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La sociedad civil gijonesa, asiste con pasividad sorprendente a una pugna que tiene sin duda mayor alcance del que aparenta.
Gijón duerme la siesta

Por José Antonio Rodríguez Canal.
(22-1-2018)

 


Un sindicato, Comisiones Obreras, se ha pronunciado en público a favor de la implantación en Gijón del grado de Ingeniería de Organización Industrial. Si se exceptúa el apoyo recibido desde la Escuela Politécnica de Ingeniería, como impulsora, la iniciativa de establecer esos estudios en el campus universitario gijonés no parece haber merecido demasiada atención entre corporaciones profesionales, patronal, sindicatos, asociaciones y otras expresiones de lo que antes llamaban fuerzas vivas y hogaño recibe la denominación de sociedad civil. La petición o propuesta tiene, además, la enemiga del Gobierno regional, Ejecutivo ya amortizado desde el punto de vista político, cuya actitud conduce de manera inevitable a evocar los tiempos en que costó un esfuerzo enorme que Gijón fuera sede de centros docentes de rango superior.

La estancia gijonesa de la división de Filosofía y Ciencias de la Educación, con el desaparecido Gustavo Bueno a la cabeza, duró dos años. El Boletín Oficial del Estado publicaba el 15 de enero de 1977 una orden del Ministerio de Educación por la que se decidía que se impartan en la ciudad de Gijón, “a propuesta de la Universidad de Oviedo”, los estudios de la división de Filosofía y Ciencias de la Educación (integrada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Oviedo) y exactamente dos años después, el 15 de enero de 1979, el mismo periódico oficial publicaba otra orden ministerial que determinaba el “traslado a la capital del Distrito Universitario de Oviedo”, Oviedo, de la división de Filosofía y Ciencias de la Educación establecida en Gijón. La mudanza causó revuelo y no pasó nada, pero sirvió para adquirir experiencia y conocimiento del terreno.

Antes de aquel episodio de itinerancia universitaria, el 14 de noviembre de 1973 publicaba el Boletín Oficial del Estado un decreto del Ministerio de Educación por el que “se crea el Colegio Universitario de Gijón, integrado en la Universidad de Oviedo”, para impartir las enseñanzas del primer ciclo de las facultades de Filosofía y Letras (sección de Filología) y de Ciencias (sección de Químicas) “con un total de 400 puestos escolares iniciales en Gijón (Oviedo)”. Aquel decreto jamás tuvo aplicación práctica y el nonato Colegio Universitario de Gijón fue suprimido casi dos años después, cuando el Boletín Oficial del Estado publicó el 1 de julio de 1975 un decreto del mismo departamento ministerial por el que se creaba, de manera simultánea, la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Gijón dependiente de la Universidad de Oviedo, el origen de la actual Escuela Politécnica de Ingeniería. “La presente disposición constituye el primer paso”, decía aquel decreto de hace casi 43 años, “para que en el campus universitario integrado en la Universidad de Oviedo que se establece en Gijón puedan erigirse en un futuro próximo otras instalaciones universitarias”. Costó mucho trabajo dar ese primer paso, y los sucesivos, para trasladar aquel impulso inicial desde el papel a la realidad del campus universitario de hoy. Hubo que doblegar las resistencias numantinas de quienes regían el ‘alma máter’ ovetense y fue una tarea colectiva, de todo Gijón, con el Ayuntamiento en primera línea, en expresión unánime de las legítimas aspiraciones del concejo en el ámbito de las enseñanzas universitarias.

Da la impresión de que el escenario actual tiene algunas características análogas con el que definía aquella situación. Las dificultades, manifiestas o soterradas, son semejantes y parecidos los obstáculos que se encuentran en el camino. Han cambiado, sin embargo, algunos actores, ahora de reparto, o comparsas, no protagonistas, y Gijón, la sociedad civil gijonesa, asiste con pasividad sorprendente a una pugna que tiene sin duda mayor alcance del que aparenta. Porque no se trata solo de implantar en el campus gijonés los estudios de Ingeniería de Organización Industrial, también está pendiente la decisión sobre el emplazamiento de un nuevo centro docente de la Universidad de Oviedo, la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. El rectorado se muestra proclive a domiciliarla en Mieres, lo que daría contenido al campus resultante de una costosa ocurrencia del zar minero destronado, y existe otra proposición, para llevarla a Oviedo. El rector ha dicho en público que también “hay gran interés por parte de Gijón, pero no tiene propuesta en firme”. Estas palabras resumen la gestión municipal efectuada para cumplir el acuerdo de reivindicar la facultad adoptado por el Ayuntamiento Pleno gijonés, que se ha manifestado en el mismo sentido para reclamar el grado de Ingeniería de Organización Industrial. Solo palabras. Pero no hay palabras siquiera, salvo las de Comisiones Obreras, de procedencia ajena a los poderes públicos. Ahora es Gijón la ciudad que duerme la siesta.