"Hemos hablado repetidas veces de los tormentos que
se dice inferidos a anarquistas presos en el castillo
de Monjuich. Hemos abogado no pocas por que se abriera
sobre tan grave suceso una información amplia.
Cuando llegó la causa al Consejo Supremo de Guerra
y Marina dijimos más: dijimos que no podía
tribunal tan alto y justiciero dejar de inquirir la certeza
o la falsedad de unos rumores que redundan en menoscabo
de la honra de la Nación, y pedimos que se repusiera
en estado de sumario la causa.
Los
rumores han salido ya de España y circulan por
todas las naciones de Europa. En las más se les
supone ciertos y se los presenta como vivo testimonio
de nuestro atraso y de nuestra barbarie. Clamamos una
vez más por que se depuren los hechos. Lo exige
no sólo nuestra honra nacional, sino también
los más rudimentarios principios de la justicia.
Por declaraciones de que se puede sospechar que fueron
arrancadas por la violencia, no cabe suponer reos ni a
los que las dieron. Sería horrible, más
horrible aún que el delito que se persigue, condenar
por ellas a inocentes, y sobre todo condenarlos a penas
como la de reclusión y la de muerte.
Han
negado algunos periódicos ministeriales la existencia
de los tormentos; pero es ya sabido lo que en esto valen.
El Consejo de Guerra y Marina, según parece, ha
recogido datos que los acreditan. Se va a ver aquí
la causa, y es necesario que se oiga una vez más
a los procesados. Nos dirigen una carta rogándonos
que la publiquemos, y la publicamos obedeciendo a principios
de humanidad y de justicia.
A
pesar de hallarse la causa en plenario, se mantiene a
muchos sin comunicación hasta con sus deudos. Es
justo que se los oiga a todos, ya que en definitiva se
va a decidir su suerte. La carta viene con firmas auténticas:
entre ellas van aun las de acusados de quienes se asegura
que van a ser absueltos.
¡La
justicia ante todo! Este es y ha sido siempre nuestro
lema. No celebraremos poco que aquí se la haga,
desoyendo la voz de las pasiones y la de falsas conveniencias.
Castigar a inocentes es el mayor de los crímenes
y el más cruel de los remordimientos.
He
aquí la carta:
Sr. Director de "El Nuevo Régimen".
Madrid.
Muy
señor nuestro: Algunos periódicos ministeriales
han negado rotundamente que se haya sometido a tormento
a algunos individuos en el castillo de Monjuich con ocasión
del mal llamado "Proceso de los anarquistas".
Esto nos hace suponer que en el acta de la última
sesión del Consejo de Guerra ordinario no se han
hecho constar las declaraciones todas de los procesados.
Las oyeron más de 60 señores que llevan
espada al cinto, y tienen un honor que defender con ella.
Comprendemos,
sin embargo, que los deberes de la disciplina militar
reduzcan a un forzado silencio a nuestros defensores y
a los vocales del Consejo. Pero nosotros no estamos sujetos
a ninguna disciplina, y aunque nos encontramos presos
y a merced de nuestros enemigos, el sentimiento de la
propia conservación no puede ahogar en nosotros
un impulso humanitario tan potente, que llega hasta hacernos
irresponsables. Por esto repetimos una vez más
que las declaraciones de los acusadores fueron arrancadas
por la violencia, y son legalmente una base sobre la que
no es posible levantar un proceso ni mucho menos fundar
ocho sentencias de muerte. Es muy grave lo que vamos a
decir, firmándolo aun los que, según la
voz pública, hemos sido absueltos; pero la nación
civilizada, que nos contempla, no ha de permitir que sean
ahogados nuestros clamores.
Si
hubiésemos visto en el gobierno francos y nobles
propósitos de volver la causa al estado de sumario,
como se hubiese hecho en cualquier otra nación
de Europa, con nuestro silencio hubiéramos contribuido
a que se olvidasen las extralimitaciones de algunos funcionarios
desautorizados por la opinión y por el gobierno.
Lejos de esto, los órganos ministeriales niegan
rotundamente los abusos cometidos, y nosotros nos vemos
obligados a concretarlos y a presentar al pueblo español
las pruebas de nuestras afirmaciones, a fin de que no
se cometa un abuso tan bochornoso como lo sería
el de fusilar a ocho ciudadanos y encarcelar a otros 60
a consecuencia de unas declaraciones invalidadas por las
leyes de todos los pueblos cultos.
El
día cuatro de Agosto del pasado año, a las
nueve de la noche, Tomás Ascheri, Francisco Gana
y Juan Bautista Oller, empezaron su carrera forzada en
los calabocillos 1; 2 y 3 que hay debajo de la Plaza de
Armas del Castillo de Montjuich. Cuando se detenían,
les azotaban los guardias con un látigo. A las
veinticuatro horas se les dio por toda comida un pedazo
de bacalao seco. Hambre, sed, cansancio, sueño
y fatiga: estos fueron los primeros elementos de los mártires.
Más tarde fueron sometidos a la misma regla Antonio
Nogués, Sebastián Sunyer, José Molas,
Luis Mas y Francisco Callis.
Viendo
los guardias que con tan suaves procedimientos no lograban
nada, apelaron a otros más expeditos. Guillotinamiento
de los testículos con cañas o cuerdas de
guitarra, aplicación de hierros candentes a la
carne, quemaduras del balano con puntas de cigarro encendidas,
introducción de cañitas entre carne y uña,
y funcionamiento de un aparato de hierro a manera de casco
que oprimía horriblemente la cabeza y desgajaba
los labios: éstos fueron los métodos de
indagación que dieron por resultado la deposición
de las declaraciones en que se basa todo el proceso.
A
Joseph Thioulouse, que se negó a declarar en castellano
por no conocer bastante el español, le bajaron
al "Cero", mazmorra donde se llevan a cabo las
"indagaciones". Allí le desnudaron,
le pusieron una mordaza de palo a manera de freno para
que no gritase y le pegaron latigazos a todo vuelo, hasta
que hubo "aprendido el castellano".
Estas
fueron las sevicias de que fueron víctimas los
procesados en el castillo de Monjuich. No describimos
detalladamente todas estas crueles "operaciones"
porque no queremos fatigar al público con descripciones
desagradables de hechos ya conocidos. Además, nuestro
principal objeto es presentar con el mayor orden posible
las pruebas existentes de la comisión de tales
abusos.
Tenemos
en nuestro poder escritos de puño y letra de José
Molas, Antonio Nogués, Francisco Callis, Sebastián
Sunyer, Francisco Gana, Juan Bautista Oller y Joseph Thioulouse,
en los que nos cuentan, no sólo los tormentos por
ellos sufridos, sino también los que han vuelto
loco a Luis Mas, y arrancado las declaraciones de Tomás
Ascheri. Algunas de estas cartas, cuyos originales conservamos,
se han publicado en la prensa.
Todos
estos individuos hicieron en la última sesión
del Consejo de Guerra ordinario un relato más o
menos circunstanciado de los tormentos sufridos. Oyeron
estas denuncias el presidente, el auditor y los vocales
del Consejo de Guerra, el juez instructor, el fiscal D.
Ernesto García Navarro y la inmensa mayoría
de los oficiales defensores de los procesados. Diga lo
que quiera el acta de la sesión, todos estos hombres
de honor, a cuyo testimonio apelamos, no nos dejarán
mentir.
El
médico del batallón de cazadores de Figueras
estuvo el día 16 de Diciembre último a visitar
a Tomás Ascheri, a Luis Mas, José Molas,
Antonio Nogués, Sebastián Sunyer y Francisco
Callis para cerciorarse de si se les había martirizado.
Afirmó que iba por encargo de los miembros del
Consejo y escribió un informe que leyó a
los seis interesados. En dicho informe afirmaba el
facultativo que era evidente que se les había torturado.
Los
martirios han dejado en los cuerpos de las víctimas
huellas imborrables. Todos tienen las cicatrices más
o menos grandes de las heridas causadas con el látigo.
Francisco Gana tiene varias cicatrices en las manos y
en los brazos, que se le reventaron a consecuencia de
lo apretadas que le pusieron las manillas de hierro. A
Sebastián Sunyer las manillas le entraron en la
carne, a consecuencia de lo cual le ha quedado como un
brazalete en cada muñeca. Antonio Nogués
tiene en una nalga una "N" marcada con hierros
candentes y tiene atrofiado un testículo. Luis
Mas está loco, siendo así que antes
de ser reducido a prisión no tenía perturbadas
las facultades mentales.
Tomás
Ascheri, Francisco Callis y José Molas presentan
cicatrices en varias partes del cuerpo. Sebastián
Sunyer tiene los testículos magullados, y Francisco
Gana presenta una hernia, que antes no tenía, en
el bajo vientre, viéndose obligado a usar braguero,
y ha perdido la uña del dedo mayor del pie izquierdo
a consecuencia de las cañitas que le introdujeron
entre carne y uña.
En
cuanto a Joseph Thioulouse, una vez hubo "aprendido
el español", le volvieron a dejar en el mismo
calabozo donde antes se hallaba, por lo cual los compañeros
se apresuraron a curarle las heridas que sus "profesores"
le habían hecho.
Por
si con estas pruebas no hubiese bastante para llevar al
convencimiento a la inteligencia más recelosa,
todavía podemos añadir las siguientes. Cuando
fueron careado con algunos de nosotros Tomás Ascheri,
Antonio Nogués, José Molas, Sebastián
Sunyer y Luis Mas, presentaban cicatrices sanguinolentas
en los labios y en las muñecas. Molas, además,
tenía la cabeza hinchada. Los presos del pabellón
num. 23, todos los cuales firman este documento, oyeron
a alguno de los torturados el relato de sus martirios,
y están dispuestos a repetirlo tal como lo oyeron.
Finalmente,
el médico de artillería de plaza, Sr. Paz,
que estuvo en el castillo desde el 10 de Agosto hasta
el 30 de Septiembre, fue llamado para curar las heridas
de Thioulouse, y luego que las hubo examinado, exclamó:
Otros hay que han sufrido más que usted en este
castillo. Este médico había sido llamado
para auxiliar a algunos de los torturados.
También
los oficiales del batallón de cazadores de Alfonso
XII que estuvieron de guardia en el castillo los días
8 y 9 de Agosto, al hacerse cargo de los presos Francisco
Gana y Juan Bautista Oller, entregados por la Guardia
Civil, pudieron ver el estado deplorable de aquellos infelices,
uno de los cuales llevaba el brazo en cabestrillo y el
otro la cabeza envuelta en un pañuelo ensangrentado.
Si
después de los hechos denunciados y de las pruebas
irrefutables que ofrecemos a la consideración de
la España civilizada, se persiste en negar que
en el castillo de Monjuich se ha faltado a una de las
leyes más elementales de los pueblos cultos, tendremos
derecho a creer que se nos quiere perder a toda costa
sacrificándonos a una consideración política.
Entonces, los que mancharán el buen nombre de España,
no seremos nosotros que lo creemos muy por encima de los
inhumanos burladores de la ley, sino los que la creen
bastante vil para hacerse solidaria y cómplice
de éstos. España, como el Gobierno, la opinión
y la prensa, han de decir muy alto que nadie en nuestra
tierra aprueba los desmanes de algunos cómplices.
Y luego venga un nuevo sumario, venga un nuevo proceso;
los que firmamos este documento no tememos la ley porque
somos inocentes.
Rogamos
a usted, Sr. Director, que publique íntegro este
documento, por lo cual le quedarán hondamente agradecidos
los procesados que firmamos.
Castillo de Monjuich, 9 de Marzo de 1897.
José Vilas Vall.-Epifanio Caus.-Jaime Vilella.-José
Mesa.-P.O., Cristóbal Solé.-P.O.,Mateo Ripio.-Pedro
Coromina.-F. Casanovas y Villadelprat.-Juan Sala.-Antonio
Coperuelo.-Cayetano Oller.-Casimiro Balart.-J.C. Bragad.-Narciso
Piferrer.-José Moreno.-P.O., Baldomero García.-Cándido
Andrés.-A. Prats.-B. Mateu.-Gabriel Brías.-Jaime
Torrents.-José Pau Pons.-José Testart.-Caralampio
Trilles.-Pedro Botifoll.-Jaime Roca.-Juan Alsina.-José
Cel.-P.O., Juan Bautista Oller.-Enrique Sánchez.-José
Guillmet.-M. Melich.-José Ferré.-Magín
Funoll.-José Artigas.-José Tarrés.-José
Funoll.-Francisco Perevez.-Manuel Enrique.-Rugiero A.
Cathala.-P.O., José Pesig.-Ramón Pitchot.-Andrés
Vilarrubias.-Rafael Cusidó.-Francisco Lis.-Marcelino
Vila.-G. Condeminas.-Francisco Bartomeu.-F. Climent.-Pablo
Bó.-Vicente Pi.-Francisco Abayá.-Francisco
Plana.-Pedro Campo.-A. G.-Joseph Thioulouse.-Manuel Barreras.-Emilio
Navarro.-Tomás Oliva.-Tomás Colina.-Pedro
Arolas.-Juan Torrents.-F. Gascón.-Esteban Vallribera.-C.
Ventosa.-Antonio Gurri.-F. Raich.-Teresa Claramunt.-E.
Eferda.-C. Vall.-Baldomero Oller.-Tomás Vidal.-Jacinto
Meich.-F. Bisbal.-José Pons y Villaplana.
El
Nuevo Régimen.
Semanario republicano federal (18-3-1897).
Hemeroteca Municipal de Madrid.