España
a hierro y fuego (XI).
Galicia
(2).
Por
Alfonso Camín.
Editorial Norte.
México, 1938.
Como
los marinos han sido fusilados y aun de los pocos que
quedan dudan, la dotación del "Canarias"
se forma con "falangistas, improvisados de marinos
de guerra.
Por
eso los hombres de la costa –marinos mercantes y
pescadores- tienen más miedo a que los aprese el
"Canarias" que a los constantes bombardeos del
"Almirante Cervera". Los prisioneros
del "Canarias" nunca llegan a tierra. Ninguno
de los trabajadores del mar, apresados en su lancha, podrá
decir un día, cuando lo vean en el puerto:
—Yo he estado ahí.
Las mujeres de los pescadores, esperan sentadas en los
roquedales y en los pueblecillos costeros, días
y noches, con los hijos en los brazos. Hasta que les dicen:
—Los apresó el "Canarias".
Y se van con la cabeza sobre el pecho, desgarradas y sollozantes.
—¡Los hombres son peores que el mar! —dicen
al entrar en sus casas.
Y se atrancan por dentro. No vaya a venir también
el "Canarias" por los hijos pequeños.
Uno
de los primeros hombres que fusilan en El Ferrol es el
Almirante Azarola, Jefe del Apostadero. Un anciano, cargado
de gloria, que no quiso deshonrar su historia de viejo
marino a los setenta años. Era religioso como todos
los hombres de mar. Un caballero cristiano, víctima
de la España "negra".
El
Fiscal Militar es asturiano. Natural de Gijón.
Se apellida Rendueles. No sé qué
cuentas tendrá que cobrar en su pueblo —de
donde acaso vino huyendo a saltos de raposa—, porque
en El Ferrol se despacha a su gusto. Para todos pide la
pena de muerte. No se le escapa ninguna víctima.
Todas las sentencias se cumplen.
El
Fiscal en las primeras semanas, salta de júbilo.
Mastica la venganza y hasta duerme mejor. Más tarde,
cambia de espíritu. Camina, tardo, mira torvo y
tiene miedo. ¡Parece que por Gijón le están
cobrando las cuentas! Pero no importa. Sigue pidiendo
penas de muerte. Tiene unas fauces como el mar: nunca
se llena de muertos. Entre los "negros" se ha
hecho famoso. Lo aplauden en la calle.
—¡Viva el Fiscal Rendueles!
El hace una reverencia como un mochuelo.
—¡Viva el salvador de la Patria!
Levanta el brazo, como el ala de un grajo. Y se va. Rendueles
se ruboriza como las solteronas barbudas cuando se les
echa un piropo.
La prensa "negra" —siempre el papel malo
y la prosa de letanía—; comienza a publicar
las sentencias de los consejos de guerra, ¡Los mismos
"negros" se espantan de tantos muertos putrefactos
en los caminos! El que tenga la trágica
curiosidad de guardar esos recortes de la prensa "negra"
se espantará. Basta que hoy digan que en El Ferrol
han sido cumplidas treinta sentencias de muerte para que
leamos al día siguiente que se condenan a la misma
pena a cincuenta hombres de Pontevedra y otros tantos
en Lugo. Si repasamos los ejemplares de "El
Ideal Gallego", se puede recontar una buena parte
de los cadáveres que alimentan al cementerio y
las afueras de Lugo, las cercanías de Orense, las
rías de Pontevedra, las playas y costas de La Coruña.
En
Galicia se ensañan en los maestros y maestras rurales.
Es muy raro el pueblo donde la casa del maestro no está
cerrada y vacía. Los niños se agrupan con
tristeza, frente a la escuela:
—¡Dicen que lo han matado!
El
Ferrol quiere tener más rango sangriento que Valladolid.
quiere tener mas
—¡Hoy hubo una buena redada! —, aúllan
los "negros" de todas las armas. Es que han
traído al Ferrol algunas lanchas de vela. Aseguran:
—Son pescadores "rojos".
Casi todos son asturianos, cogidos en sus faenas hacia
Avilés y Cudillero. Dentro de unas horas, ya serán
cuerpos fríos en las cunetas.
No llevamos tres meses de guerra y ya se cuentan por miles
los hombres "paseados" en aquellas plazas.
El Fiscal Rendueles eructa. Abre su boca de hiena:
—Mándenme para acá asturianos. ¡Pesquen!
¡Pesquen!
Y en El Ferrol no se salva nadie. El único
que salvó la vida es un hombre al que saludo en
cualquiera de estos pueblos. Porque todos despiden
un vaho de dolor, de temor y de crimen. Es un comerciante
vasco que aprovechó un vapor de carga para trasladarse
a otro punto de España. Tenía la familia
en Alicante. Habló con el patrón y, el patrón,
que comprendió su desgracia, le dijo:
—No pague usted nada. Unicamente la comida. Entiéndase
con el cocinero.
El buen vasco vio los cielos abiertos.
La sorpresa fue en alta mar, a las pocas horas de viaje,
cuando un buque de guerra "negro" se desprendió
de otros varios que estaban al fondo –entonces andaban
los cruceros de guerra alemanes regocijándose con
las presas españolas, que después entregaban
a Franco- y les hizo una docena de disparos de cañón.
El barco, con la amenaza de ser hundido, fue apresado.
Y llegó al Ferrol bajo la amenaza de un “crucero
de bolsillo” y de otro de “faltriquera”:
un alemán y un español.
La acusación es: el barco llevaba armas.
El patrón niega. Asegura que iba a por arroz a
Valencia.
—¡Pena de muerte!— grita Rendueles.
El patrón fué sentenciado a muerte. La tripulación
seguirá el mismo camino. Pero antes era
necesario juzgar al armador del buque. ¡El armador,
para el Fiscal Rendueles y para las Autoridades "negras"
de El Ferrol, era nada menos que el pobre vasco que había
embarcado en Santander con el ansia de ver a su familia
en la otra parte de España!
—¡Ahora el armador! ¿Qué dice?
Quiso hablar y no podía. El miedo, el espanto te
cortó la voz, le paralizó la lengua.
El patrón habló por él:
—Este hombre no tiene nada que ver con el barco.
Es un pasajero gratuito.
No lo creyeron. El vasco infeliz, con la cabeza entre
las manos, apareció unos instantes después,
en el calabozo. Dentro de unas horas, será fusilado.
El fiscal Rendueles gesticulaba:
—¡El armador, el armador! Aún es más
culpable que ese capitancete.
Durante el café, algún militar comentó
el caso.
—¿Y el patrón? ¿Ya lo han fusilado?
—Todavía no. Lo fusilan mañana con
treinta y dos más.
—¿Del mismo barco?
—Del mismo barco y de otros...
—El que me parece inocente es el armador. Yo creo
que no hay tal armador. Creo que puede ser verdad lo que
contó al principio, antes de agarrotársele
la lengua.
Esto hizo ambiente.
El vasco no durmió en toda la noche. Ya se daba
por muerto.
Volvieron a sacarlo de la prisión. Declaró,
¡y fue absuelto!
Ahora, este hombre de gesto ingenuo, flaco como un desenterrado,
toma café a mi vera. No sabe de la familia. Por
aquí se hila más fino. No hay barcos de
carga que lo trasladen de la España "negra"
a la España «roja». Pero, si lo hubiera,
no será él quien embarque. —¡No
corro otra aventura!
También
ha hecho mucho daño la radio. Especialmente a los
asturianos. La radio de Madrid, la de Gijón, la
de La Felguera, aseguran que las fuerzas asturianas están
en las puertas de Lugo. Quiere competir con la radio "negra",
que cada día dice que cae una provincia en sus
manos. Ya se habla de Galicia, con relación
a Madrid, de poner altares en los Cuatro Caminos, de obligar
a oír misa a todos los renegados, antes de morir,
y de colocar a Santiago Apóstol en la plaza de
La Cibeles.
En
las calles de Lugo hay un automóvil flamante que
le regaló el jefe a un soldado. Comenta la gentuza:
—¡Vaya hombre espléndido!
En aquel auto viajaba el capitán Alfonso
Suárez muy conocido en Lugo. Venía de Gijón
a Luarca, donde pensaba encontrarse con la familia. ¡Pero
Luarca ya estaba en manos de las tropas "negras"!
Remontaba Trevías. Allí se le dio el alto.
Paro. Y, al preguntar si era gente del Gobierno, el centinela
le dijo que sí.
—¿Y el jefe?
—Allá adelante.
Reconocido el capitán Suárez, fué
fusilado allí mismo, sobre el camino, con la espalda
pegada a un árbol.
—Gracias, muchacho –habló el jefe al
soldado-.
Echen ese cadáver a la cuneta.
—¿Y el automóvil, mi teniente?
—Cógelo para ti.
Lo mismo sucedió en Leitariegos, cuando
llegaron hasta allí las fuerzas de Gómez
Iglesias. De tres camiones de mineros, apresaron dos y
el jefe. Total, nada: ¡cuarenta y dos fusilados!
Los "negros" estaban de plácemes. Así
lo gritaban:
-¡Viva la radio "roja".
Ignoro si sucedería de la otra parte lo mismo:
—¡Viva la radio "negra"!
Porque la radio "negra" de Jaca, lanzaba, tiempo
después, tales embustes, que hubo que multarla.
¡Esas cosas sólo se le pueden permitir a
Queipo del Llano!
Hoy,
ha corrido la noticia por Lugo.
—La mujer del Gobernador de La Coruña apareció
muerta entre Bahamonde y Rábade. Estaba encinta
y tenía todo el vientre acuchillado.
MUERTES PARALELAS
El destino trágico de los prohombres de la República.
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