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Crítica republicana a la II República
La República y la Iglesia Católica


O son políticos o son religiosos.

 

Por Ezequiel Enderiz.
Publicado en La Tierra, el 16-4-1933


La Iglesia católica española ha querido demostrar esta Semana Santa su arraigo y potencia. Nos parece bien. Cada cual demuestra lo que quiere y puede. Ellos están contentísimos por la concurrencia de sus iglesias. Nosotros, encantados de no haber entrado en ellas nunca. ¿A qué reñir, pues?
Pero el católico español es algo tan aparte de la mansedumbre cristiana, que no se conforma con ir él a los cultos. Quiere que también vayamos los demás. Más de cinco siglos lleva consiguiéndolo y no se resigna a no conseguirlo ahora.

La benevolencia de la República, trasladando su fiesta para no coincidir, dejando paso galante a la Iglesia, la han tomado por una derrota y su Prensa viene llena de provocaciones. ¿Qué demuestra esto? Que en España el catolicismo no es una religión, sino un partido político. En realidad, lo ha sido siempre. Los principios, los dogmas, no han importado jamás al catolicismo. Felipe II se opuso a Roma y Roma tuvo que transigir con Felipe II. Nada de piedad, ni prácticas evangélicas, ni de espíritu franciscano. Poder, mando, dominación en nombre de la cruz, todo una política dirigiendo el Estado español desde los Reyes Católicos a Alfonso XIII.

Por eso yerran los políticos republicanos cuando dan cuartel a una religión que no es una religión, sino un credo político enemigo de la República. El doble juego de esta gente consiste en aparecer como confesionales y hablar de lo íntimo de la conciencia cuando así les conviene y luego luchar en las elecciones y nombrar alcaldes como un partido político de lo más terrenal posible. ¿Ocurre igual con los protestantes? No. Por eso cuando se habla de religión y de antirreligión en España, se habla de catolicismo y anticatolicismo. En una palabra: de política.

Aceptando así este plano político, hay que reconocer que, en efecto, la Iglesia ha ganado una batalla más a sus enemigos en esta semana, por ellos llamada Semana Santa y por nosotros, los revolucionarios también si hubiéramos comenzado la evolución como debíamos. Han engañado al Gobierno o el Gobierno se ha dejado engañar. No han sido las manifestaciones de estos días la consecuencia de un sentimiento religioso. Han sido toda una manifestación política frente a una revolución que trae en su fondo el germen de una España totalmente despegada de una religión que fue su ruina y bajo cuya sombra perdió toda su grandeza…

Hay una fotografía elocuente. La de esos abogados que han ido a la iglesia revestidos de su toga. En ningún país del mundo ocurre esto con ninguna religión. Hace falta estar demasiado poseídos de su fuerza política para llamarse “abogados católicos”. El decano, al frente de ellos. ¿Es posible que esos republicanos de la tolerancia hasta para recibir la provocación no vean lo que esto significa? Se dirá irónicamente:
-¡Qué puede esperarse de unos abogados que se ponen la toga para ir a los cultos de su Iglesia!
Cierto. ¡Cualquiera cree en su talento! Pero aparte de esta apreciación sensible hay una vida pública, hoy bajo la dirección de una República laica, que es constantemente ofendida y ultrajada por los que nos han mandado cientos y cientos de años en nombre de la fábula del Calvario…