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Prestamismo y explotación laboral en Asturias


Prestamismo y explotación laboral en Asturias

Capítulo I

Industrialización y clase obrera

Por Marcelino Laruelo.


En la historia épica, fabulosa y milagrera de España, los astures y las Asturias ocupan un lugar destacado. Pero si eliminamos las fábulas, las vírgenes y los maniqueísmos, lo que queda es la tierra y el clima, la geografía a la que tienen que adaptarse todos los seres vivos. Las Asturias son montañas frente al mar y es comúnmente aceptado que los pueblos montañeses son pueblos amantes de su independencia y libertad, y belicosos en su defensa. Pero la raza humana tuerce la geografía y cambia el clima, domestica lo salvaje y esclaviza al libre, y a aquellos astures de la antigüedad, como a tantos otros pueblos, también les tocó sufrir las condiciones dramáticas impuestas por los imperialismos y las clases dominantes de cada época: fueron esclavos y fueron siervos: su trabajo enriqueció y alimentó a los poderosos. Sobrevivieron o perecieron en el hambre, la miseria y la ignorancia por los siglos de los siglos.

En la Asturias naloniana había carbón y en el siglo XIX el carbón era como el petróleo de hoy, pero con la diferencia de que solamente había picos y palas para extraerlo, y carros de bueyes y cascarones de madera para transportarlo. Aquellos que para sus actividades precisaban utilizarlo en gran escala tuvieron que venir a instalarse en las proximidades de las bocaminas: minería y metalurgia. Y el montañés astur del hambre, la miseria y la ignorancia, para sobrevivir, se sometió a la nueva esclavitud asalariada que instauraba aquel incipiente capitalismo: fue minero y fundidor.

Capitalistas ingleses, belgas, franceses y españoles olfatearon el negocio en esa Asturias naloniana: se abrieron minas, se levantaron hornos, se tendieron ferrocarriles y se abrieron carreteras: hierro y carbón, coque y acero, pero también dinamita y cañones, zinc y vidrio, electricidad y loza... En la historia épica, fabulosa y milagrera del capitalismo decimonónico no ha quedado registrado el nombre de aquellos astures que horadaron la primera mina, postearon la primera galería, levantaron el primer horno y sacaron la primera colada. Tampoco el de aquellos otros que trajeron la noticia y propagaron las ideas sindicales y de emancipación de la recién fundada Alianza Internacional del Trabajo.

Carlistadas y restauraciones, oscurantismo y analfabetismo, púlpitos y tricornios: lento y difícil sería el avance de esas ideas sociales que hablaban de la abolición de la propiedad, de la plusvalía y del trabajo como única fuente de riqueza, de una nueva sociedad sin ricos ni pobres... Lento y difícil, pero imparable. Surgieron las sociedades de consumo, de auxilios mutuos, de escolarización..., que patronos, iglesia y autoridades procuraron colocar bajo su férula. En el otro lado de la calle estarían las iniciativas del republicanismo federal, tan estrechamente vinculado a las demandas proletarias. Se crearon sociedades obreras que abarcaban profesiones o actividades y a las que les dieron nombres evocadores: La Constancia, Luz y Fuerza, Germinal, Primero de Mayo, El Fieltro, La Fraternidad... Estas sociedades obreras se solían federar localmente, con independencia de que se adhiriesen o simpatizasen con la internacional marxista o con la bakuninista. Se fundaron ateneos y centros recreativos que contribuyeron a elevar el nivel cultural de los obreros y sus familias. Se crearon escuelas neutras o racionales que fueron un intento de dar a los hijos de los obreros y a los propios obreros una educación libre de los prejuicios religiosos. Nacieron y murieron periódicos y revistas en los que se opinaba, polemizaba, teorizaba e informaba de lo que se creía que más interesaba a los trabajadores.

No voy a repetir aquí ni siglas de partidos y sindicatos, ni los nombres tan renombrados de los que pasaron a la historia oficial como los apóstoles regionales del socialismo, del cenetismo, del republicanismo o del comunismo. Sí, resaltar que el auge económico de la Asturias de finales del XIX y comienzos del XX, se correspondía con el asentamiento organizativo e ideológico de la clase obrera regional. Asturias pesaba en la economía y en la política de la España alfonsina la suma de su potencial capitalista y la fuerza de su clase obrera.