El pasado día 2 de junio, dos paseantes encontraron el cadáver de un pato, devorado por las nutrias en una de sus incursiones nocturnas por el parque de Isabel la Católica, y no será el último. Desagradable e incomprensible destino el que tiene ahora un espacio en otro tiempo muy grato dentro de la ciudad. Somos muchos los gijoneses que no concebimos el sin sentido de lo que está ocurriendo por la falta de actuación y una deplorable pasividad. Hasta la fecha, las nutrias han matado más de 250 aves de valiosa diversidad, al tiempo que acabaron con los peces.
Ser especie protegida no significa ser intocable; por tanto no parece compleja la captura de las nutrias, sin daño, y su traslado a un medio adecuado de imposible retorno. Devuelvan al parque su entidad, empezando por el regreso de las aves del vivero de Deva.
Acérquense al parque y contemplen la desolación y abandono; además, el estanque principal ya da muestra de la futura cloaca en que se convertirá por el crecimiento desmesurado de la "lenteja de agua", al no tener consumidores. Fíjense también en las aguas de los canales, y plantéense la necesidad de analizarlas, así como el investigar la existencia de posibles vertidos desde los puntos de origen.
El parque debe seguir siendo lo que era, y una posible solución sería cercar, desde la calle, el área que comprende los estanques, y cerrarlo por la noche, como ya se hace en muchas ciudades europeas. Y, al tiempo, adaptar las rejillas para impedir la entrada de las nutrias por las vías de agua.