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Al contrario que en el caso ovetense, los detalles sobre el gasto en festejos son en Gijón un arcano, al menos para la gente corriente. Y también están envueltas en la opacidad las actuaciones relacionadas con la cesión de espacios públicos a empresas privadas

Un ejercicio envidiable

Por José Antonio Rodríguez Canal.
(17-9-2018)


Café Quijano cobrará 29.040 euros; Celtas Cortos, 16.940, y Nacho Vegas, 38.720. Son cantidades modestas -o no- si se las compara con los 96.800 euros que se llevó Izal. Todas ellas, junto con las que cobrará el resto de los grupos musicales que actuarán en la plaza de la Catedral, en Oviedo, durante las fiestas de San Mateo -544.626 euros en conjunto- han sido divulgadas por el Ayuntamiento de la capital, en un envidiable ejercicio de transparencia informativa.

Es la clase de práctica que se echa de menos en Gijón en lo relacionado con Divertia, ese pozo sin fondo devorador de recursos económicos municipales que parecen ilimitados en este terreno; ese cajón de sastre en que se mezclaron de mala manera las competencias en turismo y festejos con el Jovellanos, el Festival de Cine y el Botánico. Un frankenstein empresarial cuya política de personal y retribuciones salariales ha merecido el severo reproche de la Sindicatura de Cuentas, que también censura las irregularidades cometidas en materia de financiación. Un desastre.

Divertia y sus heterogéneos componentes, como otros ámbitos de competencia municipal, ha sido en algunos casos refugio bien pagado. Quien quedaba a la intemperie laboral tras no alcanzar la concejalía, por no ocupar puesto de salida en la lista del grupo gobernante, obtenía así un generoso premio de consolación, operación que no garantiza, sin embargo, la eficiencia en el desempeño del destino asignado, lo que puede producir efectos dañinos desde el punto de vista de la gestión.

Al contrario que en el caso ovetense, los detalles sobre el gasto en festejos son en Gijón un arcano, al menos para la gente corriente. Y también están envueltas en la opacidad las actuaciones relacionadas con la cesión de espacios públicos a empresas privadas, que los comercializan como simples intermediarias, práctica que parece haberse generalizado y quiere extenderse a fiestas de barrios y parroquias, lo que no excluiría la entrega de subvenciones a comisiones promotoras, meros contratantes de servicios. En esa fronda administrativa, con zonas umbrosas, el mundo de las contrataciones y concesiones, en que la legalidad debe compatibilizarse con el rigor ético, pueden darse interpretaciones con tendencia a relajadas, en ocasiones. Para despejar dudas basta con una receta: transparencia y publicidad. Pero ceñirla a las partes concernidas de manera directa es una anomalía evidente en la gestión de una empresa de tan elevado volumen de negocio como Divertia, que no es una peña gastronómica ni una junta de vecinos ni un chiringuito ni una finca particular, sino una entidad de titularidad pública que mueve cada año una millonada en euros.

La ejecutoria de Divertia suscita el rechazo de toda la oposición municipal, incluida la de derechas, hasta el punto de temer que sus cuentas puedan ser causa de una nueva superación del techo de gasto, resultado que constituiría una forma elocuente de subrayar la torpeza en la gestión, la rúbrica definitoria del último año de mandato.

En 2019 hay elecciones. El Ayuntamiento que venga tendrá tarea de sobra para recomponer en cuatro años los destrozos derivados de la parálisis de los ocho anteriores, pero ese esfuerzo inevitable no debería impedir una revisión a fondo, completa, de las actuaciones del engendro empresarial llamado Divertia.