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Crítica republicana a la II República
Hildegart escribe sobre sus cuatro años
de militancia socialista (VIII).

Cuatro años de militancia socialista.

Por Hildegart

 

 

Un “nido” de insectos.

Dentro de las comunicaciones socialistas se ha fraguado un nido de insectos a modo de cucaracha, amigas de la oscuridad. El faro de la verdad al iluminar las tinieblas proyecta en todas ellas un movimiento de huida por instinto de conservación. Pero ni siquiera cabe entonces el descubrimiento (…) ni el “yo acuso” trágico y rotundo de Emilio Zola, tantas veces parodiado más tarde en condenas de trascendencia política o nacional. Los descubrimientos son, como veréis, más de sainete que de drama. No es preciso tomarlos demasiado en serio. Pero no hay un verbo que sustituya con precisión y pulcritud al de acusar. Mantengamos, pues, el mismo. Introduzcamos el reflector en las tinieblas y acusemos a los insectos.

Un caso de coacción.

Al celebrarse recientemente en la Casa del Pueblo madrileña, en el salón terraza de la misma, el pleno del Comité Nacional de la UGT, el delegado de la Federación Gráfica, Antonio Muñoz Giraldos, alzó su voz en la primera sesión del mismo para protestar de la actuación de los ministros socialistas en el Poder, aconsejando su retirada inmediata en beneficio de los intereses de las organizaciones obreras, gesto que acogió con aplauso La Tierra. Al siguiente día, acudieron “en bloque” los tres ministros, cuando se produjo el hecho al que hice referencia en mi primer artículo. Rectificó Muñoz su postura y acallose la iniciada propuesta. Cuarenta y ocho horas después, daba cuenta de su gestión a la Federación Gráfica, que lo había elegido, y al hacerlo, y en primer término, tuvo que comunicar el nombramiento, recibido por libre “voluntad” del ministro, de vocal obrero en el Instituto Nacional de Previsión. No hace aún muchos días que la Sociedad de Encuadernadores, a la que pertenece, lo ha elegido a su vez, previa propuesta, como vocal obrero en el Consejo Supremo de Trabajo, nuevo organismo, albergue de los “enchufistas” sin colocación.

Un caso típico de enchufismo personal y familiar.

Trátase de un caso asturiano. Ramón González Peña, el destacado “leader” socialista, reunía por sí solo los cargos de vocal obrero del Instituto de Previsión, vocal presidente de la Caja de Ahorros, representante obrero en los Jurados Mixtos, presidente del Sindicato Minero, alcalde de Mieres, presidente de la Diputación provincial y diputado a Cortes; habiendo de vivir, para cumplir con puntualidad dichos cargos, en tres puntos diferentes de España: Mieres, Oviedo y Madrid. En la actualidad ha colocado en cada uno de estos puestos a sus hermanos y familiares, entronizando en Asturias el cacicato familiar Peña y reservándose el acta de diputado.

Los anfibios socialistas.

Hay unos seres especiales dentro del partido a los que hemos bautizado con el nombre genérico de anfibios por participar a la vez de una doble personalidad de intelectuales y obreros. De ellos, uno de los más típicos lo es el actual director de El Socialista, Julián Zugazagoitia, que actuó en todo instante como escritor y, por ende, como intelectual, que con ello aumentó su prestigio ante los camaradas bilbaínos, y por este medio llego a la conquista de la subdirección de El Socialista; cuando los recientes nombramientos de delegados para el Consejo Supremo de Trabajo asesor del ministro del ramo, cambió su personalidad de intelectual por la blusa de obrero, y en calidad de tal entró a formar parte de este organismo consultivo.

Las covachuelas del ministerio de Trabajo.

Repetidas veces se ha hablado de las covachuelas de los ministerios, y en particular y con especial empeño, del ministerio de Trabajo. Se ha intentado acallar toda protesta. Sin embargo, es lo cierto que hay quienes, como Fabra Ribas, han hecho compatibles una “filiación” socialista –entiéndase bien que digo filiación y no ideología, porque se puede estar encasillado en un partido, pero no sentir un ideal- con sus altos puestos magníficamente retribuidos durante el período monárquico. Y que cientos como éste ayudan a mantener en las covachuelas de este ministerio a los más desaprensivos reaccionarios que, como Práxedes Zancada, Tomás Elorrieta, Adolfo Posada y José Gascón y Marín, entre otros menos conocidos, siguen monopolizando los altos puestos y representaciones del mismo, llevan dietas oficiales en sus viajes de propaganda de la labor social del citado ministerio y dirigen el Tribunal seleccionador de los opositores a las plazas de delegados de Trabajo, para las que, fiándose en tan buenas influencias, fue el primero El Debate en aconsejar a sus lectores que se presentaran a ellas.

Pero no esto sólo. No en las covachuelas, a plena luz del día, uno de los seis secretarios del ministro de Trabajo, Juan Alonso Martiáñez, elegido para este puesto de confianza, tuvo que apresurarse, “por cumplir las formas”, a pedir el ingreso en la Agrupación Socialista Madrileña, lo que jamás se le hubiera ocurrido de no haber venido aquella casualidad de ser elegido, por obra y gracia de su reaccionarismo, secretario de un ministro socialista.

Besteiro y Fernando de los Ríos.

Decían los amigos de ambos que las relaciones entre Besteiro y Fernando de los Ríos eran, dentro de la corrección que imponían las circunstancias, muy poco cordiales. Ello tuve ocasión de observarlo varias veces. En una de ellas, Besteiro no vaciló en hablar en público (en la junta de la Agrupación Socialista Madrileña, cuando había sido elegido presidente de la misma) del “mal profesor de doctorado”. En otra le sacó al palenque al discutirse un proyecto de Cámara corporativa, que él patrocinaba, frente a los Consejos técnicos que defendía Fernando, llamándole “demagogo o reaccionario”. En la tercera, un día después de esta intervención suya, cuando, ganada en principio la asamblea para aprobar la propuesta de Fernando de los Ríos, una intervención de Trifón Gómez, al siguiente, la decidió en favor de Besteiro, acercándose a Prieto, que estaba sentado al lado mío, en el escenario, diciéndole: “Oye, ¡cuánto siento que no haya venido Fernando! ¡Qué disgusto se hubiera llevado!...” “Se lo llevará igual cuando lo sepa”, le contestó Indalecio. “No, pero no es lo mismo –replicó Besteiro- que hubiera visto este entusiasmo, esta unanimidad.”

Un mitin imposible.

Lo que ha sido imposible fue hacerles coincidir en un mitin. Cuando se intentó organizar uno a base de los tres ministros y Besteiro como presidente, todo fueron dificultades. Antes de esto, cuando yo formaba parte del Comité de la Juventud Socialista Madrileña, a raíz de celebrarse el mitin republicano de la plaza de toros, se pensó en dar un formidable mitin socialista con los diputados que habían formado parte de la Comisión de Responsabilidades, y que eran: De los Ríos, Prieto, Besteiro y Saborit, y no hubo medio de que nos pusiéramos de acuerdo, aun dentro del Comité, sobre cuál habría de hablar primero, resolviéndolo algunos de los presentes diciendo que, para satisfacer a ellos y a nosotros, hablaran cada uno ante un altavoz al mismo tiempo para un sector distinto de la plaza.

Unas bofetadas en la Secretaría de la UGT.

El hecho no se hizo público, aunque causó el natural revuelo. En la Secretaría de la UGT, el secretario interino de la misma, Enrique Santiago, había pegado una “torta” al diputado por Ciudad Real Antonio Cabrera. Reprochábale el haberse apropia de un “acta” que “legítimamente” le correspondía, aunque el pretexto oficial era que lo había hecho con los fondos de la UGT como propagandista de la misma. Era justificada la exasperación del secretario. Ni por Ciudad Real ni por ninguna provincia se le había propuesto para las Constituyentes, y cuando lo fue en Almería fue para sufrir una lamentable derrota. Fue más el ruido que las nueces. No presencié el hecho, pero Cabrera me lo refirió en la siguiente forma: “ Me dio una “torta”… y seguimos hablando.”