Revolución de Octubre de 1934.
El
asalto a la sucursal del Banco de España en Oviedo
(II).
Por Marcelino
Laruelo.
El botín.
En
la memoria del Banco de España referida al ejercicio
de 1934 se dice que la cantidad robada en la sucursal de
Oviedo durante los sucesos revolucionarios fue de 14.425.060,60
pesetas: ¡caramba con la precisión contable!
Eso de la calderilla ya me resulta a mí un poco sospechoso.
Pero, para hacernos una idea cabal de la importancia de
esa suma en aquella época acudí al catedrático
de Economía José Manuel Agüera para ver
si podemos “traducir” esa cantidad a su equivalente
en nuestras fechas. Sabiendo que el sueldo de un minero
andaría por las doscientas y pico pesetas y que un
dólar se cambiaba a 7,39 pesetas, Agüera me
dio también distintos índices de equivalencia
para la peseta de 1934 respecto a la de 2001, según
se referenciasen a los precios al consumo o el PIB, pero
al final, optamos por la opción ponderada, según
la cual, una peseta de entonces equivalía, aproximadamente,
a 269,63 de nuestra época. Por lo tanto,
el producto del asalto sería de más de 3.889
millones de pesetas de 2001. O sea, que lo del Banco de
España de Oviedo fue una pastizara que tuvo que dar
para mucho.
Aspecto de la
puerta de entrada a las cajas de seguridad
de la sucursal del Banco de España en Oviedo tras
la voladura.
Aparte
del billetaje que resultó destruido a consecuencia
de la voladura y del retirado de la circulación,
los revolucionarios dejaron en la caja oro y joyas por importe
de un millón de pesetas, entre ellas se encontraban
las coronas de la Virgen de Covadonga, y también
es probable que rechazasen los paquetes de billetes nuevos
cuyos números de serie estarían controlados
y podrían delatarles en un futuro.
Paco
Ignacio Taibo, gran conocedor de este episodio, afirma que
las sacas con el dinero se enviaron en un primer momento
a la zona de Sotrondio por orden de Graciano Antuña,
natural de la zona. Luego, llegó la noche
del pánico del día once de Octubre y los dirigentes
prepararon la huida porque parecía que todo iba a
derrumbarse en cuestión de horas. Fue entonces cuando
parte del botín viajó de vuelta de
Sotrondio hasta los alrededores de Oviedo. Bajo control
de los hombres de Antuña, se hizo el reparto entre
los dirigentes presentes que, a continuación,
se dirigieron a sus zonas de influencia para, al mismo tiempo
que les entregaban cantidades de dinero a los jefes y cuadros
locales, transmitirles el acuerdo del Comité de la
Alianza de dar la revolución por perdida, iniciar
la retirada escalonada y abandonar la lucha, toda vez que
en el resto de España el gobierno controlaba la situación.
Fue un reparto caótico y arbitrario, como correspondía
a las circunstancias y al momento, al que siguió
una segunda redistribución de fondos entre los militantes
de menor rango. El catedrático David Ruiz, en su
reciente libro Octubre de 1934, sostiene que: “anarquistas
y comunistas negaron haber recibido cantidad alguna”.
Pero en Grado, dominado por los comunistas, se asaltó
la sucursal del Banco Herrero, y en La Felguera, los cenetistas
violentaron la caja fuerte de la Duro Felguera.
El
diputado en Cortes y ex alcalde de Mieres, Ramón
González Peña, transportó y entregó
personalmente el dinero para los comités de la cuenca
del Caudal. Ramón y su hermano Manuel, que
le sucedió al frente de la alcaldía de Mieres,
eran conocidos en la zona como “los valdunos”,
y en Valduno buscaron refugio esa noche. Valduno es un pueblecito
situado en la ribera del Nalón, en el concejo de
Las Regueras. Allí vivía Cornelio Fernández,
amigo de Ramón González Peña desde
la niñez y uno de sus mejores hombres de confianza.
Cornelio y su hermano Constantino habían sido ya
los que facilitaron el escondite para el alijo de armas
del vapor Turquesa en el mes de Septiembre. Y en
Valduno pasaron esa noche la mayor parte de los miembros
de este primer comité de la Alianza Obrera.
Al día siguiente, iniciaron la huida o la búsqueda
de un escondite. Algunos volvieron a reincorporarse a la
lucha, que continuó bajo una nueva dirección.
Y no se olvide que fue un hombre del SOMA, un socialista,
Belarmino Tomás, el que tuvo que dar la cara,
y arriesgar la vida, para entrevistarse con López
Ochoa, general en jefe de las fuerzas gubernamentales, y
negociar las condiciones de la rendición de los revolucionarios.
A
modo de balance del botín.
Derrotada
la revolución, ocupada militarmente Asturias, comenzó
una cruel represión, moderada por un gobierno y un
régimen que, aunque de derechas, no dejaba de estar
controlado y asentado en un sistema republicano y liberal.
Nada que ver con lo que ocurriría tres años
más tarde.
Inmediatamente
de quedar restablecida la situación, el Banco de
España envió al inspector general Crescencio
Mendoza, antiguo director de la sucursal de Gijón,
acompañado de personal propio. Pocos días
después, llegó de Madrid una comisión
especial del Banco formada por el subgobernador primero,
Pedro Pan López, y los consejeros conde de Limpias
y Fernández Aritio.
Mientras
Mendoza permaneció en Asturias hasta mediados de
Diciembre, el subgobernador y los consejeros regresaron
a Madrid a los pocos días, de manera que en el consejo
de ministros que se celebró el día 30 de Octubre,
el gobernador del Banco de España, Alfredo de Zavala,
invitado a asistir al mismo, pudo presentar un informe sobre
el asalto a la sucursal de Oviedo.
Pero
no fue el Banco de España el único en sufrir
la “expropiación revolucionaria”. En
la caja fuerte de la Duro Felguera de la sede central de
La Felguera se guardaban unas seiscientas mil pesetas (162
millones pts. de 2001) que estaban destinadas a pagar el
día cinco las nóminas del personal del tren
de laminación y de las minas. Los cenetistas de La
Felguera, utilizando sopletes, solamente pudieron abrir
un hueco y hacerse con unas 250 mil pesetas (67 millones
pts. de 2001): ¿Sería parte de este
dinero el que traía para Gijón el dirigente
sindicalista José María Martínez cuando
halló la muerte en Sotiello? Hay quien vincula
su misteriosa muerte con el asalto al Banco de España.
Sólo está constatado que asistió en
Oviedo a la disolución del primer Comité Revolucionario
el 11 de octubre y luego se desplazó a La Felguera
para comunicar la decisión a sus compañeros
de CNT. Regresó andando hacia Gijón y apareció
muerto en Sotiello, a ocho kilómetros de la ciudad.
Se especuló con un accidente fortuito con su pistola,
con un suicidio y hasta con un ajuste de cuentas interno
por la oposición de los faístas a la Alianza
Obrera. Una investigación hecha por la CNT estableció
que había sido un accidente. ¿Un accidente
con una pistola alguien que había tenido pistola
toda la vida? ¿Puede suicidarse quien tiene encomendada
una misión de la que dependen la libertad y la vida
de muchos compañeros? ¿Qué fue de ese
dinero que supuestamente traía con él?
La familia de José María Martínez publicó
su esquela en un lugar destacado de los periódicos
El Noroeste y La Prensa: ¿se acostumbra a publicar
las esquelas de los suicidas? ¿O sería ése
el único gesto de protesta y denuncia que se pudo
permitir la familia de José María Martínez?
También
en los periódicos de aquellos días apareció
un anuncio un tanto esperpéntico. Parece
ser que se había extendido entonces el bulo de que
el Banco Herrero había recibido trato de favor por
parte de los revolucionarios. Así que el
consejo de administración y la dirección del
banco se creyeron en la obligación de precisar que
no solamente no mantenían relaciones comerciales
ni con Avance ni con el SOMA, sino que hasta el propio Amador
Fernández les había escrito para quejarse
de que no se les hubiera concedido un crédito de
50.000 pts. (13 millones pts. de 2001), carta que el Herrero
había depositado en una notaría como prueba.
También se aclaraba que si la cámara acorazada
de la sede central en Oviedo no había podido ser
violentada, había sido debido a la solidez de la
misma, pues los revolucionarios lo habían intentado,
ocasionando graves daños. Además, habían
sido asaltadas las sucursales de Grado, Pola de Siero, Sama
y Mieres, con un botín superior a las trescientas
mil pesetas (81 millones pts. de 2001). Los revolucionarios
que entraron en la sede del Banco Herrero en Oviedo habían
conseguido detener al cajero y al interventor, pero no pudieron
localizar al director, que tenía en su poder la imprescindible
tercera llave para abrir la caja fuerte.
Realizados
los trabajos previos por la comisión inspectora del
Banco de España, el día veintitrés
de Octubre zarpó de Santander con destino a Gijón
el vapor Escolano. A bordo transportaba una carga ligera,
pero de mucho peso económico: catorce millones de
pesetas con destino a la sucursal del Banco de España
en Gijón. La vida continuaba y el dinero volvía
a ser tan necesario como siempre.
Para
tratar de recuperar el botín o parte del mismo, el
vicesecretario del Banco de España firmó en
Madrid la autorización de unas recompensas.
Se publicó como un anuncio en la prensa. El importe
era de 250 mil pesetas (67 millones de pts. de 2001) para
la persona o personas que señalasen una pista que
condujera a la recuperación de los más de
14 millones, y proporcional a las cantidades menores que
se recuperasen. Otra prima de 250 mil pesetas se concedía
a los que se pudieran hacer con el botín y entregarlo
en el Banco, manteniendo la proporcionalidad de la prima
para el dinero del robo que se entregase. A finales de Noviembre,
se jubiló al director de la sucursal de Oviedo, Justo
Alvarez Amandi, y el cajero, Eduardo Taulet, fue trasladado
a la sucursal de Segovia.
Guardias Civiles
delante del millón de pesetas
recuperado en la zona de Las Regueras.
Como
consecuencia de las detenciones practicadas por la fuerzas
y cuerpos de seguridad de la II República, capitaneados
por el comandante Doval, y de sus habilidosos interrogatorios,
a finales de 1934 se habían recuperado 2.634.293
pts. (710 millones de pts. de 2001). La cantidad
más importante, 1.325.000 pesetas se recuperó
en el monte La Parra, en Las Regueras, tras la detención
de Cornelio Fernández. Su hermano Constantino, también
detenido, se tiró al Nalón, que bajaba muy
crecido por las nevadas. Iba conducido por la Guardia Civil
y se tiró, o le tiraron, en el lugar de Pradón,
cerca de Valduno. Su cuerpo, con las manos esposadas, apareció
meses después río abajo. Cornelio y sus hermanos
habían emigrado a América y regresado después.
Cornelio Fernández, íntimo de Peña,
había sido concejal y alcalde socialista de Las Regueras.
Cornelio pudo escapar tras la guerra civil y volver a Cuba,
pero ya no pudo regresar jamás a España. Su
familia de Valduno sólo le pudo saludar en Portugal,
por donde había huido, en 1954.
Durante
los primeros meses de 1935, la policía continuó
recuperando cantidades de dinero. Solía ser muy frecuente
entonces que, para preservarlos de la humedad, se guardasen
los billetes en unas de aquellas latas en las que venía
envasado el dulce de membrillo y luego las enterrasen en
huertos o prados. Los detenidos, tarde o temprano, terminaban
por “cantar”. Manuel Rozada, que se había
refugiado en Caso, fue localizado, detenido e interrogado.
Así pudo la policía dar con un escondite en
la zona de Sotrondio en el que se guardaba casi un millón
de pesetas. Junto con los hallazgos de otras cantidades
mucho más pequeñas, al final, la policía
consiguió recuperar más de cuatro millones
y medio de pesetas, o sea, el equivalente a 1.234 millones
de pts. de 2001, de los 3.889 millones robados.
Entre
los miles y miles de detenidos, únicamente de uno
de ellos dieron noticia los periódicos como participante
directo en el asalto al Banco de España. Se trataba
de Jesús Ferro López, natural de Galicia,
que llevaba cuatro años trabajando en las minas de
Carbayín. Según la policía, había
confesado ser el que colocó la dinamita.
El
escritor Paco Ignacio Taibo es el autor de dos tomos dedicados
a la Revolución asturiana de Octubre de 1934. Además
de lo exhaustivo de su trabajo de investigación,
tuvo la suerte de poder entrevistar en el exilio a muchos
de los protagonistas de la Revolución. En su balance
del asalto a la Banco de España de Oviedo afirma
que, descontadas las cantidades recuperadas por la policía
y unas cuatrocientas mil pesetas cuya numeración
pudo ser anulada por el Banco, quedaron en poder de los
revolucionarios nueve millones y medio de pesetas (2.560
millones de pts. de 2001). Según PIT cinco
millones de pesetas acabaron depositados secretamente en
Bruselas, después de haber pasado por París.
Estuvieron bajo la administración directa
de Amador Fernández y el control de Graciano Antuña
y Belarmino Tomás, que habían conseguido salir
de España.
Dice
también Taibo que, a mediados de 1935, Amador Fernández,
Ignacio Lavilla y Belarmino Tomás viajaron a Alemania
para comprar una rotativa nueva para editar en el futuro
el periódico Avance. Pero antes, pasaron
por Suiza. Cantidades importantes de esos cinco millones
se destinaron a comprar en Oviedo el solar y a construir
el edificio para Avance y la Casa del Pueblo, el resto,
descontados medio millón del atraco sufrido en la
sede del comité del exilio en París y la huida
de un militante a la Argentina con 250 mil pesetas, se depositó
en dos cuentas bancarias en Bruselas, cuyos fondos, según
Taibo, fueron utilizados meses después, durante la
guerra, por el gobierno asturiano en sus transacciones internacionales.
Los
cuatro millones que quedaron ocultos en Asturias sirvieron
para financiar las redes clandestinas montadas para sacar
de España a los perseguidos. Otra parte
se destinó a atender los gastos de la defensa jurídica
de los detenidos y a ayudar a sus familias y a las viudas
de los fallecidos en la lucha. Clausurado Avance, con ese
dinero se compró la imprenta en la que, sucesivamente,
se editaron La Tarde, El Pueblo y Asturias. Finalmente,
parte de esos fondos sirvieron para financiar la campaña
electoral.
Tras
las elecciones de Febrero de 1936 que dieron el triunfo
al Frente Popular y el regreso de los exiliados, la dirección
de la FSA creó un comisión de investigación
formada por Laureano Prado, Jesús de la Vallina,
Luis Oliveira y Manuel Martínez. El comienzo de la
guerra en Julio impidió que culminara sus trabajos.
Etelvino
González reproduce en su reciente libro
Ni cautivos ni desarmados un carta de Inocencio Burgos y
José Barreiro a la Comisión Ejecutiva del
PSOE. En ella se afirma que el Consejo de Asturias y León
trasladó a manos del Gobierno (tras derrumbarse el
Frente Norte en Octubre de 1937) valores en dinero, metales,
piedras preciosas y similares por un importe superior a
los dos mil millones de pesetas (del año 1937). En
contraposición a lo hecho por el gobierno vasco,
que lo mantenía en bancos franceses bajo su control.
Pablo
Castellano, uno de los dirigentes más activos
del PSOE en la clandestinidad, aseguró haber visto
en la sede socialista de Toulouse, pocos años antes
de la muerte del general Franco, una maleta con dinero que
provenía de aquella “expropiación revolucionaria”,
dinero que también había sido utilizado para
mantener la lucha del maquis.
Puesto
en contacto con PIT, éste recordó que “las
familias de Antuña, González Peña,
Belarmino, Amador y ellos mismos en el exilio mexicano vivían
de manera muy modesta.” “Estoy seguro, absolutamente,
que nadie se pringó”, afirmó con rotundidad.
No
se puede finalizar este artículo sin mencionar el
lamentable funcionamiento de los archivos de los organismos
oficiales a los que se solicitó información
sobre la documentación existente en relación
con el asunto tratado en este artículo: Ministerio
del Interior, sin respuesta. Archivo del Banco de España
(tras mucho rogar e insistir) un pdf de una hoja de la referencia
en la Memoria de 1934 (por sugerencia mía) y otro
pdf de una hoja con el acta de la reunión del 20-10-34.
Archivo Histórico de la Guardia Civil: fotocopia
(4 hojas a doble cara) del tomo cinco de la Historia de
la Guardia Civil, del general Francisco Aguado. Más
diligente e interesante resultó la documentación
enviada por el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca y
los planos y fotos antiguas del Archivo Municipal de Oviedo.
Principal
bibliografía:
La comuna asturiana. De Bernardo Díaz Nosty.
Asturias 1934 (2 tomos). De Paco Ignacio Taibo.
José María Martínez. De Ramón
Alvarez Palomo.
Colecciones de periódicos de la época.
www.asturiasrepublicana.com
La abundancia
de dinamita y dinamiteros favoreció
el deslizamiento revolucionario en Asturias.
En la foto, guardias civiles con cajas de dinamita
recuperadas tras el fin de los combates.