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Oficina de Defensa del Anciano         Asturias Republicana
   
   

Gijón tiene dos alcaldesas: la del ayuntamiento y la del puerto
Humo y carbonilla

Por Marcelino Laruelo.

 


En una residencia, a una anciana con alzhéimer, desde su nebulosa mental, se le oía repetir este refrán: “cuídame padre, cuídame madre; si no me cuido yo, no me cuida nadie”. ¡Cuánta razón tenía!

Siete mujeres y un hombre, todos de avanzada edad y con serias limitaciones, han muerto en una residencia de ancianos de Zaragoza víctimas de la violencia burocrática. Y de la necedad y la incompetencia. Y de la obtusidad imperante en este país.

Asfixiados por el humo, abrasados por el fuego; algunos, amarrados a la cama. Fueron ocho, pero podían haber sido veinte. Esta tragedia espantosa, por sí misma y por la situación general que delata, solamente ha merecido condolencias vía Twitter, de Sexto para abajo. Quince euros cuesta un detector.

En Aragón, manden los de siempre o los “nuevos”, han resultado tan penosas como siempre las bochornosas explicaciones emitidas desde las poltronas. De la “sastrería” franquista a la “novela negra” del régimen vigente: del “tomaremos medidas” al “vamos a investigar”. La residencia funcionaba desde 1997 sin licencia y sin autorización.

La sospechosa, de 62 años e incapacitada, nada se dice de su enfermedad mental, de la atención y tratamiento que recibe, ni de dónde sacó el mechero… Ya que no pueden garantizar la vida de los inocentes, protegen la intimidad de la presunta. ¡Quién nos iba a decir que al final de la vida te puedes encontrar compartiendo habitación con Falconetti o la envenenadora del arsénico! Y pagando tú.

Los familiares de los ancianos, supervivientes, ojo, han presentado una denuncia contra la propietaria de la residencia, la aseguradora, el gobierno de Aragón y el ayuntamiento. Los abogados, fiscales y defensores del pueblo y del estado deberían sumarse a la denuncia en nombre de los fallecidos, que a lo mejor no tienen a nadie que se interese por ellos. En Asturias, les pueden asesorar sobre los beneficios de las herencias: yacente, vacante y renunciante.

Como dijo Barry Commoner: “Todo está relacionado con todo lo demás”. El viento levanta nubes de carbonilla en la carbonera mayor del reino, que es El Musel. La necedad, incompetencia y obtusidad aragonesas son intercambiables con las asturianas. Hace veintitantos años, ya me trajeron de Jove, para que lo viese con mis propios ojos, una caña de un limonero con hojas y frutos cubiertos de polvo de carbón. Que les pregunten también a los de Xivares, Veriña, Tremañes, Poago, Albandi, Serín…

Vivimos en un paraíso ambiental en el que, como los fiscales, las grandes corporaciones están exentas de cumplir las leyes. ¿Hablamos de la contaminación por mercurio o de la introducción clandestina de nutrias que dejó al Parque sin cisnes y patos? ¿De árboles talados o del imperio del ruido? ¿De cómo los del puerto se “calzaron” la playa de Aboño o de cómo se apropiaron de las aguas litorales para arramblar con 25.000.000 de metros cúbicos de arena para la ampliación sobrecostosa? ¿Hablamos de ese Centro que hace hogueras a cielo abierto en Veranes o de la ría más contaminada del Cantábrico?

Gijón tiene dos alcaldesas: la del ayuntamiento y la del puerto. Y los ciudadanos tienen dos pulmones que no importan a nadie. De ochenta y tantos chavales que empezaron juntos el bachiller, treinta murieron antes de cumplir los sesenta y cinco. Para que nos hablen luego de esperanzas de vida y prolongaciones de la edad de jubilación. Y a pesar del imponente aparato sanitario existente. “Cuídame padre”, etc.