Amor a la patria y amor de padre.
Por
Javier Bueno.
De
un periódico de anoche copio: “El Sr. Navarro
Reverter trae dos hijos al Congreso; otros dos el Sr.
Capdepón; dos el general Weyler; dos el Sr. Cobián;
dos hijos, tres yernos y un sobrino, el Sr. Montero
Ríos; el Sr. Arias Miranda, un hijo y un yerno;
los Srs. Requejo, Díaz Moreu, Rodrigáñez,
Amós Salvador, Borbolla, un hijo cada uno; el
conde de Romanones y el marqués de Ibarra, un
yerno cada uno…”
Esta estadística
es causa de indignación en mucha gente, pero
a mí me parece la cosa más natural del
mundo.
Esos
señores, al hacer diputados a sus hijos, estuvieron
inspirados en dos sagrados amores: el amor a la patria
y el amor de padre. ¿Qué no hará
un hombre por un hijo? En cuanto a los que dieron actas
a sus yernos, ¿qué no darán a sus
yernos, los que les entregaron a sus hijas? Porque,
en realidad, una muchacha joven vale siempre más
que el ser diputado.
Mas, como
digo, los Srs. Navarro Reverter, Capdepón, Weyler,
etc., etc., quisieron servir a su patria al propio tiempo
que a sus hijos.
La
patria –dirá el Sr. Navarro Reverter- exigió
de mí el sacrificio de que ocupase el Ministerio
de Hacienda. Ahora me exige el sacrificio de que mi
hijo vaya al Congreso. ¡Hágase la voluntad
de la Patria!
El amor de
padre les dice que sus hijos son los más inteligentes
de todos los ciudadanos españoles, y el amor
a la Patria les exige que pongan a su servicio sus inteligencias.
Yo
no dudo de que sean inteligentes, pues hay un refrán
castellano que dice: “De padres tontos, hijos
listos”, y es sabido que esos padres no fueron
nunca grandes lumbreras. Esos señores
ministros, reconociendo esto, se creen en el deber de
ofrendar a la Patria las inteligencias de sus vástagos,
que serán mayores que las suyas.
El vocablo
Patria sirve para un discurso de ministro y para el
de un republicano.
-La Patria
–dice el primero- exige de mí que permanezca
en el Ministerio de la Gobernación.
-La Patria
–dice- está en peligro, ciudadanos, unámonos
todos en estrecho abrazo contra el enemigo común.
La Patria
exige ahora de esos señores ministros, la ofrenda
de los muchos o pocos sesos que tengan sus hijos, sirviendo
a la Patria, sirven también a sus hijos. ¿Quién
pude indignarse por esto?