El día ocho de Mayo de 1938, los nacionalistas
fusilaron en el cementerio de Oviedo a treinta personas.
Entre ellas se encontraba Higinio Carrocera, “el héroe
del Mazucu”, condecorado con la Medalla de la Libertad,
máxima distinción de la República.
Tenía treinta años de edad.
Dos
años atrás, al iniciarse la sublevación
militar, Higinio Carrocera se encontraba en su casa de Barros,
lugar próximo a La Felguera. Las organizaciones de
izquierda desenterraron los fusiles de la Revolución
del treinta y cuatro que tenían escondidos y los
repartieron entre los voluntarios. Higinio y otros compañeros
cenetistas buscaron una posición desde la que pudieran
dominar el cuartel de la Guardia Civil de La Felguera. Se
decidieron por el campanario de la iglesia y desde allí,
con su fuego certero, impidieron que los guardias civiles
pudieran emplazar ametralladoras en lugares estratégicos
para la defensa del cuartel y desplegarse por la ciudad.
Rendido éste y hechos prisioneros todos sus ocupantes,
partió inmediatamente para Gijón al frente
de un grupo de la CNT, reforzado ahora con el armamento
y munición requisados en dicho cuartel.
Higinio
Carrocera y sus compañeros estuvieron entre los primeros
refuerzos proletarios que llegaron a Gijón.
En los días siguientes, participaron activamente
en el cerco y ataques a los cuarteles de Zapadores y Simancas.
Un mes duró la resistencia de los sublevados. Una
vez rendidos los cuarteles, sin tomarse un descanso, Carrocera
se dirigió con sus hombres hacia el frente occidental
para tratar de cortar el paso a las columnas gallegas que
avanzaban peligrosamente hacia Avilés y Grado.
Estuvo en todos los duros combates que se produjeron
esos días en la zona de Malleza y resultó
herido de bastante gravedad en un ataque a San Cristóbal,
en la línea de Luiña y Faedo.
Trasladado
a La Felguera junto a su grupo, fue operado varias veces,
pero enseguida se repuso de la herida. Los días de
convalecencia y descanso en La Felguera los aprovechó
para recomponer a su grupo de milicianos, muy mermado ya
por las bajas sufridas en los combates. Se formó
entonces el batallón que llevaría su nombre,
Batallón Carrocera, que fue uno de los primeros que
se organizaron en Asturias y que llevó el número
“10” y, más tarde, el “210”.
El primer destino del Batallón fue el monte Los Pinos,
cuya cima muy bien fortificada, ocupaban los nacionales.
En un ataque sorpresa, los milicianos de Carrocera se adueñaron
de las primeras líneas defensivas en la cumbre de
dicho monte, pero por orden del Estado Mayor tuvieron que
abandonarlas y volver a las posiciones iniciales.
Jefe
de grupo, primero, y luego capitán, fue ascendido
a comandante de milicias al mando del mencionado Batallón.
Ofreció a las autoridades sus milicianos como fuerza
de choque, pero a pesar de ello, no se le autorizó
a participar en el ataque a Oviedo de Octubre del treinta
y seis, sino que se le destinó a la zona
de Belmonte. Nada más llegar a Belmonte, realizó
con éxito varios golpes de mano para rectificar y
mejorar sus posiciones. También le tocó
resistir fuertes ataques enemigos y en uno de ellos recibió
dos balazos: uno en el vientre y otro en una pierna. De
ambas heridas se curó en Belmonte sin abandonar el
mando del Batallón.
Tras
pasar seis meses en el frente de Belmonte, se le dio el
mando de una brigada, formada por cuatro batallones, con
la que permaneció dos meses en el sector de Grullos.
A consecuencia de una reorganización del
Ejército republicano, fue destinado a Santa Cruz
de Llanera al mando de una brigada integrada en la 60ª
División que estaba bajo las órdenes del mayor
de milicias Víctor Alvarez, destacado miembro de
la CNT de Gijón. Componían la brigada de Carrocera
los batallones Aida Lafuente nº 201; Rapin nº
203 y Constantino nº 263. Cuando los
nacionalistas desencadenaron su ofensiva contra Asturias
en Septiembre de 1937, Higinio Carrocera estaba al mando
de la Brigada Móvil, compuesta por tres batallones
cenetistas: el Batallón Onofre nº 207, mandado
por el cenetista Onofre García Tirador, entonces
miembro de la Comisión de Guerra del Consejo Soberano;
el Batallón Carrocera nº 210, mandado probablemente
por Baltasar Ibáñez Calvo, y el Batallón
Josepín nº 214 cuyo comandante era Emeterio
Díaz Huerta.
Después
de los duros combates de la Sierra del Cuera, donde se encuentra
El Mazucu y Peñasblancas, y pese a la feroz resistencia
y a los frecuentes y sangrientos contraataques, no se pudo
contener el avance nacionalista. Dominada la sierra por
las Brigadas Navarras de Solchaga, las mermadas y debilitadas
fuerzas de Higinio Carrocera fueron reforzadas en Cangas
de Onís con los batallones Gordón Ordás
nº 220, que mandaba el comunista José Manteca,
y el Sangre de Octubre nº 247, que mandaba el también
comunista Herminio Salgado. Ocupada finalmente Cangas de
Onís por los nacionalistas, la Brigada Móvil
de Carrocera fue enviada a recuperarse a La Manjoya, en
el frente de Oviedo, donde relevó a la 197 Brigada
que estaba a las órdenes del mayor de Milicias Dositeo
Rodríguez, de militancia socialista.
La
nueva línea defensiva republicana en el frente oriental
quedó establecida a lo largo del río Sella.
Si el día diez de Octubre Cangas de Onís pasó
a manos nacionalistas, los días quince y dieciséis
tuvo lugar la cruenta batalla de la sierra del Sueve. A
partir de ahí, puede decirse que en la zona oriental
no existía una línea definida de frente. Se
seguía luchando, pero los nacionalistas avanzaban
y se infiltraban en la zona republicana tratando de embolsar
al mayor número posible de soldados enemigos.
Cuando
el Consejo Soberano de Asturias y León decidió
dar la orden de evacuación el día veinte de
Octubre de 1937, Higinio Carrocera y sus hombres se encontraban
de posición en el cerco de Oviedo. No sabemos el
desarrollo de los acontecimientos a partir del momento en
que se recibió en el puesto de mando de la Brigada
la orden de replegarse hacia los puertos de mar para escapar
hacia Francia en los barcos disponibles. Lo normal sería
que Carrocera y los comandantes de los batallones seleccionasen
al personal más comprometido y les dieran orden de
partir hacia Gijón. El propio Higinio Carrocera declararía
que había venido a Gijón y que se había
entrevistado con el coronel Franco, máxima autoridad
militar en aquellos momentos, que le aconsejó que
intentara escapar por mar. Higinio Carrocera se
dirigió al puerto local gijonés y subió
a bordo del “Llodio”, un vapor de casco de hierro,
de 52 metros de eslora y 763 toneladas de registro bruto.
El “Llodio”, que pertenecía a la Duro
Felguera, estaba atracado en uno de los muelles de Fomento.
Según
el relato tomado del diario del cenetista gijonés
José María Alvarez Viña, perteneciente
al Batallón Víctor nº 208, que se encontraba
también en el frente de Oviedo, en el “Llodio”
embarcaron unas doscientas personas, una quinta parte de
las cuales eran mujeres y niños. Salieron del puerto
hacia la una de la madrugada, aprovechando la pleamar. La
mar en calma y una noche de Luna muy clara no facilitaban
la evasión. A la altura del cabo Peñas,
el “Llodio” fue divisado y apresado por los
barcos de guerra nacionalistas que bloqueaban la costa asturiana.
Muy probablemente se tratase del bou armado “Fantástico”
y del minador “Júpiter”. Todas las naves
republicanas capturadas fueron conducidas a Ribadeo. Las
de mayor porte continuaron viaje a Ferrol y, posteriormente,
a La Coruña, en cuyos muelles quedaron atracadas
a la caída de la tarde del día veinticuatro
de Octubre. En La Coruña permanecieron hasta el seis
de Noviembre y durante ese tiempo se fue identificando y
tomando declaración a todos los prisioneros. Ese
día de Noviembre partió de La Coruña
la primera expedición de prisioneros con destino
al campo de concentración de Muros de San Pedro.
Confundido
entre los demás prisioneros, Higinio Carrocera era
uno más en el campo de concentración de Muros.
Se hizo pasar por Vidal Fernández Fernández,
soldado acemilero de la 50ª División, que
se había incorporado al Ejército en Marzo
de 1937 al ser movilizada su quinta. Con ese mismo nombre
volvió a prestar declaración el tres de Diciembre
en el citado campo de concentración ante la Comisión
Clasificadora de Prisioneros y Presentados, sin que sus
interrogadores sospechasen de su verdadera identidad.
Bien
fuera porque algunos prisioneros de la zona de Langreo que
fueron puestos en libertad, al regresar a sus casas comentasen
que Higinio Carrocera se encontraba en el campo de Muros
con nombre falso, o porque algún falangista de los
que en grupos visitaban los campos de concentración
para identificar a los prisioneros le conociese, lo cierto
es que el dos de Enero Higinio Carrocera fue entregado a
la Guardia Civil por el capitán jefe del campo de
Muros para ser conducido a Oviedo “en virtud de telegrama
del Excmo. Sr. General de la 8ª Región Militar”.
Al día siguiente, ya en la cárcel de Oviedo,
le tomaron declaración el cabo de la Guardia Civil
Eusebio Arrimadas y el guardia Luciano Campos. Higinio Carrocera
les relató lo que había sido su actuación
durante la guerra y terminó su declaración
ratificándose en sus ideas y afirmando, dentro del
conciso lenguaje del atestado, “que su ideal
es el anarquista, perteneciendo a la CNT y que ese ideal
y aspiración fueron que se crease una República
Federal. Que sigue firme en el ideal anarquista, que no
cambia por ningún otro, porque desde luego luchaban
pensando en que España no pasaría a manos
de ningún poder extranjero.”
Informe de los falangistas de Sama
Se
encargó de la causa contra Higinio Carrocera el Juzgado
Instructor nº 6, dependiente de la Auditoría
de Guerra del VIII Cuerpo de Ejército, nombrándose
juez instructor al alférez honorífico del
Cuerpo Jurídico Militar Luis Miñambres Rodríguez.
Ante el juez instructor comparecieron dos vecinos de Belmonte
que formularon las típicas acusaciones derechistas
que se repetían en todos los sumarios, adjudicando
a las milicias de Carrocera el haber cometido robos y otros
desmanes. El juez instructor y su secretario se trasladaron
también a La Felguera, donde otros tres vecinos derechistas
se prestaron voluntariosos con sus declaraciones a dotar
de un mínimo grosor al expediente judicial. ¿Y
de qué le acusaban? Pues de lo que el propio Higinio
Carrocera ya tenía dicho y se sentía orgulloso
ser: un revolucionario anarquista, miembro destacado
de la CNT y del centro social La Justicia de La Felguera,
de haber organizado huelgas, de participar en la Revolución
de Octubre, de atacar durante la guerra los cuarteles de
la Guardia Civil de La Felguera y Gijón, y los de
Zapadores y Simancas, de ser sucesivamente jefe de grupo,
capitán, comandante y organizador del batallón
que llevaba su nombre, y, por último, mandar una
brigada...
El
catorce de Febrero, el juez instructor Luis Miñambres
tomó declaración al propio Carrocera, quien
se ratificó en lo que ya tenía declarado en
el atestado de la guardia civil y solamente añadió
un par de cosas de interés: “Que dio un nombre
supuesto por temor a que le fusilaran sin causa”,
y “que era de los que creían que al
percibir sueldos del Gobierno por esa acción de guerra
quedaba rebajado el ideal por el que se luchaba, al que
cree que todos tenían que servirle desinteresadamente.”
La
causa de Higinio Carrocera no se vio en un consejo de guerra
individual, sino que se agrupó con las de otras trece
personas más que no tenían ninguna relación
con él. Dos días antes de la celebración
del consejo de guerra, se facilitó a los acusados
una lista para que eligiesen defensor. No sé yo cómo
personas que estaban en celdas y pabellones diferentes se
pudieron poner de acuerdo para elegir el mismo defensor,
pero el caso es que “designaron” como tal a
J. M. Julián Uría Unquera, que contó
con poco más de un día para leer los catorce
sumarios y elaborar la defensa...
En
la tarde del lunes veintiuno de Febrero de 1938 se celebraron
en Oviedo cuatro consejos de guerra sumarísimos de
urgencia, por los que pasaron un total de treinta y seis
hombres y ocho mujeres. En el segundo de dichos consejos
de guerra le tocó sentarse en el banquillo a Higinio
Carrocera junto a otros trece encartados. El fiscal
solicitó al tribunal que se impusiera la pena de
muerte a seis de los acusados, Carrocera entre ellos, como
es natural, la de reclusión a perpetuidad a otros
siete y la de doce años de reclusión al restante.
El defensor, por su parte, pidió para cada uno de
los acusados la pena inmediata inferior a la solicitada
por el fiscal.
El
Tribunal Militar Permanente nº 3, presidido por Manuel
Herbella Zobel, del que también formaban parte Andrés
Gutiérrez García, Manuel Armesto, Valentín
Méndez y José M. García Rodríguez,
se reunió en sesión secreta para deliberar
y dictar sentencia. Junto con Higinio Carrocera,
dicho tribunal condenó a pena de muerte a los vecinos
de Lieres, José Mª Sierra Cuevas, de veintiocho
años, y Ramón Resina Lloret, de treinta y
siete, y al vecino de Lugones, Francisco Fernández
García, de veintinueve años. Las
vecinas de Las Caldas, Jacinta Aparicio Montero, de cuarenta
y cinco años, Generosa Fernández Vázquez,
de cincuenta y cinco, y Faustina González García,
de cuarenta y cuatro, fueron sentenciadas a reclusión
perpetua; mientras que las también vecinas de Las
Caldas, Angeles Rodríguez Aparicio, de veintiocho
años, Vicenta Alvarez Viejo, de veinte, Amparo Fernández
Cárcaba, de treinta, Aurelia Fernández Suárez,
de cuarenta y tres, y Alegría Alvarez Viejo, veintitrés,
fueron condenadas, la primera, a veinte años de prisión;
la última, a doce años, y las restantes, a
quince años. Al vecino de Oviedo, de veinticuatro
años de edad, Ceferino Rodríguez Tuñón,
le adjudicaron veinte años de prisión, y resultó
absuelto Celestino Ceñal Cueto, que era vecino de
Lieres.
Aprobada
la sentencia por el auditor de guerra seis días más
tarde, Higinio Carrocera, como los demás condenados
a pena de muerte, quedó a la espera de que “Su
Excelencia el Generalísimo” se dignara conmutársela
por la inmediata inferior de reclusión perpetua o,
por el contrario, que firmase el preceptivo “enterado”
para su ejecución. Llegó éste para
Carrocera y los otros tres sentenciados a la última
pena el día siete de Mayo y a las dos de la mañana
del ocho entraron en capilla en la cárcel de Oviedo.
Solamente Ramón Resina aceptó los auxilios
espirituales de un clérigo, el resto los rechazó.
Y a las cinco y media de la madrugada Higinio Carrocera
Mortera y José Mª Sierra Cuevas y Ramón
Resina Lloret y Francisco Fernández García
fueron fusilados. Según las investigaciones
hechas por Félix Espejo, esa mañana de Mayo
un total de treinta personas cayeron frente a los piquetes
nacionalistas en las tapias del cementerio de Oviedo.
Higinio
Carrocera Mortera había nacido el día tres
de Enero de 1908 en Barros, pueblo del concejo de Langreo
próximo a La Felguera, en la zona minera asturiana
de la cuenca del Nalón. Sus padres y abuelos
eran también langreanos. Según nos cuenta
Solano Palacio en el libro “Estampas de la Raza”,
el padre de Higinio Carrocera era un obrero metalúrgico
que trabajaba en la fundición que la empresa Duro
Felguera tenía en La Felguera, que en aquellos años
era la gran fábrica de la comarca. Murió cuando
Higinio tenía diez u once años. La madre y
los cinco hijos del matrimonio, como es fácil imaginar,
quedaron en la miseria y, para sobrevivir, Higinio tuvo
que dejar la escuela y ponerse a trabajar. Falsificando
la edad y poniéndose años de más, consiguió
entrar a trabajar como rampero en la mina San Vicente. Aquel
niño, como tantos otros, permaneció dos años
trabajando en la mina, hasta que pudo aprovechar la preferencia
que otorgó la Duro Felguera a los hijos de viudas
de metalúrgicos para entrar a trabajar en dicha fábrica
como aprendiz. Futbolista en esos años mozos, dejó
la práctica del deporte cuando sus ímpetus
juveniles fueron absorbidos poco a poco por el sindicalismo
al afiliarse a la CNT. Pronto le tocó vivir su primer
conflicto laboral: una huelga de brazos caídos contra
el despido de trabajadores por la Duro Felguera. Los
patrones de la Duro Felguera se caracterizaron siempre por
su radicalismo derechista y su antisindicalismo, y al mismo
tiempo, tuvieron enfrente, históricamente, a muchos
de los dirigentes más conscientes y comprometidos
del sindicalismo asturiano.
Higinio
Carrocera se formó personal y sindicalmente en la
fábrica de la Duro y en el histórico centro
social La Justicia, de La Felguera. En 1929, con
veintiún años, estaba ya al frente del Sindicato
Metalúrgico. Se fundó la FAI y sus grupos
específicos. Son años de cierres patronales
a los que se respondía con solidarias huelgas generales.
Los enfrentamientos con la Guardia Civil estaban al orden
del día y muchas veces acababan a tiros, y no siempre
eran los obreros los receptores únicos de las balas.
Higinio Carrocera destacaba ya en esas luchas por su arrojo
y decisión, y en la memoria local se guarda el recuerdo
de cómo en una de esas escaramuzas consiguió
desmontar a un guardia civil y apoderarse de su caballo.
Con
la llegada de la República, y según cuenta
Solano Palacio, Higinio Carrocera se involucró más
en la actividad de la FAI. Así, cuando la patronal
quiso proceder al lock out de la factoría felguerina,
ésta fue ocupada por los obreros y los ingenieros
retenidos y custodiados dentro de la misma. Higinio Carrocera
y otros muchos trabajadores, provistos de pistolas y bombas
caseras, se situaron en los lugares prominentes de la fábrica
y consiguieron, con el auxilio solidario de toda la población
que acudía en masa, impedir los sucesivos intentos
de desalojo que guardias y policías pretendieron
llevar a cabo. Carrocera también formó parte
del Comité Revolucionario en el movimiento que la
FAI desató en 1932 y en la huelga declarada en Noviembre
de ese año en defensa de treinta trabajadores
ancianos a los que se quería despedir sin derecho
a jubilación. Esta huelga mantuvo paralizada la actividad
siderúrgica de La Felguera durante nueve meses,
en el transcurso de los cuales, pese al gran despliegue
policial, fueron muy numerosos los sabotajes contra las
líneas de conducción eléctrica y del
ferrocarril. En Julio de ese año, Higinio Carrocera
fue encarcelado en calidad de detenido gubernativo, es decir,
sin acusación conocida, simplemente por orden del
gobernador de la provincia y por plazo indefinido.
Al
iniciarse la Revolución de Octubre de 1934, Higinio
Carrocera participó activamente en la toma de los
cuarteles de la Guardia Civil y de Asalto en Sama y La Felguera.
De la factoría de la Duro Felguera salieron los primeros
camiones blindados que entraron en Oviedo luciendo las siglas
FAI, CNT y UHP pintadas en blanco sobre sus costados.
Carrocera estuvo luchando en Oviedo al mando de un grupo
de milicianos que se destacaron en la toma de la Fábrica
de Armas. Ello a pesar de que el sector faísta
de la CNT no era partidario de la Alianza Obrera con los
socialistas y los comunistas. Dominada la capital,
Carrocera y sus hombres se dirigieron a frenar el avance
de las fuerzas gubernamentales y trabaron fuerte combate
en el importante nudo de comunicaciones de El Berrón
con las fuerzas que mandaba el entonces coronel Solchaga.
Era el mismo Solchaga con el que volvería a chocar
en El Mazucu tres años más tarde. Reforzados
los proletarios por un tren de obreros felguerinos y por
un camión blindado de igual procedencia, mantuvieron
sus posiciones hasta el acuerdo de rendición establecido
por el socialista Belarmino Tomás, máximo
dirigente del tercer Comité Revolucionario, y el
general López Ochoa.
Higinio
Carrocera y otros cenetistas felguerinos se dedicaron entonces
febrilmente a engrasar y enterrar decenas de fusiles y varias
ametralladoras. Un año después de la Revolución
de Octubre, la Guardia Civil estimaba en más de un
centenar los fusiles que todavía tenían escondidos.
Esas armas fueron las que en Julio de 1936 sirvieron para
combatir a la sublevación en los primeros momentos.
Tras ocultar todas las armas que pudieron, huyeron a las
montañas, como tantos otros, para tratar de escapar
a la represión. Higinio Carrocera permaneció
oculto en Asturias varios meses, hasta que decidió
enviar a un hermano suyo, también huido en el monte,
a Zaragoza. Semanas más tarde, el propio Higinio
consiguió llegar a Zaragoza, probablemente, como
apunta Solano Palacio, con la intención de pasar
a Francia.
Pero
sería en Zaragoza y no en las montañas astures
donde el día ocho de Agosto de 1935 iba a ser detenido
por funcionarios policiales de Investigación y Vigilancia.
Manifestó llamarse Gumersindo Moreno López
y ser natural de Madrid, pero bien porque la policía
conociese ya su verdadera identidad o porque consiguieran
averiguarla en los interrogatorios, pronto quedó
establecida. Inmediatamente, fue reclamado por el Auditor
de la 8ª División, Eugenio Pereiro, para que
fuera entregado a la Guardia Civil y conducido a la prisión
de Gijón. A Higinio Carrocera se le había
abierto proceso por rebelión militar y al no conseguir
detenerle le habían declarado en rebeldía.
La causa judicial llevaba el número 806 y se iniciaba
con un folio manuscrito firmado, supuestamente, por Carrocera
en Oviedo el miércoles día diez de Octubre
de 1934, a las dos de la tarde, y dirigido a los compañeros
del Comité Revolucionario. En él se daban
instrucciones y se pedía que se enviase con urgencia
personal por la parte del Cine Toreno, y que se atacase
con dinamita la manzana del café Pasajes, el Niza
y el de la Paz por haberse visto guardias de Asalto en esa
zona.
En
la misma causa de Carrocera, y también declarado
en rebeldía, figuraba el vecino de Tudela Veguín,
Agustín Alvarez Fanjul, conocido como Tino. Muy probablemente
no les unía ninguna otra relación más
que la casualidad judicial. No obstante, según la
declaración prestada por la madre de Agustín
Alvarez, ésta afirmaba que “todo el pueblo
sabe que su hijo fue acusado por el Comité Revolucionario
de Tudela Veguín al de la capital y fusilado el doce
de Octubre por orden de González Peña en un
monte”; probablemente en el monte Santo Domingo.
Carrocera
ingresó en la cárcel de Gijón, procedente
de Zaragoza, el día diecinueve de Diciembre de ese
año de 1935 y aquí se produjo el hecho curioso
de que a pesar de la insistencia del juez instructor militar,
capitán de Caballería Joaquín Crespi
de Valldaura, para que le trasladasen a la prisión
de Oviedo, Higinio Carrocera fue devuelto otra vez a Zaragoza,
desde donde probablemente le habrían reclamado, a
su vez, para tomarle declaración en relación
con su detención y su falsa identidad, instrucción
que se seguía en el Juzgado nº 1 de dicha capital.
El diecisiete de Enero volvía a ingresar en la cárcel
del Coto de Gijón, pero los días iban pasando.
El juez militar le notificó el auto de procesamiento
y le tomó declaración. Entre otras cosas,
Higinio Carrocera afirmó ante el juez “que
no tomó parte alguna en el movimiento de Octubre
del año treinta y cuatro, pues aunque sabía
por rumores que se trataba de organizar algo dada la adversidad
que había contra el Gobierno, el declarante se mostró
siempre contrario a nada subversivo por pertenecer a una
agrupación apolítica como miembro de la CNT.
Que durante los días del movimiento revolucionario
permaneció en el pueblo trabajando y que no vino
a Oviedo, pudiendo dar fe de todo esto vecinos que precisamente
paseaban con ellos y comentaban los acontecimientos, siendo
estos vecinos Aurelio González, Emilio “el
de Práxedes” y Jesús Carrocera...”
El juez militar decretó entonces la prisión
incomunicada de Carrocera y se dirigió a La Felguera
para tomar declaración como testigos a los citados;
los cuales, en cierta medida y con algunas evasivas, ratificaron
lo dicho por Carrocera. Al mismo tiempo, el juez instructor
solicitó al coronel comandante militar de la plaza
de Oviedo el nombramiento de dos peritos calígrafos
“ a fin de que informen sobre si la firma que obra
en el documento del folio seis una vez comparada con las
firmas actuales procede del mismo”. No había
peritos calígrafos en Asturias en aquellas fechas,
así que la autoridad militar designó para
ejercer como tales a dos maestros nacionales que cumplían
el servicio militar en el Regimiento de Infantería
de Montaña Milán nº 3. ¿Cuál
fue el resultado del peritaje? Pues el previsible: con abundantes
“razonamientos” concluyeron diciendo que “no
pueden afirmar ni desmentir que dicho documento haya sido
firmado por el procesado”.
Así
llegamos al día tres de Febrero de 1936, que es cuando
el juez instructor dio por finalizada la instrucción,
enviando el sumario al auditor de División quien,
a su vez, lo trasladó al fiscal. Pero menos de dos
semanas después, el dieciséis, se producía
el triunfo electoral del Frente Popular con la amnistía
para los condenados por delitos políticos o sociales
como eje central de su programa. En los días siguientes,
la presión de las masas vació las cárceles
y el día 21 el gobierno oficializó la amnistía
mediante un decreto ley. Higinio Carrocera ya había
sido puesto en libertad un día antes.
Higinio
Carrocera Mortera, metalúrgico, anarquista, militante
obrero de la FAI y de la CNT, quizás no hubiera votado
en ninguna de las elecciones celebradas durante la República.
Cuando cinco meses después del triunfo electoral
del Frente Popular se produjo la sublevación militar
y se inició la revolución y la guerra, no
podemos imaginarlo atesorando cargos, estrellas y lucidos
uniformes. Si Higinio Carrocera fue jefe de grupo, capitán,
comandante de batallón y de brigada, “general
de brigada” como le llamaban los nacionalistas, lo
fue por la misma razón que antes había ocupado
destacados puestos sindicales: porque así lo querían
los compañeros que luchaban a su lado por el mismo
ideal. Y por ese ideal lo dio todo y le quitaron la vida.