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El puerto de Gijón, en lugar de ser usado como palanca, o motor, para el desarrollo socioeconómico de Gijón y de Asturias, es utilizado como arma en reyertas políticas.
Desigualdad de trato

Por José Antonio Rodríguez Canal.
(5-3-2018)

 

El hecho de que la venta de la antigua sede de la Autoridad Portuaria de Gijón, incluidos 877 metros cuadrados de un espacio que en la práctica cabe calificar de vía pública, haya resultado de nuevo una operación fallida, no parece que pueda ser homologado como desgracia. El edificio sigue ahí y alguna utilidad se le podrá dar, sin subordinar su futuro al objetivo único de hacer caja. En cambio, la noticia del descenso en el número de cruceristas llegados a El Musel en 2017 –fueron 11.028 menos que los 32.804 registrados el año anterior- no tiene nada de alentadora. La recepción de este tipo de turismo merece, por razones obvias, ser estimulada y encontrar toda clase de facilidades para su crecimiento, aunque, en este sentido, a veces da la impresión de que en esta villa mestiza, en una muestra clara de que parte de Gijón vive de espaldas a la mar, no se tiene conciencia cabal, exacta, de la importancia de que, por citar un caso relevante, atraque en El Musel un barco como el ‘Anthem of the Seas’, mole flotante de 348 metros de eslora –más que la distancia existente entre las plazas del Carmen y del 6 de Agosto- con capacidad para 4.905 pasajeros, es decir, el equivalente a la capacidad total de 27 aviones A320 (4.860 plazas) o, dicho de otro modo, una cantidad que supera en más de mil pasajeros el tráfico medio diario del aeropuerto de Asturias en 2017, que fue de 3.855.

El puerto de Gijón, en lugar de ser usado como palanca, o motor, para el desarrollo socioeconómico de Gijón y de Asturias, es utilizado como arma en reyertas políticas, sin excluir en ocasiones el fuego amigo, evidencia de la torpe ceguera, o miopía, política que infecta algunos ámbitos de los poderes públicos. La demonización absurda de las consecuencias de la ampliación portuaria concluida en 2010 ha llegado a extremos delirantes, como atribuirle los males imaginarios que padece la playa de San Lorenzo.

El trato a El Musel tampoco ha sido satisfactorio desde el Gobierno de Madrid de 2012 para acá, sobre todo si es comparado con el recibido por otros dos puertos, competidores del gijonés en tráficos: Ferrol y La Coruña. Esa desigualdad de trato se manifiesta, en el caso coruñés, en que su puerto exterior de Punta Langosteira, más caro y con mayores sobrecostes en su construcción que la ampliación de El Musel, dispone desde junio de 2016 de un nuevo acceso por autovía, 5,1 kilómetros que requirieron una inversión de 83,6 millones de euros. Y ahora mismo está en fase de redacción el proyecto de construcción de un acceso ferroviario, cuyo estudio informativo, aprobado ya con todas las bendiciones administrativas necesarias, lo define como un ferrocarril de 6,55 kilómetros de longitud, 4,2, de ellos en túnel, para lo que está previsto invertir 132 millones de euros. En el puerto exterior ferrolano, gran importador de carbón, como El Musel, desde setiembre de 2017 están en marcha las obras de construcción de un acceso por vía férrea de 6,4 kilómetros de longitud, de ellos, 5,6 en túnel y 0,6 en viaducto, con una inversión inicial de 72,5 millones de euros.

Ante estas cifras se empequeñecen, se convierten en enanos, en pigmeos, los números de la única inversión puesta en marcha de los nuevos accesos por carretera a El Musel: los 33,08 millones de euros de las obras, apenas visibles, de los 3,6 kilómetros de autovía entre el enlace de Lloreda con la ‘Y’ y Veriña, o sea, la mitad de solo uno de los tres nuevos accesos previstos desde hace una decena de años. De lo que falta y estaba acordado, en un caso, el acceso por el valle de Aboño, desde El Empalme, solo se han movido papeles para desistir de su ejecución. El vial por Jove no ha pasado de la fase de elaboración del proyecto y de la prolongación de la autovía desde Veriña hasta El Empalme no hay nada. Nada. Con este plan, no deben extrañar las protestas de los candasos (y les candases) junto con las demás víctimas de los atascos de tráfico en las glorietas de El Empalme, un embrollo diario en la circulación de toda clase de vehículos, tortura añadida a las molestias e incomodidades derivadas del cierre permanente del túnel carretero de Aboño, que forma parte del camino más corto, y racional, para que los carreñenses vayan al hospital que les toca, el de Jove, desplazamiento que no suele obedecer más que a necesidad indeseada por alteraciones en el estado de salud. Pero la eliminación de esta prolongada anomalía, la reapertura del túnel, no parece figurar entre las prioridades de actuación del dinámico y heterogéneo tándem político constituido por el ministro de Fomento y el consejero de Infraestructuras del Gobierno asturiano, ocupados, en el anuncio de diluvios de millones de euros sin soporte presupuestario, uno, y el otro, entregado con fervor al aplauso incondicional de esos chaparrones de billetes imaginados.