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Oficina de Defensa del Anciano

Marcelino Laruelo Roa

Muertes Paralelas

Muertes paralelas

El anarquista Higinio Carrocera Mortera
fue fusilado en Oviedo por el ejército franquista.

  Higinio Carrocera, el anarquista condecorado
con la medalla de la Libertad


Por Marcelino Laruelo.
Muertes Paralelas. Gijón, 2004.



El día ocho de Mayo de 1938, los nacionalistas fusilaron en el cementerio de Oviedo a treinta personas. Entre ellas se encontraba Higinio Carrocera, “el héroe del Mazucu”, condecorado con la Medalla de la Libertad, máxima distinción de la República. Tenía treinta años de edad.

Dos años atrás, al iniciarse la sublevación militar, Higinio Carrocera se encontraba en su casa de Barros, lugar próximo a La Felguera. Las organizaciones de izquierda desenterraron los fusiles de la Revolución del treinta y cuatro que tenían escondidos y los repartieron entre los voluntarios. Higinio y otros compañeros cenetistas buscaron una posición desde la que pudieran dominar el cuartel de la Guardia Civil de La Felguera. Se decidieron por el campanario de la iglesia y desde allí, con su fuego certero, impidieron que los guardias civiles pudieran emplazar ametralladoras en lugares estratégicos para la defensa del cuartel y desplegarse por la ciudad. Rendido éste y hechos prisioneros todos sus ocupantes, partió inmediatamente para Gijón al frente de un grupo de la CNT, reforzado ahora con el armamento y munición requisados en dicho cuartel.

Higinio Carrocera y sus compañeros estuvieron entre los primeros refuerzos proletarios que llegaron a Gijón. En los días siguientes, participaron activamente en el cerco y ataques a los cuarteles de Zapadores y Simancas. Un mes duró la resistencia de los sublevados. Una vez rendidos los cuarteles, sin tomarse un descanso, Carrocera se dirigió con sus hombres hacia el frente occidental para tratar de cortar el paso a las columnas gallegas que avanzaban peligrosamente hacia Avilés y Grado. Estuvo en todos los duros combates que se produjeron esos días en la zona de Malleza y resultó herido de bastante gravedad en un ataque a San Cristóbal, en la línea de Luiña y Faedo.

Trasladado a La Felguera junto a su grupo, fue operado varias veces, pero enseguida se repuso de la herida. Los días de convalecencia y descanso en La Felguera los aprovechó para recomponer a su grupo de milicianos, muy mermado ya por las bajas sufridas en los combates. Se formó entonces el batallón que llevaría su nombre, Batallón Carrocera, que fue uno de los primeros que se organizaron en Asturias y que llevó el número “10” y, más tarde, el “210”. El primer destino del Batallón fue el monte Los Pinos, cuya cima muy bien fortificada, ocupaban los nacionales. En un ataque sorpresa, los milicianos de Carrocera se adueñaron de las primeras líneas defensivas en la cumbre de dicho monte, pero por orden del Estado Mayor tuvieron que abandonarlas y volver a las posiciones iniciales.

Jefe de grupo, primero, y luego capitán, fue ascendido a comandante de milicias al mando del mencionado Batallón. Ofreció a las autoridades sus milicianos como fuerza de choque, pero a pesar de ello, no se le autorizó a participar en el ataque a Oviedo de Octubre del treinta y seis, sino que se le destinó a la zona de Belmonte. Nada más llegar a Belmonte, realizó con éxito varios golpes de mano para rectificar y mejorar sus posiciones. También le tocó resistir fuertes ataques enemigos y en uno de ellos recibió dos balazos: uno en el vientre y otro en una pierna. De ambas heridas se curó en Belmonte sin abandonar el mando del Batallón.

Tras pasar seis meses en el frente de Belmonte, se le dio el mando de una brigada, formada por cuatro batallones, con la que permaneció dos meses en el sector de Grullos. A consecuencia de una reorganización del Ejército republicano, fue destinado a Santa Cruz de Llanera al mando de una brigada integrada en la 60ª División que estaba bajo las órdenes del mayor de milicias Víctor Alvarez, destacado miembro de la CNT de Gijón. Componían la brigada de Carrocera los batallones Aida Lafuente nº 201; Rapin nº 203 y Constantino nº 263. Cuando los nacionalistas desencadenaron su ofensiva contra Asturias en Septiembre de 1937, Higinio Carrocera estaba al mando de la Brigada Móvil, compuesta por tres batallones cenetistas: el Batallón Onofre nº 207, mandado por el cenetista Onofre García Tirador, entonces miembro de la Comisión de Guerra del Consejo Soberano; el Batallón Carrocera nº 210, mandado probablemente por Baltasar Ibáñez Calvo, y el Batallón Josepín nº 214 cuyo comandante era Emeterio Díaz Huerta.

Después de los duros combates de la Sierra del Cuera, donde se encuentra El Mazucu y Peñasblancas, y pese a la feroz resistencia y a los frecuentes y sangrientos contraataques, no se pudo contener el avance nacionalista. Dominada la sierra por las Brigadas Navarras de Solchaga, las mermadas y debilitadas fuerzas de Higinio Carrocera fueron reforzadas en Cangas de Onís con los batallones Gordón Ordás nº 220, que mandaba el comunista José Manteca, y el Sangre de Octubre nº 247, que mandaba el también comunista Herminio Salgado. Ocupada finalmente Cangas de Onís por los nacionalistas, la Brigada Móvil de Carrocera fue enviada a recuperarse a La Manjoya, en el frente de Oviedo, donde relevó a la 197 Brigada que estaba a las órdenes del mayor de Milicias Dositeo Rodríguez, de militancia socialista.

La nueva línea defensiva republicana en el frente oriental quedó establecida a lo largo del río Sella. Si el día diez de Octubre Cangas de Onís pasó a manos nacionalistas, los días quince y dieciséis tuvo lugar la cruenta batalla de la sierra del Sueve. A partir de ahí, puede decirse que en la zona oriental no existía una línea definida de frente. Se seguía luchando, pero los nacionalistas avanzaban y se infiltraban en la zona republicana tratando de embolsar al mayor número posible de soldados enemigos.

Cuando el Consejo Soberano de Asturias y León decidió dar la orden de evacuación el día veinte de Octubre de 1937, Higinio Carrocera y sus hombres se encontraban de posición en el cerco de Oviedo. No sabemos el desarrollo de los acontecimientos a partir del momento en que se recibió en el puesto de mando de la Brigada la orden de replegarse hacia los puertos de mar para escapar hacia Francia en los barcos disponibles. Lo normal sería que Carrocera y los comandantes de los batallones seleccionasen al personal más comprometido y les dieran orden de partir hacia Gijón. El propio Higinio Carrocera declararía que había venido a Gijón y que se había entrevistado con el coronel Franco, máxima autoridad militar en aquellos momentos, que le aconsejó que intentara escapar por mar. Higinio Carrocera se dirigió al puerto local gijonés y subió a bordo del “Llodio”, un vapor de casco de hierro, de 52 metros de eslora y 763 toneladas de registro bruto. El “Llodio”, que pertenecía a la Duro Felguera, estaba atracado en uno de los muelles de Fomento.

Según el relato tomado del diario del cenetista gijonés José María Alvarez Viña, perteneciente al Batallón Víctor nº 208, que se encontraba también en el frente de Oviedo, en el “Llodio” embarcaron unas doscientas personas, una quinta parte de las cuales eran mujeres y niños. Salieron del puerto hacia la una de la madrugada, aprovechando la pleamar. La mar en calma y una noche de Luna muy clara no facilitaban la evasión. A la altura del cabo Peñas, el “Llodio” fue divisado y apresado por los barcos de guerra nacionalistas que bloqueaban la costa asturiana. Muy probablemente se tratase del bou armado “Fantástico” y del minador “Júpiter”. Todas las naves republicanas capturadas fueron conducidas a Ribadeo. Las de mayor porte continuaron viaje a Ferrol y, posteriormente, a La Coruña, en cuyos muelles quedaron atracadas a la caída de la tarde del día veinticuatro de Octubre. En La Coruña permanecieron hasta el seis de Noviembre y durante ese tiempo se fue identificando y tomando declaración a todos los prisioneros. Ese día de Noviembre partió de La Coruña la primera expedición de prisioneros con destino al campo de concentración de Muros de San Pedro.

Confundido entre los demás prisioneros, Higinio Carrocera era uno más en el campo de concentración de Muros. Se hizo pasar por Vidal Fernández Fernández, soldado acemilero de la 50ª División, que se había incorporado al Ejército en Marzo de 1937 al ser movilizada su quinta. Con ese mismo nombre volvió a prestar declaración el tres de Diciembre en el citado campo de concentración ante la Comisión Clasificadora de Prisioneros y Presentados, sin que sus interrogadores sospechasen de su verdadera identidad.

Bien fuera porque algunos prisioneros de la zona de Langreo que fueron puestos en libertad, al regresar a sus casas comentasen que Higinio Carrocera se encontraba en el campo de Muros con nombre falso, o porque algún falangista de los que en grupos visitaban los campos de concentración para identificar a los prisioneros le conociese, lo cierto es que el dos de Enero Higinio Carrocera fue entregado a la Guardia Civil por el capitán jefe del campo de Muros para ser conducido a Oviedo “en virtud de telegrama del Excmo. Sr. General de la 8ª Región Militar”. Al día siguiente, ya en la cárcel de Oviedo, le tomaron declaración el cabo de la Guardia Civil Eusebio Arrimadas y el guardia Luciano Campos. Higinio Carrocera les relató lo que había sido su actuación durante la guerra y terminó su declaración ratificándose en sus ideas y afirmando, dentro del conciso lenguaje del atestado, “que su ideal es el anarquista, perteneciendo a la CNT y que ese ideal y aspiración fueron que se crease una República Federal. Que sigue firme en el ideal anarquista, que no cambia por ningún otro, porque desde luego luchaban pensando en que España no pasaría a manos de ningún poder extranjero.”


Informe de los falangistas de Sama

Se encargó de la causa contra Higinio Carrocera el Juzgado Instructor nº 6, dependiente de la Auditoría de Guerra del VIII Cuerpo de Ejército, nombrándose juez instructor al alférez honorífico del Cuerpo Jurídico Militar Luis Miñambres Rodríguez. Ante el juez instructor comparecieron dos vecinos de Belmonte que formularon las típicas acusaciones derechistas que se repetían en todos los sumarios, adjudicando a las milicias de Carrocera el haber cometido robos y otros desmanes. El juez instructor y su secretario se trasladaron también a La Felguera, donde otros tres vecinos derechistas se prestaron voluntariosos con sus declaraciones a dotar de un mínimo grosor al expediente judicial. ¿Y de qué le acusaban? Pues de lo que el propio Higinio Carrocera ya tenía dicho y se sentía orgulloso ser: un revolucionario anarquista, miembro destacado de la CNT y del centro social La Justicia de La Felguera, de haber organizado huelgas, de participar en la Revolución de Octubre, de atacar durante la guerra los cuarteles de la Guardia Civil de La Felguera y Gijón, y los de Zapadores y Simancas, de ser sucesivamente jefe de grupo, capitán, comandante y organizador del batallón que llevaba su nombre, y, por último, mandar una brigada...

El catorce de Febrero, el juez instructor Luis Miñambres tomó declaración al propio Carrocera, quien se ratificó en lo que ya tenía declarado en el atestado de la guardia civil y solamente añadió un par de cosas de interés: “Que dio un nombre supuesto por temor a que le fusilaran sin causa”, y “que era de los que creían que al percibir sueldos del Gobierno por esa acción de guerra quedaba rebajado el ideal por el que se luchaba, al que cree que todos tenían que servirle desinteresadamente.”

La causa de Higinio Carrocera no se vio en un consejo de guerra individual, sino que se agrupó con las de otras trece personas más que no tenían ninguna relación con él. Dos días antes de la celebración del consejo de guerra, se facilitó a los acusados una lista para que eligiesen defensor. No sé yo cómo personas que estaban en celdas y pabellones diferentes se pudieron poner de acuerdo para elegir el mismo defensor, pero el caso es que “designaron” como tal a J. M. Julián Uría Unquera, que contó con poco más de un día para leer los catorce sumarios y elaborar la defensa...

En la tarde del lunes veintiuno de Febrero de 1938 se celebraron en Oviedo cuatro consejos de guerra sumarísimos de urgencia, por los que pasaron un total de treinta y seis hombres y ocho mujeres. En el segundo de dichos consejos de guerra le tocó sentarse en el banquillo a Higinio Carrocera junto a otros trece encartados. El fiscal solicitó al tribunal que se impusiera la pena de muerte a seis de los acusados, Carrocera entre ellos, como es natural, la de reclusión a perpetuidad a otros siete y la de doce años de reclusión al restante. El defensor, por su parte, pidió para cada uno de los acusados la pena inmediata inferior a la solicitada por el fiscal.

El Tribunal Militar Permanente nº 3, presidido por Manuel Herbella Zobel, del que también formaban parte Andrés Gutiérrez García, Manuel Armesto, Valentín Méndez y José M. García Rodríguez, se reunió en sesión secreta para deliberar y dictar sentencia. Junto con Higinio Carrocera, dicho tribunal condenó a pena de muerte a los vecinos de Lieres, José Mª Sierra Cuevas, de veintiocho años, y Ramón Resina Lloret, de treinta y siete, y al vecino de Lugones, Francisco Fernández García, de veintinueve años. Las vecinas de Las Caldas, Jacinta Aparicio Montero, de cuarenta y cinco años, Generosa Fernández Vázquez, de cincuenta y cinco, y Faustina González García, de cuarenta y cuatro, fueron sentenciadas a reclusión perpetua; mientras que las también vecinas de Las Caldas, Angeles Rodríguez Aparicio, de veintiocho años, Vicenta Alvarez Viejo, de veinte, Amparo Fernández Cárcaba, de treinta, Aurelia Fernández Suárez, de cuarenta y tres, y Alegría Alvarez Viejo, veintitrés, fueron condenadas, la primera, a veinte años de prisión; la última, a doce años, y las restantes, a quince años. Al vecino de Oviedo, de veinticuatro años de edad, Ceferino Rodríguez Tuñón, le adjudicaron veinte años de prisión, y resultó absuelto Celestino Ceñal Cueto, que era vecino de Lieres.

Aprobada la sentencia por el auditor de guerra seis días más tarde, Higinio Carrocera, como los demás condenados a pena de muerte, quedó a la espera de que “Su Excelencia el Generalísimo” se dignara conmutársela por la inmediata inferior de reclusión perpetua o, por el contrario, que firmase el preceptivo “enterado” para su ejecución. Llegó éste para Carrocera y los otros tres sentenciados a la última pena el día siete de Mayo y a las dos de la mañana del ocho entraron en capilla en la cárcel de Oviedo. Solamente Ramón Resina aceptó los auxilios espirituales de un clérigo, el resto los rechazó. Y a las cinco y media de la madrugada Higinio Carrocera Mortera y José Mª Sierra Cuevas y Ramón Resina Lloret y Francisco Fernández García fueron fusilados. Según las investigaciones hechas por Félix Espejo, esa mañana de Mayo un total de treinta personas cayeron frente a los piquetes nacionalistas en las tapias del cementerio de Oviedo.

Higinio Carrocera Mortera había nacido el día tres de Enero de 1908 en Barros, pueblo del concejo de Langreo próximo a La Felguera, en la zona minera asturiana de la cuenca del Nalón. Sus padres y abuelos eran también langreanos. Según nos cuenta Solano Palacio en el libro “Estampas de la Raza”, el padre de Higinio Carrocera era un obrero metalúrgico que trabajaba en la fundición que la empresa Duro Felguera tenía en La Felguera, que en aquellos años era la gran fábrica de la comarca. Murió cuando Higinio tenía diez u once años. La madre y los cinco hijos del matrimonio, como es fácil imaginar, quedaron en la miseria y, para sobrevivir, Higinio tuvo que dejar la escuela y ponerse a trabajar. Falsificando la edad y poniéndose años de más, consiguió entrar a trabajar como rampero en la mina San Vicente. Aquel niño, como tantos otros, permaneció dos años trabajando en la mina, hasta que pudo aprovechar la preferencia que otorgó la Duro Felguera a los hijos de viudas de metalúrgicos para entrar a trabajar en dicha fábrica como aprendiz. Futbolista en esos años mozos, dejó la práctica del deporte cuando sus ímpetus juveniles fueron absorbidos poco a poco por el sindicalismo al afiliarse a la CNT. Pronto le tocó vivir su primer conflicto laboral: una huelga de brazos caídos contra el despido de trabajadores por la Duro Felguera. Los patrones de la Duro Felguera se caracterizaron siempre por su radicalismo derechista y su antisindicalismo, y al mismo tiempo, tuvieron enfrente, históricamente, a muchos de los dirigentes más conscientes y comprometidos del sindicalismo asturiano.

Higinio Carrocera se formó personal y sindicalmente en la fábrica de la Duro y en el histórico centro social La Justicia, de La Felguera. En 1929, con veintiún años, estaba ya al frente del Sindicato Metalúrgico. Se fundó la FAI y sus grupos específicos. Son años de cierres patronales a los que se respondía con solidarias huelgas generales. Los enfrentamientos con la Guardia Civil estaban al orden del día y muchas veces acababan a tiros, y no siempre eran los obreros los receptores únicos de las balas. Higinio Carrocera destacaba ya en esas luchas por su arrojo y decisión, y en la memoria local se guarda el recuerdo de cómo en una de esas escaramuzas consiguió desmontar a un guardia civil y apoderarse de su caballo.

Con la llegada de la República, y según cuenta Solano Palacio, Higinio Carrocera se involucró más en la actividad de la FAI. Así, cuando la patronal quiso proceder al lock out de la factoría felguerina, ésta fue ocupada por los obreros y los ingenieros retenidos y custodiados dentro de la misma. Higinio Carrocera y otros muchos trabajadores, provistos de pistolas y bombas caseras, se situaron en los lugares prominentes de la fábrica y consiguieron, con el auxilio solidario de toda la población que acudía en masa, impedir los sucesivos intentos de desalojo que guardias y policías pretendieron llevar a cabo. Carrocera también formó parte del Comité Revolucionario en el movimiento que la FAI desató en 1932 y en la huelga declarada en Noviembre de ese año en defensa de treinta trabajadores ancianos a los que se quería despedir sin derecho a jubilación. Esta huelga mantuvo paralizada la actividad siderúrgica de La Felguera durante nueve meses, en el transcurso de los cuales, pese al gran despliegue policial, fueron muy numerosos los sabotajes contra las líneas de conducción eléctrica y del ferrocarril. En Julio de ese año, Higinio Carrocera fue encarcelado en calidad de detenido gubernativo, es decir, sin acusación conocida, simplemente por orden del gobernador de la provincia y por plazo indefinido.

Al iniciarse la Revolución de Octubre de 1934, Higinio Carrocera participó activamente en la toma de los cuarteles de la Guardia Civil y de Asalto en Sama y La Felguera. De la factoría de la Duro Felguera salieron los primeros camiones blindados que entraron en Oviedo luciendo las siglas FAI, CNT y UHP pintadas en blanco sobre sus costados. Carrocera estuvo luchando en Oviedo al mando de un grupo de milicianos que se destacaron en la toma de la Fábrica de Armas. Ello a pesar de que el sector faísta de la CNT no era partidario de la Alianza Obrera con los socialistas y los comunistas. Dominada la capital, Carrocera y sus hombres se dirigieron a frenar el avance de las fuerzas gubernamentales y trabaron fuerte combate en el importante nudo de comunicaciones de El Berrón con las fuerzas que mandaba el entonces coronel Solchaga. Era el mismo Solchaga con el que volvería a chocar en El Mazucu tres años más tarde. Reforzados los proletarios por un tren de obreros felguerinos y por un camión blindado de igual procedencia, mantuvieron sus posiciones hasta el acuerdo de rendición establecido por el socialista Belarmino Tomás, máximo dirigente del tercer Comité Revolucionario, y el general López Ochoa.

Higinio Carrocera y otros cenetistas felguerinos se dedicaron entonces febrilmente a engrasar y enterrar decenas de fusiles y varias ametralladoras. Un año después de la Revolución de Octubre, la Guardia Civil estimaba en más de un centenar los fusiles que todavía tenían escondidos. Esas armas fueron las que en Julio de 1936 sirvieron para combatir a la sublevación en los primeros momentos. Tras ocultar todas las armas que pudieron, huyeron a las montañas, como tantos otros, para tratar de escapar a la represión. Higinio Carrocera permaneció oculto en Asturias varios meses, hasta que decidió enviar a un hermano suyo, también huido en el monte, a Zaragoza. Semanas más tarde, el propio Higinio consiguió llegar a Zaragoza, probablemente, como apunta Solano Palacio, con la intención de pasar a Francia.

Pero sería en Zaragoza y no en las montañas astures donde el día ocho de Agosto de 1935 iba a ser detenido por funcionarios policiales de Investigación y Vigilancia. Manifestó llamarse Gumersindo Moreno López y ser natural de Madrid, pero bien porque la policía conociese ya su verdadera identidad o porque consiguieran averiguarla en los interrogatorios, pronto quedó establecida. Inmediatamente, fue reclamado por el Auditor de la 8ª División, Eugenio Pereiro, para que fuera entregado a la Guardia Civil y conducido a la prisión de Gijón. A Higinio Carrocera se le había abierto proceso por rebelión militar y al no conseguir detenerle le habían declarado en rebeldía. La causa judicial llevaba el número 806 y se iniciaba con un folio manuscrito firmado, supuestamente, por Carrocera en Oviedo el miércoles día diez de Octubre de 1934, a las dos de la tarde, y dirigido a los compañeros del Comité Revolucionario. En él se daban instrucciones y se pedía que se enviase con urgencia personal por la parte del Cine Toreno, y que se atacase con dinamita la manzana del café Pasajes, el Niza y el de la Paz por haberse visto guardias de Asalto en esa zona.

En la misma causa de Carrocera, y también declarado en rebeldía, figuraba el vecino de Tudela Veguín, Agustín Alvarez Fanjul, conocido como Tino. Muy probablemente no les unía ninguna otra relación más que la casualidad judicial. No obstante, según la declaración prestada por la madre de Agustín Alvarez, ésta afirmaba que “todo el pueblo sabe que su hijo fue acusado por el Comité Revolucionario de Tudela Veguín al de la capital y fusilado el doce de Octubre por orden de González Peña en un monte”; probablemente en el monte Santo Domingo.

Carrocera ingresó en la cárcel de Gijón, procedente de Zaragoza, el día diecinueve de Diciembre de ese año de 1935 y aquí se produjo el hecho curioso de que a pesar de la insistencia del juez instructor militar, capitán de Caballería Joaquín Crespi de Valldaura, para que le trasladasen a la prisión de Oviedo, Higinio Carrocera fue devuelto otra vez a Zaragoza, desde donde probablemente le habrían reclamado, a su vez, para tomarle declaración en relación con su detención y su falsa identidad, instrucción que se seguía en el Juzgado nº 1 de dicha capital. El diecisiete de Enero volvía a ingresar en la cárcel del Coto de Gijón, pero los días iban pasando. El juez militar le notificó el auto de procesamiento y le tomó declaración. Entre otras cosas, Higinio Carrocera afirmó ante el juez “que no tomó parte alguna en el movimiento de Octubre del año treinta y cuatro, pues aunque sabía por rumores que se trataba de organizar algo dada la adversidad que había contra el Gobierno, el declarante se mostró siempre contrario a nada subversivo por pertenecer a una agrupación apolítica como miembro de la CNT. Que durante los días del movimiento revolucionario permaneció en el pueblo trabajando y que no vino a Oviedo, pudiendo dar fe de todo esto vecinos que precisamente paseaban con ellos y comentaban los acontecimientos, siendo estos vecinos Aurelio González, Emilio “el de Práxedes” y Jesús Carrocera...” El juez militar decretó entonces la prisión incomunicada de Carrocera y se dirigió a La Felguera para tomar declaración como testigos a los citados; los cuales, en cierta medida y con algunas evasivas, ratificaron lo dicho por Carrocera. Al mismo tiempo, el juez instructor solicitó al coronel comandante militar de la plaza de Oviedo el nombramiento de dos peritos calígrafos “ a fin de que informen sobre si la firma que obra en el documento del folio seis una vez comparada con las firmas actuales procede del mismo”. No había peritos calígrafos en Asturias en aquellas fechas, así que la autoridad militar designó para ejercer como tales a dos maestros nacionales que cumplían el servicio militar en el Regimiento de Infantería de Montaña Milán nº 3. ¿Cuál fue el resultado del peritaje? Pues el previsible: con abundantes “razonamientos” concluyeron diciendo que “no pueden afirmar ni desmentir que dicho documento haya sido firmado por el procesado”.

Así llegamos al día tres de Febrero de 1936, que es cuando el juez instructor dio por finalizada la instrucción, enviando el sumario al auditor de División quien, a su vez, lo trasladó al fiscal. Pero menos de dos semanas después, el dieciséis, se producía el triunfo electoral del Frente Popular con la amnistía para los condenados por delitos políticos o sociales como eje central de su programa. En los días siguientes, la presión de las masas vació las cárceles y el día 21 el gobierno oficializó la amnistía mediante un decreto ley. Higinio Carrocera ya había sido puesto en libertad un día antes.

Higinio Carrocera Mortera, metalúrgico, anarquista, militante obrero de la FAI y de la CNT, quizás no hubiera votado en ninguna de las elecciones celebradas durante la República. Cuando cinco meses después del triunfo electoral del Frente Popular se produjo la sublevación militar y se inició la revolución y la guerra, no podemos imaginarlo atesorando cargos, estrellas y lucidos uniformes. Si Higinio Carrocera fue jefe de grupo, capitán, comandante de batallón y de brigada, “general de brigada” como le llamaban los nacionalistas, lo fue por la misma razón que antes había ocupado destacados puestos sindicales: porque así lo querían los compañeros que luchaban a su lado por el mismo ideal. Y por ese ideal lo dio todo y le quitaron la vida.