La
represión de la Revolución de Octubre
Un
sumario de Asturias prototipo de la represión.
El proceso por la muerte del capitán Alonso Nart.
Por
Fernando Esteban
De la Agrupación de Abogados
Defensores
Son
todos los sumarios instruidos con motivo del movimiento
asturiano muestras vivas de una represión inhumana.
Prolijo sería enumerar todos y cada uno de ellos,
resultaría monótono por su continua repetición.
No obstante, y para conocimiento de la opinión,
es menester ir sacando a la luz pública alguno
de ellos, donde el ensañamiento ha sido su motor,
y que sirva de exponente de lo que ha sido y es la represión
asturiana.
No
hace mucho, se ha visto un proceso incoado con motivo
de hechos revolucionarios ocurridos en Sama, donde resultaron
muertos el capitán de la guardia civil Alonso Nart
y otros guardias. En este proceso ha recaído sentencia
condenatoria a las penas acostumbradas, y a las que uno
no se puede acostumbrar: dos penas de muerte, para Ricardo
Pérez Rodríguez y para la figura central
de la causa, por suponérsele autor de tal muerte,
José Gutiérrez Fernández, “Pepón
el de La Campa”.
No
había ninguna razón para que este proceso
se viera desconectado del principal, que se sigue por
los sucesos de Sama. Pero, naturalmente, había
que resaltar la muerte de dicho capitán y probablemente
hacer un escarmiento. Esta es la única razón
para que se haya separado el proceso.
Con
esta base de iniciación ya viciada se construye
este sumario que vamos a comentar con su vista y fallo.
Son
tantas las coacciones y violencias cometidas con los desgraciados
que cayeron en las redes de éste, que puede afirmarse
que se han pisoteado las más elementales garantías
del ciudadano en todo pueblo civilizado.
Persiguiendo
la muerte de un capitán de la guardia civil y tres
números de dichos guardias, se instruyen los atestados
por individuos pertenecientes a dicho cuerpo, y la mayoría
de estos por el teniente de dicho instituto Sr. Alonso
Nart, hermano de la víctima de más relieve.
Se extienden los atestados en el edificio de la Casa del
Pueblo de Sama, donde está instalada la prisión
provisional de los perseguidos, juntamente con el cuartel
de las fuerzas represivas. Aparecen con posterioridad
a las declaraciones prestadas ante el juez nuevos atestados,
acusatorios, naturalmente, prestados ante la guardia civil.
Tomemos
el caso de Ricardo Pérez, condenado a muerte sin
haber intervenido en el movimiento revolucionario. Este
individuo es detenido por la guardia civil, siendo “interrogado
habilmente”, confesándose autor, como todos,
de un sinfín de barbaridades. Es llevado a presencia
del juez y, previa rectificación del atestado,
es puesto en libertad. A continuación, vuelve a
detenerlo la guardia civil y, previos los procedimientos
de rigor, es obligado –y así lo hace- a dirigir
una carta al señor juez en la que le pide declarar
nuevamente, por no ser cierta su primitiva declaración.
Con esta carta en poder del juez es examinado de nuevo
y, naturalmente, se confiesa autor de la muerte de uno
de los guardias.
No
hay un solo procesado que no haya sido brutalmente maltratado
por la guardia civil. Caso típico el de
Ángel Díaz Mayor (condenado a 12 años).
Es hombre de cincuenta y tantos años, pelo blanco;
acusa ferozmente a su hijo y este a su vez en la misma
forma a su padre. Sin comentarios juzgar la forma como
fueron examinados estos desgraciados.
Las
declaraciones de los procesados son acusatorias o exculpatorias,
según se presten respectivamente en Sama o en Gijón;
es decir, en la cárcel de Gijón o en el
cuartel de la guardia civil de Sama, donde conviene advertir
que el despacho donde se prestaban las declaraciones ante
el juez le separaba del de la guardia civil una especie
de biombo de madera, con un ventanillo y una puerta abierta,
dando lugar a que se oyera todo cuanto se declaraba, burlando
así el secreto del sumario.
En este sumario también se condena a muerte a José
Gutiérrez Fernández, "Pepón
el de La Campa”, por suponérsele autor de
disparos contra el capitán fallecido. Este hombre,
después de pasar por las vicisitudes de todos los
demás, es amenazado también con no poner
en libertad a su esposa detenida si no se confiesa autor
de aquello que se le indica y, efectivamente,
después de esta nueva confesión, se le cumple
la palabra dada, porque acto seguido a tal diligencia
se le pone en libertad a su esposa, según se había
ofrecido. Esto salta en el sumario a primera vista.
Esta
es la resultante del proceso, del sumario instruido. Veamos
ahora cómo se celebró la vista del mismo.
Existía
gran expectación. Desde primeras horas de la madrugada,
había colas formadas con gran cantidad de público.
Pues bien, la Sala de Consejos donde muy a gusto
caben 400 personas, estaba llena de fascistas, de guardias
de asalto, jefes de dichas fuerzas y de la guardia civil,
hasta tal punto, que ha habido días, el de los
informes de las defensas, que de la gente del pueblo que
estaba en la cola llegaron a entrar a presenciar la vista,
la enorme cantidad de once personas.
Había
que ahogar la reacción popular de tal forma que
el capitán de las fuerzas de Asalto dio órdenes
tan absurdas que ni aún a los abogados defensores
dejaron entrar, teniendo que recurrir entonces
éstos al Presidente del Tribunal. Un botón
de muestra -!qué órdenes no se darían!-
que un individuo que, acompañando a uno de los
abogados defensores, logró penetrar en el local,
fue visto por el Capitán de Asalto, que le cogió
y maltratándole de palabra y obra, le llevó
a la peluquería del cuartel, adonde le cortaron
el pelo al rape, siendo después expulsado.
Otro
botón. Cuando el defensor de “Pepón
el de La Campa" estaba informando y mostrando al
Tribunal la serie de enormidades cometidas en el sumario,
es llamado al orden repetidas veces, previa protesta del
Fiscal y, últimamente, acordado desalojar la Sala
y continuar el informo en sesión secreta. Luego
es condenado a muerte "Pepón de la Campa”,
que declaró: "Me sumé voluntariamente
al movimiento por mis ideales comunistas, pero yo no soy
ningún criminal".
Este
es el resumen de todo un proceso histórico; de
sus antecedentes y de sus consecuencias habrá,
que juzgar serenamente cuando el tiempo de la libertad
sea llegado. Mientras tanto, no nos cansaremos de gritar
pidiendo responsabilidades, a aquellos que, sobre base
tan monstruosa, dicen que hacen JUSTICIA.