Cuatro
años de militancia socialista
Empiezo
a conocer a los "leaders" del partido.
Por
Hildegart
Cómo
conocí a Cordero
Poco antes
del 1 de mayo de 1930, un domingo, si mal no recuerdo,
se celebró en Carabanchel Alto un mitin de propaganda
socialista. Habíamos sido invitados para intervenir
en él Manuel Cordero y yo. Por aquel entonces no
era Cordero más que una de tantas segundas figuras
de la organización socialista. No abandonaba su
garrota; miraba con un aire reconcentrado y hosco, con
una seriedad desdeñosa. Hicimos el viaje juntos
al regreso. En uno de esos tranvías de Carabanchel,
los dos, con mi madre, en la plataforma, y hablando poco.
Unicamente al llegar cerca del Puente de Toledo miró
con gesto de invencible repugnancia hacia las casas modestas
y apiñadas donde tantos proletarios se agrupaban:
“Da asco que esta gente viva así. Es una
vergüenza para Madrid.” No dijo (verdad es
que no podía decirlo): “Da dolor que la gente
viva aquí. Es una vergüenza más del
régimen capitalista.” No, su espíritu
de concejal burócrata, de proletario aburguesado,
se imponía en aquel instante. Después, le
volví a ver varias veces. Seguía siendo
la misma segunda figura en los actos de la Casa del Pueblo
madrileña antes de venir la República.
Cordero,
después de la República
A partir de
las disensiones en el seno de la Comisión Ejecutiva
y de la dimisión presentada por Besteiro de los
dos puestos de presidente de la U.G.T. y del partido socialista,
llegó Cordero a la presidencia de la primera. Ganó
bien el puesto. En una de las juntas famosas de la Agrupación
Socialista Madrileña celebrada durante el período
en que aún estaba en la cárcel el Comité
revolucionario –juntas a las que haremos referencia
más ampliamente en otros artículos-, Cordero,
que defendía la necesidad de ir a las próximas
elecciones convocadas por Berenguer para diputados en
Cortes en unión de Alvarez del Vayo –maridaje
bien extraño-, tuvo dos intervenciones:
la primera, a pesar de su postura, casi de acuerdo con
la tesis abstencionista que defendían Besteiro
y Saborit (desde el escenario); la segunda, tan dura,
tan agresiva para éstos, tan “de galería”,
que a todos los que no conocían el arte de la cuerda
floja cogió por sorpresa (desde los bancos donde
todos nos sentábamos).
Cordero
y un homenaje
La Juventud
Socialista propuso en una junta que tuvo lugar en el mes
de septiembre de 1931 adherirse al homenaje que se le
iba a tributar como “desagravio” por la campaña
hecha desde las columnas de La Tierra y Fray Lazo, y secundada
encubiertamente por otros diarios. En ella, de los ciento
y pico que nos habíamos reunido aquella noche,
sólo ocho votamos en contra. Tengo la satisfacción
de recordarlo aquí como un timbre de gloria. Yo
voté en contra del homenaje a Cordero, y ello me
valió que, a partir de entonces, Cordero me retirase
el saludo y se dedicara, desde la Ejecutiva de la U.G.T.,
a hacerme la vida imposible en el seno de la misma. Al
día siguiente de celebrarse el homenaje, envié
a Cordero una carta en la que explicaba los motivos de
mi no asistencia y voto en contra, justificándolo
con las razones siguientes:
“Yo, que tengo la suficiente independencia económica
y espiritual para poder hablarle libremente, como creo
que debemos hablarnos todos los socialistas, sin asomos
de adulación, creo que esos núcleos de defensores
suyos que han surgido ahora inopinadamente le hacen a
usted más daño que beneficio con sus campañas.
Yo, que me muevo, debido a mi posición económica,
entre los sectores republicanos e intelectuales, sé
hasta qué punto es perniciosa esa táctica
de la defensa sin razonamientos, ciega e irreflexiva,
que no convence ni a muchos de entre nosotros mismos que,
afortunadamente, tenemos “la costumbre de pensar,
discutir y razonar” antes de situarnos en un criterio
o en el contrario. Usted sabe bien hasta qué punto
en las Cortes de los monarcas los coros de aduladores
insensatos contribuían a mantenerlos alejados del
clamor popular. Yo desearía sinceramente que estos
otros coros que usted creo no ha contribuido a formar
no fueran a mantenerle a usted alejado de las censuras
que, si cuando son insidias y calumnias indignan, cuando
se razonan son útiles y acaso sirvan más
que los aplausos para tomar la actitud más justa
y rectilínea.
Yo tuve siempre la idea de que si el socialismo en la
actualidad carece de hombres en número bastante
para ocupar los cargos directivos y puestos a que la realidad
nos empuja es porque nosotros no hacemos nada para prepararlos
para ello, y que, a mi juicio, sería más
beneficioso que en los cargos de menor responsabilidad
fueran empleándose los jóvenes que se forman
a sí mismos, que tienen entusiasmo y actividad,
hasta crear un núcleo de hombres capaces, evitando
la acumulación de cargos que, como sobre usted,
pesa sobre algunos otros, muy pocos, dentro de la organización
socialista. Usted mismo señalaba ayer en sus palabras
su temor a los nuevos ingresos, que, por venir en número
tan alarmante, puedan acaso adulterar las puras esencias
socialistas. El ejemplo que con estos actos estamos dando
no es ciertamente muy edificante, y en su ignorancia creen
ver unos en el socialismo un medio de arrivismo, mientras
otros no se quedan para sacar “provecho de él”,
frase que entre ellos resulta bastante corriente, y o
se marchan o salen para llevar al exterior reflejos totalmente
contrarios de lo que dentro sucede.”
La
contestación de Cordero
Con sello de
la Mutualidad Obrera, contraseña MC-VJ y fecha
28 de septiembre de 1931, contestó así Cordero:
“Estimada compañera: Recibí su atenta
carta, disculpándose de no haber acudido al acto
que un grupo de amigos ha organizado en desagravio mío
por la campaña de difamación que contra
mí se venía haciendo. No necesitaba usted
eso para estar justificada ante mí. El acto era
voluntario y podían ir los que quisieran.
Hace usted unas reflexiones que me permitirá que
previa y lacónicamente conteste. Los cargos que
yo ostento vinieron a mí como una consecuencia
lógica de mi situación en el partido; no
he pedido ninguno ni hoy ni nunca; siempre trabajo por
la organización y por el partido en aquellos puestos
en que he sido colocado por voluntad expresa de la organización.
Habla usted de la conveniencia de que vayan ocupando cargos
societarios otras personas y de que nosotros nos dediquemos
a educarles para ello. Lo primero es un vehemente deseo
que tenemos todos los que llevamos la responsabilidad
de la dirección de la organización obrera
socialista española, pues estamos deseando ser
sustituidos en parte, y si usted quiere en todas las funciones
que nos están encomendadas.
En lo que se relaciona a la segunda cuestión, usted
comprenderá que si no tenemos tiempo suficiente
para atender cumplidamente las obligaciones que los cargos
acumulan sobre nosotros, ¿cómo vamos a dedicarnos
a preparar a otros elementos para ello? Tenga en cuenta
que esto de preparar a los demás es un poco difícil
en nuestra organización, que ha de ser el propio
individuo quien por su vocación, por su actividad,
por sus condiciones y otras condiciones de carácter
natural ha de ir adquiriendo la capacidad y el prestigio
suficientes para ocupar los cargos con eficacia.
No soy de los que desean que la gente se dedique a defenderme,
y ni siquiera creo que lo necesito, porque de todas las
injurias y difamaciones me defiende hasta ahora la rectitud
de mi conducta. Nunca he adulado a nadie ni consiento
que me adulen, porque lo mismo el adulador que el que
se deja halagar por la adulación me parecen igualmente
despreciables.
Mande como guste a su compañero Manuel Cordero.”
(Firmado y rubricado en la carta que conservo.)
Sin comentarios. A las afirmaciones de Cordero ha contestado
cumplidamente La Tierra con sus anteriores campañas.
Baste con decir que me adhiero a ellas.