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Esta comuna que manda en Gijón igual va a pasar a la historia por echar unos camiones de tierra en el "Solarón"
Toros

Por Marcelino Laruelo.

España, lo dicen los hispanistas y los anarquistas, que son los que mejor nos conocen y entienden, es una plaza de toros, la arena, el Ruedo Ibérico, porque el coso taurino es la más perfecta representación de lo que es este país, desde la más alta magistratura, casi invisible en el palco, hasta los areneros que borran las huellas del crimen con sus rastrillos. Allí están las eternas dos Españas, que no son las de sol y sombra. La España que labora, el pueblo llano, el pueblo trabajador, el pueblo explotado y estafado no está en los tendidos ni en las gradas, sean de sol o de sombra: el pueblo es el toro. Porque, ¿qué es la vida sino el entrar a engaños, recibir banderillas y puyas, correr de aquí para allá, a la espera de la estocada final que nos deje para el arrastre, en medio del jolgorio del “respetable”?

Pasó la Feria de Begoña, con sus toros mansurrones y perezosos: la juventud tampoco embiste. Adormecida por los piensos, descastada en los pesebres, engañada por los cencerros, atolondrada por la cacharrería electro-informática, sin rabia ni trapío, recibe el castigo y acepta su suerte. Dos generaciones condenadas, dos generaciones perdidas. Pero salen a hombros los “matadores”: Mariano, Sánchez, Pablo y Ribera, con sus millones de votos en las alforjas. Se sabe: esto no son toros, ¡para toros, los de antes: los del 34, los del 36, incluso los del 75...! Que lo de ahora son ovejos entrados en kilos y subvenciones.

Los y las maletillos y maletillas del Ayuntamiento (de tierra) de Gijón parece como si estuvieran tocados por la galbana agosteña y el sesteo marianista: la comuna municipal (de tierra) está a verlas venir. Que no a verlos venir: al presidente del gobierno regional, al alcalde de León y a los de las cuencas: ¡Jolín con la educación! No se cuelan en el callejón ni saltan al ruedo a dar los dos pases de la gloria o de la muerte: hoy, no; mañana: que ese toro llamado Paro mete miedo, que ese toro llamado Gijón tiene resabios... Y mañana nunca llega.

Ya que no toros, cabría esperar que, por lo menos, sí becerros y novillos: Si el túnel de Aboño estuviera en Somió, nunca se hubiera cerrado. Pero como “solamente” sirve para comunicar a Candás y Carreño con el Hospital de Jove y con Gijón y La Calzada (y viceversa), entonces: ¿qué importa que el pueblo tenga que dar rodeos y soportar atascos (que también contaminan, innecesariamente, además) ¿Qué dicen el señor presidente y la señora vicepresidenta del Ayuntamiento de Mar con sede en El Musel? Y de pórticos y nubes de carbón, ¡para qué vamos a hablar!

Por favorecer la especulación urbanística, nos fastidiaron la entrada en Gijón por Sanz Crespo, ¿por qué no se humaniza y racionaliza ese trozo de ex autopista y se prolongan las calles perpendiculares y permiten los giros en ambos sentidos? La carretera de La Vizcaína está en el gijonés barrio de El Parrochu, salvo que los del bable de máquina lo hayan borrado del nomenclátor municipal. ¿Por qué cortaron a La Vizcaína en el entronque con Carlos Marx obligando a dar otra gran vuelta? Conducir en curva y dando rodeos, tan propio de Gijón, también aumenta la contaminación. Y los semáforos mal regulados, igual.

En veinte días, se levantó La Tribunona de El Molinón para el partido España-Italia. Claro que se contaba con la “tecnología” de 1928, no como ahora, casi cien años después, que para “reformar” la Escuela de Comercio llevan la intemerata: ¡Y ya veremos cómo la dejan! De controlar la contaminación del aire y el agua, de depuradoras y emisarios, hagamos mutis. Y para que la fuente de El Carmen vuelva a funcionar: ¿le tendrá que mandar la señora Taboada unos técnicos a la señora Moriyón?

Las corridas duran unos días, pero al pueblo español llevan siglos toreándole. Y esta comuna que manda en Gijón, igual va a pasar a la historia por echar unos camiones tierra en las vías del Solarón. C’est la vie.