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La película empieza viéndose a un chavalín de 18 años despedirse de sus padres en el portal de una casa de la calle Oriental, en La Calzada
Un miliciano
Por Marcelino Laruelo.
(03-03-2017)


El guión ya está escrito y así se titulará la película: Un miliciano. Para dirigirla se había pensado en G. Lawrence, pero, según información confidencial de la agencia Se lo Juro News, el ayuntamiento (de tierra) de Gijón quiere ficharle para dirigir el Festival Internacional de Cine de Gijón (FICG). Lawrence reúne todos los requisitos y domina al inglés, incluso en alta mar. El problema puede estar en que, al ser “De Arabia”, igual en la comuna municipal (de tierra) le ponen el veto.

La película empieza viéndose a un chavalín de 18 años despedirse de sus padres en el portal de una casa de la calle Oriental, en La Calzada, y coger el tranvía para El Musel. Era a finales de Abril de 1936. Y el guión continúa cuando el rapaz, con el petate al hombro, sube a bordo del mercante Conde de Zubiría y le enrolan como “marmitón” para ayudar en la cocina y en el avituallamiento. El barco, de casco de hierro y unas cinco mil toneladas de carga, pertenecía a la flota de Altos Hornos de Vizcaya y se dedicaba al cabotaje de carbón y mineral de hierro, principalmente. Hay que madrugar para encender los fogones, pelar patatas y obedecer; aguantar las bromas y alguna novatada, y pasar algún temporal en el que hubo que amarrar las tarteras y todo el mundo se mareaba… Pero es llevadero, se come bien y se disfruta “viendo mundo” al subir por la ría de Bilbao, al entrar en Pasajes o atracar en Coruña.

Estalla la guerra y les coge pasando el Estrecho, rumbo a Tarragona. Aviones que les sobrevuelan, cañonazos en la lejanía, destructores que les cruzan a toda máquina. Noticias y rumores contradictorios circulan entre la tripulación. Fondeados en Valencia sin bajar del barco. En el puerto de Tarragona, un grupo de la tripulación, nuestro protagonista entre ellos, pidieron la cuenta, se desenrolaron y saltaron a tierra. Agosto del 36: revolución y confusión. Carnet de la CNT en el bolsillo, pero volver a Asturias se ha puesto difícil. Pasan las semanas. En Valencia, tiene suerte y consigue embarcar a bordo del Amboto Mendi que va a intentar llegar a Bilbao. Hay desconfianza y todo el mundo está en guardia. La salida se posterga varias veces. Afrontan el paso del Estrecho de noche y consiguen forzarlo. Se adentran en el Atlántico navegando muy alejados de tierra y hacen un gran arco en el Cantábrico. Finalmente, arrumban a Bilbao y llegan al Abra sin novedad: es el diez de Noviembre. Gijón ya está cerca, aunque hagan falta papeles y autorizaciones.

Calle Oriental de La Calzada: padres y hermanos que abrazan, amigos y vecinos que saludan y felicitan, y una novia que aguarda con besos de amor, paz y vida en un país lleno de odio, guerra y muerte. Voluntario en la Batallón que manda Víctor Alvarez, un cenetista de la Fábrica de Moreda amigo de casa. Unos días de instrucción y al frente de Oviedo. Ofensiva de Febrero de 1937, en el Monte los Pinos, como ayudante de ametrallador. La explosión de una bomba le hiere en el pie. Se pone una goma en la pierna para cortar la hemorragia y sigue en aquella lucha terrible en la que se alcanzan los parapetos de la artillería enemiga. Pasa mucho tiempo antes de poder recibir la primera cura. Cuando puede llegar a un hospital, la pierna presenta ya muy mal estado. Gangrena y amputación por encima de la rodilla: ¡Cuántos muertos de aquella batalla en la que se derrochó tanto heroísmo no darían su pierna por seguir estando vivos!

Convalecencia en Gijón y boda, es el triunfo del amor sobre la guerra. Evacuación en barco a Francia, y en Cataluña, refugiados en Súria. Llega la primera hija y hay que huir de nuevo a Francia. En un campo de concentración de Las Landas nació la segunda hija. Avance alemán y retorno forzado a España. La vida vista por un marmitón al que la guerra hizo miliciano. La película podría terminar cuando la familia regresa a España, o continuar hasta el consejo de guerra en Ferrol y retratar toda la miseria de la posguerra vivida por un hombre con una pata de palo. Son cosas del metraje, del director y el productor, de las conveniencias comerciales. El guión continúa el relato hasta 2007, cuando un nieto del miliciano, en el Archivo de la Marina, en Ferrol, lee uno a uno todos los folios de la monumental obra burocrática del consejo de guerra a un simple miliciano: Condena, 12 años de prisión. Pasó la causa por almirantes, ministros de Marina y hasta S. E. el Generalísimo…Tuvo suerte y esquivó la prisión, y en Septiembre de 1950, el capitán general del Departamento Marítimo del Cantábrico le concedió el indulto. Fin.