¿Me
puedo defender?
Carta
pública de Eduardo Barriobero tras la disolución
de la
Oficina Jurídica por el consejero de Justicia de
la Generalidad, Andrés Nin.
Acaso
como penúltimo eslabón de la cadena de injurias
que contra nosotros se ha lanzado, apareció ayer
una nota oficiosa de la Consejería de Defensa de
la Generalidad, en la que se dice no ser cierto que hayamos
entregado ochocientas cincuenta mil pesetas para los gastos
de la guerra, puesto que no las hemos entregado a dicha
Consejería, única entidad autorizada para
recibir todas las aportaciones.
Lo
más urgente, por aquello que solamente injuria quien
puede, es averiguar la procedencia de la nota, y para nuestra
satisfacción y la de todos, sabemos ya de ciencia
cierta que no procede del compañero Santillán
ni del benemérito coronel Sandino. Procede de la
xenofobia señoritil, que es el lobanillo
que nos salió a todos, y principalmente a mí,
desde que comenzó a actuar este organismo, autor
de la única obra revolucionaria que se ha hecho en
la retaguardia.
La
rectificación he de hacerla en términos bien
precisos:
No es de ochocientas cincuenta mil pesetas la cantidad
entregada; rebasa de millón y medio, si se computa
las sumas entregadas por las Oficinas Jurídicas de
Gerona, Badalona, Granollers, etc.
No
hace un mes que se publicó el decreto que declaraba
la Consejería de Defensa único organismo encargado
de recoger donativos para la guerra, y como data de tres
meses nuestra actuación, es obvio que durante
dos meses pudimos dar a nuestra recaudación el destino
que tuviéramos por conveniente en relación
con la guerra.
Pero
no lo hicimos. Instalados en el Palacio de Justicia
por las Juntas de Defensa, a ellas rendimos puntual y documentalmente
nuestras cuentas y ellos se hicieron cargo de nuestras aportaciones.
Y como se da la casualidad de que las Juntas de Defensa
han entregado todas sus recaudaciones a la Consejería,
ni el problema ni la cuenta pueden afectarnos de modo alguno.
Por último, puesto que estas salidas de tono y estas
transformaciones de los ministerios de Defensa en tertulias
de ataque a los que no tienen más pistola y más
documento que un nombre, no se pueden tomar en serio. Voy
a contar, para su edificación, al señorito
de los manguitos verdes que lanzó la insidia,
una anécdota que a la vez convenza de que yo no estoy
dispuesto a suicidarme como Salengro:
En
la puerta de una taberna-restaurante de la calle de Alcalá,
en Madrid, frente a la estatua de Espartero, tenían
en la puerta a un lorito, y al que salía después
de haber tomado un entrecot o un medio chico, le preguntaba
con voz chillona:
-¿Has pagao?
Y
eso ha hecho conmigo el señorito de los manguitos
verdes que dio al público la nota de marras.
Yo creo
que he pagado, y como diría Sancho, con setenas de
vida, de salud y de prestigio que estos tres meses han consumido
vorazmente; pero si hay alguien que opine lo contrario,
puede acudir al Palacio de Justicia y pedir los justificantes
al compañero Antonio Devesa, que ha sido el encargado
de la caja y los tiene primorosamente coleccionados.
Barcelona,
22 de Noviembre de 1936.
Eduardo
Barriobero.