Primera República|Entre Repúblicas|Segunda República|Crítica Republicana a la II República |Contacta
|Dictadura franquista|
 
Crítica republicana a la II República
Informe de la CNT tras la disolución por la fuerza
del Consejo de Aragón en Agosto de 1937. (III)

 

He aquí lo que han manifestado los compañeros que durante cinco días han permanecido secuestrados por las fuerzas de la 21 División, al ser puestos en libertad:

"En la mañana del día 12, por acuerdo del Comité Regional, nos trasladamos a Caspe para entrevistarnos con el Gobernador General de Aragón; como quiera que por razones que se nos dieron no fue posible celebrar la entrevista en dicha hora, se nos indicó que seríamos llamados aquella misma tarde, por cuyo motivo regresamos a Alcañiz para dar cuenta al Comité Regional de nuestra gestión y esperar la llamada del Gobernador. Entre cinco y seis de la tarde, fuimos llamados por teléfono e inmediatamente nos pusimos en viaje hacia Caspe los compañeros Muñoz, López y Vallejo con un chauffeur de la Colectividad de Transporte, observando al pasar por la carretera que las fuerzas de la 11 División comenzaban a tomar posiciones y a atrincherarse.

Llegado a Caspe, nos entrevistamos con el Gobernador General de Aragón, transcurriendo nuestra conversación en términos cordiales. Seguidamente, para darle la seguridad de que nada sucedería en Aragón, se le comunicó que la C.N.T. al día siguiente tenía convocado un Pleno de Comarcales en Alcañiz, para lo cual se le pidieron toda clase de garantías para que los compañeros delegados que viniesen al mismo no fuesen molestados en absoluto. A este respecto, le manifestamos al Gobernador que de no celebrarse el Pleno convocado, la desorientación entre los pueblos cundiría, pudiendo dar lugar, incluso, a que si las provocaciones de que venían siendo objeto persistían, por no haber podido reunirse para tomar acuerdos en uno u otro sentido, se provocase una situación que nosotros estábamos interesados en evitar. El Gobernador tuvo en cuenta nuestras manifestaciones y prometió conceder toda la clase de garantías que nosotros teníamos, dando con esto fin a la entrevista.

Como teníamos en cuenta lo observado al venir a Caspe y los preparativos que la 11 División hacía, solicitamos la autorización correspondiente para poder salir de Caspe con toda clase de garantías que permitiesen nuestro traslado a Alcañiz. Por parte del nuevo Gobernador se nos facilitó un salvoconducto redactado en las necesarias condiciones para que no pudiéramos ser objeto de ningún obstáculo. Con esa confianza nos pusimos en viaje, y, efectivamente, el control de guardias de Asalto que había a la salida de Caspe nos permitió pasar; pero cuando llegamos al control primero que las fuerzas de la 11 División habían establecido ya en la carretera, fuimos detenidos, obligándosenos a esperar a que se personase en la referida guardia el Comandante que aquella noche tenía a su cargo todas las guardias que en las inmediaciones de Caspe había establecido la 11 División. En esa situación permanecimos dos horas aproximadamente, hasta las once y media de la noche, llegando por fin el Comandante Carretas, el cual, al visar nuestro salvoconducto opuso algunos reparos y nos indicó la conveniencia de que fuésemos a proveernos de otro salvoconducto que ofreciese más garantía. Así lo hicimos, y creyéndonos ya perfectamente documentados, nos pusimos de nuevo en viaje hacia Alcañiz y otra vez fuimos detenidos, haciéndosenos volver a Caspe sin que los controles militares que tenía establecidos la 11 División nos permitiesen pasar. De nuevo en Caspe, nos personamos otra vez en el despacho del Gobernador para informarle de todos los inconvenientes que se nos ponían, y de la escasa autoridad que para las fuerzas de la 11 División ofrecía la firma del Gobernador. El Secretario del Gobernador, que fue a quien comunicamos este último entorpecimiento, se encargó de realizar gestiones para conseguir definitivamente, y por tercera vez, que se nos dejase el paso libre hasta nuestro destino. Ya no nos cupo lugar a dudas de que todo estaba perfectamente normalizado y con el compromiso de los militares para dejarnos pasar, por lo cual volvimos a ponernos en viaje y justamente cuando llegamos al control de referencia de la 11 División, se nos detuvo, pero esta vez con la agravante de no dejarnos en libertad, reteniéndonos hasta el amanecer, a cuya hora, convenientemente escoltados, fuimos conducidos al lugar conocido por la Torre de Bosque, situada a nueve kilómetros de Caspe, a la orilla del Ebro, en la parte Oeste de dicha población, en cuyo lugar, a juzgar por los preparativos que se habían hecho, temimos ser ejecutados sin formación de causa, en la forma más villana y cobarde que concebirse pueda. No fue así, y en su defecto, se nos recluyó en una bodega que chorreaba agua por todas partes y aunque protestamos de aquel trato desconsiderado é inhumano, fuimos advertidos de forma despectiva y violenta para que dejásemos de protestar y penetrásemos en ella. Forzosamente hubimos de hacerlo así y seguramente para que no se nos ocurriese escapar se colocó a nuestra vista un puesto de guardia.
En aquel recinto, hemos permanecido secuestrados cinco días y en este tiempo la mayor parte de ellos hemos visto como desayunaban los soldados sin que a nosotros se nos trajese alimento alguno; a la hora de comer, excepción hecha de algunos días, se nos han hecho comer las sobras de los soldados que nos custodiaban. No se nos facilitaron mantas ni nada que pudiese preservarnos de la humedad y el agua existente en aquella bodega; como tampoco se nos daba de comer, tenemos necesidad de protestar enérgicamente del trato brutal de que hemos sido objeto, sólo comparable al que se daba a los detenidos en épocas de cruenta represión dictatorial.

Podemos afirmar, ya que ello ha sido declaración del propio Gobernador General de Aragón, que nuestra detención era ignorada por todos, hasta por los representantes de la autoridad máxima del Gobierno de la República. Tanto es así, que en estas condiciones se ha hecho posible que circulasen infinidad de bulos acerca de nuestra desaparición, bulos que trataron de desvirtuar infructuosamente, sin pruebas ni datos, en el periódico "El Día", de Caspe.

Al cuarto día de nuestro secuestro en aquellos parajes, fue llamado el Secretario General del Comité Regional de la C.N.T., compañero Muñoz, para ser interrogado por un Juez Militar. Aunque de lo declarado no se levantó el atestado correspondiente, es necesario afirmar que se le amenazó de muerte si no respondía afirmativamente a cuanto se le preguntaba. El Juez que le interrogó es capitán y se apellida Terres, el cual se hacía acompañar por un teniente cuyo nombre ignoramos. En este asunto intervenían exclusivamente los Jefes de la 11 División, ya que hasta nosotros llegaron los nombres de Carreras, Líster, Trigo, más el susodicho Terres, como partes interesadas en que nuestro secuestro permaneciese por todos ignorado. Durante el interrogatorio a que fue sometido el compañero Muñoz, se le quiso hacer responsable de cuantos hechos acontecieron en Aragón desde tiempo inmemorial; se intentó poner en evidencia su calidad de antifascista, obligándolo a relatar minuciosamente la forma en que salió de Zaragoza y el porqué había marchado de la zona facciosa. No fueron tan solo para nuestro compañero Secretario las injurias y los insultos más soeces, sino que el mencionado Juez Militar, Torres, se permitió de un modo insultante motejar de "cobarde e irresponsable" añadiendo a todo ello un léxico plagado de frases groseras, al Comandante Jefe de la 25 División, Antonio Ortiz.

Convencidos de que todas las coacciones y amenazas resultarían vanas para que ninguno de nuestros compañeros cargase con la responsabilidad de hechos que no habían cometido, ni en los cuales tenían participación, el Juez Militar ordenó de nuevo fuese reintegrado el compañero Muñoz a la bodega en que se hallaba recluido con los otros camaradas:

Hay que advertir que ésta misma División tenía otros dos lugares de encierre en los que se hallaban trece detenidos y veinticuatro respectivamente. A uno de los detenidos, el compañero Custodio Gracia, se le ocuparon una cartera con documentación y mil cien pesetas, un encendedor y un cinturón que no le han sido devueltos.

Cuando el Gobernador General de Aragón pudo averiguar dónde nos hallábamos, envió una Sección de fuerzas de Orden Público, mandadas por un Teniente para que fuésemos trasladados a su presencia. Al ser requeridos para que diésemos nuestros nombres al referido Juez, Torres, uno de los guardias preguntó si había alguna novedad, contestándole en un tono airado que había muchas novedades; entonces, dirigiéndose a nosotros, manifestó que tenía un gran disgusto en dejarnos en libertad y que aunque la partida había sido ganada por nosotros, que tuviéramos en cuenta que cuando nos encontrásemos de nuevo, el que antes disparase sus pistolas sería el que decidiría la contienda. Agregó que su deseo hubiera sido "darnos el paseo", desatándose en improperios y vejámenes para la mayoría de los detenidos que en su presencia nos hallábamos, llegando a calificar de "cabrón, hijo de puta y asesino" al compañero Ramón Royo y dos compañeros más de Oliete, usando el calificativo general de asesinos con el resto de los detenidos, sin que para ello se adujera prueba alguna.

Entre los detenidos había un periodista apellidado Marsach, que habiendo sido herido en el frente de combate y dado de alta en el hospital, a consecuencia de una úlcera, que producto de la herida se le había formado en el estómago, le dificultaba extraordinariamente las digestiones, no pudiendo ingerir, por lo tanto, otros alimentos, que no fuese leche. Mientras permaneció secuestrado no recibió asistencia médica ni los necesarios alimentos que su salud exigían, llegando en las últimas noches de su permanencia en la bodega, a sufrir grandes dolores que para nada tuvieron en cuenta los responsables de la 11 División".

Hasta aquí el informe que nuestros compañeros han dado de su detención y de la que dimos conocimiento mediante telegrama a las autoridades de la República para que se averiguase el paradero de ellos, ya que todo hacía suponer se hallaban detenidos de una forma arbitraria y sin procedimiento legal alguno.