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La Libertad es un bien muy preciado
Discurso radiado de Indalecio Prieto
Agosto de 1936


La Libertad es un bien muy preciado.

Discurso radiado de Indalecio Prieto

“(...) No puede el Gobierno flaquear, no flaqueará, porque el Gobierno, para serlo plenamente en estos instantes tan dramáticos, ha de ser forzosamente la representación, la encarnación, la significación del espíritu que vibra en las calles y en los campos y en los montes donde se pelea. Y el Gobierno ha de estar y está al unísono de esas vibraciones, manteniendo enhiesto su espíritu, como lo mantiene.. Las masas populares le asisten porque, al asistirle, labran su propia defensa, aseguran su porvenir, impiden que España sea un ejemplo triste; porque por las trazas y a juzgar por los hechos en cuyo comentario no quiero entrar, los regímenes autoritarios que han suscitado con justicia la hostilidad de todas las democracias mundiales serían algo así como plácidos y paternales sistemas de gobierno ante éste que se intentaría en España y cuyas características iban a ser la ferocidad. Oíd la palabra, españoles: la ferocidad, la ferocidad...

No insisto en el tema, no insisto en el tema, me callo. El alma me duele profundamente porque yo sé que aquí, dentro de nuestro recinto patrio, podemos unos a otros inculparnos con justicia o con injusticia: que la pasión política suele ser el sudario en que se envuelve, muchas veces, lo justo. Pero fuera de aquí, ante el mundo, somos españoles, y lo que aquí ocurra, lo que aquí está ocurriendo puede llenarnos de sonrojo y puede constituir -oídlo bien-, una afrenta ante el mundo.

Pues bien, yo no sé qué autoridad tendrá mi palabra cerca de las milicias populares que luchan por la República y que, al luchar por ella, tienen ya contraído, conquistado el derecho a una ordenación jurídica de los frutos de la victoria. Lo que sí quiero decir es que por muy fidedignas que sean las versiones de lo que haya ocurrido y esté ocurriendo en tierras dominadas por nuestros enemigos, aunque día a día nos lleguen agrupados en montón los nombres de camaradas, de amigos queridos que encontraron simplemente el título jurídico, si se quiere, ante la sublevación, que justificara su muerte alevosa; yo os pido que no los imitéis; yo os lo ruego, yo os lo suplico. Ante la crueldad ajena, la piedad vuestra; ante la sevicia ajena, vuestra clemencia; y ante todos los excesos del enemigo, vuestra benevolencia generosa. No olvidéis, no olvidéis que quienes constituimos esta generación que declina, nos podemos ir de la vida un poco angustiados si dejamos una España endurecida de corazón, insensible a la solidaridad humana.

Oídme bien: son las mías palabras reflexivas que hace tremolar la emoción, pero palabras sinceras, hondas, nacidas de lo más íntimo de mi espíritu. ¡No los imitéis, no los imitéis! Superadlos en vuestra conducta moral; superadlos en vuestra generosidad; y yo no os pido -conste- que perdáis vigor en la lucha, ardor en la pelea; pido pechos duros para el combate, duros, de acero, como se denominan algunas de las milicias valientes: pechos de acero; pero corazones sensibles, capaces de contraerse ante el dolor humano y que sean albergue de la piedad, sentimiento delicado y tierno, sin el cual parece que perdemos algo de nuestra grandeza humana.

Ya sé que entre los grupos de facciosos combatientes, galones y estrellas de las jerarquías militares aparecen bordadas en las mangas de las sotanas, pues otra vez el clero español, preparado para su misión especial, vuelve a evocar las páginas montaraces de nuestras guerras carlistas; trayendo el recuerdo de lo ocurrido en las tierras bolivianas y el espectro del cura Santa Cruz. ¡Qué insensatez! Ante estos curas montaraces que se baten contra sus hermanos, en olvido absoluto de todo lo que debe ser su patrimonio espiritual, encima de eso, las palabras ciegas de pasión, de eminencias de la Iglesia, que santifican estos combates; en vez de tener su mano abierta para la benidición, la crispan en una cerradura de puño amenazando a sus hermanos de España, que al luchar por el régimen de igualdad, acaso pongan en lo más profundo de su alma, clavada, la imagen de Cristo Rey. ¡Qué insensatez!

Como la de nuestra clase capitalista, como la de ese Ejército que otra vez trae a nuestras tierras de España la afrenta ominosa de que moros del Rif se complazcan en abatir carne cristiana; hundiendo en las entrañas de mujeres y de niños indefensos sus gumías; o acribillando a balazos a los hombres de España. ¡Y con qué sádico placer! El que puede suscitar el rencor de un país sometido. Pasan el Estrecho con ellos, diciéndoles: “¡Ahí los tenéis! ¡Ahí los tenéis! Son carne vuestra. Quedan entregados a vuestros sádicos placeres de venganza. Ahí tenéis sangre cristiana que macerar, que magullar, que ultrajar.” ¡Terrible responsabilidad para todos!

La lucha se prolongará, puesto que el propósito es prolongarla. El triunfo, lo repito, el triunfo es nuestro. Indiscutiblemente nuestro. Y el hecho de que la contienda no se liquide rápidamente por un triunfo inevitable, acarreará una responsabilidad mucho más grande para quienes la prolongan sólo en virtud del impulso de la locura; y, entonces, se triunfará, pero se triunfará con una España desangrada, con una España empobrecida. Pero no es responsable quien defiende la legalidad republicana.

Sí. Queremos mantener esa idea, y con esa idea invadir nuestros pechos y endurecerlos para el combate, pero mantener sensible el corazón para la piedad, para la solidaridad humana. Y todo el vigor para el combate, todo el ímpetu en la batalla; todo el ardor en la pelea. Y a la hora de la derrota, se trueque en piedad. Porque así, sólo así, podréis levantar, milicianos de España, en alto vuestro nombre y sacar del fango donde lo están enlodando otros el nombre de España, que, cualesquiera que sean nuestras ideas, a todos, absolutamente a todos, nos es santo.”

    (Tercio final del discurso radiado de Indalecio Prieto y publicado en el diario “La Prensa”, de Gijón, el 9-8-36.)

Párrafos de algunas de las charlas que el general Queipo de Llano pronunciaba diariamente ante los micrófonos de Unión Radio de Sevilla

“(...) He dicho que estoy dispuesto a emplear las máximas energías para combatir esa huelga general, y a tal fin advierto que, en caso de que estalle, consideraré a sus organizadores incursos en el delito de rebeldía y como a tales rebeldes se les aplicará el castigo que marca la ley con el máximo rigor.

Caso de no ser habidos los responsables directos de la huelga general, serán pasados por las armas los Comités directivos de todos los oficios que se sumen al paro.” (20-7-36)

“(...) Con harto dolor de mi corazón, tengo que comunicar que sigue el castigo a los pueblos que, dejándose engañar por unos granujas -que tanto vale decir marxistas- en diversas localidades de la provincia han atacado los puestos de la Guardia civil, ocasionando varias víctimas.

Me he visto en la precisión de imponer sanciones, a cuyo fin se apresta a salir en estos momentos una columna que impondrá castigos aún más rigurosos que los de ayer, a los pueblos que, durante la pasada noche y esta mañana, han atacado a unos abnegados y beneméritos defensores de España y de la República.

Una columna del Tercio ha impuesto ya, por tales excesos, un castigo tan enérgico a Carmona, que según comunica la aviación, una parte de la población, aterrada, huye en dirección a Fuentes de Andalucía.” (22-7-36)

“(...) Al Arahal fue enviada una columna formada por elementos del Tercio y Regulares, que han hecho allí una razzia espantosa, sancionando con ejemplares castigos los excesos salvajes inconcebibles que se han cometido en aquel pueblo.

(...)En esa razzia del Arahal de que os he dado cuenta –y que continuará en días sucesivos en todos aquellos pueblos donde hayan sido atacados los puestos de la Guardia civil- han tomado parte elementos de Falange Española y del Requeté; fuerzas cívicas que, debidamente encuadradas y uniformadas, están demostrando un espíritu tan brillante y exaltado, y tan deseosos de ser útiles a la Patria, que, aparte la indumentaria, sería difícil distinguir a los Regulares y al Tercio de los requetés y de la Falange Española.

Claro que también incluyo en estas fuerzas los elementos de Acción Popular. Entre todos, ninguno se distingue como no sea por la bravura y el entusiasmo, haciendo aún mayor la satisfacción de los soldados de Sevilla, de la que es digna prolongación el esfuerzo de esos bravos soldados.” (23-7-36)

“(...) Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los rojos lo que es ser hombre. De paso, también a las mujeres de los rojos; que ahora, por fin, han conocido a hombres de verdad, y no castrados milicianos. Dar patadas y berrear no las salvará.” (23-7-36)

“(...) Decía esta mañana que en Sevilla se ha restablecido la normalidad. Después de esa emisión he tenido noticias de que ha aumentado el número de obreros que entran al trabajo, hasta el punto de hay oficios en que están todos completos.

Tan sólo hay una excepción: esta excepción es la de los albañiles. Estos no han entrado al trabajo; he ordenado que se busque inmediatamente a la Junta directiva y, en cuanto me la traigan, será pasada por las armas.” (24-7-36)

“(...) Termino, sevillanos, diciéndoos, no que tengáis ánimos, porque os sobran, pero sí repitiendo mi recomendación de ayer. Si algún afeminado, algún invertido, se dedica a lanzar infundios alarmistas, no vaciléis en matarlo como a un perro, o entregádmelo al instante.” (25-7-36)

“(...) En Morón se ha hecho un escarmiento, que supongo impresionará a los pueblos que aún tienen la estulticia de creer en el marxismo y en la esperanza de podernos resistir.

Como en Arahal, hubo en Morón un grupo de hombres ciegos que han cometido salvajadas sin ejemplo, atropellando a personas de derechas que no se habían metido con ellos. Y tengo noticias de que en varios pueblos tienen los marxistas prisioneros de derechas, con los que piensan hacer parecidas barbaridades.

A todos les recuerdo que, por cada persona honrada que muera, yo fusilaré, por lo menos, diez; y hay pueblos donde hemos rebasado esta cifra. Y no esperen los dirigentes salvarse, apelando a la fuga, pues los sacaré de bajo la tierra, si es preciso, y si están muertos, los volveré a matar.”

Estas otras declaraciones pertenecen al general Emilio Mola Vidal, “Director” de la sublevación militar

“Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas.”

“¿Parlamentar? ¡Jamás! Esta guerra tiene que terminar con el exterminio de los enemigos de España.”

En este trance de la guerra yo ya he decidido la guerra sin cuartel. A los militares que no se han sumado a nuestro Movimiento, echarlos y quitarles la paga. A los que han hecho armas contra nosotros, contra el Ejército, fusilarlos. Yo veo a mi padre en las filas contrarias y lo fusilo.

“Hay que sembrar el terror... Hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros.”

(Extraídas del libro de Ian Gibson, “Queipo de Llano. Sevilla, verano de 1936. Con las charlas radiofónicas completas.”)