Primera República|Entre Repúblicas|Segunda República|Crítica Republicana a la II República |Contacta
|Dictadura franquista|
Los primeros Republicanos de España (II y III)
Por F. Pí y Margall


El lector los conoce ya por el primer artículo de nuestro número anterior. No eran gente indocta, sino hombres de carrera que se habían inspirado en los acontecimientos de la revolución de Francia.

Picornell, natural de Mallorca, pertenecía a la Sociedad Económica de Madrid y a la Vascongada. En 1789 había solicitado autorización para establecer en esta villa y corte una escuela pública bajo un nuevo plan de enseñanza que había escrito. Era hombre de gigantesca estatura, grueso, de rostro sonrosado, de ancha frente, de ojos vivos, pecoso de viruelas, más fuerte aún de alma que de cuerpo. Fue el jefe de la conspiración, y antes del día del movimiento tenía ya redactados un manifiesto y una instrucción en doce capítulos, que formaron parte del proceso. Después de haberse fugado de La Guaira, estuvo en Nueva York, quiso ir a Nantes, y a consecuencia de reclamaciones que hizo el gobierno español al francés, hubo de refugiarse en la isla de Santo Domingo. Tendría sobre cuarenta y cuatro años al urdir la conjuración que por poco le costó la vida.

Lax era profesor de humanidades; Cortés estaba de ayudante en la Escuela de la Real Comitiva; Andrés había hecho oposiciones a una cátedra de Matemáticas en San Isidro; Pons Izquierdo enseñaba francés y había vertido al español el libro de los derechos y deberes del ciudadano; Garasa era letrado y traductor de obras literarias.

Fueron además procesados y condenados, bien que a menores penas, otro abogado, por nombre Manzanares, y un cirujano del ejército, agregado al colegio de San Carlos, por nombre Joaquín Villalba.

La conspiración fue delatada por dos hombres del pueblo: el uno bordador, Francisco Rodas, y el otro fundidor de metales, Manuel Hernández. En aquel tiempo era natural que así sucediese. Las revoluciones empiezan siempre por los hombres de inteligencia: el pueblo era entonces el principal apoyo de la monarquía, el que más veneración sentía por sus reyes, el que más ciego estaba por los esplendores del trono.

El Nuevo Régimen (semanario federal)

Madrid, 28-2-1891

Los primeros republicanos de España (III)

Nuestro correligionario D. Nicolás Díaz Pérez, en un libro que titula: “Datos parra escribir la historia de la francmasonería”, da acerca do la conspiración de 1796, de que tienen ya conocimiento los lectores de este periódico, los detalles que á continuación trans­cribimos:

«Existe copia del proceso en el Archivo central de Alcalá de Henares, con el número 3.245, entre los documentos de Estado.

»En él se encuentra un razonado y favorable informe suscrito por el letrado D. Francisco Pérez de Lema, con fecha de 19 de Julio de 1796; según este informe, el objeto de la conspiración era «trastornar el orden político de España, EN SENTIDO REPUBLI­CANO.»

»Para llevar Picornell y Gomila á cabo su idea y servirse de otro de los reos con el fin de copiar un Manifiesto ó Proclama y una Instrucción que en doce capítulos ó proposiciones había escrito para repar­tirla al pueblo, le sacó de la casa donde se hospeda­ba y le colocó en una posada de la calle de Avapiés, cuyo dueño era hermano del conserje ó portero que tenía la Logia de la misma calle en la casa del nú­mero 4. Mudó después de opinión, le llevó á la calle del Bastero, á la casa de la Logia, y pocos días más tarde á la de San Isidro, en el barrio de las Visti­llas, adonde se mudó con él, abandonando á su mu­jer y fingiendo que salía de Madrid con cierta comi­sión al cercano lugar de Parla.

»Alguien lo vigilaba á la sazón, pues se cortó la barba, mudó de ropas, se puso los apellidos Alvarez y Obispo y se trasladó á la calle de Buenavista, en los altos de un grande almacén de vinos, donde había un templo masónico. Las noches del 30 y 31 de Enero se hospedó en casa de Santos Rangel, ebanista de la calle de Hortaleza y francmasón; y las del 1 y 2 de Febrero en una taberna de la plaza de Avapiés, des­de la cual volvió á la de Buenavista, á un sótano o cuarto bajo interior, donde él y sus colegas deposi­taron cajas de armas y municiones. Súpose después que los papeles los habían llevado á doña Feliciana Obispo, esposa de Picornell y Gomila, que por ha­berlos quemado en el patio de su casa fue presa con su hijo Juan, joven de trece años.

»La conspiración fracasó por la delación del fun­didor Hernández y del bordador Bodas. En ella en­traban también elementos militares; pero como los procesados no quisieron declarar, no supo el Gobier­no qué fuerzas había comprometidas.

»El proceso se terminó con brevedad. Al médico Villalva le condenaron á cuatro años de destierro de la corte y sitios reales; á Picornell, Lax, Cortés, Ga­rasa y Pons á la horca y confiscación de bienes. En vísperas de ponerse á los reos en capilla, el embaja­dor francés presentó al ministro de Estado una nota en que protestaba contra la ejecución de la senten­cia, pues su Gobierno entendía »que no podía ejecu­tarse á nadie por delitos políticos.» Se reunieron los ministros en la Cámara del rey; conferenciaron los del Consejo de Castilla, y, por fin, el 25 de Julio del citado año de 1796, el rey les conmutó la pena por la de encierro perpetuo.

»Picornell fué desterrado á Panamá.

»Lax y Andrés á Puerto Cabello.

»Cortés á Portovelo.

»La esposa de Picornell, doña Feliciana Obispo y Alvarez, solicitaba en Agosto de 1798 que se pu­siera en libertad á su hijo Juan Antonio Picornell, recluso en el Hospicio de Madrid, para trasladarse Inmediatamente con él á Palma de Mallorca, gracia que le fue concedida.»

Agradecemos al Sr. Díaz Pérez estas noticias, que complementan las que dimos en anteriores números.

El Nuevo Régimen (semanario federal)