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Oficina de Defensa del Anciano | Asturias Republicana |
Según datos
de la agencia Selojuro News, en Gijón, en febrero de 1960, un
día hubo 28,8 grados de máxima y otro 25; en otro febrero,
pero de 1967, se alcanzaron los 24,5 grados… Cuando entonces,
en todas las casas había cocinas de carbón que llenaban
el aire de hollines y nadie imaginaba lo del cambio climático.
La Aemet de Oviedo, con absoluta falta de rigor, ignora los registros
del observatorio meteorológico de Gijón (1923-1979). Son las administraciones públicas, por acción y omisión, las que más contribuyen al deterioro del clima y al calentamiento global. Si quisieran, podrían crear decenas de miles de puestos de trabajo para plantar millones de árboles, cuidar y proteger los bosques, ríos y montes, impedir los incendios forestales. ¡Y eso sí que daría vida a la España despoblada! ¿Qué hacen en Gijón los ayuntamientos de mar y de tierra para impedir el cambio climático? Nada, excepto complicarles la vida a los paganos. Porque, ¿qué problemas de tráfico hay en Gijón aparte del día de los fuegos y el de carnaval? ¡Pero si no hay gente que camine más que los gijoneses! ¿Cómo se puede hablar de problemas de movilidad, de tráfico e incluso de contaminación si a menudo en las principales arterias del centro de la ciudad no se ve un coche en cien metros a la redonda? ¿Qué culpa del cambio climático tiene el que saca una vez a la semana el coche del garaje o se mete al centro una vez al año para recoger un edredón o llevar a la madre a la pelu? ¿Por qué los vecinos del centro van a tener derecho a un aire más puro y un ambiente más silencioso que los de La Calzada? ¿Por qué no peatonalizar Cuatro Caminos, o Manuel Llaneza, o Anselmo Solar, o Munuza? ¿Por qué tienen cerrado el túnel de Aboño? ¿Por qué un utilitario de gasoil va a ser más contaminante que esos tanques de los ricachos? Para promocionar el transporte público podrían poner más autobuses a las horas punta y no cobrar el billete cuando no haya dónde sentarse. Mucho hablar de ciudades inteligentes, pero tenemos los semáforos más tontos del mundo: en verde cuando no pasa nadie, en rojo cuando llegan (coches o peatones). A ochenta por hora, en verde; a cuarenta, en rojo. El obligar a frenar y arrancar sin necesidad aumenta las emisiones (humos, asbestos) y el desgaste del vehículo. Los semáforos tontos (sobran la mitad) son los mayores agentes contaminantes de la ciudad. Y ahí siguen. PD.- Sablazu en la
villa condal: 13 euros media ración de callos (y corrientucos).
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