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La sanidad pública tiene que hacerse cargo de los ancianos enfermos de alzhéimer y demencias.


La guerra económica contra la gente corriente
Los niños de la República
 

Por Marcelino Laruelo.


La Segunda República llegó, sonriente e ilusionada como la primavera, para todos los españoles de cualquier clase y condición. Años después, aperitivo sangriento de la Segunda Guerra Mundial, la militarada, la revolución, la guerra civil y el terror de la represión trajeron la muerte, la destrucción, la miseria y el hambre, y vistieron de luto a toda España.

Eran los niños la esperanza de aquella república. Fueron todos los niños, más, si cabe, los niños republicanos, los que pagaron los platos rotos. Del purgatorio de la injusta vida corriente, los bajaron a los infiernos de la guerra y la posguerra, a los campos de refugiados, los exilios y los orfanatos, a las hambrunas de los años cuarenta y a los “maestros ciruela”…

En esta guerra económica de nuestros días, guerra sin escrúpulos ni limitaciones de los multimillonarios y los poderosos contra la gente corriente, que no se sabe si es la antesala de una Tercera Guerra Mundial, los ancianos son las víctimas propiciatorias a las que, entre todos, quieren desplumar y sacrificar.

El gobierno ha permitido, sino amparado, que los bancos y cajas de ahorro hayan dado el timo de las “preferentes” y otras “estampitas” similares, cuyas principales víctimas han sido los ancianos. Esos bancos y cajas que concedían hipotecas a insolventes y admitían avales de ancianos que olían ya a ejecución y embargo, a la pérdida de la vivienda y los ahorros. Tendrían que estar llenas las cárceles con todos los que participaron en ese saqueo de los ahorros de personas honestas y sacrificadas, pero en lugar de eso, los empleados “cómplices” se habrán marchado de rositas con sus jugosas prejubilaciones o ascendido de categoría, tal vez con cargo a los fondos de los generosos “rescates” del desmadre “cajabancario”.

Ha sido este gobierno, tan “liberal” y de “mercado”, el que ha propiciado la mayor concentración bancaria de la historia y la abducción de las cajas de ahorros. Hoy el sector es un oligopolio que impone sus normas, conveniencias y pésima atención al cliente con la colaboración necesaria de las autoridades. Fue el gobierno el que intervino con su poder para bajar los intereses que remuneraban los ahorros de la gente corriente. Y se ha llegado a que se atrevan a ofrecer hoy un cero coma uno por ciento (menos el 21% de Hacienda). Eso sí, también te ofertan créditos de consumo al nueve o el diez por ciento, por no hablar del veintitantos por ciento de interés para los descubiertos en cuenta corriente; y eso tiene un nombre: usura. A los ancianos, que son los grandes ahorradores, no solamente no les remuneran como es debido sus cuentas y plazos fijos, sino que los baldan a comisiones y hasta con cargos indebidos difíciles de detectar.

Los que mandan y se enriquecen, los que son ricos y mandan cada vez más, han perdido hace tiempo hasta el menor atisbo de pudor y consideración. El estado (gobierno, autonomías y ayuntamientos) y las grandes empresas dominantes y oligopólicas se han convertido en auténticos “sacaperras” que sablean a la gente corriente con todos los medios a su alcance: impuestos, devaluación del euro, precios abusivos de los combustibles, “estafaluz”, “estafagas”, “estafateléfono”, “estafagua”…

Lo que ha ocurrido con la TDT, “estafatedeté”, promovido por el gobierno, es de juzgado de guardia, de juzgado de guardia de la decencia política y económica, si lo hubiera, que no lo hay ni lo habrá. ¿Cuánto se han tenido que gastar los españoles en cambios de televisores, antenas y demás aparataje y cacharrería electrónica? ¿Cuánto han pagado las comunidades de vecinos en antenas y resintonizaciones? Eso sí, la “señal” tal vez sea muy buena, pero lo que resulta evidente es que el contenido cada vez es más malo y embrutecedor.

El gobierno, los gobiernos, amparan todo tipo de timos y abusos, desde el acoso comercial por teléfono hasta la indefensión propiciada por el cierre de oficinas y su sustitución por centros telefónicos de atención al cliente que están diseñados, en realidad, para aburrir y desesperar al cliente.

En esta guerra económica para apoderarse del dinero y bienes de la gente corriente, en ese afán por complicar y mangonear la vida a todo el mundo, las primeras y principales víctimas son los ancianos. No se atreverán a gasearles para quedarse con todo, claro, pero de seguir así, les van a acabar arrancando hasta las muelas de oro, si se descuidan. Por eso conviene recordar a los que aún están en la barrera, que aquellos niños de la República que tanto vieron y padecieron son, precisamente, los ancianos de hoy.

UNIDOS POR INTERNET
Campaña para la instalación de webcams en las residencias de ancianos para facilitar el contacto con los familiares y allegados, y la protección de los ancianos indefensos.
¡Que entre la luz de la calle en los geriátricos!

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¡ALTO A LA INCAUTACIÓN DE LOS BIENES Y AHORROS
DE LOS ANCIANOS ENFERMOS QUE ESTÁN EN LAS RESIDENCIAS PÚBLICAS!