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Tiene tela que en Fruela's Palace permitan que se autorice a utilizar neumáticos como combustible en los hornos de las cementeras de Aboño
¡Coime, que la contaminación mata!


Por Marcelino Laruelo.

 

A finales de los años cincuenta, los ingenieros alemanes que venían a dirigir las obras de modernización y reparación de la siderúrgica integral de Moreda, en La Braña de Gijón, ya se extrañaban de que no hubiera filtros en las chimeneas. Los vecinos se quejaban de la contaminación: “Huele a Moreda”, que se decía. La empresa, como todas, lo negaba todo, y el ayuntamiento, como todos, miraba para otro lado. Pero hubo un paisano que cogió un imán, lo pasó por encima del techo de un coche y pudo demostrar que el polvo eran partículas metálicas que quedaban adheridas…

En Gijón, el dios Eolo debería tener una avenida o un monumento junto al Elogio de los Diques, como gran benefactor de la ciudad. Son los vientos dominantes en esta zona los que barren la contaminación urbana y llevan la industrial hacia otros concejos y otros pulmones. Son la inversión térmica nocturna y las suradas las que meten las basuras que salen de las grandes chimeneas multinacionales en la ciudad. En unos barrios más que en otros, en los de los pobres más que en los de los gobernantes y los ricos. A principios de los 70, hasta los aldeanos de las zonas más remotas hablaban ya de los efectos de la “lluvia ácida” en sus árboles y cultivos. Era la “Asturias negra”, que minuciosamente describió Navazo en su libro de igual título.

Los gobiernos, con sus leyes antifumadores de tabaco y sus itv (sociedad anónima) son muy exigentes y radicales con los de abajo, sea el dueño de un chigre o de un coche, pero muy indulgentes con los de las altas chimeneas. Siempre me parecieron mal las barricadas de neumáticos ardiendo, pero tiene tela que en Fruela’s Palace permitan que se autorice a utilizar neumáticos como combustible en los hornos de las cementeras de Aboño. Todos lo años, o cada seis meses, se obliga al propietario de un coche a que lo pase por el escáner de la ITV, pagando, claro; haya hecho 500 ó 500.000 kilómetros. A la mínima, lo dan de vuelta: ¡Ya quisiéramos que el Sespa revisara con igual frecuencia y minuciosidad a los choferes y choferesas! Si se trata de humos, ¿por qué las instalaciones industriales no pasan una inspección técnica cada seis meses (pagando) como la furgoneta de un pobre furgonetero que tiene que deslomarse para llevar a casa mil euros al mes?

Los ayuntamientos (de tierra y de mar) de Gijón podrían hacer mucho más para que el aire que respiramos no fuera tan tóxico. Empecemos por una cosa muy sencilla: ¿qué moda es esa de “barrer” las aceras aventando la basura (y virus y bacterias) con un soplador? He mirado: no figura en el manual de asadores de manteca. Y eso que tenemos a una médica en el ayuntamiento de tierra. En Veranes se hacen fogatas industriales de pago: ¿Por qué no en recintos cerrados y con sistemas de filtrado en las salidas de humos? Lo ocurrido con los motores de gasolina y gasóleo ha sido como un tocomocho mundial. Pero el ayuntamiento (de tierra) podría hacer también “controles rutinarios” por las gasolineras y comprobar mediciones y calidades de los combustibles. El de mar, haría bien en ocuparse de la limpieza de sus recintos, de que no se levanten nubes en la carga y descarga de buques y en los parques de carbones, y de la limpieza de los camiones que entran y salen. El de tierra podría regular mejor los semáforos, que si vas a setenta los coges en verde, pero a cuarenta, en rojo. Y no talar árboles alegremente y, en vez de sacar a subasta parcelas de eucalipto, reforestar todo lo posible. Y, para la ciudadanía, mejor que llegar a los tribunales por multar (indebidamente) una moto aparcada dentro de una propiedad particular, sería denunciar esas emisiones ilegales de las grandes chimeneas para que cuando por la mañana abramos la ventana de la habitación no entre un tufo a benceno.