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Ante la vorágine constructora, el pastor se quedó de piedra.

Por José González Avín

 


El urbanismo franquista, plagado de corrupciones y abusos, destruyó las ciudades y degradó el litoral mediterráneo hasta límites inauditos. El urbanismo del régimen actual, trufado igualmente de corrupciones y abusos, ha continuado aquella labor destructora y de despersonalización y afeamiento de las ciudades y pueblos, de guerra contra el paisaje y la naturaleza.

Asturias que, durante el franquismo, no escapó a ninguno de los males originados por un desarrollismo industrial y económico sin ninguna planificación urbanística, tampoco se ve libre ahora de las consecuencias de esa especulación inmobiliaria caracterizada por arbitrarias recalificaciones, privilegiados cambios de uso del suelo rural y expropiaciones forzosas poco o nada justificables. Entonces y ahora, las responsabilidades de tantos y tantos desmanes tienen que repartirse a partes iguales entre los empresarios de la construcción, las autoridades, municipales y autonómicas, y los llamados técnicos.

Onís es un pequeño concejo asturiano cuyo territorio desciende de los riscos norteños del macizo occidental de los Picos de Europa hasta el valle del Güeña y vuelve a ascender por las escarpadas sierras prelitorales hasta los casi 900 metros de altitud del Hibeo, por donde corre el linde con el municipio costero de Llanes.

Se trata de un concejo, este de Onís, absolutamente rural, de poco más de novecientos habitantes y de alrededor de trescientas veinticinco viviendas. cuyo ayuntamiento se sitúa en Benia. Pues bien, los nuevos planes del desarrollismo urbano prevén la construcción de más de setecientas viviendas, además de otras actuaciones no menos impactantes: polígonos, nuevas carreteras, etc. En este caso, esta vorágine constructora está promovida por un ayuntamiento del PSOE y amparada por gobierno autonómico del mismo color.

¿Podrán los manantiales suministrar agua para este incremento esponencial de población y de consumo por habitante que, además, tendrá sus máximos en los meses de menor precipitación? ¿Será capaz el río Güeña de sobrevivir a los vertidos añadidos de setecientas lavadoras, setecientos baños y setecientos fregaderos? De lo que ya no cabe duda es que el paisaje rural, siempre amenazado, y la personalidad y armonía de los núcleos habitados, de manera especial, la propia Benia, desaparecerán para siempre. Pues no se trata solamente de la ocupación del territorio por un aluvión de nuevas edificaciones, sino de que el pésimo gusto de éstas produce un impacto visual tan grande que cualquier persona con un mínimo de sensibilidad y formación se quedará de piedra al verlo: como el pastor y el perro.