Los
abogados y la Revolución.
Carta de Eduardo Barriobero publicada
en Barcelona el 6-9-1937.
Distinguido
compañero: Leo siempre su diario con interés
y gratitud, por haber sido el cronista más fiel y
asiduo de la Oficina Jurídica.
En el número del sábado publicó un
artículo titulado Los abogados y la Revolución,
que no está de acuerdo con lo que de nosotros, los
funcionarios de la Oficina, se dijo en las mismas columnas
mientras ésta funcionó.
Nosotros, lejos de hacer cosa alguna contra los
abogados, colocamos cincuenta aproximadamente; casi todos
fueron después incorporados por la Generalidad a
la Administración de Justicia de Cataluña,
y de su inteligencia y celo, no creo que tenga motivo de
queja.
En cuanto a los demás, no los excluimos;
los excluyó el procedimiento, antípoda
de la dialéctica, que nunca fue el mejor método
para conquistar la verdad. En cambio, yo les indiqué
muchas veces que constituyeran grupos de amigables componedores
para resolver los asuntos como nosotros los resolvíamos,
que planeasen la estructura de las nuevas sociedades mercantiles
que a diario improvisaba empíricamente la industria
controlada o colectivizada, y otras muchas cosas que no
quisieron asimilar, sin duda porque yo no tengo el don de
consejo.
Generalmente venían acompañando a
patronos o a usureros, y como el obrero o el cliente
desventurado del Mathías venían sin abogado,
lo natural era que aquella justicia que aspiraba a ser pura
y sencilla, colocase a las dos partes en iguales condiciones;
pero rechazábamos a los letrados referidos con toda
la cortesía de que en aquellas circunstancias era
posible usar y nunca con amenazas de detención.
Las hubo, sí; pero fueron para los que en
nuestra Sala de Justicia, olvidando quienes eran ellos y
quienes éramos nosotros, se presentaban con fusil,
pistola y correaje, y ridículamente vestidos de “tigres
de retaguardia”. A éstos, es verdad que los
arrojábamos violentamente, y era lógico:
como pesábamos a ojo, no teníamos balanza,
y Breno, por tanto, no tenía en donde colocar su
espada.
Yo creí que después de examinadas por cuatro
jueces, ajenos a nuestra política, nuestras cuatro
mil sentencias, después de haberles dado el Gobierno
validez y fuerza ejecutiva, después de haber
transcurrido un año sin que nadie reclame, ni nos
denuncie –ahora que eso está tan de moda- ante
los Tribunales, la Policía o el Gobierno, podíamos
envanecernos de haber logrado lo que no logró ningún
juez de ninguna latitud y comenzar a disfrutar
de nuestra legítima reivindicación; pero me
he equivocado en el cálculo.
Aguardaremos un año más.
No dé a esta carta valor de rectificación,
que no es ese su móvil, tómela como intervención
de un viejo parlamentario en el “debate” o como
apostilla de un viejo periodista.
Queda muy agradecido su afectísimo,
E. Barriobero y Herrán.