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Solidaridad proletaria internacional.

Solidaridad proletaria internacional El apoyo del los trabajadores de Australia. 17 de Noviembre de 1936.

Hace pocos días llegaron a Barcelona cuatro enfermeras australianas: Mary Lowson, Una Wilson, May Macfarlane y Agnes Hodgson, gentil embajada de la ciudad de Sidney, la mayor de Australia, situada a veinte mil kilómetros de distancia de Barcelona, a más de treinta días de viaje sin interrupción.

Al costear y facilitar el viaje de las citadas compañeras — más de diez mil pesetas solamente los pasajes—, el proletariado de aquel lejano país ha querido demostrar sus simpatías por la lucha que contra el fascismo sostiene el pueblo español. Ellas, además, vinieron provistas de los equipos correspondientes, adquiridos gracias a las suscripciones hechas en los mítines organizados por toda Australia por el Comité de Ayuda a España, constituido por representantes de las Trade Unions, partidos Laborista y Comunista y otros elementos afines.

Tan pronto tuvimos noticias de su llegada, quisimos ponernos en comunicación con ellas, con el fin de dar a conocer a nuestro pueblo su presencia en Barcelona. Teniendo en cuenta que a su paso por Marsella fueron objeto de un gran recibimiento por parte de más de cinco mil trabajadores, presididos por el alcalde de la ciudad, el señor Tasso; cabe convenir que el silenciar por omisión involuntaria su presencia aquí sería una ingratitud que queremos evitar con estas líneas.

—La lucha del pueblo español por la democracia, es nuestra lucha y la de todos los trabajadores del mundo —dice la señorita Lawson—, y nosotras, comprendiéndolo así, nos dispusimos, a pesar de la distancia, a aportar nuestro concurso. Una camarada nuestra, Margot Miller, fué ya herida en las dos piernas por una ametralladora fascista que disparó contra ella cuando estaba recogiendo heridos en el frente de Huesca. Otro de los miembros australianos de la Misión Sanitaria Británica, es una hija de Vance Parmer, la conocida novelista: Aileen Palmer, estudiante de Melbourne, la cual ha estado catorce semanas en Granen, y hasta ahora no ha hecho las primeras vacaciones.

En el frente hay también diversos australianos luchando. Uno de ellos, Jack Barry, miembro del Partido Comunista australiano, que fué dado por muerto el 16 de septiembre, y afortunadamente reaparecido posteriormente sin haber sufrido ningún daño,
nos manifiesta:

—Estoy mejor que nunca, pues el trato y la alimentación que da el Gobierno a sus soldados son inmejorables. He luchado cuatro meses al lado de los compañeros españoles y estoy convencido que la victoria sera un hecho si todos contribuyen con energía.

El camarada Barry, que sirvió en la marina australiana durante la Gran Guerra, se encontraba en el África del Sur cuando estalló la revuelta militarista, e inmediatamente se embarcó para Barcelona, donde se alistó enseguida. Luchó primero en Mallorca y después en Aragón, y ahora se ha trasladado a Madrid con diversos compañeros, con el fin de incorporarse a la Columna Internacional.

Otro huésped australiano de Barcelona es John Fisher, periodista, hijo de Andrew Fisher, que fué tres veces primer ministro de Australia y ocho años líder del Partido Laborista. Mr. Fisher nos manifiesta que hay un ambiente muy favorable al pueblo español, entre los elementes destacados de su país, y que la mayoría de la gente, incluso los conservadores, comienzan a creer que una victoria reaccionaría en España se convertiría en un ataque a fondo de las potencias fascistas contra Francia, Gran Bretaña y también contara la independencia de Australia, que no podría esperar mucha ayuda de Inglaterra.

—Desgraciadamente —dice Mr. Fisher—, mentiras poco escrupulosas han hecho que en muchas ocasiones se tergiversaran los hechos y se desorientara a la opinión. Que con toda buena fe ha creído las falsedades lanzadas con mala intención por elementos turbios, y especialmente por los individuos que gozan de prestigio en la Iglesia Católica, teniendo una gran influencia. Yo desearía qué fuesen a Australia delegados catalanes y vascos, con el fin de propagar la verdadera situación de aquí. Hace algún tiempo, Mr. Maurice Blackbur, diputado socialista del Parlamento australiano —continua Mr. Fisher—, me hizo presente la deuda que tenían con algunos revolucionarios españoles que, hace ya algunas generaciones, expatriados de su país, fueron a Australia, y contribuyeron a la constitución de una sociedad democrática en aquel nuevo continente del hemisferio Sur. Hoy, el pueblo australiano, ayudando a España en la lucha por su libertad, cree que contribuye a que se produzca un movimiento de verdadera solidaridad internacional que nosotros esperamos, se ha de extender a todo el mundo.