Al capitán de navío Sánchez
Ferragut le fusilaron en el Arsenal de Ferrol, en el lugar
conocido como la Punta del Martillo, a las seis de la tarde
del día 25 de Septiembre de 1936. Era el comandante
del crucero “Almirante Cervera” cuando se produjo
la sublevación en la Base y le fusilaron como le
podían haber condecorado con la “Laureada de
San Fernando” o la “Militar individual”.
Las verdaderas razones por las que le dieron plomo en vez
de medallas no las he podido descubrir, pero no creo que
ande muy descaminado al decir que los fusilamientos de Sánchez
Ferragut y, un mes antes, del teniente de navío Sánchez
Pinzón, también del “Cervera”,
respondieron a la necesidad que tenían los insurrectos
de eliminar a unos testigos incómodos.
Como
se sabe, el “Cervera” había entrado en
dique para limpiar fondos y efectuar algunas reparaciones
menores y trabajos de mantenimiento. Gran parte de la dotación
estaba de permiso, no así la oficialidad que, junto
con el comandante, permanecían a bordo.
De acuerdo con las instrucciones recibidas del Estado Mayor,
Sánchez Ferragut ordenó el domingo dieciocho
Julio que dos grupos de quince marineros armados, al mando
de un oficial, se encargasen de la vigilancia de las puertas
de la Constructora y que estuvieran listas dos secciones
de dieciocho marineros cada una por si fuera necesaria su
actuación en el exterior. Se municionó
a la guardia de a bordo y se emplazó un cañón
de desembarco en el castillo del buque. En cumplimiento
de esas directrices del Estado Mayor, también se
inutilizó la radio del buque desmontando tres lámparas
y cerrando con llave la cabina.
Visto
que el lunes veinte amanecía con normalidad y que
los trabajadores de la Constructora y los que se encargaban
de las reparaciones a bordo del crucero se incorporaban
a sus puestos sin novedad, el comandante del “Cervera”
ordenó la retirada de los retenes de las puertas
del astillero y del cañón de desembarco. Esa
mañana entró de oficial de guardia el teniente
de navío Luis Sánchez Pinzón. Hacia
el mediodía, Sánchez Ferragut se dirigió
a las dependencias del Estado Mayor, donde Vierna había
convocado a los comandantes de buques y jefes de cuerpos
para proponerles la adhesión a la insurrección.
Sánchez Ferragut no se opuso al levantamiento militar,
pero expuso su temor a que la dotación del “Cervera”
no le obedeciese. ¿Conocería ya Sánchez
Ferragut lo que había ocurrido a bordo de los cruceros
que habían salido de Ferrol y en el acorazado “Jaime
I” cuando los oficiales se habían querido unir
a los sublevados? En la reunión que los jefes de
la Armada tuvieron a continuación con el vicealmirante
Núñez en Capitanía General, a la que
parece ser que asistió el comandante militar de Ferrol,
general de Infantería Ricardo Morales, Sánchez
Ferragut volvió a expresar públicamente sus
temores de que la dotación no le siguiese y se amotinase.
Fue la única voz discordante en esa reunión,
junto con la del coronel Jefe del Servicio de Máquinas
Manso Díaz.
Al
comandante del “Cervera” también le preocupaba
la actitud del contralmirante Azarola y el que no hubiera
asistido siquiera a la reunión. Así que cuando
caminaba de regreso al crucero decidió hacerle una
visita. Es necesario saber que Sánchez Ferragut había
sido nombrado Ayudante Mayor del Ministerio de Marina en
Abril de 1933, en la época en que Azarola desempeñaba
la Subsecretaría del citado ministerio.
Pero antes de poder ver al contralmirante, Ferragut se encontró,
no se sabe si casualmente o no, con el comandante del destructor
“Velasco”, el capitán de corbeta Calderón,
quien le acompañó a visitar al contralmirante.
Parece ser que, en los planes de la sublevación,
el capitán de corbeta Calderón era uno de
los encargados de llevar a cabo la detención de Azarola
y conducirlo prisionero al destructor. Cabe suponer que
de esa entrevista con el contralmirante Azarola, Sánchez
Ferragut no saldría más animado a sumarse
a la sublevación, sino todo lo contrario. Lo único
que trascendió de esa conversación fue que
el contralmirante jefe del Arsenal le dejó amplia
libertad para llevar el “Cervera” a un lugar
más tranquilo y apartado de la Base. Por eso, cuando
Sánchez Ferragut llegó a bordo del crucero
y se enteró que los obreros de la Constructora acababan
de abandonar el buque y paralizado los trabajos que realizaban,
dio órdenes al capitán maquinista para que
se colocasen todas las piezas de las máquinas de
propulsión que se habían desarmado y quedasen
listas para cuando se diese agua al dique.
Como
ya se ha dicho, en la reunión de jefes con el vicealmirante
Núñez, éste había acordado,
en vez de declarar el estado de guerra, adoptar el plan
“C” de máxima emergencia, encargándose
el Estado Mayor de enviar a todos los buques y dependencias
instrucciones más concretas. A bordo del “Cervera”
se continuaba con las tareas de dejarlo listo para salir
de dique cuanto antes y se tomaron algunas precauciones.
Así, por orden del comandante, el condestable de
cargo procedió a recoger los estopines de los cañones
de 15 centímetros y los depositó en el pañol
de popa.
El
segundo comandante del “Cervera”, capitán
de fragata Francisco Vázquez de Castro, estaba en
el dique dirigiendo la operación de recogida de anclas
y retirada de las planchas de acceso al buque cuando estalló
el tiroteo dentro de la Base, que se inició en la
zona donde se encontraba el acorazado “España”.
Regresaron todos a bordo y el segundo comandante dio orden
de que se armase y municionase todo el mundo, como así
se hizo. Visto que el tiroteo se generalizaba y
se tenía la impresión de que se disparaba
sobre el “Cervera”, Sánchez Ferragut
ordenó que saliesen del buque y tomasen posiciones
defensivas en los alrededores del mismo tres grupos de Marinería,
al mando de los tenientes de navío Enrique Seris
y José Yusti, y del alférez de navío
Martínez Doggio. La guardia militar del buque, al
mando del alférez Gilberto de la Riva Rivero, se
dirigió a la parte alta del puente para tratar de
localizar desde dónde se les hacía fuego y
responder al mismo.
En
medio de una gran confusión y de un intenso fuego
de fusilería, contestando al que se les
hacía, pero sin poder precisar exactamente todos
los sitios desde donde se les tiraba, sin conocer las causas
ni haber recibido las instrucciones del Estado Mayor, se
dio orden de cesar de disparar y que todo el personal regresase
a bordo. El corneta que salió a tocar el
alto el fuego, un muchacho de diecisiete años, fue
alcanzado por un disparo y murió poco después.
Parte de los marineros del grupo mandado por el teniente
Seris, sin atender las órdenes de éste, abrieron
la puerta norte de la Constructora y por ella entraron en
la Base un gran número de hombres y mujeres. Civiles
y marineros se fundieron en abrazos y avanzaron juntos hacia
el buque. Subieron todos a bordo dando estruendosos “vivas”
a la República y a la Libertad, y en medio del gran
tumulto que se formó, se aprovechó para repartir
armas a los paisanos.
Tal
y como se iban sucediendo las cosas, la impresión
que se tiene es que a bordo del “Cervera” nadie
estaba bien informado del carácter de los acontecimientos
que se estaban desarrollando, tanto en la Base como en el
resto de los barcos de la Flota y en todo el país.
El comandante y el resto de los oficiales estaban desorientados
y sin saber a qué atenerse, como lo prueba el hecho
de que, tras estallar el tiroteo, Sánchez Ferragut
tratara de enviar dos escritos de su puño y letra
dirigidos al almirante jefe del Arsenal, Azarola, y al ayudante
mayor, Suances, comunicándoles lo que ocurría
y rogándoles le explicaran a qué era debido,
al mismo tiempo que les pedía auxilio mutuo. Estos
escritos, que no aparecen reproducidos en ninguna parte,
no llegaron a su destino porque los marineros que los portaban
fueron retenidos por el comandante del “Velasco”,
el capitán de corbeta Calderón, que se quedó
con los citados escritos.
Por
otra parte, entre la tripulación se echaba en falta
una dirección revolucionaria que analizase correctamente
esos acontecimientos y se enfrentase a ellos de forma resuelta.
Al contrario que en la mayoría de los buques de la
Armada, en el “Cervera” tardaron mucho
en recibir información y consignas de Madrid porque
la radio permaneció inutilizada en los momentos decisivos.
Esa tardanza y esas dificultades en la comunicación
con Madrid fueron un factor decisivo para que tanto el “Cervera”
como la Base y los otros buques surtos en ella, y la propia
ciudad departamental cayesen del lado nacionalista.
Con
el buque ocupado por gente del pueblo y la marinería
de la dotación que confraternizaba con ellos y les
entregaba armas, Sánchez Ferragut y el resto de los
oficiales, pero sólo ellos, se empeñaron en
la tarea de recuperar las armas que portaban los paisanos
y echarles de a bordo. Al mismo tiempo, trataron de impedir
que los marineros saliesen, junto con los paisanos, a luchar
a las calles. Haciéndoles frente,
se encontraron con el grupo que capitaneaban el cabo apuntador
Domingo Lizuain y el paisano Venancio Pérez. Fue
entonces cuando se produjo un tiroteo dentro del crucero,
entre los oficiales y los componentes de este grupo, a resultas
del cual murió de un tiro en la cabeza el segundo
comandante, Francisco Vázquez de Castro, y resultaron
heridos el propio Sánchez Ferragut, el tercer comandante,
capitán de corbeta José Mª Ragel, el
alférez Gilberto de la Riva y algunos marineros y
paisanos. El comandante y la mayoría de los oficiales
se retiraron entonces hacia popa y se refugiaron en la cámara
y antecámara del comandante. Custodiando la entrada
colocaron una guardia armada formada por unos cuantos marineros
de confianza. La marinería y los paisanos
se retiraron hacia proa y muchos grupos armados salieron
a combatir a los tropas sublevadas en las calles de Ferrol.
A
pesar de aquel enfrentamiento y de que el buque estaba en
manos de los marineros, auxiliares y maquinistas partidarios
del régimen republicano, en el “Cervera”
no llegó a formarse un comité que asumiese
el mando total del buque. El teniente de navío Sánchez
Pinzón y el alférez Martínez Doggio,
que habían conducido a un marinero herido a la enfermería,
se cruzaron, cuando regresaban a la popa, con grupos de
la dotación y trataron de calmarles. Poco a poco,
se terminó aceptando la presencia de oficiales en
las dependencias del buque. Las disposiciones que se adoptaban
se procuraba que contasen con la aquiescencia del comandante.
Fueron los oficiales, los maquinistas y los auxiliares navales
los que comenzaron a actuar como intermediarios. Incluso
hubo un momento en que se pensó en nombrar
un nuevo comandante del crucero, barajándose el nombre
del teniente de navío José Estrella, del que
se valoraba el hecho de haber sido ayudante del presidente
de la República. En cualquier caso, la dotación
defendía el barco y repelía los ataques, mientras
se hacían planes para utilizar los cañones
contra los insurrectos. Mediante banderas y por scott se
consiguió establecer comunicación con el acorazado
“España” antes de que concluyesen los
trabajos para poner en funcionamiento la radio.
Comandante
y dotación coincidían en la necesidad de dar
agua al dique para poner el barco a flote: el comandante
pensando en sacarlo de allí y llevarlo a un lugar
más seguro y tranquilo de la Base; la dotación,
para poder tirar con la artillería de grueso calibre
que, sin estar el barco a flote, no puede utilizarse sin
correr el riesgo de provocar graves daños en la estructura
del buque. El fuego de los sublevados impidió que
se llevase a cabo esta maniobra, que no pudo realizarse
hasta entrada la noche, cuando el tiroteo cesó casi
por completo.
De
la apurada situación en que se encontraban los sublevados
en la Base en esos momentos puede dar una idea el testimonio
del capitán de navío Francisco Moreno, que
afirmó que esa noche tuvo que estar esperando dos
horas para poder disponer de un camión del Ejército,
y otras cuatro horas más, desde medianoche hasta
las cuatro y media de la madrugada para poder contar con
dos pelotones de soldados de Infantería y Artillería
con los que reforzar las defensas de las zonas aledañas
al dique donde se encontraba el “Cervera”.
Al
amanecer del martes veintiuno, con el buque ya a flote,
pero sin poder salir del dique por estar inundado el barco
compuerta, se recibió a bordo un escrito sin firma
dirigido al comandante o al que hiciera sus veces, en el
que se decía que de orden del almirante del Arsenal,
si el crucero no se rendía sería bombardeado
por la aviación y por las baterías de Montefaro.
Esta circunstancia trató de ser aprovechada por la
oficialidad derrotista para desmoralizar a la dotación,
exagerando el mal estado de la artillería antiaérea
del barco y los efectos destructivos de la aviación.
Todo lo cual no surtió el efecto buscado, porque
consultada la dotación, la respuesta que se obtuvo
fue que no se rendía y que permanecía adicta
al poder constituido, reanudándose un tiroteo muy
intenso. Aparecieron los hidroaviones de la base de Marín
que arrojaron pasquines invitando a la rendición
bajo amenaza de bombardeo, pero en el “Cervera”
ya funcionaba desde hacía horas la estación
radio y desde Madrid se les había prometido enviarles
una escuadrilla de aviones de la base de León.
El
martes veintiuno iba a ser el día decisivo. A las
nueve de la mañana, se empezó a hacer fuego
desde el “Cervera” con el cañón
del 47 y varios disparos más con la artillería
gruesa de 15 centímetros, lo que obligó a
los sublevados a abandonar algunas posiciones. Volvieron
los hidros y bombardearon el buque, aunque con escasos resultados,
pues las bombas eran pequeñas y o no dieron en el
blanco o no llegaron a explotar. Pero los que no aparecieron
ni iban a aparecer nunca eran los prometidos aviones gubernamentales
procedentes de León. El cansancio, la ausencia de
un mando y unos objetivos definidos, y la persistencia de
una situación confusa y bloqueada, junto con el temor
a las represalias y el derrotismo que propalaban muchos
oficiales, fue influyendo en la parte de la dotación
menos concienciada, que ya estaba pensando en cómo
entregar las armas.
Un
ardid de guerra iba a ser el que inclinase definitivamente
la balanza del lado de los sublevados. A la caída
de la tarde, se recibió en el “Cervera”
un radio que decía lo siguiente: “Imposible
enviar aviación, evite efusión de sangre.”
Este radio se tomó como enviado por el Gobierno de
Madrid porque se había recibido en la misma frecuencia
de onda, pero en realidad había sido emitido desde
una estación radio de los sublevados, la de Marín,
con la finalidad de confundir a los del “Cervera”.
En esos mismos momentos, una comisión integrada por
personal de la dotación y paisanos se encontraba
en la cámara de oficiales reunida con éstos
y con el comandante. Entre los miembros de la comisión
no había unidad de criterios y se planteaban diversas
alternativas. Una de ellas, que parecía contar con
mayor número de partidarios, era la de salir con
el buque a alta mar. Pero en esos precisos instantes fue
cuando entró un cabo radio con el mencionado telegrama
copiado en el libro. Este hecho fue el que inclinó
la opinión de los presentes a negociar la rendición
del crucero. Entonces, el capitán contador
del buque, José Ramón Sobredo, procedió
a redactar un acta con las condiciones para la rendición,
condiciones que en su mayor parte le dictó uno de
los paisanos de la comisión. Después de encontrar
el acta conforme, fue aceptada y autorizada por el comandante
del “Cervera”, Sánchez Ferragut.
El alférez de navío Martínez Avial
subió entonces a cubierta para izar bandera blanca,
pero hubo de retirarla inmediatamente ante la amenaza de
dispararle que le hizo el marinero fogonero Pedreira, más
conocido entre la tripulación por el apodo de “Coruña”.
Fue necesaria la mediación del teniente maquinista
López Dafonte para poder calmar al fogonero y que
se pudiera volver a izar la bandera pidiendo parlamentar.
Salió entonces del barco la comisión encargada
de entrevistarse con el almirante jefe de la Base y hacerle
entrega de las condiciones de la rendición.
La encabezaba el teniente de navío Sánchez
Pinzón, que representaba a Sánchez Ferragut,
y le acompañaban un auxiliar y dos cabos.
Al
verse desde el acorazado “España” la
bandera blanca izada en el “Cervera”, mediante
señales se preguntó por el motivo de tal decisión.
Como la dotación del “España”
no estaba dispuesta ni a rendirse ni a admitir la rendición
del “Cervera”, enviaron una comisión
de marineros encabezada por el maquinista López Amor
para enterarse de lo que ocurría. López Amor
se entrevistó con el comandante y con los oficiales
relatándoles lo ocurrido en el “España”.
Se le dio a leer el último radio recibido y se le
ofreció que llevara el libro para mostrarlo a la
dotación del “España”. Procuraron
despedirle con rapidez porque los marineros que le acompañaban
y que habían quedado en cubierta estaban a punto
de conseguir con sus argumentaciones que la dotación
del “Cervera” se volviese atrás y tomase
las armas de nuevo.
La
dotación del “España” había
sido la primera en oponerse por la fuerza a los manejos
de sus oficiales para utilizarla en la sublevación.
Durante la primera refriega fueron ejecutados o posteriormente
perdieron la vida el comandante accidental del “España”,
capitán de corbeta Gabriel Antón; el oficial
de guardia, teniente de navío Carlos Suances Jáudenes,
el teniente de navío Carlos Núñez de
Prado y el jefe de la Estación Radio de Ferrol, teniente
de navío José Escudero Arévalo. El
primero en sospechar que se querían utilizar fuerzas
de Marinería del “España” para
cubrir los objetivos asignados en los planes de los sublevados
fue el oficial 3º de Artillería Dionisio Mouriño,
que consiguió impedirlo, pero que poco después
resultó muerto de un disparo en el tiroteo que se
produjo en la puerta del dique.
De
regreso los comisionados al “Cervera” y aceptadas
por el almirante jefe de la Base todas las condiciones de
la rendición, parte de la dotación y un grupo
de paisanos, junto con el comandante, el segundo comandante
y algunos oficiales abandonaron el buque. Los marineros
fueron conducidos al cuartel de Dolores, mientras que los
paisanos, de acuerdo con lo pactado, fueron acompañados
por oficiales y auxiliares hasta sus domicilios. El resto
de oficiales y auxiliares se trasladaron al Estado Mayor.
El comandante Sánchez Ferragut y el tercer comandante
se dirigieron primero al Ayuntamiento, y después
al Hospital de Marina para ser atendidos de las heridas
de bala.
Parte
de la dotación y algunos paisanos siguieron a bordo,
dueños del crucero. Con las calderas encendidas,
el barco-puerta que, empujado por el viento, había
dejado libre la salida del dique, no eran pocos los que
volvían a pensar en hacerse a la mar después
de recoger a la dotación del “España”.
Mientras que otros creían que lo mejor era que les
enviasen refuerzos desde el acorazado para continuar la
resistencia.
Con
las primeras sombras de la noche, el capitán de fragata
Salvador Moreno, junto con personal técnico del “Cervera”,
se acercó a la plancha para subir a bordo y hacerse
cargo del crucero. Le dio el alto el fogonero Pedreira que
se identificó a Moreno como un marinero armado con
fusil. Fue suficiente para hacer recular al capitán
de fragata y sus acompañantes que solamente se decidieron
a regresar cuando pudieron llevar delante fuerzas de Infantería
de Marina fuertemente armadas. Les franqueó
entonces la entrada el oficial 3º de Artillería
Félix Gómez, que salió a recibirles
acompañado de un marinero con una linterna. Se consiguió
en ese momento que se entregasen los que permanecían
a bordo y el crucero pasó a manos de los sublevados.
Al día siguiente, miércoles veintidós,
se rendía la dotación del “España”
y la Base y la ciudad quedaban en manos de los nacionalistas.
El
comandante del crucero “Almirante Cervera”,
capitán de navío Juan Sandalio Sánchez
Ferragut, prestó declaración ante el juez
instructor el sábado día veinticinco de Julio.
El día anterior, el auditor José García-Rendueles
había ordenado la apertura de una investigación
sobre lo ocurrido en la Base Naval, nombrando juez instructor
al contralmirante de la reserva Luis de Castro Arizcun.
En esta causa, que lleva el número 20/1936, actuó
como secretario del juez instructor el comandante auditor
José Gómez de Barreda, sustituido posteriormente
por el teniente auditor Ramón Figueroa y García
Pimentel.
El
domingo veintiséis compareció ante el citado
juez instructor el teniente de navío Luis Sánchez
Pinzón, que era el encargado de Electricidad y jefe
de los servicios radiotelegráficos del crucero “Almirante
Cervera”. Sánchez Pinzón, que contaba
veintinueve años de edad y estaba casado,
afirmó en su declaración que cumplió
las órdenes dadas por el comandante y segundo comandante
en la tarde del domingo diecinueve de cerrar, pese a estar
averiada, la estación radio e inutilizarla tanto
para la transmisión como para la recepción.
Pero, más adelante, seguramente que para evitar que
fueran procesados los auxiliares y cabos de la misma, aclaró
que la llave de la estación y las lámparas
que se habían desmontado habían sido entregadas
sin coacción.
“Sin
coacción”, a eso se agarraron para declararle
procesado y ordenar su prisión incomunicada en el
vapor “Plus Ultra”, uno de los buques habilitados
en Ferrol como cárcel provisional. De nada le sirvió
a Sánchez Pinzón solicitar al almirante jefe
de la Base, Indalecio Núñez, que ordenase
la revocación del auto de procesamiento de acuerdo
con las bases para la entrega del “Cervera”,
aceptadas por el almirante, cuyo primer punto decía:
“Este Crucero se rinde siempre que no se tome represalia
alguna contra la dotación del mismo.” Ni tampoco
fue de gran ayuda la esmerada y minuciosa defensa llevada
a cabo por el abogado ferrolano Camilo Estripot Tenreiro.
El
día veinte de Agosto se celebró el consejo
de guerra en la sala de justicia habilitada en
la Jefatura del Estado Mayor. Bajo la presidencia del vicealmirante
Tomás Calvar Sancho, formaron el tribunal los contralmirantes
José M. Franco de Villalobos y Victoriano Sánchez-Barcáiztegui
Acquaroni, el coronel de Infantería de Marina Serafín
Liaño Lavalle y los capitanes de navío Francisco
Bastarreche Díaz de Bulnes y Angel Fernández
Piña. El vocal ponente fue el teniente coronel auditor
Jesús Cora y Lira, y el fiscal, el ya citado coronel
auditor Luciano Conde Pumpido.
El
teniente de navío Luis Sánchez Pinzón
fue condenado a pena de muerte bajo la acusación
de “desobediencia a un superior al frente de rebeldes
y sediciosos”. Dos días más tarde, una
vez recibido el “enterado”, fue pasado por las
armas a las cinco y media de la tarde en la Galería
de Tiro del Parque del Arenal de la Base de Ferrol. Natural
de Morón, en la provincia de Sevilla, Luis Sánchez
Pinzón estaba casado y tenía veintinueve años.
El
capitán de navío Juan Sandalio Sánchez
Ferragut, comandante del “Cervera”, fue procesado
por orden del auditor de la Base, García-Rendueles,
tras prestar declaración como testigo en numerosas
ocasiones. Hasta la celebración del consejo de guerra
permaneció preso e incomunicado a bordo del “Plus
Ultra”. El fiscal Luciano Conde Pumpido solicitó
el día ocho de Septiembre, en sus conclusiones provisionales,
modificadas durante la celebración del consejo de
guerra, la pena de muerte para Sánchez Ferragut,
al acusaba del delito de traición. Sánchez
Ferragut había nombrado defensor al capitán
de fragata Angel Suances Piñeiro. Suances, según
él mismo afirmó, no era proclive a aceptar
esta defensa y, previamente, consultó con sus superiores.
No obstante, realizó una hábil y concienzuda
argumentación, y solicitó para su patrocinado
la libre absolución.
El
día once de Septiembre, en dependencias de la Jefatura
de la Base Naval de Ferrol se celebró el consejo
de guerra sumarísimo contra el comandante del crucero
“Almirante Cervera”. El tribunal,
por orden del auditor de la Base, estaba formado por las
mismas personas que habían condenado al teniente
de navío Sánchez Pinzón. La condena
dictada por el tribunal contra Sánchez Ferragut fue
la misma: pena de muerte. Pero en este caso no hubo unanimidad
entre los miembros del tribunal. Su presidente, el vicealmirante
Tomás Calvar Sancho, y el vocal, capitán de
navío Francisco Bastarreche, formularon un voto particular
por estimar que debía ser condenado a reclusión
militar perpetua.
También
disintió del fallo del consejo de guerra el auditor
de la Base, pero en sentido opuesto. García-Rendueles,
en su preceptivo dictamen dirigido al vicealmirante jefe
de la Base, y después de varios “considerandos”,
“estima que no procede aprobar el fallo dictado por
consejo de guerra, y que al procesado, capitán de
navío Juan Sandalio Sánchez Ferragut, debe
ser reputado autor de los siguientes delitos de traición
castigados en el artículo 116 del Código Penal
de la Marina de Guerra:
1º.- El de pasarse al enemigo; al cual estuvo dirigiendo
y en representación del que pactó la rendición
del buque (número 1º de dicho precepto legal).
2º.- El de la entrega del buque a los rebeldes (nº
4º).
3º.- El de sostener –por radio- correspondencia
o inteligencia directa con el enemigo sobre operaciones
de guerra (nº 8º).
En consecuencia, juzga que debe ser condenado a pena de
muerte.”
El
vicealmirante Indalecio Núñez, al dirigirse
al presidente la Junta de Defensa Nacional para comunicarle
la sentencia del consejo de guerra, expuso las
sucesivas variaciones en la interpretación de los
hechos que se imputaban al acusado, tanto por parte del
fiscal, como por el propio tribunal y el disenso del auditor,
y propuso la continuación de las actuaciones por
el procedimiento ordinario.
Sería
el propio Emilio Mola, general jefe del Ejército
del Norte, el que zanjase la cuestión mediante un
decreto emitido en Valladolid el día diecisiete de
Septiembre, en el que se confirmaba la pena impuesta en
el consejo de guerra. El capitán de navío
y comandante del crucero “Almirante Cervera”,
Juan Sandalio Sánchez Ferragut, fue fusilado en la
punta del Martillo, en el Arsenal, a las seis de la tarde
del veinticinco de Septiembre. Dejaba esposa, que estaba
ciega, y cuatro hijos.
Las
actuaciones represivas de la justicia militar nacionalista
contra la tripulación del “Cervera” se
prolongaron hasta el final de la guerra y la causa que las
contiene quizás sea la más extensa y farragosa
de todas las instruidas en ese período.