Los
cortos de talla de Oviedo.
Por Francisco Pi y Arsuaga.
El Nuevo Régimen.
Semanario republicano federal.
Hemeroteca Municipal de Madrid
No vamos a repetir aquí cuánto deseamos
que desaparezca para siempre de nuestras leyes la odiosa
contribución de sangre. A fin de mitigar
sus desastrosos efectos admite la ley las redenciones a
metálico y contiene una larguísima tabla de
exenciones, muchas de ellas muy discutibles. Muy discutibles,
decimos, porque no acertamos a comprender por qué
se ha de considerar motivos de exención defectos
físicos que no impiden ejecutar los más rudos
trabajos, y otros que, si no permiten sobrellevar
los que al soldado se imponen, consienten dedicarse a no
pocos servicios de la milicia que no requieren absoluta
perfección física. No parece sino que la ley
se haya propuesto despoblar periódicamente de la
flor y nata de la juventud campos, fábricas y talleres.
No
nos proponemos tampoco hacer un juicio crítico de
la ley de quintas, ni poner de manifiesto los abusos que
se cometen en el reclutamiento de los mozos, ni proponer
remedios que los eviten; que males hay que no tienen remedio
cuando han invadido el cuerpo social, si en él no
se opera radicales reformas. Nos proponemos solamente
llamar la atención de nuestros lectores sobre un
hecho objeto estos días de general atención.
El
reconocimiento de los quintos ha dado margen en todos los
tiempos a multitud de quejas. Tienen las más su origen
en la misma ley, que encomienda tan delicado servicio a
médicos militares y civiles que, por sus particulares
aficiones, se han dedicado muchas veces a una especialidad,
y brillan unos como oculistas, otros como laringólogos,
otros como ginecólogos, etc., etc., y distan de reunir
el carácter de médicos enciclopedistas, condición
propia de los forenses que, por la misión que les
está encomendada y por la práctica adquirida
en el continuo ejercicio de esta clase de reconocimientos,
serían para el caso los más idóneos.
¿Quién
no habrá presenciado alguna vez el acto de entrega
de los quintos en caja? ¿Quién no habrá
visto declarar útiles en el primer reconocimiento
a mozos que alegaron un defecto físico, y minutos
después declararlos, en segundo reconocimiento, sólo
útiles condicionales, cuando no completamente inútiles?
Este es un defecto de la ley, fuente de múltiples
y justísimas reclamaciones.
Dejando
aparte los defectos de la ley, vengamos a los abusos cometidos
con motivo de las quintas. Claramente los revela un certificado
expedido por la diputación provincial de Oviedo respecto
a los mozos alistados en aquella zona, documento que obra
ya en un expediente remitido al Congreso, y, a no dudarlo,
será motivo de debate.
El
documento no deja de tener gracia. De él resulta
que de 2.893 mozos han sido declarados:
Cortos,
temporalmente, por los Ayuntamientos 198
Inútiles, temporalmente, por la Comisión provincial
135
Prófugos, por los Ayuntamientos 569
Cortos, definitivamente, por los Ayuntamientos 1.480
Cortos, definitivamente, por la Comisión provincial
3
Inútiles, totalmente, por los Ayuntamientos 10
Inútiles, totalmente, por la Comisión provincial
21
TOTAL
2.416
Como
se ve, de los 2.893 alistados se ha de deducir 569 prófugos.
De los 2.324 restantes quedan sorteables sólo 447,
a causa de resultar inútiles por varios defectos
1.847, es decir, más del 76 por 100. Proporción
es esta nunca vista, que a no ser evidentemente hija de
incalificables abusos, revelaría una alarmante degeneración
de los hijos de Pelayo.
De
los 1.847 exceptuados, 1.681 lo son por cortos de talla,
es decir, por no alcanzar la de un metro 500 milímetros.
Resultan cortos de talla nada menos que el 58 por 100 de
los mozos alistados. ¿Cómo no ha
de ser falsa esta cifra, cuando el cupo de toda la Península
no suele arrojar más allá de un 12 a un 14
por 100? Parecerá tanto más falsa, si se recuerda
la talla y robustez de muchos asturianos aun jóvenes,
cualidades todavía características de los
habitantes del Norte de España.
La
talla no es carácter físico de la especie
humana a que concedan las demografías grande importancia.
Es, sin embargo, indudable que el crecimiento es señal
de desarrollo y la talla es signo de actividad y guarda
relación con aptitud física. Buena prueba
de ello son las siguientes palabras que Cervantes puso en
boca de D. Quijote refiriéndose a los caballeros
andantes: “…por las hazañas que hicieron
y condiciones que tuvieron, se pueden sacar por buena filosofía
sus facciones, sus colores y sus estaturas”. El hombre
crece y engruesa principalmente de los 15 a los 20 años.
Mide ordinariamente 1 metro 546 milímetros a los
15 años, y 1 metro 684 a los 20; cifras, con todo,
muy variables.
Adviértase
ahora que no son los hombres cortos de talla los más
enfermizos. Nos lo dice esa misma certificación de
Oviedo. De los 2.416 exceptuados, lo son sólo 116
por otros defectos físicos que el de la talla. Ni
son los más fuertes y sanos los más altos,
ni vemos fuera de la estética razones para que se
haya restablecido la talla en la nueva ley de quintas cuando
se la había suprimido en la de 1873, y está
plenamente demostrado, por una parte, cuán bien ejecutan
rudísimos trabajos los cortos de talla en el campo,
en los talleres y en las fábricas; por otra, que
no por ser más altos son más resistentes que
los nuestros los soldados ingleses; y por otra, que no fueron
menos arrojados que los de ahora aquellos batallones de
hombres de todas estaturas a quienes debimos nuestra independencia.
Mas
como éstas pueden constituir excepción de
la regla, bueno será que fijemos un momento nuestra
atención en la causa que pudiera determinar el empobrecimiento
constitucional, e impedir el crecimiento y desarrollo de
los asturianos. A muy pocas lo atribuyen la generalidad
de los autores: a una alimentación insuficiente,
a la permanencia en lugares húmedos y pantanosos,
a la miseria. Estas causas no han podido influir de un modo
tan general en los hijos de aquella región templada,
montañosa, bien aireada, rica en ganados; región
donde crecen, al lado de los árboles silvestres del
Norte, el naranjo y el limonero, los cereales del Mediodía
de Europa, el maíz de las regiones americanas e infinidad
de plantas y frutas que sólo se encuentran en muy
diversas latitudes; región donde se explota tantos
y tan variados minerales, donde tantas y tan importantes
fundiciones y fábricas funcionan incesantemente.
De lo que principalmente padece Asturias es del
mal que padecen, las demás provincias, del mal del
caciquismo que todo lo invade y desfigura, y hoy la presenta
degenerada a los ojos del resto de España.