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La Libertad es un bien muy preciado
Esa afición a «pasear» gente


No viene en el diccionario de María Moliner, pero esta siniestra y sangrienta acepción del placentero verbo pasear la podríamos definir como “la acción de un grupo de asesinos que, armados y amparados en la impunidad otorgada por uniformes y credenciales oficiales, se dedican sacar a altas horas de la noche de sus domicilios o del lugar donde estén recluidas a personas delatadas como de contraria ideología, y con la falsa disculpa de cumplir cualquier trámite burocrático, las conducen al extrarradio o a las tapias de un cementerio, donde las matan a tiros.”

¿Que quiénes eran los que se dedicaban a dar los “paseos” después de la entrada de los nacionales en Gijón? Pues toda aquella gandaya que cayó sobre las zonas ocupadas como una plaga. Eran gentes con correajes y camisas azules o verdes debajo de una chaqueta de paisano. Tuvieron aterrorizada a la población durante decenios, según la estrategia elaborada por unos de guerreras caqui y estrellas de ocho puntas en la bocamanga; los mismos que llegaron a hacer pasar por un consejo de guerra y condenar a pena de muerte al mismísimo Hedilla, el jefe de Falange en ausencia de “El Ausente”.

Federico García Lorca se encargó de escribir un breve verso de sangre para enseñarle al mundo qué significaba “pasear”, quién “paseaba” y cuánto se “paseaba” en aquella España en la que, de nuevo, marchaban juntas la espada y la cruz.

¿Que cuántos fueron los “paseados” en nombre de la cruzada obispal y de la España imperial? No lo sabemos. Atado y bien atado. Ni en los veintitrés años de monarquía “democrática” ni en los trece de gobierno de “izquierdas” se ha podido, o, mejor dicho, se ha querido establecer el número de víctimas de ese genocidio ideológico, de esa matanza sistemática. En España no ha habido una “Comisión de la Verdad”, ni un “Informe Sábato”, nada. A lo más, estudios de estudiosos, particularidades de particulares. Y eso que también tenemos jueces y fiscales que investigan la “desaparición” de españoles por las últimas dictaduras sudamericanas. Es que estamos en el país de la paradoja. Solamente faltaría que a otro juez: argentino, chileno, uruguayo, cubano o hasta norteamericano, le diera por abrir una investigación sobre la “desaparición” en España de algún súbdito de ese país durante o a consecuencia de la guerra civil.

¡Queremos saber! Simplemente, saber la verdad. Y dejar constancia de ella para que, dentro de unos años, cuando esta guerra se mire con la misma ignorancia e indiferencia con que en la actualidad nosotros miramos, por ejemplo, las guerras carlistas del siglo pasado, en algún sitio figuren las cifras exactas, el desglose funeral, la cuenta carcelaria, los asientos del libro diario de la muerte, la cuenta de clientes del sufrimiento, los beneficios por las incautaciones de bienes... Así, hasta poder liquidar el ejercicio contable del terror en la cuenta de “pérdidas y ganancias”: ¿cuánto perdimos?, ¿qué ganamos?

En la época de la precisión total, cuando los resultados deportivos se miden en milésimas de segundo, no podemos seguir andando con medio millón de muertos arriba o abajo. Porque detrás de cada una de esas víctimas, existan o no, está una familia que sufrió.

En Alemania, en Francia, en Italia, en esa Europa a la que recurren constantemente para incrementar impuestos, disminuir las prestaciones sociales, cerrar fábricas y yermar campos; en esos países todavía están juzgando, y condenando, a gente, gente importante, gente “respetable”, que había tenido el pequeño desliz de haber mandado unos trenes atiborrados de seres humanos a las cámaras de gas de los campos de concentración, o haber ordenado fusilar a unos centenares de personas en represalia por un atentado.

No sé si sería justo o no que, a estas alturas de la historia, fuéramos a juzgar a fulanito, que era miembro del tribunal militar que condenó a equis miles de personas; o a citanito, que era el fiscal; o a perengano, que era el jefe de Falange; o a Perico los palotes, que era el director de la cárcel; o a aquellos otros, que presentaron denuncias falsas y mintieron en sus testimonios. Para todo hay un tiempo, pasado el cual, los delitos caducan. Porque la gente cambia, y no está científicamente demostrado que siempre sea para peor. El “chekista” de ayer pudo haber devenido un adalid de la lucha por la supresión de la pena de muerte y el respeto a los derechos humanos; el carnicero pudo terminar haciéndose vegetariano, del mismo modo que el oficial de la “División Azul” se convirtió en fervoroso demócrata.

La ley de Amnistía

Está, además, la amnistía del 15 de Octubre de 1977. Contra lo que se pueda pensar, esa amnistía no fue una conquista del pueblo y de las fuerzas políticas agrupadas en “juntas” y “platajuntas”, sino una maniobra legalista más del reformismo franquista. La amnístía se define como “el perdón decretado por un gobierno para ciertos delitos, generalmente políticos”: ¿Pero qué clase de perdón necesitaban unas personas que estaban encarceladas y perseguidas por luchar por la libertad? Ninguno. ¿Qué es lo que tenían que perdonar aquellos gobiernos monárquico-franquistas de Arias y Suárez a las víctimas de la dictadura de Franco? Nada. Visto ahora, aparece nítida la profunda diferencia de estrategia política que subyacía en las consignas agitativas de aquellos días: “Presos a la calle” y “Depuración de los cuerpos represivos”, frente a la de “Amnistía y Libertad”. Porque los presos quedarían en libertad y los perseguidos dejarían de serlo en virtud de la mera existencia del primer gobierno provisional democrático, cuyo primer decreto sería, sin duda, para ratificar legalmente el vaciamiento de las cárceles. Todo lo contrario de lo que hizo el sucesor de Franco en la jefatura del Estado, que se limitó a promulgar un indulto parcial. Y la amnistía a la que me estoy refiriendo solamente se publicó en el BOE cuando Juan Carlos llevaba ya casi dos años en el trono.

Los presos salieron a la calle con esa amnistía, con un “perdón” de los que mandaban, que eran los sucesores de “los mismos” que les habían encarcelado. Y esa amnistía, ese “perdón”, eran en realidad la garantía y la compensación: soltaban a los presos políticos a cambio de que la otra parte se comprometiese a no meter entre rejas a carceleros, torturadores y demás infantería represiva sostenedora de la dictadura, ni mucho menos, a los miembros directores de la misma. Y para asegurarse de que en el futuro no se investigaría ningún crimen, ni los lejanos “paseos” ni las cercanas matanzas, ni los asesinatos ni las torturas, se promulgó la garantía legal del decreto de amnistía. Nada se investigaría y nada se sabría. En el país de la chapuza, las altas dignidades de las teóricas dos Españas se “reconciliaron” sobre un borrón. Ni vencedores ni vencidos, nada de trapos sucios. Respondían ante Dios y ante la Historia: de Dios, nada sabemos, y la Historia no los va a poder juzgar... ¡por falta de pruebas!

Como dice el refrán: “la vergüenza pasa y la manteca queda en casa”. Rápidamente, se pusieron de acuerdo sobre el reparto de la manteca. Y se abrió la cuenta nueva, hubo que compartir presupuestos, poltronas y sinecuras entre los respetables miembros del partido de los verdugos y los condescendientes representantes de las víctimas. Y un millón para el que estuvo más de cuatro años en la cárcel. Y una pensión para el que estuvo cinco minutos de guardia de Asalto y para el médico fascistón porque también le movilizaron los rojos y fue teniente del ejército republicano... Y la República y los que murieron defendiéndola y a los que mataron por ser antifascistas, y los que se tuvieron que exiliar...; a tantos y tantos que ya no tienen una mano con la que rellenar un impreso, a todos esos, que los cubra el espeso sudario tejido por la manipulación, el desprecio y el interés.

Pero los cadáveres siempre estorban

Hay que enterrarlos en un lugar discreto. Nada más discreto y cómodo que el cementerio. Altos muros, puertas de gruesas verjas, enterradores de confianza, cadáveres rodeados de cadáveres. Inscripciones sumarias y esporádicas en el Registro Civil. Leve rastro del paso de la muerte. Esas eran algunas de las complicaciones y de los trámites latosos hasta que se cayó en la cuenta del horno crematorio. O de tirarlos en alta mar desde un avión que vuela a cinco mil metros de altura.

Ejemplos de personas que posiblemente hayan sido “paseadas”.

Los datos proceden del Registro Civil de Gijón.

28-10-37.- “Oficio de la Superioridad de fecha de ayer manifestando que “un hombre”, de unos 25 años de edad, completamente desnudo, llevando únicamente unos pantalones arrollados a los pies y calzando botas fuertes de becerro, cuyo cadáver fue hallado el día 24 del actual en el acantilado que existe en la parte trasera de la iglesia de San Pedro entre unas peñas, que hasta la fecha no fue identificado. Falleció consecuencia de hemorragia cerebral, según informe de autopsia emitido por los médicos forenses.”

30-10-37.- “Oficio de la Superioridad de fecha 25 del actual manifestando que “un hombre”, de unos 40 años de edad, pelo rubio, pantalón de paño gris, cazadora negra, camisa color café, chaqueta militar y calzado de botas, el cual fue hallado en la parroquia de Llantones el día 22 del actual. Falleció a consecuencia de hemorragia cerebral, según informe de la autopsia.”

30-10-37.- “Oficio de la Superioridad de fecha 22 del actual manifestando que “un hombre”, de unos 30 años de edad, pelo negro, pantalón de pana, calzoncillo blanco, cazadora de paño a cuadros, camisa militar y elástico azul, calcetines de lana blancos ...; fue hallado el día 22 del actual en los caminos que circundan la finca del duque en Somió. Falleció a consecuencia de hemorragia interna, según informe de la autopsia.”

8-11-37 “Comparece Agustín Eleno Luengo, soltero, vecino de Gijón, cuñado del fallecido, manifestando que Antonio Villaverde Aranzana, natural de Brañuelas, León, 40 años, domicilio en Gijón, hijo de Secundino e (ilegible), casado, empleado de la Compañía de Ferrocarriles del Norte. Falleció en Ceares, Gijón, el día 4 del actual a consecuencia de heridas recibidas.”

¿A qué origen habría que atribuir esa “hemorragia cerebral”, esa “hemorragia interna”, de las que, según las respectivas autopsias, fallecieron el día dieciocho de ese Noviembre de 1937 José Mª Sánchez Vallado, que tenía 56 años, estaba viudo y dejaba seis hijos, y Paulino Iglesias Expósito, natural de La Caridad, de 40 años, casado y también con seis hijos? ¿Qué provocaría la “hemorragia cerebral” de la que, siempre según la autopsia, murió en esa fecha Mauricio Ruiz Muñiz, que era de Quintanilla de Cantabria y estaba casado?

¿Sería aventurar demasiado, tal vez pecar de exagerados, si supusiésemos que tanta “hemorragia cerebral” y “tanta autopsia”, delatan una misma causa, que, atrevidamente, podríamos atribuir al suministro de las respectivas dosis de plomo?

Algunas veces, muy pocas, los propios datos del asiento del libro de defunciones del Registro Civil no dejan ningún género de dudas; como en estos, extraídos del de Carreño:

8-11-37.- “Una mujer, de unos 45 años, ignorándose sus señas, morena, delgada, viste abrigo negro con tres costuras transversales en las mangas, calza medias grises con ligas amarillo claro y pequeños cuadros negros por el centro, tiene algo de calva. En la mano izquierda llevaba un anillo con piedra negra, que se une a los autos. Falleció en la carretera Gijón-Avilés por disparos de arma de fuego, según resulta de diligencia de autopsia. Inscripción por diligencias sumariales.”

13-12-37.- “Consuelo Hevia Prendes, de 25 años, natural y vecina de Albandi, viuda de Marcelo Alvarez Rodríguez, dejando dos hijas. Falleció en la madrugada del día de ayer en Albandi de hemorragia interna por herida por arma de fuego. Inscripción por diligencias sumariales.” Puedo añadir, por mis propias averiguaciones, que el marido de esta mujer había muerto en el frente y que las dos hijas, a las que habían dejado huérfanas, tenían entonces dos y cuatro años.

Por otra parte, de qué automóvil caería y a dónde llevarían a esa mujer, cuya defunción aparece descrita en el oficio de la Superioridad como la de “una mujer” que representa unos 35 años, pelo negro, vestía camisa blanca, enagua blanca con dibujos negros y una bata negra con flores, llevando las iniciales de María M. F.”

Y hay que continuar recogiendo pistas, siguiendo el rastro de las “hemorragias internas” y ofreciendo datos de víctimas anónimas:

30-10-37.- “Se procede en virtud de oficio de la Superioridad a inscribir la defunción de “un hombre”, de unos 28 años de edad, vistiendo mono azul, pantalón de pana, camisa caqui y una blusa canadiense. Falleció el día 25 del actual a consecuencia de hemorragia interna.”

30-10-37.- “Se procede en virtud de oficio de la Superioridad a inscribir la defunción de “un hombre”, de unos 25 años de edad, viste jersey gris, pantalón de pana, botas de becerro, llevando una chapa de identidad del Cuerpo de Ejército de Santander nº 2.542 y un anillo con las iniciales H A ó H V. Falleció el día 25 del actual de hemorragia interna.”

30-10-37.- “Se procede en virtud de oficio de la Superioridad a inscribir la defunción de “un hombre”, que representa unos 40 años, viste mono azul, traje color café, a rayas, y calcetines del mismo color, que falleció el día 27 del actual de hemorragia interna.”

30-10-37.- “Se procede en virtud de oficio de la Superioridad a inscribir la defunción de “un hombre”, que representa unos 28 años, viste chaqueta azul, camisa a rayas y calcetines azules, que falleció el día 27 del actual de hemorragia interna.”

no parece que a finales de aquel Octubre del 37 hubiera mucha gente con ánimo suficiente para distraerse y relajarse tomando baños de ola en las playas, y como sí hay multitud de testimonios que coinciden en señalar una cierta inclinación de las fuerzas de “La Cruzada” a tirar a los contrarios por los acantilados de cabos y promontorios costeros, incluyo estos hallazgos registriles:

30-10-37.- “Se procede en virtud de oficio de la Superioridad a inscribir la defunción de “una mujer”, de unos 40 años de edad, gruesa, morena. Falleció el día 26 del actual a consecuencia de asfixia por inmersión.

4-11-37.- “Se procede en virtud de oficio del Juzgado Militar de Marina a inscribir la defunción de “un hombre”, que apareció en el rompeolas del muelle del puerto de El Musel el día 27 del mes pasado, y cuya muerte debió de ocurrir hacía 24 horas a consecuencia de asfixia por sumersión. Se hace constar que el cadáver ofrece las siguientes señas: estatura regular, pelo, ojos y cejas color castaño, nariz ancha, no usa bigote, de unos 39 a 40 años de edad, vestía calzoncillos blancos, camisa blanca con rayas azules, zapatos de cuero color carne, calcetines blancos y tiene en el antebrazo izquierdo un tatuaje representando el busto de una mujer y las letras A S.”

Pero hay que volver una y otra vez, volver y continuar, no queda más remedio, ocuparse de nuevo de la epidemia de hemorragias cerebrales” que asolaba la ciudad y que tantos “oficios” obliga a redactar a la Superioridad”:

8-12-37.- “Se ha recibido en este Juzgado un oficio de la Superioridad de fecha 27 del pasado mes, manifestando que “un hombre”, de unos 30 a 35 años de edad, mediana estatura, vistiendo traje de paño gris, camisa clara y camiseta de punto; encontrado en las ruinas de la iglesia de Cabueñes el día 24 de Noviembre último, el cual falleció a consecuencia de hemorragia cerebral, según informe de la autopsia.”

9-12-37.- “Se ha recibido en este Juzgado un oficio de la Superioridad de fecha 28 del pasado mes manifestando que “un hombre”, de unos 30 a 35 años de edad, estatura alta, vistiendo traje café con listas, pelo castaño, en la carretera del Piles el día 27 del pasado mes, el cual falleció a consecuencia de hemorragia cerebral, según informe de la autopsia.”

14-12-37.- “Se ha recibido en este Juzgado un oficio de la Superioridad de fecha 11 del actual manifestando que “un hombre” de 22 a 25 años de edad, moreno, estatura regular, pelo castaño oscuro y ondulado, viste gorro con borla encarnada, chaqueta gris con listas, pantalón caqui, calcetines color café y camiseta de punto, encontrado el día 10 del actual en la carretera de Caldones. Falleció a consecuencia de hemorragia cerebral, según informe de autopsia.”

Sé que no hay pista fiable. Todo es un constante avanzar y retroceder a comprobar. Noche y niebla. El error frente al camuflaje:

Según parece, Manuel González Carús, que era de la parte de Colunga, que tenía unos 35 años y estaba casado y tenía una hija, “falleció en los calabozos del Cuartel de Asalto de Gijón la noche del dos de Febrero de 1938”. Aparece inscrito dos veces en los libros del Registro Civil: en el folio 367 del libro 69 y en el folio 5 del libro 71. Y cabe preguntarse: ¿será el mismo Manuel? ¿serán dos muertos diferentes a los que se dio la misma identidad?

Qué detalle tan siniestro y qué evidencia tan palpable del “paseo” nocturno el llevar el pijama debajo de la ropa.

20-2-38.- “Oficio de la Superioridad manifestando que “un hombre”, de unos 60 años, con el pantalón del pijama debajo de uno de mahón, apareció muerto en Deva. Se supone que debió de fallecer el 17-2-38.”

15-3-38.- “Oficio de la Superioridad manifestando que “un hombre”, con el pijama debajo de la ropa de vestir y una chaqueta gris oscuro con botones metálicos del cuerpo de Correos, que aparentaba 60 años. Falleció el 13-3-38, sobre las 19 horas, en un portal de la casa nº 58 de la calle Ramón y Cajal.”

Y el mar sigue devolviendo cadáveres de muertos anónimos:

4-10-38 “Oficio del juez instructor de Marina de esta villa de fecha 30-9-38, manifestando que “una mujer” que representaba tener unos 55 años, aproximadamente, de mediana estatura y de regular constitución física, sin ninguna seña particular que pueda servir para su identificación, vestida pobremente con traje compuesto de chaqueta negra y falda clara, sin calzado alguno. Falleció a consecuencia de asfixia por sumersión el 29-9-38.”

Hay que dudar, porque hace ya año y medio que acabó la guerra en Asturias y la venganza y el matar también cansan; pero... ¿se seguirían empleando esos métodos?

4-10-40.- Oficio de la Comandancia Militar de Marina de Asturias manifestando que una mujer, en pleno estado de descomposición, cuyas circunstancias personales se desconocen, fue hallada en la playa de Xivares.”

¿De qué murieron...(sí, hay que abrir una gran interrogación y preguntarnos y preguntar). De qué murieron, a causa de qué o de quién, por qué motivo y de qué manera les llegó la muerte... a Jesús Noguerol Yáñez, vecino de Suevos, de 39 años, casado; a Manuel Lorenzo Pinedo, vecino de Gijón; a Felipe Bueno Berdayes, vecino de Gijón, de 33 años; a José Navidades Nieto, vecino de Gijón, de 40 años, casado y con tres hijos; a José Luis Sánchez Villar, que era de Gijón y tenía once años; a Fernando Rodríguez Blanco, de Jove, de 23 años, casado y con un hijo; a Antonio Canella Roces, de Sobrescobio, de 48 años, casado y con un hijo; a Encarnación Pando García, vecina de Gijón, de 32 años y con un hijo; a Nicolás Eduardo Miranda Palacio, de unos 39 años; a Marcelino Isidoro Bores Díaz, de Potes, de 36 años, soltero; a Andrés Fernández García, de Canseco, de 69 años, viudo; a Francisco Corral Menéndez, de Lavandera, de 62 años, casado y con cuatro hijos; a Aquilino Loredo Vallina, de Gijón, de 34 años, casado y con tres hijos; a Bernardino Naves Solís, de Gijón, de 55 años; a Jesús Uría González, de Cenero, de 20 años; a Joaquín Pérez Suárez, de Puerto de Vega, de 29 años; a José Benito Fernández Martínez, de Nueva York, de 36 años, casado y con tres hijos; a Manuel Soto Alvarez, vecino de La Braña, de 43 años, casado y con tres hijos; a Gerardo Argüelles Fernández, vecino de Colloto; a Feliciano García Argüelles, vecino de Roces, de 75 años, casado y con dos hijos; a Luis Peón Peón, de Granda, de 37 años; a Angel García García, de Gijón, de 59 años, casado; a Oliva Antuña García, vecina de Gijón, de 28 años; a Jesús Menéndez Morán, vecino de Gijón, de unos 27 o 28 años, soltero; a Julio Fernández García, vecino de El Llano, de 36 años, casado y con un hijo; a Basilisa Solares Alvarez, vecina de Gijón, de 35 años, casada y con un hijo; a Angel Alvarez Quirós, vecino de Poago, casado y con cinco hijos; a Braulio Calleja García, de San Martín del Rey Aurelio, casado y con tres hijos; a Víctor Vega Suárez, vecino de Jove, de 33 años, soltero; a Avelino Nicieza Rosal, de Ruedes, de seis años; a Gonzalo Fernández Sanmartino, vecino de Gijón, de 5 años; a Manuel Sánchez García, de Gijón, de 18 años; a Guillermo Tuero García, vecino de Somió, de 17 años; a Manuel Totteray León, de Gijón; a Matilde Fernández Suárez, vecina de Gijón, de 24 años; a Cándido Norniella Fernández, vecino de Gijón, casado; a Florentina Antón, de la que no se tiene ningún dato más; a José Suárez Rodríguez, vecino de Granda, de 56 años; a Palmira García Blanco, de Somió, de 32 años, casada; a Anastasio Rotaeta Alancano, de Bilbao, de 68 años, viudo y con cinco hijos; a Emilia Argüelles Casielles, de Gijón, de 27 años; a José Mª Baamonde Elvira, vecino de Gijón, de 35 años; a Mª Antonia Sánchez, de Gijón, de 34 años, casada; a María Meana Alvarez, de Candanal, de 30 años, casada; a Manuel Díaz Puerta, vecino de Pruvia, de 38 años, casado y con dos hijos; a Celestino Alvarez Morán, vecino de Granda, casado y con seis hijos; a Narciso Pendás Sánchez, de la zona de Ribadesella, de 61 años, viudo y con tres hijos; a Rogelio González Menéndez, de Porceyo, de 26 años, soltero; a Maximino Argüelles Casado, de Lada, de 31 años, casado y con tres hijos; a Saturnino González Alvarez, de 45 años, casado y con dos hijos; a María Martínez Pérez, de Francia, de 24 años, casada y con un hijo; a Agustín Menéndez Molleda, vecino de Baldornón, casado y con dos hijos; a Alberto Molina Barba, de Ciudad Real, de 43 años, casado y con dos hijos; a Emilio García Retortillo, de Llanera, de 47 años, un hijo; a Manolita Casar López, vecina de Gijón, de 12 años; a Manuel Carril; a José Cifuentes Zarracina, de Cabueñes, de 33 años?


De izquierda a derecha: Mercedes Cuesta Palicio, detenida; Emilio Amandi Nieves, de 26 años y marido de la anterior, “paseado”. Eladio Amandi Nieves, hermano del anterior, murió en el frente; a su viuda, madre de una hija y embarazada, la “pasearon” junto con su cuñada Emilio.


Antonio Villaverde Aranzana, de 40 años, ferroviario, casado y con dos hijos; “paseado” en Ceares el 4-11-37


Eduardo Prieto Menéndez, periodista, casado y con seis hijos; paseado el 28-10-37

¿Cuál habrá sido el motivo... (y sigo con las grandes signos de interrogación). A qué habrá sido debido que todas estas muertes que relato a continuación se inscribiesen en el Registro Civil con dos y tres años de retraso? ¿Qué verdad no escribible se escondería detrás del eufemismo “a consecuencia de la guerra” con el que se trataba de cubrir el formulario de la defunción? ¿Qué clase de guerra había por Roces, por Veriña, en Tremañes, por los alrededores de Gijón, cuando ya corría el año 1938? ¿A qué trinchera imaginaria irían a morir hombres de cuarenta y muchos años, tales que: Ceferino González Hevia, de La Pedrera, de 44 años, casado y con nueve hijos; José Menéndez Díaz, de Cenero, de 40 años, casado y con cinco hijos; Víctor Villanueva Labusta, de 29 años, casado; José Motos, de Barcelona, de 41 años, casado y con cuatro hijos; Benigno Oyán González, vecino de La Calzada, de 43 años, casado y con tres hijos; Manuel Medina Rodríguez, de Gijón, de 26 años, casado y con dos hijos; José Casado García, vecino de La Calzada, de 47 años, casado y con diez hijos; Francisco Escudero García, vecino de La Calzada, de 39 años, casado; Adolfo Heres Menéndez, de Tremañes, de 45 años, casado y con cuatro hijos; Celedonio Solar Loché, de Deva, de 29 años, casado y con un hijo; José Mª Fernández Fernández, vecino de Jove, de 29 años, casado y con un hijo; Agustín Valladolid Alvarez, de Tremañes, de 37 años, casado y con un hijo; a Francisco Vega Hevia, de Jove, de 39 años, casado y con tres hijos; Arcadio Jesús Uría Díaz, de Gijón, de 35 años, casado y con dos hijos; Salvador Rodrigo Sánchez, vecino de La Calzada, de 48 años, casado y con tres hijos; Darío López Romay, vecino de Gijón, de 44 años, casado y con dos hijos; José Gutiérrez Fernández, de Veriña, de 46 años; Antonio Barros Muñiz, vecino de Tremañes, de 53 años, casado y con ocho hijos; Manuel Feal Corral, vecino de La Calzada, de 40 años, casado; Felipe Redondo Llanos, vecino de Jove, de 55 años, casado y con dos hijos; Manuel Antonio Vázquez Sala, de Fresno, de 39 años, casado y con cinco hijos; Andrés Fernández Solís, vecino de La Calzada, de 29 años, casado y con un hijo; Francisco García Maldonado, vecino de Veriña, de 45 años, casado y con cinco hijos; Ezequiel Castro Alonso, de Gijón, de 62 años, casado y con un hijo; Rafael Cueli García, vecino de Tremañes, de 43 años, casado y con cuatro hijos; Herminia López Mieres, de Gijón, de 56 años, casada y con cinco hijos; Arturo Fanjul Ania, de Llanera, de 54 años, viudo y con 4 hijos; Angel Vega Alvarez, vecino de Serín, de 64 años, casado y con seis hijos; Luis Hevia Fernández, vecino de Tremañes, de 19 años, casado y con un hijo; Avelino Blanco González, vecino de Tremañes, de 41 años, casado y con tres hijos; Fermín Menéndez García, vecino de La Calzada, de 39 años, casado y con tres hijos; Antonio Alvarez Ferrero, vecino de Jove, de 33 años, casado y con un hijo; Julio Romero González, vecino de Gijón, de 41 años, casado y con tres hijos; José Gutiérrez Vega, vecino de Gijón, de 24 años, casado; Francisco Manuel Fernández Junquera, de Gijón, de 20 años; Fernando González Martínez, de Cenero, de 34 años; Hermenegildo Ortega, vecino de Gijón, de 40 años, casado y con siete hijos; Amador Rivera Blanco, de 50 años, casado y con cuatro hijos; José Mª Alvarez Suárez, de 33 años; José Ramón Fernández Canal, de Gijón, de 33 años, casado y con dos hijos; Severino Argüelles, de Caldones, de 39 años, casado y con dos hijos; Armando Lorenzo Pidal, de Gijón, de 33 años, casado y con dos hijos; Hipólita Rendueles Alvarez, de Granda, de 60 años, casada y con seis hijos; Fernando Arca Pérez, vecino de Gijón, de 28 años, casado y con un hijo; Sergio Sánchez Huergo, de La Pedrera, de 29 años; Emilio Amandi Nieves, de Somió, de 26 años, casado y con un hijo; Teodoro Sánchez García, vecino de Gijón, de 51 años, casado y con un hijo; José Morán Carrió, de Leorio, de 60 años, casado y con cuatro hijos; Felipe González Alvarez, de Oviedo, de 34 años, casado; Manuel Antonio Valdés, de La Pedrera, de 50 años, casado y con ocho hijos; Eduardo Prieto Menéndez, de Gijón, de 51 años, casado y con seis hijos; Manuel Caicoya Blanco, vecino de Roces, de 45 años, casado y con siete hijos; Melquiades Abascal López, de Oviedo, de 47 años, casado; Jacinto Corsino González Rosal, vecino de Gijón, de 40 años, casado y con dos hijos; José Díaz García, de Gijón, de 30 años, soltero; Amador Marcos Díaz, de Jove, de 29 años, casado y con dos hijos; José Fernández Valdés, de Gijón, de 33 años, casado y con un hijo?

En el Registro Civil de Carreño encontré un punto kilométrico y una víctima. El punto kilométrico es el siete de la carretera de Perán a Trasona; la víctima: Olegario Suárez Muñiz, conocido como “Lalo el Tronquín”, que era natural y vecino de Candás, hijo de Manuel y María, de 35 años, casado y con cuatro hijos, jornalero. Falleció “el doce de Octubre de 1939 a consecuencia de hemorragia cerebral.”