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¡Setenta y un mil euros le soplaron de impuesto de sucesiones! De un trabajador para otro trabajador
La herencia y el grifo


Por Marcelino Laruelo.


Se acerca el Primero de Mayo y mientras pienso en qué poner en la pancarta, leo que aquella izquierdista norteamericana, que luchaba en la calle contra la guerra de Franco, contra la explotación de los trabajadores y por la paz en el mundo, hoy cumple 75 años: Barbra Streisand, en la inolvidable ‘Tal como éramos’.

De herencias va esta otra historia que voy a contar, historia de barrio obrero que nunca irá al cine. Eran dos hermanos: a uno le tocó ir a la guerra; primero, con los rojos, los suyos; luego, con los nacionales, para salvar el pellejo. Al otro, catorce años más joven, le tocó también ir a la guerra, pero a la guerra del hambre de los cuarenta. El mayor, Evaristo, cuando acabó la guerra, volvió a su trabajo en Moreda. El menor, Mario, estuvo toda la vida navegando. Al Pérsico, al Pacífico, entre América, Australia y Japón. Recorrió el mundo entero en petroleros noruegos, en transatlánticos ingleses y en mercantes griegos y de todas las banderas de conveniencia. Y vivió la vida.

Ni Evaristo ni Mario se casaron. Cuando murió el padre, en 1968, dejó en el cajón de la mesita de noche dos mil y pico pesetas de “herencia”. Mario volvía todos los años a Gijón en agosto y Evaristo seguía viviendo con su madre en la casa de alquiler en la que nacieron. A principios de los setenta murió la madre y, poco después, un constructor tiró la casa de dos plantas, indemnizó a Evaristo y levantó un edificio de diez plantas y veinte viviendas, más los bajos comerciales, según las normas urbanísticas PCyC (Pon el Cazu y Calla).

Al morir Evaristo, en el dos mil y poco, el piso que tenía, apartamento habría que decir, y los ahorros quedaron para Mario, sin testamento ni nada: ¡71.000 euros le soplaron a Mario de Impuesto de Sucesiones! ¡De un trabajador para otro trabajador! Da igual que fuesen hermanos, camaradas o pareja de hecho. Después de que entre el IRPF, el IVA y demás mordidas se llevaran mes a mes el 40 o el 50 por ciento. Mientras los supermillonarios, nuevos y antiguos, se parten de risa. Quitárselo a los trabajadores para luego dárselo o gastarlo con o en lo que más les convenga. Si, encima, se creen “de izquierdas” los que así gobiernan y les apoyan, habría que decir que no son más obtusos porque no se entrenan. Todavía no vi a ninguno ellos que, a la hora de la verdad, testase en favor de los pobres o de la causa obrera.

Una de las cosas que más placer debe de producir a la gente, a tenor de lo que se ve, es cargar desde el súper con doce litros de agua en cada mano. Las comunidades de vecinos pagan decenas de miles de euros a la EMA por el suministro de agua y la gente, erre que erre, a por la garrafa y a pagar otra vez. Incolora, inodora e insípida, pero con cloro. Te haces un café o una fabada y te viene un tufo a lejía. Y eso a los gourmets de cocina proletaria no nos gusta. Para que se beba agua del grifo hay que suministrar un agua de calidad y no la misma que utilizan las fábricas o para baldear las calles. Hay que proteger los manantiales y las zonas de captación, y no vamos a entrar en detalles escatológicos, que ya decía el doctor Briançon hace dos siglos que el agua había causado más muertes que todas las guerras juntas, y que sólo había que beber vino y café. Hay que revisar las instalaciones de depuración y las conducciones, los métodos utilizados y los materiales empleados. Poner contadores individuales, para saber los metros cúbicos que consume cada cual, y pagar por lo que se consume, que no se puede utilizar el agua, que debería ser gratis, como un impuesto municipal indirecto y otros canales de Isabel II. Hay metales pesados en el agua de las fuentes y el cloro forma compuestos desconocidos con los componentes químicos presentes en los alimentos… ¡Cuiden ese tesoro que es el manantial de Los Arrudos! Y en vez de agua de fábrica y baldeo, lleven a las casas el agua de calidad que merecemos. Entonces, sin falta de que lo diga nadie, ya se bebería el agua del grifo (o no).