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Oficina de Defensa del Anciano         Asturias Republicana
   
   


Lo ocurrido con Cajastur es la versión bancaria de lo que sucederá con el organismo autónomo ERA
De Cajastur al ERA

Por Marcelino Laruelo.


“La vida no es como esperábamos, sino como temíamos”, vaticinaba Toño Marcos en aquellos tiempos de acampada libre en playas desiertas, de piragüismo por ríos contaminados, de montañismo por brañas con pastores que invitaban a café, de bota de vino clarete colgada del espejo retrovisor y de jamones “piedra” por Navidad.

No “esperábamos” entonces que otra vez se destruyeran alegremente países: Yugoslavia, Irak, Libia, Siria…, porque ya habíamos vivido los horrores de Vietnam. Tampoco imaginábamos que, en una jugada trincotrilera, nos chorimangaran la Caja de Ahorros de Asturias, ni que a los ancianos más indefensos se les pudiera estafar, maltratar y marginar de la sanidad pública. Era impensable que los bancos atracaran a los clientes. Y todo ello con la impunidad que dan las grandes complicidades que se tejen entre los cuatro mil de los besamanos cortesanos.

Por todo ello, y porque había amor, trabajo y niños; salas de cine, los mejillones de Casa Florina y Radio París, y por muchas cosas más, aquellos tiempos me parecen hoy “felices” en comparación con la melée rodeada de cacharrería, protocolos, ruido mediático y del otro en que tenemos que sobrevivir.

¡Hay cuernos! Han bajado el IVA (que es otra estafa al pueblo) llamado cultural del 21 al 10 por ciento (primero fue el 8, antes, no sé), pero el precio de las entradas se mantiene. Según cálculos del matemático griego D. Pirrosa, si una entrada para un espectáculo costaba 90 euros, con esta rebaja del IVA tendría que pasar a tener un precio de 81,82 euros. El ayuntamiento de tierra de Gijón, gran organizador de todo tipo de saraos, debería velar por que esa rebaja de impuestos beneficie al ciudadano en lugar de ir a engrosar los beneficios del empresario o artista. No hacerlo, sería tanto como fomentar el toreo, no de cornúpetas, sino de los de siempre.

Lo ocurrido con Cajastur es la versión bancaria de lo que sucederá con el organismo autónomo ERA. Los perjudicados son los mismos: el pueblo llano. Los beneficiarios son los mismos: banqueros y grandes empresarios. Los culpables son los mismos: los gobernantes y los altos directivos.

Cajastur cumplía una función de gestora del ahorro popular y de banca pública. Llegaba allí donde la banca privada no quería o no le interesaba llegar, desde oficinas en pequeños pueblos hasta créditos a empresas. Seguramente el Nuevo Roces no se hubiera podido construir y habitar sin la participación decidida de Cajastur. Ya sé yo que su gestión era muy mejorable y que había cambalaches, pero también los hay, y mucho mayores, en los bancos. Cajastur no estaba quebrada, ni mucho menos, y si tan mala y torcida era la gestión de los representantes políticos, no se entiende entonces que al frente de Liberbank, resultado de mezclar lo sano con lo “podre”, siga la misma persona. No puede ser que se maltrate al cliente y que a personas con pensiones mínimas o salario social se les claven comisiones abusivas y se les discrimine hasta en la cola en la ventanilla. ¡Y para qué hablar de la obra social y cultural! En 2010, en plena crisis, Cajastur le dedicaba más de 30 millones euros y en la actualidad tiende a cero.

Lo que se ha hecho en el organismo autónomo ERA es infinitamente más grave que lo de esa residencia minera de Felechosa. Lo sabe todo el mundo. ¿Cómo es posible que el Parlamento regional rechace hacer una auditoría externa a ese organismo? ¿Cómo es posible que Foro y Ciudadanos apoyen reiteradamente a los que promueven la opacidad y la estafa a los ancianos y sus familias desde hace tanto tiempo? Sería todo un cante de ópera que la comisión de investigación que se anuncia no saliera adelante. Y de la fiscalía, para qué vamos a hablar.

Toño Marcos era un hombre del pueblo, muy inteligente, bondadoso y ecuánime. ¡Cuánto mejor estaríamos si personas como él estuvieran al frente de esos y otros organismos! Pero es la selección inversa, lo que “temíamos”.