La Libertad es un bien muy preciado.
Discurso
radiado de Indalecio Prieto
“(...)
No puede el Gobierno flaquear, no flaqueará, porque
el Gobierno, para serlo plenamente en estos instantes
tan dramáticos, ha de ser forzosamente la representación,
la encarnación, la significación del espíritu
que vibra en las calles y en los campos y en los montes
donde se pelea. Y el Gobierno ha de estar y está
al unísono de esas vibraciones, manteniendo enhiesto
su espíritu, como lo mantiene.. Las masas populares
le asisten porque, al asistirle, labran su propia defensa,
aseguran su porvenir, impiden que España sea un
ejemplo triste; porque por las trazas y a juzgar por los
hechos en cuyo comentario no quiero entrar, los regímenes
autoritarios que han suscitado con justicia la hostilidad
de todas las democracias mundiales serían algo
así como plácidos y paternales sistemas
de gobierno ante éste que se intentaría
en España y cuyas características iban a
ser la ferocidad. Oíd la palabra, españoles:
la ferocidad, la ferocidad...
No
insisto en el tema, no insisto en el tema, me callo. El
alma me duele profundamente porque yo sé que aquí,
dentro de nuestro recinto patrio, podemos unos a otros
inculparnos con justicia o con injusticia: que la pasión
política suele ser el sudario en que se envuelve,
muchas veces, lo justo. Pero fuera de aquí, ante
el mundo, somos españoles, y lo que aquí
ocurra, lo que aquí está ocurriendo puede
llenarnos de sonrojo y puede constituir -oídlo
bien-, una afrenta ante el mundo.
Pues
bien, yo no sé qué autoridad tendrá
mi palabra cerca de las milicias populares que luchan
por la República y que, al luchar por ella, tienen
ya contraído, conquistado el derecho a una ordenación
jurídica de los frutos de la victoria. Lo que
sí quiero decir es que por muy fidedignas que sean
las versiones de lo que haya ocurrido y esté ocurriendo
en tierras dominadas por nuestros enemigos, aunque día
a día nos lleguen agrupados en montón los
nombres de camaradas, de amigos queridos que encontraron
simplemente el título jurídico, si se quiere,
ante la sublevación, que justificara su muerte
alevosa; yo os pido que no los imitéis; yo os lo
ruego, yo os lo suplico. Ante la crueldad ajena, la piedad
vuestra; ante la sevicia ajena, vuestra clemencia; y ante
todos los excesos del enemigo, vuestra benevolencia generosa.
No olvidéis, no olvidéis que quienes constituimos
esta generación que declina, nos podemos ir de
la vida un poco angustiados si dejamos una España
endurecida de corazón, insensible a la solidaridad
humana.
Oídme
bien: son las mías palabras reflexivas que hace
tremolar la emoción, pero palabras sinceras, hondas,
nacidas de lo más íntimo de mi espíritu.
¡No los imitéis, no los imitéis!
Superadlos en vuestra conducta moral; superadlos en vuestra
generosidad; y yo no os pido -conste- que perdáis
vigor en la lucha, ardor en la pelea; pido pechos duros
para el combate, duros, de acero, como se denominan algunas
de las milicias valientes: pechos de acero; pero corazones
sensibles, capaces de contraerse ante el dolor humano
y que sean albergue de la piedad, sentimiento delicado
y tierno, sin el cual parece que perdemos algo de nuestra
grandeza humana.
Ya
sé que entre los grupos de facciosos combatientes,
galones y estrellas de las jerarquías militares
aparecen bordadas en las mangas de las sotanas, pues otra
vez el clero español, preparado para su misión
especial, vuelve a evocar las páginas montaraces
de nuestras guerras carlistas; trayendo el recuerdo de
lo ocurrido en las tierras bolivianas y el espectro del
cura Santa Cruz. ¡Qué insensatez! Ante
estos curas montaraces que se baten contra sus hermanos,
en olvido absoluto de todo lo que debe ser su patrimonio
espiritual, encima de eso, las palabras ciegas de pasión,
de eminencias de la Iglesia, que santifican estos combates;
en vez de tener su mano abierta para la benidición,
la crispan en una cerradura de puño amenazando
a sus hermanos de España, que al luchar por el
régimen de igualdad, acaso pongan en lo más
profundo de su alma, clavada, la imagen de Cristo Rey.
¡Qué insensatez!
Como
la de nuestra clase capitalista, como la de ese Ejército
que otra vez trae a nuestras tierras de España
la afrenta ominosa de que moros del Rif se complazcan
en abatir carne cristiana; hundiendo en las entrañas
de mujeres y de niños indefensos sus gumías;
o acribillando a balazos a los hombres de España.
¡Y con qué sádico placer! El que puede
suscitar el rencor de un país sometido. Pasan el
Estrecho con ellos, diciéndoles: “¡Ahí
los tenéis! ¡Ahí los tenéis!
Son carne vuestra. Quedan entregados a vuestros sádicos
placeres de venganza. Ahí tenéis sangre
cristiana que macerar, que magullar, que ultrajar.”
¡Terrible responsabilidad para todos!
La
lucha se prolongará, puesto que el propósito
es prolongarla. El triunfo, lo repito, el triunfo
es nuestro. Indiscutiblemente nuestro. Y el hecho de que
la contienda no se liquide rápidamente por un triunfo
inevitable, acarreará una responsabilidad mucho
más grande para quienes la prolongan sólo
en virtud del impulso de la locura; y, entonces, se triunfará,
pero se triunfará con una España desangrada,
con una España empobrecida. Pero no es responsable
quien defiende la legalidad republicana.
Sí.
Queremos mantener esa idea, y con esa idea invadir nuestros
pechos y endurecerlos para el combate, pero mantener sensible
el corazón para la piedad, para la solidaridad
humana. Y todo el vigor para el combate, todo el ímpetu
en la batalla; todo el ardor en la pelea. Y a la hora
de la derrota, se trueque en piedad. Porque así,
sólo así, podréis levantar, milicianos
de España, en alto vuestro nombre y sacar del fango
donde lo están enlodando otros el nombre de España,
que, cualesquiera que sean nuestras ideas, a todos, absolutamente
a todos, nos es santo.”
(Tercio final del discurso radiado de Indalecio Prieto
y publicado en el diario “La Prensa”,
de Gijón, el 9-8-36.)
Párrafos
de algunas de las charlas que el general Queipo de Llano
pronunciaba diariamente ante los micrófonos de
Unión Radio de Sevilla
“(...)
He dicho que estoy dispuesto a emplear las máximas
energías para combatir esa huelga general, y a
tal fin advierto que, en caso de que estalle, consideraré
a sus organizadores incursos en el delito de rebeldía
y como a tales rebeldes se les aplicará el castigo
que marca la ley con el máximo rigor.
Caso
de no ser habidos los responsables directos de la huelga
general, serán pasados por las armas los Comités
directivos de todos los oficios que se sumen al paro.”
(20-7-36)
“(...)
Con harto dolor de mi corazón, tengo que comunicar
que sigue el castigo a los pueblos que, dejándose
engañar por unos granujas -que tanto vale decir
marxistas- en diversas localidades de la provincia han
atacado los puestos de la Guardia civil, ocasionando varias
víctimas.
Me
he visto en la precisión de imponer sanciones,
a cuyo fin se apresta a salir en estos momentos una columna
que impondrá castigos aún más rigurosos
que los de ayer, a los pueblos que, durante la pasada
noche y esta mañana, han atacado a unos abnegados
y beneméritos defensores de España y de
la República.
Una
columna del Tercio ha impuesto ya, por tales excesos,
un castigo tan enérgico a Carmona, que según
comunica la aviación, una parte de la población,
aterrada, huye en dirección a Fuentes de Andalucía.”
(22-7-36)
“(...)
Al Arahal fue enviada una columna formada por elementos
del Tercio y Regulares, que han hecho allí una
razzia espantosa, sancionando con ejemplares castigos
los excesos salvajes inconcebibles que se han cometido
en aquel pueblo.
(...)En
esa razzia del Arahal de que os he dado cuenta –y
que continuará en días sucesivos en todos
aquellos pueblos donde hayan sido atacados los puestos
de la Guardia civil- han tomado parte elementos de Falange
Española y del Requeté; fuerzas cívicas
que, debidamente encuadradas y uniformadas, están
demostrando un espíritu tan brillante y exaltado,
y tan deseosos de ser útiles a la Patria, que,
aparte la indumentaria, sería difícil distinguir
a los Regulares y al Tercio de los requetés y de
la Falange Española.
Claro
que también incluyo en estas fuerzas los elementos
de Acción Popular. Entre todos, ninguno se distingue
como no sea por la bravura y el entusiasmo, haciendo aún
mayor la satisfacción de los soldados de Sevilla,
de la que es digna prolongación el esfuerzo de
esos bravos soldados.” (23-7-36)
“(...)
Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado
a los rojos lo que es ser hombre. De paso, también
a las mujeres de los rojos; que ahora, por fin, han conocido
a hombres de verdad, y no castrados milicianos. Dar patadas
y berrear no las salvará.” (23-7-36)
“(...)
Decía esta mañana que en Sevilla se ha restablecido
la normalidad. Después de esa emisión he
tenido noticias de que ha aumentado el número de
obreros que entran al trabajo, hasta el punto de hay oficios
en que están todos completos.
Tan
sólo hay una excepción: esta excepción
es la de los albañiles. Estos no han entrado al
trabajo; he ordenado que se busque inmediatamente a la
Junta directiva y, en cuanto me la traigan, será
pasada por las armas.” (24-7-36)
“(...)
Termino, sevillanos, diciéndoos, no que tengáis
ánimos, porque os sobran, pero sí repitiendo
mi recomendación de ayer. Si algún afeminado,
algún invertido, se dedica a lanzar infundios alarmistas,
no vaciléis en matarlo como a un perro, o entregádmelo
al instante.” (25-7-36)
“(...)
En Morón se ha hecho un escarmiento, que supongo
impresionará a los pueblos que aún tienen
la estulticia de creer en el marxismo y en la esperanza
de podernos resistir.
Como
en Arahal, hubo en Morón un grupo de hombres ciegos
que han cometido salvajadas sin ejemplo, atropellando
a personas de derechas que no se habían metido
con ellos. Y tengo noticias de que en varios pueblos tienen
los marxistas prisioneros de derechas, con los que piensan
hacer parecidas barbaridades.
A
todos les recuerdo que, por cada persona honrada que muera,
yo fusilaré, por lo menos, diez; y hay pueblos
donde hemos rebasado esta cifra. Y no esperen los dirigentes
salvarse, apelando a la fuga, pues los sacaré de
bajo la tierra, si es preciso, y si están muertos,
los volveré a matar.”
Estas
otras declaraciones pertenecen al general Emilio Mola
Vidal, “Director” de la sublevación
militar
“Se
tendrá en cuenta que la acción ha de ser
en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo,
que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán
encarcelados todos los directivos de los partidos políticos,
sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles
castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular
los movimientos de rebeldía o huelgas.”
“¿Parlamentar?
¡Jamás! Esta guerra tiene que terminar con
el exterminio de los enemigos de España.”
En
este trance de la guerra yo ya he decidido la guerra sin
cuartel. A los militares que no se han sumado a nuestro
Movimiento, echarlos y quitarles la paga. A los que han
hecho armas contra nosotros, contra el Ejército,
fusilarlos. Yo veo a mi padre en las filas contrarias
y lo fusilo.
“Hay
que sembrar el terror... Hay que dejar sensación
de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación
a todos los que no piensen como nosotros.”
(Extraídas
del libro de Ian Gibson, “Queipo de Llano. Sevilla,
verano de 1936. Con las charlas radiofónicas completas.”)