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Lucha por el clima y anticapitalismo (I)



Por Daniel Tanuro

Extracto de la conferencia
pronunciada el 9-09-07.
Publicado en:
www.legrandsoir.info



Nuestra relación con el medio ambiente natural, del que formamos parte, está mediatizada por el trabajo social y por la herramienta que prolonga nuestra mano. De ello se deduce que tomamos del medio ambiente recursos, en particular, recursos energéticos, que son proporcionalmente superiores a lo que toman las otras especies animales: tomamos recursos no sólo para alimentarnos, sino también para fabricar herramientas, prendas de vestir, alojamientos, medios de transporte, etc. Además, la sociedad humana no sólo se reproduce, sino que se desarrolla: las herramientas, las técnicas, los sistemas cambian y el conocimiento del mundo evoluciona. "Cada generación se alza sobre los hombros de la anterior". Hay, pues, un impacto medioambiental de la raza humana que se relaciona con nuestra naturaleza como especie y que está vinculado al desarrollo social. Lamentarse respecto a ello no tiene ningún sentido, excepto para los misántropos.

Humanidad, capitalismo y naturaleza

Más que lamentarse, se trata de asumir nuestra responsabilidad: la de una especie que transforma la naturaleza y que, si arruina los mecanismos, puede poner en peligro su propia supervivencia. No estamos en ese punto, pero estamos causando enormes catástrofes de las que cientos de millones, o incluso miles millones de personas, podrían ser víctimas. Digo "nosotros" pero, en realidad, el responsable de esta situación sin precedentes es en primera instancia el modo de producción capitalista.

En este punto, es necesario destacar el hecho de que el impacto medioambiental del Homo sapiens no es el mismo en cualesquiera que sean las sociedades. Al estudiar la historia del medio ambiente, se constata que cada modo de producción implicó un tipo de impacto particular. Se constata también, y es muy importante, que el paso a un modo de producción más desarrollado, que permite alimentar a más personas en mejores condiciones -en otros términos: el "progreso"- no va necesariamente a la par con la degradación del medio ambiente. A partir de un determinado nivel de población, por ejemplo, las sociedades basadas en la caza causaron muchos daños, de modo que el paso a la agricultura permitió probablemente una cierta mejora. No hay una ecuación inevitable del tipo: más progreso = más seres humanos = más destrucciones ecológicas.

La relación humanidad-naturaleza es compleja y socialmente determinada

El capitalismo introdujo, en la relación entre la humanidad y la naturaleza, un cambio cuantitativo evidente (a causa de la dinámica de la acumulación) y también un cambio cualitativo que es mucho menos conocido. En los modos de producción anteriores, a un determinado estadio de desarrollo, la superpoblación relativa favorecía una subida de la productividad laboral. Como había más bocas que alimentar, se comenzaba por talar más bosque; luego, los límites de las soluciones extensivas estimulaban la invención de prácticas intensivas que permitían producir más por hectárea. El miedo a la escasez, el miedo al hambre, el miedo de una superpoblación relativa estimulaban la subida de la productividad laboral. Las consecuencias para el medio ambiente, como hemos visto, no eran siempre negativas, también pudieron ser positivas en algunos casos.

Con el capitalismo, no obstante, la relación cambia: no es ya la superpoblación relativa la que conlleva la intensificación de la agricultura, es la intensificación de la agricultura la que provoca la superpoblación relativa. Actualmente, hay alrededor de 830 millones de seres humanos que sufren hambre crónica. La inmensa mayoría son gente del campo, perfectamente capaces de producir ellos mismos con que alimentar a su familia, que es solamente lo que piden. No pueden porque no tienen acceso a la tierra (el problema de la reforma agraria en los países del Sur), y, sobre todo, porque la competencia de los agronegocios los aplasta. Entre un pequeño campesino del Sur que no dispone más que de un animal de tiro, que no emplea abonos y trabaja con herramientas rudimentarias, por una parte, y los agronegocios, por otra parte, la diferencia de productividad es de 1 a 300, o incluso de 1 a 500. Si se liberaliza el mercado, si se ponen en competencia estos dos tipos de productores, como quiere la OMC (Organización Mundial de Comercio), no hay foto: los del Sur quiebran. La mayoría de los 830 millones de seres humanos que padecen hoy en día el hambre son víctimas de esta intensificación de la agricultura capitalista. Al mismo tiempo, ésta es una de las principales causas de la degradación del medio ambiente, del envenenamiento por nitratos y pesticidas, y del declive de la biodiversidad.

El maltusianismo en salsa verde

Este ejemplo muestra bien la especificidad del vínculo entre la degradación medioambiental, la crisis social y la superpoblación relativa en el capitalismo. Es un punto de partida fundamental en el debate sobre el cambio climático. Estamos, efectivamente, confrontados al discurso mediático dominante, que se repite a lo largo del día, de que el cambio climático se debe "a la actividad humana". Este discurso inculca la idea de que todos somos igual de responsables y que el problema, al final, es la propia especie humana. Eso abre o entreabre la puerta a los maltusianos y a los neomaltusianos de todo pelaje. Malthus afirmaba que la superpoblación -y no la explotación- era la causa de la pobreza, y que no había que ayudar a los pobres, pues, en ese caso, tendrían aún más niños y serían aún más pobres. La misma clase de razonamiento abyecto ha sido retomado hoy por gente que explica que la superpoblación - y no la carrera de beneficios - es la causa de la destrucción del medio ambiente, en particular, del recalentamiento. Este discurso se lanza en consideraciones más o menos sabias sobre la "capacidad de carga de la Tierra", de envoltura ecológica, etc., pero la conclusión es la misma que la de Malthus: no hay que ayudar a los pobres.

Estos neomaltusianos son más numerosos de lo que se cree, y logran ciertos éxitos entre los medioambientalistas. Un ejemplo de ello es el autor americano de éxito Jared Diamond. Su best se "Collapse" (http://www.legrandsoir.info/spip.php?article5438) se construye enteramente en torno a las tesis neomaltusianas, hábilmente cocinadas con salsa ecológica. Ahora bien, Diamond es miembro de la dirección de WWF. Es sorprendente constatar hasta qué punto ecologistas sinceros se dejan seducir por su discurso. En Francia, "Collapse" sirvió de base a la carta abierta que las asociaciones medioambientalistas francófonas dirigieron a los candidatos durante las elecciones de junio 2007. Decenas de millares de personas firmaron esta carta, sin darse cuenta de que su radicalismo aparente remitía a posiciones potencialmente muy peligrosas. Incluso gente de izquierda, militantes marxistas, incluso en nuestra corriente, creyeron ver en "Collapse" un tipo de crítica ecológica radical del capitalismo. Es necesario ser extremadamente vigilante sobre estas cuestiones y no creer a priori que todos los que hablan de catástrofe ecológica están de pronto del mismo lado que nosotros.