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EL COMERCIO se estableció en 1965 en el Parrochu, pero los neocolonizadores han conseguido que, sin moverse un milímetro de su sitio inicial, esté ahora emplazado en Laviada, un barrio inventado, evidencia de que se impone la creatividad ignorante de importación ante la pasividad indígena.

Faltas de rigor

Por José Antonio Rodríguez Canal.
(2-7-2018)


Habrá que confiar en que el recién aprobado Plan General de Ordenación sea, en el conjunto de su contenido, más riguroso que en sus referencias toponímicas a alguna zona del territorio gijonés. Me refiero al error de denominar El Rinconín (parque de El Rinconín, playa verde El Rinconín, qué cursilada, oiga, como si aquello fuera el Naranco) a una parte de Gijón, la comprendida entre el Pericachu y el Sanatorio Marítimo. El Rinconín, la playa y el parque -con ese nombre entrañable para el nativo, porque ya hay parque de El Rinconín desde hace muchos años- están al otro lado, al este, del Sanatorio Marítimo. No deja de ser irritante esta zuna neocolonizadora de la toponimia gijonesa. EL COMERCIO se estableció en 1965 en el Parrochu, pero los neocolonizadores han conseguido que, sin moverse un milímetro de su sitio inicial, esté ahora emplazado en Laviada, un barrio inventado, evidencia de que se impone la creatividad ignorante de importación ante la pasividad indígena.

En realidad, no habría por qué asombrarse, contemplada la composición de las corporaciones municipales de las últimas décadas, que puede explicar que prospere la imposición desde fuera de dislates como situar el campus universitario de Gijón en Viesques, cuando lo cierto es que está repartido entre Castiello, Cabueñes y Somió (Viesques, el nombre de una pequeña porción del suelo gijonés, convertido también en marca inmobiliaria con expansión absorbente por El Coto y Ceares, otro despropósito toponímico). O como llamar de Poniente a la nueva playa urbana habilitada al oeste de la villa, con desprecio al guapo y eufónico nombre de Pando. Otras anomalías en este orden de cosas, también fomentadas con entusiasmo desde más allá de los confines meridionales del concejo, tienen como objetivo ningunear el nombre de Gijón, el decimoquinto municipio más poblado de España. Así, la factoría de Arcelor (antes Aceralia, CSI, Ensidesa, Uninsa) de Veriña, que está en Veriña, Fresno, Poago, San Andrés de los Tacones; esto es, en Gijón. Y la alusión al puerto de El Musel como denominación exclusiva en lugar de puerto de Gijón, nombre sencillo y exacto. Hay por ahí un catálogo toponímico de Gijón, pagado con fondos municipales, que no escasea en disparates. Inventan un barrio, el Cuartel, e ignora otros, como la Catalana, el Tejedor y el Caleyu. O el barrio chino, que no es sino una zona de El Bibio. En fin…

Claro que pedir rigor en asuntos políticos puede convertirse a veces en una quimera inasequible. Es el caso del llamado plan de vías de Gijón. Todo parece estar preparado para echarle encima el muerto de su incumplimiento al Gobierno recién llegado, con olvido de que el Ejecutivo cesante no aprobó ni firmó el contenido del citado plan, una relación de promesas, un catálogo de buenas intenciones sin soporte presupuestario. Desde que en noviembre de 2014, cuando ya superaba un trienio de permanencia en el cargo, la alcaldesa de Gijón lanzó la ocurrencia de cambiar de sitio la estación intermodal proyectada, han transcurrido hasta hoy más de tres años y medio, y la realidad es que en ese tiempo se arrumbó el plan anterior, que tenía el proyecto urbanístico y el diseño de la estación aprobados, y todavía no se ha firmado el acuerdo sobre lo que se quiere hacer en sustitución de lo anterior. Más de tres años y medio, más de 42 meses, parece tiempo suficiente para llegar a la aprobación y firma del convenio, imprescindible si se quiere poner manos a la obra. Pero el ministro del ramo, Ignacio de la Serna, que podría pasar a la historia ferroviaria como Ignacio I, el Prometedor, dejó pendientes esas tareas cuando cesó en el cargo. Que se prepare su sucesor. Aunque solo lleve mes y pico al frente de Fomento le echarán la culpa de todos los retrasos, e incluso de las muertes de Manolete y Kennedy. Eso es falta de rigor. La misma carencia que se advierte en el pretexto de Xixón Sí Puede para no apoyar la moción de censura contra Carmen Moriyón, la moción que no quieren en ese grupo quienes salen al escenario ni quienes están entre bastidores de la farsa representada: consideran causa suficiente para que no haya moción la abstención del PSOE al tratar en sesión plenaria la compleja cuestión de los desahucios de 13 viviendas en La Camocha. A otro perro con ese hueso.