He
aquí lo que han manifestado los compañeros
que durante cinco días han permanecido secuestrados
por las fuerzas de la 21 División, al ser puestos
en libertad:
"En la mañana del día 12, por acuerdo
del Comité Regional, nos trasladamos a Caspe para
entrevistarnos con el Gobernador General de Aragón;
como quiera que por razones que se nos dieron no fue posible
celebrar la entrevista en dicha hora, se nos indicó
que seríamos llamados aquella misma tarde, por
cuyo motivo regresamos a Alcañiz para dar cuenta
al Comité Regional de nuestra gestión y
esperar la llamada del Gobernador. Entre cinco y seis
de la tarde, fuimos llamados por teléfono e inmediatamente
nos pusimos en viaje hacia Caspe los compañeros
Muñoz, López y Vallejo con un chauffeur
de la Colectividad de Transporte, observando al
pasar por la carretera que las fuerzas de la 11 División
comenzaban a tomar posiciones y a atrincherarse.
Llegado a Caspe, nos entrevistamos con el Gobernador General
de Aragón, transcurriendo nuestra conversación
en términos cordiales. Seguidamente, para
darle la seguridad de que nada sucedería en Aragón,
se le comunicó que la C.N.T. al día siguiente
tenía convocado un Pleno de Comarcales en Alcañiz,
para lo cual se le pidieron toda clase de garantías
para que los compañeros delegados que viniesen
al mismo no fuesen molestados en absoluto. A este respecto,
le manifestamos al Gobernador que de no celebrarse el
Pleno convocado, la desorientación entre los pueblos
cundiría, pudiendo dar lugar, incluso, a que si
las provocaciones de que venían siendo objeto persistían,
por no haber podido reunirse para tomar acuerdos en uno
u otro sentido, se provocase una situación que
nosotros estábamos interesados en evitar. El Gobernador
tuvo en cuenta nuestras manifestaciones y prometió
conceder toda la clase de garantías que nosotros
teníamos, dando con esto fin a la entrevista.
Como teníamos en cuenta lo observado al venir a
Caspe y los preparativos que la 11 División hacía,
solicitamos la autorización correspondiente para
poder salir de Caspe con toda clase de garantías
que permitiesen nuestro traslado a Alcañiz. Por
parte del nuevo Gobernador se nos facilitó un salvoconducto
redactado en las necesarias condiciones para que no pudiéramos
ser objeto de ningún obstáculo.
Con esa confianza nos pusimos en viaje, y, efectivamente,
el control de guardias de Asalto que había a la
salida de Caspe nos permitió pasar; pero cuando
llegamos al control primero que las fuerzas de la 11 División
habían establecido ya en la carretera, fuimos detenidos,
obligándosenos a esperar a que se personase en
la referida guardia el Comandante que aquella noche tenía
a su cargo todas las guardias que en las inmediaciones
de Caspe había establecido la 11 División.
En esa situación permanecimos dos horas aproximadamente,
hasta las once y media de la noche, llegando por fin el
Comandante Carretas, el cual, al visar nuestro salvoconducto
opuso algunos reparos y nos indicó la conveniencia
de que fuésemos a proveernos de otro salvoconducto
que ofreciese más garantía. Así lo
hicimos, y creyéndonos ya perfectamente documentados,
nos pusimos de nuevo en viaje hacia Alcañiz y otra
vez fuimos detenidos, haciéndosenos volver a Caspe
sin que los controles militares que tenía establecidos
la 11 División nos permitiesen pasar. De
nuevo en Caspe, nos personamos otra vez en el despacho
del Gobernador para informarle de todos los inconvenientes
que se nos ponían, y de la escasa autoridad que
para las fuerzas de la 11 División ofrecía
la firma del Gobernador. El Secretario del Gobernador,
que fue a quien comunicamos este último entorpecimiento,
se encargó de realizar gestiones para conseguir
definitivamente, y por tercera vez, que se nos dejase
el paso libre hasta nuestro destino. Ya no nos cupo lugar
a dudas de que todo estaba perfectamente normalizado y
con el compromiso de los militares para dejarnos pasar,
por lo cual volvimos a ponernos en viaje y justamente
cuando llegamos al control de referencia de la
11 División, se nos detuvo, pero esta vez con la
agravante de no dejarnos en libertad, reteniéndonos
hasta el amanecer, a cuya hora, convenientemente escoltados,
fuimos conducidos al lugar conocido por la Torre de Bosque,
situada a nueve kilómetros de Caspe, a la orilla
del Ebro, en la parte Oeste de dicha población,
en cuyo lugar, a juzgar por los preparativos que se habían
hecho, temimos ser ejecutados sin formación de
causa, en la forma más villana y cobarde que concebirse
pueda. No fue así, y en su defecto, se
nos recluyó en una bodega que chorreaba agua por
todas partes y aunque protestamos de aquel trato desconsiderado
é inhumano, fuimos advertidos de forma despectiva
y violenta para que dejásemos de protestar y penetrásemos
en ella. Forzosamente hubimos de hacerlo así y
seguramente para que no se nos ocurriese escapar se colocó
a nuestra vista un puesto de guardia.
En aquel recinto, hemos permanecido secuestrados
cinco días y en este tiempo la mayor parte de ellos
hemos visto como desayunaban los soldados sin que a nosotros
se nos trajese alimento alguno; a la hora de comer, excepción
hecha de algunos días, se nos han hecho comer las
sobras de los soldados que nos custodiaban. No se nos
facilitaron mantas ni nada que pudiese preservarnos de
la humedad y el agua existente en aquella bodega;
como tampoco se nos daba de comer, tenemos necesidad de
protestar enérgicamente del trato brutal de que
hemos sido objeto, sólo comparable al que se daba
a los detenidos en épocas de cruenta represión
dictatorial.
Podemos afirmar, ya que ello ha sido declaración
del propio Gobernador General de Aragón, que nuestra
detención era ignorada por todos, hasta por los
representantes de la autoridad máxima del Gobierno
de la República. Tanto es así,
que en estas condiciones se ha hecho posible que circulasen
infinidad de bulos acerca de nuestra desaparición,
bulos que trataron de desvirtuar infructuosamente, sin
pruebas ni datos, en el periódico "El Día",
de Caspe.
Al cuarto día de nuestro secuestro en aquellos
parajes, fue llamado el Secretario General del Comité
Regional de la C.N.T., compañero Muñoz,
para ser interrogado por un Juez Militar. Aunque de lo
declarado no se levantó el atestado correspondiente,
es necesario afirmar que se le amenazó de muerte
si no respondía afirmativamente a cuanto se le
preguntaba. El Juez que le interrogó es
capitán y se apellida Terres, el cual se hacía
acompañar por un teniente cuyo nombre ignoramos.
En este asunto intervenían exclusivamente los Jefes
de la 11 División, ya que hasta nosotros
llegaron los nombres de Carreras, Líster, Trigo,
más el susodicho Terres, como partes interesadas
en que nuestro secuestro permaneciese por todos ignorado.
Durante el interrogatorio a que fue sometido el compañero
Muñoz, se le quiso hacer responsable de cuantos
hechos acontecieron en Aragón desde tiempo inmemorial;
se intentó poner en evidencia su calidad de antifascista,
obligándolo a relatar minuciosamente la forma en
que salió de Zaragoza y el porqué había
marchado de la zona facciosa. No fueron tan solo para
nuestro compañero Secretario las injurias y los
insultos más soeces, sino que el mencionado
Juez Militar, Torres, se permitió de un modo insultante
motejar de "cobarde e irresponsable" añadiendo
a todo ello un léxico plagado de frases groseras,
al Comandante Jefe de la 25 División, Antonio Ortiz.
Convencidos de que todas las coacciones y amenazas resultarían
vanas para que ninguno de nuestros compañeros cargase
con la responsabilidad de hechos que no habían
cometido, ni en los cuales tenían participación,
el Juez Militar ordenó de nuevo fuese reintegrado
el compañero Muñoz a la bodega en que se
hallaba recluido con los otros camaradas:
Hay que advertir que ésta misma División
tenía otros dos lugares de encierre en los que
se hallaban trece detenidos y veinticuatro respectivamente.
A uno de los detenidos, el compañero Custodio Gracia,
se le ocuparon una cartera con documentación y
mil cien pesetas, un encendedor y un cinturón que
no le han sido devueltos.
Cuando el Gobernador General de Aragón
pudo averiguar dónde nos hallábamos, envió
una Sección de fuerzas de Orden Público,
mandadas por un Teniente para que fuésemos trasladados
a su presencia. Al ser requeridos para que diésemos
nuestros nombres al referido Juez, Torres, uno de los
guardias preguntó si había alguna novedad,
contestándole en un tono airado que había
muchas novedades; entonces, dirigiéndose a nosotros,
manifestó que tenía un gran disgusto en
dejarnos en libertad y que aunque la partida había
sido ganada por nosotros, que tuviéramos
en cuenta que cuando nos encontrásemos de nuevo,
el que antes disparase sus pistolas sería el que
decidiría la contienda. Agregó que su deseo
hubiera sido "darnos el paseo", desatándose
en improperios y vejámenes para la mayoría
de los detenidos que en su presencia nos hallábamos,
llegando a calificar de "cabrón, hijo de puta
y asesino" al compañero Ramón Royo
y dos compañeros más de Oliete, usando el
calificativo general de asesinos con el resto de los detenidos,
sin que para ello se adujera prueba alguna.
Entre los detenidos había un periodista apellidado
Marsach, que habiendo sido herido en el frente de combate
y dado de alta en el hospital, a consecuencia de una úlcera,
que producto de la herida se le había formado en
el estómago, le dificultaba extraordinariamente
las digestiones, no pudiendo ingerir, por lo tanto, otros
alimentos, que no fuese leche. Mientras permaneció
secuestrado no recibió asistencia médica
ni los necesarios alimentos que su salud exigían,
llegando en las últimas noches de su permanencia
en la bodega, a sufrir grandes dolores que para nada tuvieron
en cuenta los responsables de la 11 División".
Hasta aquí el informe que nuestros compañeros
han dado de su detención y de la que dimos conocimiento
mediante telegrama a las autoridades de la República
para que se averiguase el paradero de ellos, ya que todo
hacía suponer se hallaban detenidos de una forma
arbitraria y sin procedimiento legal alguno.