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Oficina de Defensa del Anciano

Marcelino Laruelo Roa

Muertes Paralelas

Muertes paralelas

El destacado periodista Javier Bueno, director de Avance y
Claridad, fusilado en Madrid por el ejército franquista.

 

 

Javier Bueno, un periodista de combate.

 


Por Marcelino Laruelo.
Muertes Paralelas. Gijón, 2004.


A Javier Bueno le fusilaron en Madrid a las seis de la mañana del día veintisiete de Septiembre de 1939, “Año de la Victoria”, como estampaban los franquistas en todos sus documentos oficiales. Tenía cuarenta y ocho años de edad.

Javier Bueno había seguido dirigiendo el diario madrileño Claridad, órgano oficial de la UGT, hasta la entrada de las tropas franquistas en la capital de España. Luego, se refugió en la embajada de Panamá a la espera de conseguir el asilo político. Pero el gobierno de Franco, a diferencia del de la República y al margen de los aspectos formales del Derecho Internacional, hizo lo que no se habían atrevido a hacer ni “las hordas rojas”: ocupó las embajadas y detuvo a todos los que en ellas se habían asilado. Era algo previsible y por eso fueron muy pocos los republicanos que optaron por esa posibilidad para intentar escapar a la represión. El día cuatro de Abril, la embajada de Panamá en Madrid, cuyo gobierno aún no había reconocido al régimen de Franco, fue ocupada y once españoles que allí se habían refugiado fueron hechos prisioneros. Uno de ellos era Javier Bueno.

Le encarcelaron en la prisión de Porlier, situada en la calle del mismo nombre, en el barrio de Salamanca. Este antiguo colegio de los Calasancios ya había funcionado como cárcel provisional republicana durante la guerra, la principal de Madrid, y continuó siéndolo, bajo dominio franquista, hasta 1944, dirigida por Amancio Tomé. Javier Bueno permaneció en la 2ª Galería hasta que fue identificado y sometido a consejo de guerra. Condenado a pena de muerte, pasó a la 3ª Galería, donde estaban los condenados a la pena máxima. Allí se encontraron con Javier Bueno dos antiguos redactores de Avance durante la guerra. Cabezas y Vega Pico formaban parte de la redacción del periódico Redención, creado por Instituciones Penitenciarias para informar y hacer propaganda entre la población reclusa. Redención empezó a funcionar en 1939 y estaba dirigido por José Mª Sánchez de Muniain, antiguo secretario de Herrera Oria, el periodista que llegó a cardenal, y que había sido también redactor del periódico católico El Debate, Redención alcanzó una gran difusión en las cárceles. Sus primeros números se editaron en Vitoria, donde también tenía su sede Instituciones Penitenciarias, pero al poco tiempo de la ocupación de Madrid por los franquistas, la redacción se trasladó a un local en la propia cárcel de Porlier.

Javier Bueno, que en los últimos días de la guerra había apoyado desde Claridad las pretensiones del Consejo de Defensa Nacional del coronel Casado para establecer una paz negociada con los franquistas, prestó su primera declaración como prisionero ante el juez militar el día diecinueve de Julio de 1939. La causa contra Javier Bueno, instruida por el procedimiento sumarísimo de urgencia y con el número 33.582, la llevaba el Juzgado Militar de Prensa desempeñado por Manuel Gargallo. Este juzgado tenía sus dependencias en el edificio número cuatro de la madrileña Plaza del Callao. El profesor Luis Otero Carvajal, en su obra “Ciencia y Cultura en Madrid. Siglo XX”, sitúa en los años de entreguerras a Manuel Gargallo como miembro de la tertulia literaria que en torno a César González-Ruano y Jardiel Poncela se reunía en el madrileño café Europeo.

En su declaración ante el juez militar, que le interrogó sobre “sus actividades de todo género a partir de la fecha del dieciséis de Febrero de 1936”, Javier Bueno declaró que en esa fecha estaba preso en la cárcel de Oviedo por haber sido condenado en consejo de Guerra por “los sucesos ocurridos en Asturias en Octubre de 1934”. Al decretar la amnistía el gobierno del Frente Popular y quedar en libertad, se fue a Madrid, donde permaneció hasta primeros de Junio de ese año, ocupado en resolver asuntos particulares. En esa fecha, regresó a Oviedo para preparar la salida de nuevo del diario socialista Avance, lo que se logró en Junio. Al sublevarse el coronel Aranda y ocupar sus tropas Oviedo, pudo escapar junto con otras personas, permaneciendo en los alrededores a la espera de cómo se desarrollasen los acontecimientos. Cuando se inició el cerco a la ciudad, se hizo con un fusil y participó en el asedio como un miliciano más, sin ostentar ninguna graduación o mando. Continuó como tal hasta finales de Noviembre o primeros de Diciembre, en que fue herido y tuvo que ser evacuado a Gijón. Cuando le dieron de alta, no regresó al frente, pues se le encomendó la dirección de Avance que se había decidido publicar en Gijón, utilizando para tal fin los talleres del periódico gijonés El Comercio. Permaneció como director de dicho periódico hasta el día anterior a la entrada de las tropas franquistas en Gijón. Consiguió escapar y llegar por mar a Francia para, vía Por-Bou, pasar a Cataluña y, sin detenerse, dirigirse a Madrid. Una vez en Madrid, se le ofreció, y aceptó, el cargo de director del diario Claridad, el cual desempeñó hasta el final de la guerra. Javier Bueno, también afirmó en su declaración el no haber estado afiliado a ningún partido político y no haber desempañado cargos políticos o sindicales, a excepción de la presidencia de la Asociación de la Prensa de Madrid y de la Agrupación Profesional de Periodistas. (Al contrario de lo que se afirma en la wikipedia, no consta que Javier Bueno estuviera afiliado al PSOE.)

En posterior interrogatorio celebrado el día seis de Agosto, Javier Bueno negó haber presidido, en las primeras semanas de guerra y en el cerco de Oviedo, un comité del que formaban parte Lorenzo Mulero, Silverio, Andrés Roces, Víctor, Villa, Ibáñez, el capitán Calleja y el sargento Garsaval. Este dato lo había obtenido el juez instructor de un reportaje publicado en aquellas fechas por la prensa republicana madrileña. Así mismo, Javier Bueno rechazó la acusación de haber penetrado en el cuartel de Asalto de Oviedo, el día diecinueve de Julio de 1936, armado de un fusil y “en compañía de un tal Taibo y otros con intención de adueñarse del mismo”. A preguntas del juez instructor, afirmó no haber tenido nunca noticia, ni siquiera como rumor, de que se hubiese pensado en él, y menos ofrecido, para el cargo de Comisario General de Aviación. Aceptó sin paliativos la responsabilidad que como director de los periódicos Avance y Claridad le correspondía por las editoriales y artículos sin firma publicados durante el tiempo que los dirigió. Javier Bueno añadió en su declaración que además de una conferencia pronunciada por la radio con ocasión del cuarto aniversario del Octubre asturiano, intervino otra vez por radio, al día siguiente de constituirse el Consejo Nacional de Defensa, para hacer pública su adhesión al mismo.

El consejo de guerra se celebró en Madrid el día veintidós de Agosto, corriendo a cargo del Tribunal Militar permanente nº 2. Presidía este tribunal José Iglesias y eran vocales Agustín Martín, Jesús Lozano y Manuel Pérez Povedano, actuando como ponente César López Pericomi. No importaba nada, Javier Bueno estaba sentenciado desde mucho antes de que le hicieran prisionero. Así que este tribunal terminó de envolver en el manto de la falsa juridicidad aquella “sentencia” y le declaró responsable de un delito de “adhesión a la rebelión”, con las circunstancias agravantes de “perversidad” y “trascendencia”, condenándole por ello a la pena de muerte. Seis días más tarde, el auditor de guerra culminaba el envoltorio jurídico y con fecha veintidós de Septiembre desde el Cuartel General del Generalísimo se remitía el preceptivo “enterado”. La fecha para la ejecución del crimen fue fijada para el día veintisiete.

Javier Bueno había nacido en 1891 en ese mismo Madrid que le vería caer bajo las balas del piquete de ejecución. A lo largo de su vida, siempre fue reacio a hablar de su familia, de su pasado, de su historia personal. Sabemos que su madre se llamaba Soledad Bueno García y su padre Francisco Bueno Collantes y tenían algún parentesco entre sí. Soledad era actriz de teatro. Protegido por su tío periodista, del mismo nombre y apellido pero que escribía bajo el seudónimo de Antonio Apeiztúa, el joven “Javierito” Bueno entró hacia 1907 en la redacción de “España Nueva”, el periódico fundado por Rodrigo Soriano que tenía su sede en la Plaza de Santa Ana, de Madrid, y donde tuvo como maestros, aparte del propio Soriano, a Luis de Tapia, a Manolo Tovar y a Blanco Soria. Soriano dictaba a Javier Bueno las editoriales y los artículos de fondo, y así fue como en poco tiempo se ganó la simpatía del director. En seguida captó Javier Bueno el pensamiento y el estilo de su protector y, poco a poco, pero cada vez en más ocasiones, era él quien realmente redactaba y Soriano el que corregía e introducía matices.

Se dice que en 1909 Javier Bueno escribía ya en tres diarios madrileños diferentes. Cuando Alejandro Lerroux fundó en 1910 el periódico El Radical, Javier Bueno fue uno de sus redactores. Escribía diariamente sus famosas “Notas de un regocijado” y, más tarde, una columna diaria que llevaría el expresivo título de “Palabras de un salvaje”. Sea como fuere, por unos artículos publicados en Junio fue procesado y tuvo que exiliarse en París. Al subir Canalejas al poder y decretar un indulto para los delitos de prensa, Javier Bueno pudo regresar a Madrid. El día veintitrés de Noviembre de 1910, no obstante, la policía le detuvo en la redacción de El Imparcial y le condujo a comisaría. Tras pasar por el Juzgado, fue puesto en libertad al día siguiente. En 1917 fue condenado como autor de un disparo que provocó lesiones a dos meses y un día de arresto mayor.

Al fundar Nicolás María de Urgoiti el diario El Sol en 1917, Félix Lorenzo, el popular “Helios”, llamó a Javier Bueno y a otros miembros de la redacción de España Nueva. Simultaneó entonces su trabajo en este periódico y en “La Voz”, los dos del mismo propietario. Años más tarde, llegó a desempeñar el puesto de redactor-jefe en La Voz, bajo la dirección de Enrique Fajardo, más conocido por el seudónimo de “Fabián Vidal”. Con la proclamación de la II República en Abril de 1931 y por ciertos cambios que se produjeron en la propiedad de la empresa editora de los dos diarios, con sus consiguientes líos, Javier Bueno dejó el periódico y pasó a desempeñar el cargo de lo que hoy llamaríamos “jefe de prensa” del Ministerio de Asuntos Exteriores, entonces llamado de Estado, del que era titular, precisamente, Alejandro Lerroux.

Javier Bueno pertenecía a la Asociación de la Prensa de Madrid desde 1915 pero se dio de baja en 1927, cuando se creó la Agrupación Profesional de Periodistas, de la que fue uno de sus fundadores. Formó parte de su directiva en varias ocasiones y en Abril de 1932 sustituyó a Galarza en la presidencia de la misma. Fue en Noviembre de ese año cuando se aprobó el ingreso de la Agrupación en la UGT, lo que motivó que algunos de sus asociados se diesen de baja. Desde entonces y hasta el final de la guerra, Javier Bueno fue el presidente de dicha Agrupación a pesar de estar fuera de Madrid la mayor parte de ese tiempo.

En 1933, Javier Bueno recibió el encargo de dirigir el diario ugetista asturiano Avance, sustituyendo en ese puesto al republicano Antonio Ortega. Le costó trabajo aceptar y dejar Madrid, por eso, antes de tomar una determinación, recorrió Asturias. Visitó los centros fabriles y las minas, entró en las Casas del Pueblo y los sindicatos, hasta empaparse totalmente del ambiente proletario astur. Fue entonces cuando dio su contestación afirmativa y definitiva: se vino para Oviedo y trajo a su madre, Soledad Bueno, con él. En 1934, el PSOE y la UGT estaban totalmente enfrentados al gobierno republicano y éste les administraba la misma “medicina” que en el bienio anterior se suministró en grandes dosis a la CNT. Avance dejó de ser un periódico socialdemócrata para convertirse en socialrevolucinario. En esa campaña contra el gobierno y la derechización del régimen republicano, en Javier Bueno pasó a predominar su militancia ugetista que se unió a su espíritu rebelde, y ambas encontraron expresión en su pluma acerada y curtida.

El gobernador civil de Asturias, Marcelino Rico Rivas y su sucesor, Fernando Blanco Santamaría, lerrouxistas ambos, sometieron al diario socialista Avance a un acoso total. Veían en él y en su nuevo director el factor decisivo de la cohesión de las masas trabajadoras, por encima, incluso, de siglas y matices. Su tirada se duplicó y alcanzó los veinticinco mil ejemplares diarios. Posibilitado por la legislación represiva puesta en pie por el régimen republicano, y aprovechando la facilidad con que la autoridad gubernativa podía declarar los estados de alarma y emergencia, los gobernadores civiles cerraban, secuestraban y multaban al periódico socialista un día sí y otro también. Javier Bueno, su director, se salvó varias veces de ser procesado y encarcelado gracias a la estratagema de atribuir la autoría de los artículos denunciados a los diputados socialistas Teodomiro Menéndez, Veneranda Manzano y Amador Fernández, que gozaban de inmunidad parlamentaria. No obstante eso, y a consecuencia de lo pronunciado en un mitin en el teatro Campoamor, Javier Bueno fue procesado y condenado por un tribunal de Urgencia y pasó más de dos meses en la cárcel. Durante ese tiempo, más de una vez el gobernador le envió a algún miembro de la redacción de Avance para que le hiciera compañía forzosa.

Javier Bueno salió de la cárcel de Oviedo ocho días antes de que estallara la Revolución de Octubre. Cuando ya se había declarado el estado de guerra por el gobernador civil, Blanco Santamaría, en la noche del cinco al seis de Octubre, sobre las doce y media, una patrulla de soldados del Regimiento de Infantería “Milán” nº 3 fue tiroteada en la calle Altamira, sin que se pudiera precisar si los disparos procedían de la Casa del Pueblo. Al menos dos hombres fueron vistos haciendo fuego desde el tejado del edificio colindante con la Casa del Pueblo. Atraída por el tiroteo, acudió al lugar una patrulla de guardias de Asalto que fueron los que entraron en la redacción de Avance y detuvieron a todos los presentes. Junto con Javier Bueno, se encontraban en esos momentos en la redacción los concejales del ayuntamiento de Oviedo, Jesús de la Vallina y Luis Oliveira, Adolfo Cadavieco, Vicente Bravo y otras cuatro personas más. Según el atestado, no se les ocupó ningún arma de fuego, haciéndose constar, de igual modo, que los precintos de la clausurada Casa del Pueblo, situada en el mismo edificio, estaban intactos. Los detenidos fueron conducidos a la comisaría. Esa misma noche, la sede de Avance y su maquinaria fueron incendiadas y destruidas por guardias de Asalto. Dos días después, los detenidos pasaron al cuartel de Santa Clara.


No escapó Javier Bueno al sufrimiento de las brutales torturas que se infligieron de forma generalizada a los prisioneros. Lejos de amilanarse, presentó denuncia por los malos tratos recibidos en el cuartel de Santa Clara de manos de guardias de Asalto y en presencia de un oficial “al que podría reconocer sin duda”. La denuncia de Javier Bueno se extendía a las coacciones de todo tipo de que fue objeto en la Cárcel Modelo de Oviedo para obligarle a declarar en determinado sentido. Tiempo después, una foto suya mostrando las innegables huellas de haber sido torturado fue ampliamente divulgada y se convirtió en el símbolo de los cientos de denuncias contra la irregular actuación de las fuerzas represoras del gobierno. El mismo gobierno que, en base a un informe forense, denominó las huellas dejadas por las torturas en el cuerpo de Javier Bueno como “llagas furunculosas”. Ese término forense fue rápidamente incorporado al “argot” carcelario y desde entonces se utilizó para referirse al estado en que ingresaban los detenidos: “fulanito viene lleno de llagas furunculosas”. Todas las denuncias por torturas se unieron a los informes elaborados por Fernando de los Ríos y Gordón Ordás, así como a la presentada ante el Fiscal de la República por más de quinientos presos y encabezada por Bueno, Arístides Llaneza, Barreiro, Juan Pablo García, Antonio Llaneza y Wenceslao Roces. Nadie que hubiera vivido aquella lucha y la brutal represión que le sucedió podía seguir siendo después el mismo. ¡Y poco podían imaginar entonces que aquello no era nada comparado con lo que vendría después!

Javier Bueno prestó declaración el día diecinueve de Octubre ante el tristemente famoso capitán de la Guardia Civil Nilo Tella Cantos, de la Comandancia de Oviedo, que estaba comisionado por el general jefe de la Columna de Operaciones para la práctica de las diligencias necesarias en averiguación de las responsabilidades por los sucesos revolucionarios. A mediados de Noviembre, se le trasladó a Madrid, a disposición del juez que instruía el sumario sobre el alijo de armas del vapor “Turquesa”. Toda vez que en las fechas en que se produjeron esos hechos Javier Bueno estaba en la cárcel de Oviedo cumpliendo la condena de dos meses antes citada, el juez no tuvo más remedio que revocar el auto de procesamiento y ordenar que se le devolviera a Asturias.

De la cárcel de El Coto, de Gijón, pasó a la de Oviedo a finales de Marzo de 1935. Todavía habrían de transcurrir casi seis meses antes de que se celebrase el consejo de guerra. Y mientras Avance seguía clausurado, al igual que sindicatos, partidos de izquierda y las Casas del Pueblo, la iniciativa socialista trató de mantener un medio de comunicación afín en Asturias. Inspirados por Amador Fernández desde Francia y por Jesús de la Vallina desde Asturias, administrador y regente de Avance, aparecieron sucesivamente La Tarde, El Pueblo, República, Asturias y Adelante que se iban sustituyendo uno a otro a medida que los cerraban. En ellos colaboró Javier Bueno desde la cárcel, al igual que en Política, semanario de Izquierda Republicana dirigido por Luis Bello, y en el boletín Ayuda, órgano de la delegación en España del Socorro Rojo Internacional.

El consejo de guerra se celebró en la sala de Justicia del cuartel de Pelayo, en Oviedo, el día veintiuno de Septiembre de 1935. El juez instructor de la causa nº 1.242, en sus conclusiones, había pedido el procesamiento de Javier Bueno como autor de los delitos de inducción y excitación a la rebelión y otro de encubrimiento. Por su parte, el abogado defensor, el socialista Mariano Moreno Mateo, rechazaba que su defendido hubiera cometido delito alguno y, en cualquier caso, impugnaba la competencia de la jurisdicción de guerra, toda vez que los hechos eran anteriores a la declaración del estado de guerra. Formaban el tribunal el teniente coronel del Regimiento “Milán”, Lorenzo Tamayo Orellana, que presidía, y los capitanes Mariano Soura, Joaquín Segura, Gerardo Albornoz García del Busto, Manuel Capablanca y Fernando Puell. El vocal ponente fue el teniente auditor de 2ª Félix Fernández Tejedor y el fiscal, un teniente auditor de 3ª perteneciente a la VIII División cuyo nombre no constaba en autos.

Antes de conocer la condena, merece la pena reseñar las palabras pronunciadas por Javier Bueno al finalizar el consejo de guerra, cuando al preguntarle el presidente del tribunal militar si tenía algo más que añadir, dijo, tal y como quedó registrado en el acta de la celebración del consejo de guerra, lo siguiente: “Que, sólo para precisar lo que ha dicho de la orientación de Avance que era dirigida por Editorial Obrera Asturiana, se pudiera entender que quisiera ampararse en ello para rehuir su responsabilidad, dice textualmente que Avance es él y que si hay delitos, son suyos. Que si el haber dicho que no pertenecía al Partido Socialista se interpreta o puede deducir que rompe con el socialismo y los socialistas y que no tenía solidaridad con ellos, dice que en todo estaba compenetrado con los postulados que el Partido Socialista sustentaba.” Actitudes semejantes fueron frecuentes en los consejos de guerra por la Revolución de Octubre, quizás porque el sentimiento imperante entre los detenidos fuera que se había perdido una batalla, pero que la lucha por la causa del proletariado continuaría adelante.

El tribunal militar condenó a Javier Bueno a reclusión perpetua, interdicción civil durante la condena e inhabilitación absoluta. Además, en concepto de responsabilidad civil debería resarcir al Estado en la cantidad de setenta millones de pesetas, cantidad que equivalía al importe del crédito concedido para resarcir en parte los daños ocasionados por los combates. Recuérdese que estamos ante una persona que, escribiera lo que escribiese, ni pegó un tiro ni participó en la organización de los combates.

Además, la sentencia de Javier Bueno incluía esta trascendente coletilla, pese a que el condenado en ella no ocupaba ni había ocupado puesto alguno de dirección ni en la UGT ni en el PSOE asturianos: “Y disolvemos todas las organizaciones sindicales afectas a la Unión General de Trabajadores que radiquen en esta provincia, así como también a las organizaciones políticas afectas al Partido Socialista Obrero que tengan su sede en el mismo territorio. Los bienes pertenecientes a las primeras tendrán el destino que marquen sus estatutos, y si no estuviera previsto pasarán a integrar el fondo nacional del paro. A los bienes propiedad de las segundas se les dará, con arreglo al art. 18 de la Ley de Asociaciones de 1887, el destino que dispongan las leyes civiles para el caso de disolución respecto a la propiedad colectiva.”

Aunque al día siguiente del consejo de guerra, el abogado Mariano Moreno Mateo, que luego fue diputado socialista, presentó recurso ante el general Salcedo, jefe de la VIII División, éste no fue estimado por el auditor y la sentencia pasó a ser firme. También se iniciaron los trámites para el cobro de los setenta millones de la responsabilidad civil, pero efectuadas todas las comprobaciones y diligencias de embargo, se declaró a Javier Bueno insolvente y carente de bienes. Y en la cárcel de Oviedo hubiera continuado cumpliendo condena de no haberse producido la victoria electoral del Frente Popular en Febrero de 1936. Como se sabe, el mayor atractivo de esa coalición electoral era la amnistía que se anunciaba en su programa. Conocido el resultado de las elecciones, no esperaron los presos a que el decreto de amnistía para los delitos políticos apareciese publicado en la Gaceta: la presión de los familiares, camaradas y amigos en el exterior, entre los que se encontraba Dolores Ibarruri, diputada electa, y la de los presos en el interior, obligaron al director de la cárcel de Oviedo a ponerles en libertad el día veinte de Febrero. Javier Bueno fue subido a hombros y paseado triunfalmente por las calles de Oviedo.

Anticipándose y acertando en la previsión de un próxima convocatoria de elecciones generales, Amador Fernández y la dirección ugetista y socialista asturiana exiliada en Francia, dio los pasos necesarios para que Avance, cuando pudiera salir de nuevo, fuera el periódico socialista del norte de España. El propio Amador Fernández, como máximo representante de la empresa “Editorial Obrera Asturiana”, propietaria de Avance, envió desde la localidad francesa de Dieppe, donde estaba refugiado, una carta a las autoridades civiles y militares asturianas denunciado la destrucción del periódico socialista y pidiendo la correspondiente indemnización. Ni que decir tiene que esa reclamación nunca fue tomada en consideración.

Según Paco Ignacio Taibo, en “Historia General de Asturias”, gran parte del dinero procedente de la voladura de la cámara acorazada del Banco España en Oviedo, que se había sacado al extranjero, se envió de nuevo a Asturias para que por medio de testaferros y un constructor socialista se levantase la nueva sede de Avance en la ovetense calle Asturias. Paralelamente, Amador Fernández pudo adquirir la moderna maquinaria de un periódico socialista alemán que había sido clausurado por los hitlerianos. No obstante ello y el triunfo electoral del Frente Popular en Febrero de 1936, Avance no pudo salir a la calle hasta Junio. Unas semanas más tarde, la sublevación del coronel Aranda le silenciaría en Oviedo para siempre. Edificio y maquinaria serían utilizados por los falangistas para editar el periódico La Nueva España, cuyo primer número salió en Octubre de 1936.

Como ya se ha dicho, al sublevarse Aranda, Javier Bueno tomó un fusil y, junto con su amigo y compañero de profesión y de cárcel Jesús Ibáñez, consiguió escapar de Oviedo. En la ofensiva sobre Oviedo de Octubre de 1936, en el frente de Abuli, resultó herido de un balazo que le atravesó el tobillo y le dejaría cojo para siempre. La inutilidad para la guerra le devolvería a la actividad periodística. Jesús Ibáñez fue secretario de González Peña y sería nombrado después comisario de Prensa del Norte de España. Años más tarde, ya en el exilio mexicano, sería uno de los dirigentes de la Agrupación de Socialistas Asturianos que volvería a editar Avance en Méjico. Por otra parte, el Consejero de Propaganda del Gobierno de Asturias y León, Antonio Ortega, cooptó para su departamento a varios miembros de la antigua redacción del diario socialista. En Oviedo había quedado la mujer de Javier Bueno, María Brasero; ella y las mujeres de otros dirigentes socialistas como Amador Fernández, Vallina, Belarmino Tomás, López Mulero y Oliveira fueron encarceladas por el coronel Aranda para poder utilizarlas como rehenes cuando fuera necesario. Es un tema poco conocido y sobre el que habría que investigar.

Otra vez las incansables gestiones de Amador Fernández para que “su periódico” saliese de nuevo a la calle volvieron a dar, por fin, su fruto y Javier Bueno pasó a ocupar su puesto de director. Tras un acuerdo con el Sindicato de Artes Gráficas de la CNT, fue en Enero de 1937 cuando se pudo reanudar la publicación de Avance en Gijón, en la imprenta del diario El Comercio, que dejó de publicarse. Los cenetistas gijoneses se habían incautado de los tres periódicos que se editaban en la ciudad: El Comercio, La Prensa y El Noroeste. Hasta el comienzo del año 1937, salía diariamente a la calle un periódico, alternando la cabecera y repartiéndolo gratis entre la población.

Javier Bueno permaneció dirigiendo Avance hasta la víspera de la entrada de las fuerzas nacionalistas en Gijón. Pese a las dificultades propias de la guerra, tales como la escasez de papel, la dificultad de las comunicaciones, la censura y la vetustez de la maquinaria, Avance mantenía una tirada de unos diez mil ejemplares. Hojeando hoy sus páginas, uno percibe una sensación de oficialidad y moderación, de órgano gubernamental; en este caso, en pro del Consejo de Asturias y León. Esos rasgos gubernamentales y unitarios quedaron particularmente patentes en la postura del diario ante los sucesos de Barcelona de Mayo de 1937 y las maniobras del PCE para expulsar a Largo Caballero de la presidencia del Gobierno.

En las páginas del Avance de los meses de guerra están las crónicas de Cabezas, de Vega Pico, de Hernández, de Ovidio Gondi (González Díaz), y los cáusticos dibujos de Goico Aguirre (Faustino Goicoechea Aguirre). Las editoriales, la primera página y los titulares eran exclusiva de Javier Bueno. En línea con esa “gubernamentalidad” de Avance, hay quien atribuye a la inspiración de su director la redacción del decreto por el que el Consejo de Asturias se declaró “Soberano” a finales de Agosto de 1937.

Cuando las fuerzas franquistas, en su avance por la costa, se encontraban a treinta kilómetros de Gijón, el Consejo Soberano de Asturias y León aprobó la evacuación por mar de milicianos y civiles. Según relata Juan Antonio Cabezas, redactor de Avance y autor del libro “Asturias, catorce meses de guerra civil” (en realidad, fueron quince), el veinte de Octubre de 1937 Javier Bueno estaba reunido por la mañana con los redactores cuando llegó un ordenanza del Consejo Soberano que le entregó un sobre. Dentro de ese sobre venían las instrucciones para que los periodistas de Avance junto con las autoridades civiles y militares embarcaran esa noche en El Musel en el “Torpedero nº 3”. Como se sabe, los últimos bombardeos de la aviación franquista habían ocasionado el hundimiento del destructor “Císcar” e inutilizado el submarino “C-6”. Javier Bueno les citó a todos sus compañeros de redacción otra vez a las siete de la tarde en el local del periódico para, desde allí, ir en coche todos juntos al puerto de El Musel, distante cinco kilómetros, y embarcar en el buque asignado.

Al llegar la hora fijada, todos los redactores estaban ya en la sede de Avance menos Javier Bueno. Al ver que no acababa de llegar, le fueron a buscar a casa y...¡allí estaba! Algún representante de los medios gubernamentales había ido a informarle que la hora de la partida se adelantaba a las cinco de la tarde y Javier Bueno, ante la imposibilidad de avisar al resto de redactores, había renunciado a marchar. No sólo eso, sino que se había encargado de buscarles una plaza en el mercante de casco de hierro “María Elena”, que se encontraba en el muelle local y tenía previsto zarpar tan pronto como fuera pleamar, en las primeras horas de la madrugada. Al conocer estos pormenores, el resto de la redacción decidió no esperar más y partir inmediatamente para El Musel a pie. Una vez en el puerto, lograron embarcar en el “Mont Seny”, un viejo carguero de casco de madera. Uno de los redactores, el famoso Ovidio Gondi, en el último momento, cambió de barco y pasó a un pesquero. Al final, solamente consiguieron llegar a Francia Javier Bueno y Ovidio Gondi. El “Mont Seny” fue capturado por el minador nacionalista “Júpiter” y todas las personas que iban a bordo, junto con las de los demás buques apresados, fueron conducidas a diferentes campos de concentración ubicados en Galicia.

Una vez en Burdeos, Javier Bueno hizo como el resto de los miles de evacuados de Asturias llegados a Francia: se subió a un tren y regresó a la zona republicana de Cataluña. Y de Cataluña, directamente a Madrid. En Madrid, toda la prensa se volcó en felicitaciones y elogios hacia “su presidente”, y pocos días después recibía el encargo de dirigir Claridad.

Claridad era desde finales de 1936 el portavoz oficial de la UGT y, por lo tanto, uno de los órganos más afines a Largo Caballero en su época de presidente del gobierno. Se había empezado a editar en Madrid después de la instauración de la II República y salía por la tarde. Tiraba sobre cincuenta mil ejemplares y estaba dirigido por Luis Araquistáin, al que se le consideraba como “el ideólogo” de Largo Caballero. Cuando Largo le nombró en Septiembre de 1936 embajador en Francia, fue Baraibar el designado para sustituirle al frente de Claridad, pero Baraibar se encontraba enfermo desde antes de iniciarse la contienda y terminó siendo evacuado a Levante cuando el cerco franquista se estrechó sobre Madrid. Un comité de redacción encabezado por Hernández Zancajo fue el que en realidad se hizo cargo de la dirección del periódico.

Todo cambió cuando el conglomerado stalinista forzó la dimisión de Largo Caballero de la presidencia del gobierno tras los sucesos de Mayo de 1937 en Barcelona y la resistencia de Largo a plegarse a los planes comunistas. Una vez nombrado el socialista Juan Negrín presidente, el acoso contra Largo Caballero continuó hasta desposeerle, poco a poco, de todos sus resortes de influencia política. Uno de los primeros en caer fue, precisamente, Claridad que bajo la dirección de Rodríguez Mendieta y Amaro del Rosal, en seguida plegó velas y se sometió a los designios de la política de Negrín. En esa misma línea oficialista y gubernamental continuaría Claridad bajo la dirección de Javier Bueno, aunque los especialistas en el tema dejen a salvo la independencia personal de Bueno. El asturiano Amaro del Rosal, miembro de la Comisión Ejecutiva nacional de la UGT en Octubre de 1934, terminaría militando en las filas comunistas y es probable que en esas fechas de estuviera ya en su órbita de influencia.

En Septiembre de 1938 la Ejecutiva de la UGT declaró a Claridad su órgano oficial con Javier Bueno como director que, por esas fechas, desempeñaba también la corresponsalía madrileña de El Socialista, cuya edición pasó a realizarse en Barcelona. Además, Javier Bueno continuaba presidiendo la Agrupación Profesional de Periodistas. Pero aquella “independencia” mencionada antes no tardaría mucho en entrar en colisión con el afán de control monopolizador del PCE, tanto desde el gobierno como fuera de él. En Claridad surgió un nuevo foco de resistencia a esa política, Javier Bueno se identificó con ella y en los primeros días de 1939 presentó su dimisión irrevocable. La intervención de Amaro del Rosal y de la propia Ejecutiva de la UGT lograron que Javier Bueno reconsiderase su decisión y que dos semanas después se volviera a hacer cargo de Claridad. Sin embargo, un mes y medio más tarde, como todos los directores de los periódicos de Madrid, excepto, claro está, el de Mundo Obrero, y en contra del sentir de la dirección de la UGT, Javier Bueno apoyaría el golpe del coronel Casado, aunque sin renunciar a su idea de continuar la guerra hasta que la República obtuviese un compromiso de paz justa y de salvaguardia de la independencia y la libertad nacional.

No hubo paz ni, mucho menos, justicia. “Derrotado y cautivo el ejército rojo”, la guerra se continuó por otros medios: los consejos de guerra y los pelotones de fusilamiento: ante uno de ellos se quebró para siempre la vida de un periodista libre, genial y combativo llamado Javier Bueno.