que echaron los USA no debieron contar todos los factores decisivos, ya que la invasión del Canadá terminó en desastre. El general Harrison, que había vencido a los indios en Tippecanoe, sufrió derrota tras derrota ante las tropas inglesas, que se estabilizaron en la frontera por carecer de fuerzas para invadir el territorio USA, y la estabilidad quedó afirmada con la muerte de Tecumseh que destruyó la Confederación India que había formado. Precisamente, en una de las escaramuzas contra los indios, el coronel Johnson aseguró que él en persona había logrado herir mortalmente al jefe indio, y esa afirmación, sin pruebas, le serviría para llegar a la vicepresidencia de los Estados Unidos. La escasa gloria de las guerras indias se traducía en abundantes beneficios promocionales.

Durante el ataque al Canadá, en la ciudad de York, voló un gran depósito de pólvora y allí murió el general Zebulón M. Pike, que había alcanzado gran fama de explorador en los territorios del suroeste cuando era un simple teniente. Con Pike murieron trescientos soldados y los yanquis incendiaron la población como represalia, aunque el incidente se produjo después de la rendición.


Richard M. Johnson (1780-1850) fue coronel y senador,
y el único vicepresidente USA electo. Zebulon M. Pike
(1778-1813), militar y explorador, fue capturado por los
españoles en Nuevo México y puesto más tarde en libertad.

La guerra permaneció estable hasta que la derrota de Napoleón en Europa hizo que Inglaterra pudiera enviar tropas de refuerzo hacia el escenario bélico norteamericano en 1814. Con ese refuerzo, los ingleses atravesaron la frontera canadiense y ocuparon la capital, Washington, en la que prendieron fuego a los edificios oficiales pero respetaron las casas particulares, cosa que los yanquis no habían hecho durarte su invasión del Canadá.

En el sur, las fuerzas armadas USA se convirtieron en un ejército disciplinado cuando el general Jackson empezó a fusilar a desertores y maleantes. Antes de enfrentarse a los ingleses, dirigió sus tropas contra los indios y los derrotó en Tohopaka. Como consecuencia de esta batalla victoriosa, se abrieron a los colonos blancos la mayor parte de las tierras del futuro estado de Alabama.


El general Andrew Jackson (1767-1845), militar y político,
fue el séptimo presidente USA.

El quince de enero de 1815, se produjo la batalla de Nueva Orleáns. Los valientes y vociferantes fusileros de Kentucky huyeron despavoridos ante un regimiento inglés formado por soldados negros de las Indias Occidentales, pero cuando la batalla parecía ganada, el comandante inglés lanzó un ataque frontal contra las posiciones fortificadas del general Jackson, que los acribilló. Tres generales ingleses murieron sobre el campo de batalla y con ellos, el cuarenta por ciento de sus cinco mil hombres. El último general inglés tuvo un ataque de sentido común y aguantó el campo durante dos días, para emprender después la retirada con sus maltrechas tropas. La retirada no fue obstaculizada por el general Jackson, que no se atrevió a salir de sus fortificaciones y destruir por completo al adversario británico.


General británico Edward Pakenham, nació en el
castillo irlandés de Tullynally, en 1778. Su hermana
Catherine se casó con el duque de Wellington, junto
al cual participó de forma destacada en la guerra
contra Napoleón en la península ibérica. Nombrado
comandante de las fuerzas británicas, falleció en la
Batalla de Nueva Orleans a los 36 años de edad.

Fue una de las batallas más estúpidas de la Historia, ya que la paz entre USA e Inglaterra se había firmado dos semanas antes del choque en la ciudad de Gante, pero aún no había llegado la noticia del armisticio a Norteamérica. Al menos, sirvió para cauterizar el orgullo herido de los USA después de las múltiples derrotas y, sobre todo, sirvió para carrera política de Jackson, que se convertiría en uno da los presidentes más expansionistas, bajo cuyo mandato se abriría a los colonos anglosajones las codiciadas tierras del suroeste, bajo dominio español.

En la década de 1820 al 1830 comenzó la segunda gran emigración hacia los Estados Unidos. Los emigrantes procedían de la Europa asolada por las guerras, e incluso empezaron a aparecer colonos procedentes de los países nórdicos, que se convertirían en influyentes minorías. Esa gran emigración supuso algo más de medio millón de nuevos pobladores, de los que el cuarenta y cuatro por ciento eran irlandeses, el treinta por ciento alemanes y sólo el quince por ciento procedía de Inglaterra. También en esa gran oleada emigratoria llegaron los primeros emigrantes polacos, que formaran fuertes minorías en las zonas mineras.

El desmesurado crecimiento de la población blanca coincidió, precisamente en 1830, con el acta de deportación de los indios con que el gobierno de Washington pretendía concentrar a todos los indios al oeste del río Mississippi. Esto determinará el comienzo de la segunda época de las guerras indias.

La guerra empezó contra Halcón Negro, jefe de los sioux de lllinois y terminó con el exterminio casi total de los nativos y la deportación de los escasos sobrevivientes. Entre los soldados que participaron en esta campaña estaba un teniente de milicias llamado Abraham Lincoln y un oficial del ejército regular, el capitán Jefferson Davis. Los dos
serán los futuros responsables de la guerra de secesión, al presidir Lincoln la Unión, y Davis, la Confederación.


Halcón Negro (1767-1838) líder guerrero siux.

Coincidiendo con esta campaña surgieron conflictos en Florida con los indios seminolas, que nunca los habían tenido con los anteriores ocupantes españoles. Los conflictos acabarán por convertirse en una larga guerra que se alargará durante diez años y que costará más de dos mil muertos al ejército americano por la resistencia de Osceola y sus guerreros, refugiados en los pantanos y manglares. Los problemas en Florida venían de tiempo atrás. Ya durante la guerra de 1812 contra los ingleses, el general Jackson invadió la Florida española pero tuvo que abandonar la conquista ante la aparición de tropas británicas delante de Nueva Orleáns. Reincidiendo en 1817, el ejército regular USA atravesó la frontera de Florida con el pretexto de capturar esclavos negros huidos a las zonas libres de los indios semínolas. Una patrulla de cuarenta soldados fue exterminada en el río Apachicola y el general Jackson movió a todas sus tropas para ocupar la colonia española, pero la intervención diplomática del embajador español destrozó sus planes de expansión. No obstante, Madrid no quería problemas y como necesitaba dinero, vendió Florida a los estadounidenses por cinco millones de dólares. El gobierno español cedió también, sin compensación alguna, sus derechos sobre Oregón. Desde ese momento empezaron los roces entre nativos y colonos que solamente terminarían con la traición y el asesinato del jefe Osceola. Fue una época en la que el ejército USA tenía que hacer horas extra, pues, además de las campañas reseñadas, se encargó de expulsar a los indios Cheroke de sus tierras hacia el interior del territorio que será conocido como "Territorio Indio”. En esa gran deportación de 1838, murieron, debido a lo extenuante de las marchas forzadas, la cuarta parte de los indios que emprendieron el camino del destierro.


Osceola (1804-1838), que tenía mezcla de sangre irlandesa
y creek, y había sido conocido primero como Billy Powell,
emigró con su madre a Florida tras la derrota creek de 1814
y se convirtió en el principal asesor del gran jefe Miccanopa
(dcha). Osceola (izq.) fue el jefe más importante en la
segunda guerra seminola.

Todavía cuando estaban en plena guerra contra México, en 1848, el ejército USA encontró oportunidad para seguir los planes del gobierno y abrir todos los territorios indios que encontraba para que fueran ocupados por los colonos emigrantes, que de esa forma dejaban de ser un problema en las ciudades del Este. En Oregón estalló la guerra Cayuso debido a que una misión evangélica, la Withman, fue asaltada y sus encargados asesinados por indios desconocidos que no pudieron ser identificados. El ejército aprovechó la ocasión y aplastó a los Cayuso y procedió a ocupar inmediatamente sus territorios. Fue en esta guerra donde cuando apareció el sarampión entre los indios, causando una terrible mortandad ya que era una enfermedad nueva para los nativos contra la que no tenían defensas. Fue una enfermedad contagiada por los blancos al dejar abandonadas ropas y mantas infectadas por el virus para que fueran utilizadas por los indios. Es la primera guerra tóxica que aparece en la Historia y marca el principio de una forma de exterminio planeada con bases científicas, que incluirá el aniquilamiento de los bisontes para que los indios cazadores murieran de hambre.


Los jefes cayuso Tiloukaikt and Tomahas, que terminaron
sus días ahorcados en Oregón tras un juicio inicuo.

Solamente Henry Clay alzó su voz en el Congreso para denunciar las tropelías y defender los derechos de los indios, a partir de las sesiones de 1835. La actitud le honra, pero ni que decir tiene que no le hicieron el menor caso. Las masas adoraban a los matadores de indios, uno de cuyos máximos ejemplos era el general Harrison, el vencedor de la batalla de Tippecanoe, que se encargó de difundirla como si hubiese sido la salvación de los USA ante el peligro indio. Semejante tipo fue el encargado del consulado USA en Colombia y parece que quiso dar lecciones a Simón Bolívar de cómo debía portarse un presidente republicano. Por suerte para él, Bolívar resistió la tentación de colgarlo para que no le molestase. Harrison, gracias a sus batallitas indias, llegó a la presidencia de Estados Unidos, pero, por suerte para su nación, se murió de una pulmonía al mes justo de jurar el cargo. De estos generalotes belicosos e incapaces estuvo llena la historia de USA del siglo XIX.


Henry Clay, nació en 1777 en un pueblo de Virginia, fue
senador por Kentucky y secretario de Estado, se opuso a la
anexión de Tejas y a la guerra con México, y apoyó la
creación de Liberia, en Africa, para acoger a los negros
libres. Murió en Washington en 1852.

No es casualidad que el partido del presidente Jackson escogiera como emblema la figura de un asno. Jackson, y eso se convirtió en una premisa de la política interior USA, presumió de su gran ignorancia como si fuera una virtud, lo que, lógicamente, halagaba a sus nada ilustrados votantes. La ignorancia fue ensalzada como equivalente de la honradez política, en una tergiversación en la que el ruralismo pretendía ajustar cuentas con la ciudad y sus lechuguinos, a los que despreciaba.

La tergiversación de Jackson sigue vigente y el burro sigue siendo uno de los dos principales símbolos de la vida política en USA. Una vida política manifestada por una beligerancia continuada desde los principios de la República que, a base de expolio, se convirtió en un país continental.

Continuación: Capítulo II. Exploradores y Rutas.