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Crítica republicana a la II República
Las torturas de Octubre (VII).
Un sumario de Asturias prototipo de la represión.

La represión de la Revolución de Octubre

Un sumario de Asturias prototipo de la represión.
El proceso por la muerte del capitán Alonso Nart.

Por Fernando Esteban

De la Agrupación de Abogados
Defensores

Son todos los sumarios instruidos con motivo del movimiento asturiano muestras vivas de una represión inhumana. Prolijo sería enumerar todos y cada uno de ellos, resultaría monótono por su continua repetición. No obstante, y para conocimiento de la opinión, es menester ir sacando a la luz pública alguno de ellos, donde el ensañamiento ha sido su motor, y que sirva de exponente de lo que ha sido y es la represión asturiana.

No hace mucho, se ha visto un proceso incoado con motivo de hechos revolucionarios ocurridos en Sama, donde resultaron muertos el capitán de la guardia civil Alonso Nart y otros guardias. En este proceso ha recaído sentencia condenatoria a las penas acostumbradas, y a las que uno no se puede acostumbrar: dos penas de muerte, para Ricardo Pérez Rodríguez y para la figura central de la causa, por suponérsele autor de tal muerte, José Gutiérrez Fernández, “Pepón el de La Campa”.

No había ninguna razón para que este proceso se viera desconectado del principal, que se sigue por los sucesos de Sama. Pero, naturalmente, había que resaltar la muerte de dicho capitán y probablemente hacer un escarmiento. Esta es la única razón para que se haya separado el proceso.

Con esta base de iniciación ya viciada se construye este sumario que vamos a comentar con su vista y fallo.

Son tantas las coacciones y violencias cometidas con los desgraciados que cayeron en las redes de éste, que puede afirmarse que se han pisoteado las más elementales garantías del ciudadano en todo pueblo civilizado.

Persiguiendo la muerte de un capitán de la guardia civil y tres números de dichos guardias, se instruyen los atestados por individuos pertenecientes a dicho cuerpo, y la mayoría de estos por el teniente de dicho instituto Sr. Alonso Nart, hermano de la víctima de más relieve. Se extienden los atestados en el edificio de la Casa del Pueblo de Sama, donde está instalada la prisión provisional de los perseguidos, juntamente con el cuartel de las fuerzas represivas. Aparecen con posterioridad a las declaraciones prestadas ante el juez nuevos atestados, acusatorios, naturalmente, prestados ante la guardia civil.

Tomemos el caso de Ricardo Pérez, condenado a muerte sin haber intervenido en el movimiento revolucionario. Este individuo es detenido por la guardia civil, siendo “interrogado habilmente”, confesándose autor, como todos, de un sinfín de barbaridades. Es llevado a presencia del juez y, previa rectificación del atestado, es puesto en libertad. A continuación, vuelve a detenerlo la guardia civil y, previos los procedimientos de rigor, es obligado –y así lo hace- a dirigir una carta al señor juez en la que le pide declarar nuevamente, por no ser cierta su primitiva declaración. Con esta carta en poder del juez es examinado de nuevo y, naturalmente, se confiesa autor de la muerte de uno de los guardias.

No hay un solo procesado que no haya sido brutalmente maltratado por la guardia civil. Caso típico el de Ángel Díaz Mayor (condenado a 12 años). Es hombre de cincuenta y tantos años, pelo blanco; acusa ferozmente a su hijo y este a su vez en la misma forma a su padre. Sin comentarios juzgar la forma como fueron examinados estos desgraciados.

Las declaraciones de los procesados son acusatorias o exculpatorias, según se presten respectivamente en Sama o en Gijón; es decir, en la cárcel de Gijón o en el cuartel de la guardia civil de Sama, donde conviene advertir que el despacho donde se prestaban las declaraciones ante el juez le separaba del de la guardia civil una especie de biombo de madera, con un ventanillo y una puerta abierta, dando lugar a que se oyera todo cuanto se declaraba, burlando así el secreto del sumario.

En este sumario también se condena a muerte a José Gutiérrez Fernández, "Pepón el de La Campa”, por suponérsele autor de disparos contra el capitán fallecido. Este hombre, después de pasar por las vicisitudes de todos los demás, es amenazado también con no poner en libertad a su esposa detenida si no se confiesa autor de aquello que se le indica
y, efectivamente, después de esta nueva confesión, se le cumple la palabra dada, porque acto seguido a tal diligencia se le pone en libertad a su esposa, según se había ofrecido. Esto salta en el sumario a primera vista.

Esta es la resultante del proceso, del sumario instruido. Veamos ahora cómo se celebró la vista del mismo.

Existía gran expectación. Desde primeras horas de la madrugada, había colas formadas con gran cantidad de público. Pues bien, la Sala de Consejos donde muy a gusto caben 400 personas, estaba llena de fascistas, de guardias de asalto, jefes de dichas fuerzas y de la guardia civil, hasta tal punto, que ha habido días, el de los informes de las defensas, que de la gente del pueblo que estaba en la cola llegaron a entrar a presenciar la vista, la enorme cantidad de once personas.

Había que ahogar la reacción popular de tal forma que el capitán de las fuerzas de Asalto dio órdenes tan absurdas que ni aún a los abogados defensores dejaron entrar, teniendo que recurrir entonces éstos al Presidente del Tribunal. Un botón de muestra -!qué órdenes no se darían!- que un individuo que, acompañando a uno de los abogados defensores, logró penetrar en el local, fue visto por el Capitán de Asalto, que le cogió y maltratándole de palabra y obra, le llevó a la peluquería del cuartel, adonde le cortaron el pelo al rape, siendo después expulsado.

Otro botón. Cuando el defensor de “Pepón el de La Campa" estaba informando y mostrando al Tribunal la serie de enormidades cometidas en el sumario, es llamado al orden repetidas veces, previa protesta del Fiscal y, últimamente, acordado desalojar la Sala y continuar el informo en sesión secreta. Luego es condenado a muerte "Pepón de la Campa”, que declaró: "Me sumé voluntariamente al movimiento por mis ideales comunistas, pero yo no soy ningún criminal".

Este es el resumen de todo un proceso histórico; de sus antecedentes y de sus consecuencias habrá, que juzgar serenamente cuando el tiempo de la libertad sea llegado. Mientras tanto, no nos cansaremos de gritar pidiendo responsabilidades, a aquellos que, sobre base tan monstruosa, dicen que hacen JUSTICIA.