A
las mujeres de Francia y Prusia.
Somos mujeres españolas y hermanas vuestras. Hermanas,
como vosotras lo sois naturalmente unas de otras todas;
somos hermanas de cada una vosotras, que hoy, en momentos
de una sangrienta enemistad de nación a nación,
propia de pasadas y lamentables edades, nos dirigimos
a todas vosotras sin excepción, para que os apercibáis
del abismo que se abre ante vosotras y al cual podéis
atraer las demás naciones, la sociedad toda.
Queridas
hermanas nuestras:
Hoy la guerra y la matanza es la deshonra humana. Hoy
la guerra es la retrogradación, es el desprecio
y el escarnio de todo cuanto de ilustre y sabio en hombres
y mujeres distingue en todas las naciones la regeneradora
época presente. ¡Hoy día no deber
ser posible tal retroceso! ¿Para qué la
razón y la moral hubieran adquirido tanto poder?
¿Para qué la mujer desarrollaría
sus sublimes facultades y recobraría su dignidad?
Las
mujeres heroicas de ayer lucharon por lo que creían
ser verdad, pero... la verdad de ayer hoy es reconocidamente
el absurdo, la sinrazón, la injusticia.
Ayer
la mujer era esclava. Sumisa e ignorante, no era culpable
de tanta inhumanidad; mas hoy día la mujer tiene
amigablemente a su lado al dueño de la sociedad,
tiene en sus manos el modo de ser y obrar del hombre.
Hoy es cuando la mujer tiene el deber de ser en un todo
humana, hoy no es como antes esclava y debe obrar según
sus sentimientos de mujer, debe ser heroica la guerra.
El
marido, el hijo, el hermano no deben abandonar a la mujer,
porque la vida, la paz, la regeneración están
en ella, y ella es representante y mantenedora de los
más puros sentimientos humanos, habrá de
reconocer en los que la abandonan para ir a la guerra
no un hermano, un hijo, un esposo, solo un ciego y vil
instrumento de poderosos asesinos que forzosamente han
de desaparecer.
La
mujer de hoy no es ya ignorante y fanática como
la de ayer. Por esto no es esclava sino amiga del hombre;
mira al hombre de todo país como a hermano y no
le impulsa ciegamente a la muerte sino que le atrae a
la vida, a la paz social, al progreso y bienestar de todos.
La
mujer de hoy, no fanática, no ignorante, no servil
como la de antes, sabe bien que al impulsar al hombre
a la guerra da ejemplo a otra mujer, que aunque distante,
que aun siendo natural de otro país es verdaderamente
hermana suya, le da ejemplo para que sea a su vez ciegamente
fratricida o parricida.
No,
mil veces no. La mujer en la naturaleza no es el agente
de muerte sino de vida. No debemos perder el hombre sino
salvarle. No debemos cual la mitológica Eva engañarle,
sino hacerle volver en sí cuando está punto
de ser víctima, y hoy va a ser víctima de
los vampiros de la sociedad, de las fieras coronadas.
Por
otra parte, hermanas de Francia y Prusia, ved... que no
es justo, que no es moral, que no es humano, siendo el
hombre parte de nuestras entrañas, que él
desafíe la muerte y nosotras no: si la causa interesa
verdaderamente a la humanidad, nosotras debemos a la par
de él luchar, debiéramos ir en busca de
las mujeres del territorio que la ambición monárquica
o imperial ha mantenido en la enemistad y debiéramos
entre-matarnos..., no importa que llevemos fruto viviente
en nuestras entrañas..., así se hace cuando
la guerra adelanta; así se ha hecho, esto invocaban
los jefes de las devastadoras tropas de César cuando
el paso del Rubicón, esto lógicamente debiéramos
hacer...
Pero
no, afortunadamente hoy no estamos, no debemos estar bajo
el despotismo militar de César alguno; hoy la humanidad
no ha de sufrir, para que unos cuantos privilegiados triunfen
y gocen, hoy no estamos en aquella era que desconocían
la razón. Hoy apreciamos la Moral, estimamos la
Justicia y queremos la Verdad; obramos según el
sentimiento regenerador internacional. Ho no debemos consentir
césares.
Esto
es lo que interesa al mundo todo y para esto si que debemos
acudir todos, sin exceptuar las mujeres. Pero si estamos
todos, si convenimos todos en no sufrir déspotas
que nos lleven a la muerte, que nos subyuguen, no necesitamos
acudir a las armas, no necesitamos ametralladoras.
Las
mujeres somos en conjunto la madre de la sociedad, ¡cómo
hemos de consentir que nuestros hijos se maten! ¿Hemos
de mirar impasiblemente el fratricidio?
Nosotras
podemos y debemos oponernos a que los hombres tomen las
armas. Nosotras podemos y debemos evitar las guerras.
Nosotras somos las primeras en infundir en la conciencia
del hombre estos u otros sentimientos; nosotras influimos
directamente en los hombres..., nosotras somos, pues,
culpables si hay más guerras, somos responsables,
seremos criminales...
La
religiosidad que nos infundieron por una falsa fe nos
ha hecho ser inhumanas, nos ha hecho obrar contra nuestros
naturales sentimientos; hoy que conocemos mejor la naturaleza,
que nos conocemos más a nosotras mismas y que tenemos
derecho a dejar sentir la elocuencia de nuestra razón
y sensibilidad; hoy que la ciencia está por todas
partes protestando contra las absurdas revelaciones que
nos retenían a nombre de religión bajo un
manto de estupidez, víctimas siempre del despotismo
de mil redes, hoy las mujeres debemos volver por nuestra
dignidad, debemos obrar según quienes somos, debemos
obrar como hijas, como esposas, como madres; debemos
mantener la paz sobre la tierra, y debemos reconocer quiénes
son los déspotas que a la humanidad asesinan, y
lejos de ser cómplices de su siniestro y monstruoso
intento, debemos obtener el reducirles a la impotencia,
haciendo que nuestros hijos les dejen aislados y, por
consiguiente, destruidos.
Hermanas
prusianas, hermanas francesas:
Ved como los gobiernos despóticos de la tierra
bajo el pretexto de las nacionalidades obtienen con nuestros
hijos y esposos, ejércitos, con los que satisfacen
su voracidad, dejándonos salvajemente a la vertiginosa
acción de las ametralladoras, huérfanas
o viudas, en la indigencia o sin vida.
Ved
cómo para servir a un rey, para satisfacer la ambición
y capricho de un tirano no sólo nos arrebatan nuestro
apoyo y nuestra vida y nos privan de los seres más
queridos, sino que viene además la desoladora exacción
de impuestos a aniquilar el hogar falto de fuerza y consuelo.
Hermanas
todas, opongámonos a la guerra, protestemos por
todas partes y sin desperdiciar medio, no consintamos
en ser cómplices de esa obra de los reyes. Evitemos
con todas nuestras fuerzas esa guerra de hoy que no es
sino la deshonra de nuestro siglo.
Si
dejamos con nuestra indiferencia que la guerra se enseñoree
en nuestros tiempos, consentimos... ¡oh vergüenza!,
que nuestros hijos... no nos bendigan.
Madres
e hijas de Francia, Prusia y demás países:
queridas hermanas ¡a la obra todas sin cejar!, ¡no
más guerras!
La
aridez de los campos, los abandonados trabajos, la desolación
del hogar llama a los que corren a una muerte culpable
y cierta.
Trabajemos
todas para que cese la guerra. Obremos todas en favor
de la paz y la paz será.
Barcelona,
7 de Agosto de 1870.
Josefa
Marsal Anglora, María Pineda, Eufemia Marsal, Clemencia
Puig Espinal, Tadea Espinal, Teresa Buttini, Adelina Estivill,
Petronila Pellicer, Consuelo Oliveras, Paula Dalmau Bofill,
Baudilia Pi, Dolores Santos, Manuela Pucherbé,
Luisa Mustich, Engracia Santos... Siguen muchas más
firmas.