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Crítica republicana a la II República
Bases para el frente unico revolucionario

Por José Bullejos.

(Fundador del PCE, secretario general de 1925 a 1932,

fecha en que junto con Adame, Trilla y Vega fueron

expulsados, por orden Moscú, del buró político y del PCE;

José Díaz le sustituyó en la secretaría general.

Se exilió en Méjico y entró en el PSOE.)

Publicado en el diario La Tierra, Febrero de 1934.

(Hemeroteca Mpal. de Madrid)

 

 

 

 

 

La revolución española atraviesa en la actualidad uno de sus momentos más decisivos. Quizás sea esta la fase más trascendental en la trayectoria recorrida en los dos últimos años, ya que probablemente van a ventilarse por un período de varios años los destinos de las clases explotadas. Abocamos a uno de esos momentos históricos en que la revolución y la contrarrevolución, el pasado ignominioso representado por las clases dominantes y el porvenir vinculado al proletariado, van a decidir sus destinos.

 

Desde Gil Robles a las sedicentes fuerzas republicanas de izquierda –unos expresando sus propósitos con lenguaje franco, otros intentando adormecer la resistencia y vigilancia obrera con el incienso de su democratismo pequeño burgués- se aprestan para estas jornadas decisivas. Proyectos demagógicos para conquistar a las masas menos educadas políticamente; reclutamiento de fuerzas de choque entre las capas más bajas de la sociedad, entre el “lumpen-proletariado”; organización militar de sus fuerzas, etc., etc. Todo indica que en el campo adversario se tiene conciencia del momento histórico actual y de que se preparan a vivirlo con propósitos de victoria. Las experiencias de la Unión Soviética y de Alemania, con sus significados distintos, pesan sobre ellos. Para evitar que los trabajadores españoles rematen la revolución iniciada el 14 de Abril del 31, como sus hermanos rusos remataron la iniciada en febrero de 1917, se intenta aplicar los métodos fascistas de Italia y Alemania, se pretende ahogar la revolución obrera y campesina por medio de la “contrarrevolución preventiva”.

 

Las fuerzas directivas del proletariado español tienen contraídas responsabilidades inmensas. No se trata sólo de exigir a comunistas, socialistas y anarquistas que posean una visión exacta de la trascendencia histórica de la hora que viven y de cuál es el deber que les corresponde; se trata, además, y fundamentalmente, de que sean capaces de organizar la victoria de la revolución y el aplastamiento despiadado de la reacción y del fascismo. Si la experiencia soviética enseña a los explotados cuál es la única salida que en el siglo XX, en plena bancarrota capitalista, tiene la crisis del régimen burgués, las experiencias trágicas de Italia y Alemania, sobre todo esta última, han de enseñarnos también cómo hay que obrar para evitar la instauración de la dictadura fascista.

 

Es indiscutible que en España el factor revolucionario principal de orden psicológico está dado. La clase obrera tiene conciencia plena de lo que sucede y de lo que a ella le corresponde hacer. El movimiento formidable que existe en pro de la realización del frente único tiene esa significación , traduce el estado de conciencia de las masas respecto a la gravedad de la hora que viven y de las necesidades derivadas de ella. Lenin decía que en los períodos borrascosos de la revolución el proceso de educación política de las masas se desarrolla con velocidad vertiginosa. Efectivamente, en dos años el proletariado español se ha liberado de las malditas ilusiones democráticas que una vez más le uncieron a la “carroza triunfal del capitalismo”, comprende cuál es el contenido social de la República del 14 de abril y, sobre todo, sabe que las rutas de la democracia burguesa desembocan, como en Alemania, en la sangrienta dictadura del fascio y en los campos de concentración. No sólo ha contribuido a esta educación política la sangrienta experiencia de los dos años de República “democrática de los trabajadores” en España, sino que sobre la conciencia del proletariado de nuestro país ha gravitado asimismo la experiencia alemana. ¿Quién duda, por ejemplo, de que entre los obreros que militan en el partido socialista esta experiencia ha revolucionado totalmente sus ideas? No se trata sólo de la quiebra de la socialdemocracia alemana, partera ideológica de la Internacional Socialista; se trata fundamentalmente de la bancarrota de todos los postulados doctrinales y tácticos del socialismo mundial. En la lucha contra el comunismo, al producirse la escisión de los partidos socialistas, se alegaron como razones esenciales que la democracia burguesa hacía innecesario el método revolucionario, que la dictadura del proletariado no era una concepción marxista, sino puramente rusa, adecuada a países de un bajo nivel de civilización, etc. Y sobre todo se presentaba frente a la experiencia de Rusia –que entonces se debatía en los horrores de la guerra civil y de la intervención militar del extranjero, primero y después, en la sequía del Volga- una problemática experiencia contraria de Alemania, donde se decía que los socialdemócratas abrían, con la constitución de Weimar, una vía apacible y pacífica a la emancipación proletaria. ¿Resultados? Vedlos. Las rutas de Weimar y de la socialdemocracia alemana conducen a los campos de concentración, a las orgías sanguinarias del fascio, a la esterilización, a la decapitación, etc. El camino de la revolución proletaria, al régimen victorioso de los Soviets, al Plan Quinquenal, a la edificación socialistas.

 

El frente único, decimos, es comprendido por las masas como una consecuencia directa de la situación. ¿Cuál ha de ser la posición de las fuerzas directoras, de los comunistas, socialistas y anarquistas? ¿Aceptarlo, condicionarlo, rechazarlo? Conviene, antes de contestar concretamente a estas preguntas, aclarar qué se entiende por frente único, en qué se diferencia de un simple pacto, etc. Asimismo, cuáles son las condiciones esenciales en que puede pactarse el frente único y qué diferencias existen entre frente por la base y frente único por arriba.

 

Es indiscutible que la organización práctica, efectiva del frente único no marcha ni con la celeridad que la gravedad del momento exige ni con el ritmo revolucionario de las masas. Estas, sobre todo, han desbordado hace tiempo a sus jefes, y espontáneamente, aunque sin éxito, orientan sus luchas hacia la conquista hacia la conquista de los objetivos fundamentales de la revolución. Cuando los vacilantes, para justificar su indecisión, invocan la falta de preparación política de las masas, hay que preguntarles si conceden alguna significación, si son capaces de interpretar el sentido real de las luchas que se desarrollan en todo el país. La madurez política de las masas se expresa con evidencia absoluta, no sólo en el movimiento de frente único, sino en la ocupación violenta de las tierras llevada a cabo en diferentes pueblos de Extremadura, e incluso en el último movimiento revolucionario declarado por la FAI, en el cual –prescindiendo ahora del juicio que nos merezca la táctica anarquista- el proletariado y los campesinos se han planteado prácticamente el problema de la destrucción del Poder político de la burguesía.

 

Equivocadamente se ha enfocado la discusión de las proposiciones de frente único hacia lo que pudiéramos llamar su aspecto formal, relegando a segundo término lo que es esencial: el contenido político de ellas. No puede plantearse como cuestión previa y determinante si el frente único ha de realizarse por arriba o por la base, etc. Lo determinante, lo fundamental son los objetivos propuestos, la finalidad, el contenido político, la plataforma . Y no sólo para el frente único, sino incluso para la realización de un simple pacto. El Comité ejecutivo de la Internacional Comunista, en su llamamiento de marzo del pasado año, autorizaba a todas sus secciones a realizar el frente único con los partidos socialistas siempre que éstos aceptaran dos condiciones: “la lucha contra el fascismo y la defensa de las reivindicaciones económicas del proletariado”.

 

“Frente único por la base y frente único por arriba” no son, como se pretende, concepciones opuestas que se excluyen mutuamente. Se trata de consignas que corresponden a diferentes fases y a situaciones distintas. Es innegable que allí donde los directores de un sector del proletariado –concretamente, los jefes socialistas- se niegan sistemáticamente a todo propósito de frente único, se oponen a su realización, no queda otra vía que organizarlo a pesar y contra los jefes. A esta situación y circunstancias ha correspondido y corresponde la consigna de frente único por la base. Pero si en una situación dada los directores anarquistas, socialistas y comunista coinciden en determinados objetivos, pueden y deben realizar el frente único por arriba, denominación que no es la más justa, ya que no queda limitado a un pacto entre comités superiores, sino que a partir de éstos se estructura orgánicamente hasta llegar a la base.

 

El movimiento comunista internacional ofrece pruebas suficientes de lo expuesto anteriormente. Comencemos por España: en el año 1926 se realiza en París un pacto revolucionario por arriba entre el Partido Comunista, la CNT, Estat Catalá y otros elementos políticos, pacto que pese a su inutilidad posterior, fue aprobado por la IC. Tenemos ejemplos más recientes y de mayor valor. En Alemania, el Comité central del Partido Comunista se dirigen en dos ocasiones –al ser destituido Severing y al proclamarse el fascismo- a la dirección del Partido Socialista proponiendo una acción concertada; en marzo, el Comité ejecutivo de la IC autoriza a todas sus secciones a dirigir propuestas de frente único a los comités directores de los partidos socialistas; en junio, la Internacional Comunista admite una posible acción conjunta entre las dirección del Labour Party y el Partido Comunista inglés.

 

Vemos, pues, que lo esencial es la plataforma, el contenido político. Siendo así, ¿es posible que en España pueda realizarse el frente único sobre la base que ofrecen las proposiciones del Partido Socialista? Es indiscutible que para los comunistas, por lo menos, estas proposiciones ofrecen en principio una base para las negociaciones, que una clara visión política aconsejaba desde todos los puntos de vista haber iniciado hace tiempo. Incluso considerando las proposiciones socialistas exclusivamente como una maniobra, no es la mejor respuesta retroceder ante ellas y “ocultar la cabeza bajo el ala”. Es indiscutible que toda la política de los directores socialistas suscita una desconfianza lógica en todo el proletariado revolucionario. Pero ni la desconfianza es por sí sola un factor político decisivo, ni el frente único es un acto sentimental o una operación política que descanse en la confianza mutua. Lenin decía “que sólo los que carecen de confianza en sí mismos pueden rechazar las alianzas temporales, incluso con elementos inseguros, no pudiendo existir ningún partido político sin estas alianzas”.

 

Pero si la propuesta socialista de frente único ofrece una base para comenzar a deliberar, sin embargo es insuficiente e inconcreta para comunistas y anarquistas. No se trata de entregar las masas a la dirección política del Partido Socialista, aceptando el papel subalterno que quieran éstos atribuirles, sino de forjar un órgano de combate para la realización de determinados objetivos. En un frente único tan fundamental como los fines propuestos es asegurarse las garantías de su realización. ¿Cómo van a aceptar los anarquistas, por ejemplo, que sean exclusivamente los jefes socialistas los encargados de ejecutar el programa acordado cuando tan reciente está para ellos y para el proletariado el incumplimiento de todas las promesas hechas antes del 14 de abril? ¿Y cómo el Partido Comunista va a entregarse incondicionalmente al Partido Socialista, hipotecando el porvenir de la revolución y olvidando toda la experiencia histórica de la socialdemocracia internacional? No. Todas las organizaciones que constituyan el frente único responden ante el proletariado de su eficacia revolucionaria. Y de ahí que la exigencia mutua de garantías políticas sea un deber inexcusable. ¿Cuáles pueden ser éstas? Principalmente deben referirse a tres puntos: rompimiento absoluto de toda relación política con los partidos burgueses, ya que el frente único proletario excluye totalmente cualquier contacto con la burguesía; órganos políticos de la revolución, y carácter y composición del Gobierno , pues, lógicamente, si el frente único supone una dirección común, el Gobierno encargado de la ejecución del programa revolucionario no puede ser integrado sólo por los socialistas.

 

Más esenciales aún son estas garantías si tenemos en cuenta que serán la piedra de toque para contrastar actitudes y deshacer por anticipado toda probable maniobra.

 

Nota.- José Bullejos encabezó la candidatura

del PCE en Asturias para las elecciones a

Cortes constituyentes en Junio de 1931.

No salió elegido, pero obtuvo 12.690 votos.