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Oficina de Defensa del Anciano         Asturias Republicana
   
   


Muchos de los "niños de la República" están encerrados en esos hospitales clandestinos que llaman residencias de ancianos
Viernes de Pasión y de República


Por Marcelino Laruelo.


Ha querido el calendario que coincidiesen en el último viernes, 14 de abril, dos grandes acontecimientos en la historia de la humanidad: la muerte de Jesucristo en la cruz y la proclamación de la II República española, una república que fue también un destello de esperanza para el mundo y acabó siendo torturada y asesinada por las mismas fuerzas del mal que llevaron a la humanidad al crimen sin parangón de la IIGM.

Vive y deja vivir. Si yo fuera cristiano, que lo fui, iría a ver a los pobres y a los necesitados, y les ayudaría y haría el bien. Pero ningún Mariano Rajoy va nunca a lavar los pies a diez personas de las que no tienen dónde trabajar para ganarse la vida o de las que sufren la perpetua en una residencia de ancianos. Si yo fuera republicano, que no sé si lo seré, no iría en esta fecha a los cementerios, donde están los santos que sufrieron martirio, sino que celebraría con alegría un día de esperanza en un futuro mejor.

De aquellos “niños de la República”, muchos de ellos hijos y hermanos de los santos de las fosas comunes, unos cuantos miles están encerrados en esos hospitales clandestinos que llaman residencias de ancianos. Podríamos, como dice el papa Francisco, ir a visitarles y ofrecerles unos minutos de cariño, de comprensión, de solidaridad. Podríamos, de igual modo, salir a la calle a manifestarnos por la paz en el mundo y contra la injusticia y el dolor que provocan el militarismo, el fanatismo, el clericalismo y las fuerzas del mal.

Hace unas semanas, en una de esas residencias se celebró la asamblea anual de la asociación de residentes y familiares. El presidente de la asociación detalló al céntimo los ingresos y gastos de los mil y pico euros del presupuesto anual. Junto a él, se sentaba la nueva (pero veterana) directora de la residencia, que debe de ser la cuarta o la quinta que conocemos en estos años. Por lo que se ve, la “confianza” y la “idoneidad” para el cargo son cosas muy volubles.

Ancianas que tienen una caída por la noche y se tiran dos o tres horas en el suelo hasta que algún “residente” de esa planta oye las voces y puede dar aviso. Ropa que desaparece, se pierde o se destruye. Comida que no gusta o que se sirve fría. Personas que se quejan de que no pueden pegar ojo por la noche porque, como la habitación es doble, al estilo hospitalario, les ha tocado en suerte alguien que está mal de la cabeza y pasa la noche gritando. ¿Tienen derecho a la intimidad los ancianos? Tantas y tantas cosas que recuerdan al peor de los cuarteles, solamente que apoquinando 1.435 euros al mes.

Como es natural, la directora de la residencia, al igual que sus antecesores, no presentó ni un número ni una cuenta, nada. A pesar de lo que dice la ley. Habrá que preguntarle a Rodríguez-Vigil qué opina de esta práctica de la Administración asturiana que consiste en aplicar las teorías contables de Gonzalo Fernández de Córdoba a los ancianos.

Allá, en las playas lejanas del recuerdo, como barcas varadas, están los que se fueron. Y hoy, Pablo Ardisana, como tú escribiste, escribo yo en este papel tu nombre, “con letras bien dibujadas. Tan solo por que te nombren”.