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Crítica republicana a la II República
El frente único obrero
Cataluña, a la cabeza

El Socialista

Artículo sin firma aparecido
en primera página el 29-12-1933

(Fundación Pablo Iglesias)

 

El frente único, justo es reconocerlo, está muy desacreditado. Esas dos palabras han encubierto muchas veces tácticas escisionistas. De modo que antes que preconizarse con ellas la unión del proletariado, se ha tratado de dividirle. Los partidarios del frente único no han enfocado bien la cuestión. Quizás porque querían, no un frente único, no una unión circunstancial y con fines concretos, sino la fusión de la clase obrera en un solo partido. Perseguían, pues, una utopía. Y el frente único así entendido era impracticable. Lo sigue siendo. Lo será durante mucho tiempo. Intentar el examen de las causas que producen la división del proletariado es tarea de gran complejidad, y a los efectos de este artículo, inactuales. Por lo que sea, lo cierto es que la clase trabajadora no ha podido constituirse aún, después de insólitos esfuerzos, en unidad. A este respecto somos escépticos.

 

Nada de extraño tiene que eso ocurra. Pero sí es extraño que en momentos de enorme peligro para el proletariado de un país no se logre el acatamiento por los distintos sectores obreros a un denominador común de acción y teoría. De esperar es que la lección de los acontecimientos alemanes sirva para, en lo sucesivo, atenuar no sólo allí, sino en todas partes, las hostilidades entre los propios trabajadores.

 

Lo de Alemania demuestra claramente que en los partidos obreros, sobre todo en las esferas dirigentes, no había voluntad de acercamiento, ni de inteligencia ni de frente único. Ni la socialdemocracia ni los comunistas se hallaban preparados para la acción unificada. En vísperas de la entronización del fascismo todavía se agredían de palabra comunistas y socialistas.

 

En Alemania fracasó la intención de organizar el frente único por la base, verdadera e inexpugnable directriz comunista. Querer crear el frente único por la base es un expediente de todo punto ineficaz. Las masas tienen sus líderes, y mientras la experiencia histórica no diga nada en contrario, esas masas, cuando han elegido libremente a sus conductores, no acatan ni siguen más órdenes que las que emanen de los hombres de su confianza. Recordemos que en Alemania, donde los obreros socialistas discrepaban en un 90 por 100 de sus jefes, de la actitud pasiva con que los Sindicatos y el Partido esperaban la llegada de Hitler, los comunistas, aun esforzándose de manera ostensible, no consiguieron arrastrar a las masas socialdemócratas.

 

Fracasó el designio de que naciera el frente único por la base. Fracasará en todas partes. Ni antes ni después de la Revolución social estará unida la clase obrera. La contingencia, que no se puede descartar, que incluso es probable, de que las masas se unan espontáneamente en la lucha revolucionaria no quiere significar que se haya logrado el frente único, que si no es anterior a la revolución, no es nada. Fiar a la improvisación la unión del movimiento obrero comporta los riesgos de la misma insurrección espontánea e improvisada. Lo más verosímil es que ni lo uno ni lo otro se logre.

 

Las condiciones imprescindibles para que el frente único sea una realidad, vista la gravedad del momento español, que lo reclama a voces, son, a nuestro juicio, las siguientes:

Primera, que cese toda hostilización mutua; segunda, que se olviden por unos y por otros los agravios recibidos; tercera, que la alianza no se intente por abajo, por equivaler a acentuar desavenencias, sino por arriba; cuarta, que en las partes negociantes haya verdadera voluntad de frente único, y quinta, que todos se hallen dispuestos a hacer a los demás las mayores concesiones.

 

En Cataluña es una formidable realidad el frente único. Y ha podido serlo porque allí se han cumplido las condiciones enumeras.