El
día 29 de Noviembre de 1901, a las seis de la tarde, Francisco
Pí y Margall fallecía en su casa de Madrid.Tenía setenta
y siete años y hasta el último instante conservó íntegras
sus facultades intelectuales. La causa de la muerte fue
un fallo cardiaco provocado por grandes congestiones pulmonares
debidas a un fuerte catarro. En el momento de producirse
el fatal desenlace estaba acompañado por su mujer, Petra
Arsuaga, por su hijo Joaquín, médico, que, junto con el
doctor Carreras, le había venido atendiendo. Su otro hijo,
Francisco, se encontraba en Barcelona.
El
último acto político realizado por Pí y Margall fue una
conferencia pronunciada unos días antes en la Unión Escolar
en la que atacó duramente al clericalismo.El público
asistente a la conferencia, vitoreándole, le acompañó
en manifestación hasta su domicilio. Fue ahí precisamente
donde Pí cogió el catarro a resultas del cual fallecería.
Pí
y Margall murió abintestato, por ser contrario a la herencia,y
los únicos bienes que dejó fueron sus numerosos libros
publicados, fruto de su intenso y continuado esfuerzo
intelectual. Entre los papeles de su despacho se encontraron
una colección de cartas inéditas que trataban de filosofía,
religión, economía y sociología; unos diálogos escritos
en francés y un drama titulado “La Rebelión”. También
hay que recordar aquí que Pí y Margall se había negado
siempre a cobrar los emolumentos que le correspondían
como ex ministro y ex presidente del gobierno.
Al
día siguiente de su fallecimiento, se leyó en el Congreso
una comunicación dando cuenta de la muerte de Francisco
Pí y Margall. Se produjo entonces un turno de intervenciones
en el que participaron los distintos líderes políticos
que glosaron la figura y elogiaron la actividad pública
del que había llegado a ejercer la jefatura del estado.
Por orden de intervención, subieron a la tribuna para
expresar su sentir: Canalejas; Villaverde, en representación
del partido Liberal Conservador por encontrarse ausente
Silvela; Navarro Reverter; Robert en representación de
todos los diputados por Barcelona; Maura; Alba; Barrio
y Mier, y Azcárate. El turno de intervenciones lo cerró
Moret en su condición de presidente de las Cortes. Todas
los discursos fueron elogiosos y en ellas, no obstante
las profundas diferencias políticas, se reconocieron unánimemente
los grandes aciertos y la trascendencia de la obra intelectual
y política de Pí y Margall.
El
entierro
La
comitiva fúnebre partió del domicilio de Pí y Margall
en medio de un enorme gentío que llenaba los alrededores
de la casa y el paseo de Recoletos. La presidía el Dr.
Esquerdo y Angel Laguardia, yernos de Pí y Margall. Abría
el cortejo la guardia municipal y los asilados de San
Bernardino; a continuación, el féretro, conducido a hombros
por miembros de la juventud republicana de Madrid, del
Casino y del partido federales; les seguían dos carrozas
llenas de coronas de flores y una sección del cuerpo de
bomberos, detrás de los cuales marchaban los miembros
de la sociedad de librepensadores con su estandarte. Formaban
también parte de la comitiva representaciones de los centros
republicanos y federales venidas de toda España, representaciones
de estudiantes; la prensa destacó la asistencia del general
Bernal de uniforme.
Sin
la presencia de ningún miembro del clero y sin emblemas
religiosos,por las calles de Conde de Aranda, Serrano
y Recoletos, el cortejo desembocó en la plaza de La Cibeles,
donde el féretro fue introducido en la carroza. La comitiva
continuó por la calle de Alcalá hasta la Puerta del Sol,
y por la Carrera de San Jerónimo hasta llegar delante
del Congreso. Aguardaban allí la Mesa de la Cámara
con Moret, su presidente, a la cabeza, así como numerosos
diputados y senadores, entre los que se encontraban Silvela,
Maura, Villaverde, Canalejas y todos los diputados republicanos
sin distinción de matices.
Al
llegar la comitiva al cementerio civil, ocho obreros bajaron
a hombros el féretro, precediéndoles el estandarte de
la Unión Escolar y la bandera federal. Dos de los obreros
pronunciaron entonces unas breves palabras enalteciendo
la figura de Pí y Margall que fueron contestadas por el
público con numerosos “vivas” y fuertes salvas de aplausos.
El cadáver se bajó a la fosa envuelto en la bandera
republicana. Terminó el acto cerca de las tres de
la tarde, tras unos breves discursos pronunciados por
los líderes de las juventudes republicanas y de del Círculo
federal de Madrid.
La
noticia en Gijón
Francisco
Pí y Margall era muy admirado y querido en Gijón.Su
ideario político contaba aquí con muchos seguidores y
en las veces que visitó la ciudad, sus discursos fueron
seguidos por muchedumbres que ningún otro político había
alcanzado antes a reunir. Por eso la noticia de su muerte
produjo tan fuerte impacto entre toda la población.
Por
las escuetas notas que la prensa publicaba en vertiginosa
sucesión, gijoneses y asturianos pudieron enterarse del
grave estado en que se encontraba Pí y Margall, del empeoramiento
y de la súbita muerte. En “El Noroeste”, importante periódico
republicano editado en Gijón, se dedicó amplio espacio
al triste suceso y sus páginas se llenaron de artículos
en homenaje a la figura señera del republicanismo español.
Al
conocerse la noticia de la muerte del patriarca del republicanismo
español, en el Casino Federal de Gijón, se celebró una
reunión de urgencia.El salón se llenó de socios y
Ramón Blanco, que preside la reunión, hizo una breve exposición
en la que propuso la celebración un homenaje a Francisco
Pí y Margall, para lo que pidió la a los presentes que
manifestasen su opinión. Después de hacer uso de la palabra
los socios Miranda, Cándido Díaz, Argüelles, Tolívar,
Marceliano Cuesta y Fernández, se acordó enviar una carta
de pésame a la viuda y organizar una velada necrológica
que se celebraría en los próximos días. Para formar el
comité encargado de preparar la citada velada y otros
actos que se pudieran considerar complementarios se nombró
a las siguientes personas: Pedro Pitiot, Angel García,
Claudio F. Rúa, Angel González, Víctor Huergo, Angel Martínez,
Guillermo Fernández, José Valdés, Julio Mencía, José de
la Torre, Claudio Alonso y Ramón Alvarez.
Todas
las agrupaciones republicanas sin excepción y numerosos
particulares cursaron telegramas de condolencia en los
que, escuetamente, quieren hacer llegar a la familia su
dolor y solidaridad por la muerte del gran prohombre republicano.
Velada
necrológica en el Teatro Jovellanos de Gijón
La
velada necrológica en honor de Pí y Margall se celebró
el martes diez de Diciembre en el Teatro Jovellanos. Con
un lleno absoluto, a las ocho y media de la tarde la orquesta,
dirigida por el profesor Garay, marcó el comienzo de la
velada interpretando los sones de La Marsellesa. Siempre
La Marsellesa como himno de todos los republicanos. En
el escenario, la mesa con los participantes. Correspondía
la presidencia de honor a Blas Calzada, al que acompañaban
Ramón Blanco, Benito Conde, Guillermo Fernández y Aquilino
Cuesta. En otra mesa situada en un lateral del escenario
se sentaban los corresponsales de la prensa.
En
lugar preeminente del escenario, sobre un caballete, un
cuadro con el retrato de Pí y Margall orlado por un lado
con una gasa negra y con la bandera republicana por el
otro. En la parte inferior una inscripción: “El Casino
Federal a su presidente honorario.” Este lienzo al óleo
era obra del artista local Luis Fernández, que lo realizó
en apenas dos días.
Intervino,
en primer lugar Ramón Blanco, para presentar al Dr. Calzada,
de quien resaltó su ilustración, su amor a la causa republicana
y a su patria astur. Rafael Calzada, natural de Navia,
hizo los estudios de abogacía, doctorándose, y estuvo
de pasante en el despacho de Pí y Margall, a quien tenía
por maestro, amigo y padre espiritual. Emigró a Buenos
Aires y en seguida destacó en la abogacía y el periodismo.
A la muerte en duelo de Romero, su director, se hizo cargo
del influyente diario bonaerense El Correo Español del
que terminó siendo su propietario. Se casó con una hija
del presidente del Paraguay, y en su filantropía, protegió
a muchos emigrantes y desvalidos. Falleció en la Argentina,
en 1929.
El
propio Ramón Blanco, tras la presentación de Rafael Calzada,
leyó dos telegramas de adhesión. Uno, del abogado republicano
Juan Fernández de la Llana, el otro, del grupo libertario
“El Rebelde”, de Oviedo. También hizo pública la adhesión
de Rafael Calzada, padre, notario de Navia y amigo íntimo
de Pí y Margall.
Ramón
Blanco presentó también a otro de los jóvenes oradores
que iban a intervenir en la velada y que el público no
conocía: Alvaro de Albornoz. Joven abogado de ventidós
años que, según palabras de Blanco, estaba llamado a hacer
grandes cosas a favor de la República.
El
primer orador fue Marceliano Cuesta que hizo un resumen
de lo que fue la vida pública de Pí y Margall, del que
afirmó que era el modelo a imitar para salvar a España
e instaurar la República. A continuación, José Valdés,
obrero libertario, destacó, más allá de las divergencias,
su condición de discípulo del Pí y Margall filósofo y
amante de la ciencia y de la libertad y enemigo de la
tiranía. Jesús Martínez, de Fusión Republicana, aprovechó
su intervención para recordar a otros republicanos
desaparecidos, como Zarracina, Innerarity y Carreño. Ramón
Alvarez García trajo el recuerdo de algunas anécdotas
de la vida pública de Pí y Margall. El profesor Benito
Conde, que dijo hablar en nombre de los perseguidos por
la justicia, recordó a los presentes que Pí y Margall
había sido el único político español en vaticinar la catástrofe
colonial y en indicar a tiempo los medios para evitarla.
Guillermo Fernández, en nombre de la asociación de
los albañiles, manifestó la gratitud del proletariado
hacia Pí y Margall por ser el primero en preocuparse por
remediar la situación en la que se encontraba el proletariado
español, promoviendo una legislación social y la asociación
de los obreros, y también alzó su voz en defensa de los
martirizados en Montjuich. Gervasio Riera leyó un breve
escrito en el que se estableció un paralelismo entre Pí
y Margall y el gran federalista gijonés Eladio Carreño.
Tras
un breve descanso que fue amenizado por la banda de música,
continuó la velada con la lectura de más adhesiones, poemas,
un trabajo de Adolfo Buylla y un artículo del famoso periodista
madrileño Alfredo Calderón. A continuación, es Alvaro
de Albornoz, el que toma la palabra con propósito de resumir
punto por punto toda la doctrina pímargalliana, centrándose
sobre todo en la cuestión clerical. Finalizó el acto
con la intervención de quien lo preside, el Dr. Rafael
Calzada, que después de un panegírico terminó recordando
al público la inmortalidad de los hombres como Pí y Margall
y pidiendo la imitación de su vida ejemplar para conseguir
la redención de la patria. Y a los sones de La Marsellesa
se dio por concluida la velada.
Una
calle en Gijón para Francisco Pí y Margall
Como
ya se ha dicho, el ideario republicano federal de Pí gozó
de una amplia influencia política entre los asturianos.
Dentro de Asturias, fue en Gijón donde tuvo asiento el
núcleo federal más numeroso e importante. Más allá de
unos cuantos apellidos conocidos: los Carreño, Zarracina,
Buylla, Riera, Blanco, Cuesta y compañía, el republicanismo
federal era una fuerza política ampliamente enraizada
en la sociedad, como lo demuestran la proliferación de
casinos y centros culturales, de comités y subcomités
de barriada y la constante presencia en la política municipal
y regional durante más de sesenta años. Y en este
sentido, y a mayor abundamiento, baste señalar que, tras
la dictadura de Primo de Rivera, la corporación gijonesa
que salió elegida el 12 de Abril de 1931, en las elecciones
municipales que trajeron la II República, esa corporación
designó al republicano federal Isidro del Río como primer
alcalde democrático de Gijón; federal fue el primer gobernador
republicano de Asturias y por esta región salieron electos
dos de los diputados federales en las Cortes Constituyentes.
Todo ello a pesar de que el Partido Republicano Democrático
Federal no había sido invitado a firmar el “Pacto de San
Sebastián”, por lo que no formaba parte de la Conjunción
Republicana y era marginado, cuando no ferozmente combatido,
por muchas de las organizaciones y personajes componentes
de aquel conglomerado.
El
domingo doce de Marzo de 1911, a las once y media de la
mañana se ponía en marcha en Begoña la manifestación organizada
para colocar la placa que con el nombre de Francisco Pí
y Margall iba a designar la céntrica calle gijonesa que
hasta entonces era conocida como “Los Moros”. Abría
la marcha la Banda Municipal de música y encabezaban
el cortejo los principales dirigentes republicanos y del
Círculo Melquiadista, seguidos de las comisiones que representaban
a organismos republicanos de la ciudad y de fuera de ella
y de una numerosa multitud.
Hablan
al público Ramón Fernández, Eduardo G. Arizaga, Antonio
Moriyón y el diputado por Gijón Ramón Alvarez García;
y tras los discursos con sus vítores y aplausos, los acordes
de la “La Marsellesa” galvanizan y llenan de emoción a
los presentes. Se retira la enseña tricolor que la cubría
y aparece a la luz la artística lápida construida en los
talleres de Adriano García: “Calle de Francisco Pí y Margall”.
Seis
años fueron necesarios para poder vencer los obstáculos
de todo tipo, primero en el Ayuntamiento y después en
la Diputación, con los que las fuerzas reaccionarias trataron
de impedir que esa calle llevara ese nombre y ese homenaje
pudiera producirse. Y veintiséis años después, con las
tropas franquistas dueñas de Asturias y triunfante el
reaccionarismo...; sólo resta añadir que la mencionada
lápida fue arrancada de la fachada de la casa de Riera
y esa calle volvió a denominarse como la de “Los Moros”.
¡Y hasta hoy!