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A los periodistas palmeros no les gusta la empanada.


Por Carmelo de Samalea.


Será porque engorda.

Los periodistas palmeros son unos virtuosos que cogen la pluma con la boca para poder escribir el cotidiano halago al mandamás y aplaudirle al mismo tiempo. Es España tierra de palmeros y son legión los que no necesitan guantes por el invierno.

En las redacciones asturianas lo primero que se le pregunta a un aspirante es si sabe tocar las palmas. Lo de redactar es asunto menor, no importa mucho, que ya se encarga Microsoft de facilitar la tarea de copiar y pegar los comunicados, declaraciones y rumores oficiales. Otra cosa que se valora mucho es tener un master en flamenquismo gubernamental.

Hay que advertir que periodista palmero no es lo mismo que periodista de célula mediática o periodista de gabinete de comunicación. El periodista palmero pertenece a la clase de tropa, mientras que los otros están encuadrados en el cuerpo de oficiales superiores como miembros del comisariado político que son, con sus galones y sus ascensos por méritos de guerra (mediática).

Los periodistas palmeros suele agruparse y formar coros y grupos escénicos alrededor de la noticia gubernamental y son su acompañamiento imprescindible y el aplauso necesario. Muchos de ellos y ellas también taconean y guitarrean, le dan a las marimbas y a las castañuelas, y bailan con sus mantones coloristas y sus trajes camperos para alegrar y hacer tragable el penoso fandango de la mentira oficial.

Cuando el delegado del gobierno, señor Trevín, dice que el tramo Unquera-Llanes estará finalizado en... Nuestros periodistas palmeros comienzan con su actuación: “¡Arsa! ¡Qué arte tiene mi niño! ¡Viva Pancar, que huele a eucalipto y azahar!...”

Si al presidente de la Autoridad Portuaria le da por arrancar la moto de las autopistas marinas, los escribientes palmeros se ponen a cantar, acompañándose de las palmas, claro, el clásico popurri muselero: “¡No hay quien pueda, no hay quien pueda, con la gente marinera...! ¡Cimadevilla, tu eres el barrio mejor...! ¡Ole, con ole y olé, desde mi ventana el sobrecoste no quiero verlo! ¡Una lágrima cayó en la arena...!”

La presencia de su majestad el príncipe autonómico Vicente Alvarez Areces lleva a los periodistas palmeros al borde del trance y más de uno ha estado a punto de tragarse el bolígrafo y dislocarse las muñecas. Cuando Areces, por ejemplo, declaró que los enlaces de la autovía minera estarían terminados antes de que acabara el siglo (XXI), un estruendo de aplausos interrumpió la rueda de prensa palmera, mientras se oían gritos de: ¡Azuquiqui! ¡Viva Triana! ¡Olé tu arte!, que acabaron fundiéndose en uno sólo: ¡torero, torero, torero!

Si se trata de que el consejero/a considera una ineludible necesidad la construcción de una planta incineradora de residuos o de un pantano en un parque natural, ahí están los palmeros, como siempre, con su "¡traca-traca-traca-trá!", su "¡a chilipún, a pun!, ¡a chili...!", en apoyo del que manda.

A la alcaldesa de Gijón la llaman "la niña pastori de la vespa", entre Arenal, Campoamor y La Pasionaria, y le cantan a la reja el repertorio más proletario del cante de las minas. Y el palmeo es una amorosa ovación permanente que no deja oír los lamentos y susurros de camisas y astilleros.

El concejal de urbanismo, que no compra empanada porque ya tiene bastante, es el promotor de rascacielos y campaniles como "hitos" (de la especulación urbanística) a la entrada de Gijón... Ahí sí que se vuelcan los periodistas palmeros: “¡Que me venden el piso, que me venden el piso! ¡Ozú, que arte tiene mi niño con el cartabón!...”

Palmas y más palmas y más palmas y más palmas. El profesional de la pluma y el aplauso ni siquiera coge la gripe porque, para agradar, se ha vacunado tres veces.

Palmas y palmas y palmas, ovación sinfónica para que no se escuche a esos “saboríos” con tanta empanada mental, que se pasan la vida diciendo a todo que no: “¡Que no se puede aguantá, pisha!”. “¡Malaje! ¡Que son tos unos malajes!”

A los que nos gusta, sabemos que no está barata la empanada, por eso, y aunque sólo sea por curiosidad, habrá que ir a buscar el convenio provincial de la prensa (y propaganda) gubernamental para ver a cuánto se paga la hora del periodista palmero, que los sobres con las gratificaciones ya nos los podemos imaginar.

¿Para cuando un congreso de periodistas palmeros en Asturias?

¡Porompompero! ¡Viva mi señorito! (Y las caenas).